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RUBI LA MASAJISTA

Al entrar en el centro de masajes, me dirigí a la recepcionista, con la que estuve hablando un rato sobre la cita que tenía para mi masaje mensual.

La recepcionista me ofreció una bebida mientras preparaban todo e hizo pasar a las masajistas para elegir cuál de las chicas me daría el masaje. Entre las ocho chicas que pasaron, las cuales todas llevaban un quimono negro con símbolos asiáticos, elegí a una chica morena de cara angelical llamada Rubi.

Rubi me acompaño al piso de abajo, pasando por una estatua hasta una habitación en la que había un tatami con pétalos rojos en los bordes de este. Mientras me desnudaba y duchaba, Rubi aprovechó para ir a por los aceites necesarios para el masaje. Cuando volvió, ya me había duchado y estaba recostado en el suelo, sobre el tatami, boca abajo, mientras observaba el cuerpo desnudo de Rubi acercarse con un cuenco de madera en el que esta había vertido el aceite necesario para el masaje.

Cerré los ojos y me dejé llevar por la música de relajación, que sonaba, cuando sentí el aceite tibio caer sobre mi pie derecho y las manos de Rubi esparcirlo hasta media pierna; las manos subían y bajaban lentamente esparciendo el aceite y acariciando mi piel lenta y cuidadosamente.

Rubi repitió la acción con la otra pierna hasta que la levanté y apoyé el pie sobre lo que supuse que era una toalla enrollada, y empezó a presionar sus dedos en distintas partes del pie, como si así estimulase la relajación de otras partes del cuerpo; Rubi repitió la acción con el otro pie y volvió a verter aceite sobre mis piernas, esta vez desde la articulación hasta mi nalga. Parecía haberme dormido de lo relajado y callado que estaba.

Rubi esparcía el aceite lentamente por mi pierna hasta llegar a la nalga, donde parecía que sus dedos iban a tocar, pero nunca lo llegaban a hacer. Esta vez era la mano entera la que recorría todo el trayecto, relajando así los músculos de las piernas y creando una especie de fantasía erótica al rozar la zona que nunca llegaba a alcanzar, hasta que noté el aceite en mis nalgas, cayendo de la mano de Rubi.

De repente, las manos de Rubi empezaron a acariciar mis nalgas, aunque por poco tiempo, ya que volvió a recrearse otra vez en las piernas. Esta vez, sus caricias y masajes llegaron a alcanzar el hueco que queda entre ambas nalgas, y eso desató un estado de éxtasis en mí. Sentí cómo mi pene se hinchaba. Tenía una erección al sentir los dedos de Rubi, que notó esa excitación, aunque yo no sabía si era por la respiración o la forma de levantar las nalgas para facilitar el masaje, pero Rubi se dio cuenta y me preguntó si me estaba poniendo excitado. Conteste con una afirmación, no podía negar algo que era inevitable y se notaba bastante,

Yo estaba extasiado hasta que la magia se rompió cuando Rubi vertió aceite en mis riñones y empezó a esparcirlo con esas manos divinas para el cuerpo humano, manos que parecían haber sido creadas para dar masajes.

Las manos dieron paso a los antebrazos, que recorrieron la espalda desde las nalgas hasta las costillas; no dije nada, pero la presión que sentía en esos momentos no era muy de mi agrado. No supe si Rubi estuvo mucho tiempo masajeando la zona, pero me pareció una eternidad.

Cuando las manos de Rubi empezaron a volver a recorrer la espalda desde las costillas hasta el cuello, me volví a relajar sintiendo el aceite recorrer mi cuerpo. Tal era la relajación que al principio no me di cuenta que había algo que estaba recorriendo mi espalda de derecha a izquierda, algo blando y flexible, pero con una parte puntiaguda, como podrían ser los pezones de los pechos de Rubi, y es que, efectivamente, ella se había vertido aceite en sus pechos y los restregaba contra mi espalda, lentamente, provocando un placer difícil de explicar.

Rubi me pidió que me diese la media vuelta, cosa que hice inmediatamente. Estaba deseando poder ver cómo Rubi hacia su trabajo sobre mi cuerpo.

Rubi volvió a iniciar el masaje desde los tobillos, vertiendo más aceite y extendiéndolo por toda la espinilla hasta la rodilla. Lentamente, las manos de Rubi subieron por mis femorales hasta las ingles, relajando así todos los músculos que éstas encontraban a su paso.

Cuando creí que Rubi vertería aceite en cierta parte de mi cuerpo, me equivoque, ya que el aceite cayó sobre mi vientre y mi pecho. Rubi empezó a esparcirlo, al principio con esas manos perfectas y después usó sus pechos para masajear bien por ambas zonas. Sentir los pechos rozando mi cuerpo y el poder verlo al mismo tiempo me volvió a provocar otra erección, como se había producido minutos antes.

Aproveche para acariciar las nalgas y los labios externos de la vagina de Rubi, al tiempo que dejaba que los pechos de ésta recorriesen todo mi abdomen y pecho.

Al ver la erección tan pronunciada, Rubi me pidió que me levantara y me sentara, entrelazando mis piernas con las de ella. La masajista vertió aceite en mi miembro, acariciándole así todo, desde la base de los testículos hasta la punta del glande. Sentí una gran excitación, ya que ninguna mujer hasta entonces me había masajeado esa parte de esa manera. No solía gustarme cómo lo hacían otras mujeres, pero en esa ocasión fue muy distinto, no sabía si por el aceite o por las manos de Rubi, pero desde luego era un placer, de manera que me acercó más a Rubi para facilitarla el trabajo y sentir más placer.

Rubi, al notar la excitación, empezó a aumentar la velocidad del masaje en la base de los testículos, primero, para luego ir subiendo por todo el miembro hasta el glande, cada vez más rápido. Eso provocó que mi respiración se acelerase y me secase la garganta en cuestión de pocos minutos, como si verdaderamente no hubiese bebido nada en días. Tras la sequedad llegó el orgasmo y la eyaculación sobre las manos de Rubi, que me dio un beso en la mejilla

fernando4040

Soy hombre heterosexual

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Categoria: Microrrelatos
Fecha de Publicación: 2018-11-02 21:48:19
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