Tenerte tan cerca y a la vez tan lejos. Jugar contigo sin ningún pudor ni atadura. Leyéndote, explorándote, escarbando cada rincón de tu alma.

Me desarmas con tu mirada penetrante y profunda; me aniquilas, me matas, me encantas.

Pecar contigo, sin importarme nada; me atrae ese sexo femenino que me hace estremecer, ese don salvaje que hay en tu esencia. ¿Y por qué ha de ser malo si no existe género sino atracción? Te deseo y te anhelo. Cómo no caer rendida, si eres la dinamita que me incita el voltaje, todo lo sensual que hay en mí. No hay nada ni nadie como tú, puedo estar en camas ajenas y seguir sobrevalorando el amor; tener sexo con una persona extraña en un momento efímero.

Ya probé ese tipo de amor, ahora necesito algo que se quede para siempre; un amor a fuego lento.

Al encontrarte en ese Bar que tanto me gustaba, tu mirada coqueta me causó curiosidad. Ese cabello ideal que se movía al compás de tu caminado sensual. La blusita casi transparente que tanto me gusta, esa con la que sobresalían tus senos blancos y delicados. Los jeans que más tarde en mi apartamento iba a ver tirados en el piso.

Entre cervezas y una buena conversación, me enamoré de ti. En ese momento supe que no serías un amor fugaz.

Al tenerte en la cama, sólo para mí, te usé como espejo. Besé cada centímetro de tu cuerpo; busqué el punto adecuado que te hiciera estremecer. Jugué con tu sexo húmedo y entre mis manos, me bebí tus senos. Verte mezclada entre la Luz insomne de la noche. Labios de fresa, mejillas tersas sin pelitos agudos con rastro de Gillette. Y vernos penetradas por un par de dedos delicados. Vernos rendidas en la cama envueltas entre el humo de cigarrillo.

Hoy es un día cualquiera y ya no nos amamamos, pero aún jugamos a ser niñas play, con un voltaje salvaje esperando ser besado.