"Cuando dije -Puedo verme en tus ojos, tu dijiste -Puedo verte en mi cama"

Comenzar a escribir en ésta hoja, en un intento, por ser más simbólica que dramática. Simbólica y con mi esencia (como me gusta), y un poco triste (como no me gusta).

Escribo esto en mi diario personal, no de campo. Le escribo con amor, el mismo amor que le sentí y el cual manifesté tantas veces.

Guardar su recuerdo en algo como un libro, tal vez en el libro "Buenos Días, Tristeza" y, escuchando una canción de The Strokes, repetidamente.

Buenos Días, tristeza, cuando usted ya no estuvo, cuando las sábanas, las cobijas y el escritorio estaban vacíos de su aroma.

Y fue en usted, en el que me calmé, no una sino tantas veces.

Hoy, agradezco el amor, el calor, las lagrimas, pero también le reprocho la ausencia, las intermitencias, las heridas.

Estoy sin cigarrillos y sin usted, la felicidad siempre me deja sola. Y, tuve que calmarme sola, teniendo la certeza de que mi tranquilidad se vendía en cajetillas de a 10, o de a 20.

Lo que nos unió fueron una serie de cosas que deseamos nunca soltar: Su risa pícara al levantar la falda de su estudiante de undécimo grado, dispuesta a todo, siempre. Las canciones y el expendio de alcohol de Laura. La nota de química y física. La coordinadora de la que nos reímos muchas veces. Los "Ay Daniella!" de Santiago. Rayuela (el libro y el árbol). Las historias de cortazar, las canciones de Cerati.

Usted, cómo me gustaba usted debajo de las cobijas, cuando sus manos se entrelazaban con las mías y yo me sentía completa.

Usted cuando me miraba desde su lugar, lejos, y yo me sentía feliz. Cuando me abrazaba y yo sentía que eso era fuerza, me sentía plena, me sentía feliz como una niña de cinco años.

Tantas veces en las que usted besó con ternura a la Lolita del colegio verde y chiquito.

Hoy, recuerdo las cosas que me hicieron amarlo.

Saudade es no querer saber y a la vez querer saber- Saudade es añorar lo que nunca jamás volverá a suceder.

Añorarlo a usted en cada esquina, añorar sus besos, sus miradas.

*Valentía

Porque aunque me duele, lo dejo ir.

Y, en un intento por ser más simbólica que dramática, espero olvidar. Luego de ésto, voy a poder sentarme en los mismo lugares que frecuentamos, mucho más tranquila y sin la saudade presente.

Con ésta carta, cierro ésta historia.