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La Escritora

Conocí a una amiga en un curso de escritura; hablamos unas pocas veces, pero yo no le paré muchas bolas porque siempre estaba acompañada de otro amigo, y asumí que era su novio.

Algunas semanas después del curso me llamó y me dijo que como parte de una investigación que estaba haciendo para un relato quería hacerme algunas preguntas. Yo vivía solo, en un apartamento de soltero y quedamos en que llegaría a mi casa ese sábado hacia las 10 de la mañana.

Por si las cosas tomaban el rumbo que yo me imaginaba, decidí no alistarme para recibirla y cuando entró yo estaba en la típica piyama de tierra caliente: camiseta y pantaloneta, descalzo y sin ropa interior.

Nos sentamos en la sala y ella me explicó que pensaba escribir una historia sobre la vida sexual de los hombres solteros. Aunque yo técnicamente no lo era, sino separado, podía contestar la encuesta, según ella.

No recuerdo bien las primeras cinco o seis preguntas, porque mi memoria quedó fijada en el momento en que me preguntó qué era lo que más me excitaba. Se me subió la sangre a la cabeza y le contesté con toda sinceridad, que ver a una mujer masturbándose.

Mientras ella tomaba apuntes sobre mi respuesta, le pregunté: ¿y a ti te gusta ver a un hombre masturbándose? Se tomó unos segundos para contestar y renunciando a su rol de entrevistadora me dijo que sí. En la breve pausa de silencio que hubo después, durante la cual la excitación y el susto me pusieron el corazón a reventar, tomé valor para avanzar y le pregunté: ¿quieres ver?

La turbación en su cara, mezcla deliciosa de morbo y timidez, me animaron a desabotonarme la bermuda y empezar a sacarme lentamente la polla, que a estas alturas estaba gruesa y empinada.

Consciente de lo excitante de la escena, tuve qué acariciarme muy lentamente, pues no quería arruinar la situación con una eyaculación demasiado rápida. Ella me miraba fijamente, con una sonrisa nerviosa, y sin intenciones de moverse de su lugar.

Le pregunté si quería participar y me dijo que no. Mi fantasía a estas alturas era verla masturbarse para mí, pero no se realizó.

Cometí el error de acercarme a ella y llevarla a la habitación, para que hiciéramos el amor. No podía yo saber que eso iba a terminar mal, pues le ganaron los nervios y no se dejó llevar por la situación.

Pese a este final infortunado, el recuerdo de la escena sigue estando entre mis favoritos.

chepecota

Soy hombre heterosexual

visitas: 1493
Categoria: Autosatisfacción
Fecha de Publicación: 2015-05-03 19:36:28
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