Lo habíamos soñado y lo deseábamos con intensidad. Nos excitaba sobremanera el solo hecho de pensar en realizarlo. 

Y un día ocurrió. Sin buscarlo, sin prepararlo, sin exigirlo, sin pedirlo. 

Nos fuimos mi esposo y yo a intentar una relación cuckold con un hombre hetero, serio, decente, respetuoso. 

Nuestro propósito era que mi amor observara, porque así lo quería, mientras el invitado me cogia con pasión. 

En la emoción de los juegos previos, en medio de caricias y tocamientos lujuriosos, nuestros cuerpos fueron acercándose hasta rozar el de mi marido que, excitado, se hallaba sentado al borde de la cama. 

Y sin pensarlo resultamos los tres entrelazados en un nudo lascivo y ardiente. 

Un nudo de manos y de bocas y de pechos y de miembros. Manos y bocas y pechos y miembros que se buscaban entre sí, y se amaban, se entregaban, se rozaban, se apretaban, se besaban, se retorcían con pasión desenfrenada.

Y lo logramos!. 

Surgió de repente, pero fue la realización anhelada de un encuentro largamente soñado: ver a dos hombres que se llenan de placer frente al ansiado cuerpo de una mujer, pero que disfrutan tan intensamente aquel encuentro que, para cumplirle su fantasía a ella, se deshacen también entre ellos en lujuria desbordada. Sin inhibiciones, sin reparos, sin rechazos, sin condicionamientos varoniles pero sin abandonar su masculinidad. Sólo por el deseo de complacer a una mujer.

Era mi sueño y lo pude vivir emocionada. 

Gracias amor por brindarme esa dicha.

Y gracias al desconocido aquel que nos hizo sentir a ambos tan felices esa tarde.

Encontraremos otro así para revivir tan hermosa aventura?.