Todo había transcurrido con normalidad durante la entrevista de trabajo. Mi oficina es enorme, de una planta, con pasillos y salas… La entrevista era en mi despacho, soy un señor de casi 60 años y muy correcto, pero lo que estaba apreciando de la chica me tenía muy complacido.
Eso sí, estaba bien maquillada, con vestido corto, medias y tacones altos, seguro sabía que eso siempre cala en el género masculino.
Tiene 20 años y necesita el trabajo de secretaria a toda costa, para ayudar en casa, según me dijo.
– Bien, solo queda un detalle – le dije, poniéndome en pie, a su lado de la mesa.
– Usted dirá – respondió humildemente.
Hicesonar elcitofono, y dije:
– Ya puede venir.
La mire, en unos segundos de incómodo silencio, y le dije muy serio:
– ponte de pie, súbete el vestido completamente y abre las piernas todo lo posible.
Sorprendida, ella me miro y trago saliva.
Mi expresión le indicó que si no obedecía ya podía marcharse. Así que obedeció, sin protestar.
Añadí:
– La supervisora te hará la última prueba. De esa depende mi firma. Ya se la ha hecho a cuatro aspirantes, todas de tu edad. Tú eres la última. Cuando se abra la puerta, no mires atrás.
Nerviosa, y como se notaba, también excitada, asintió. No podía negarse a mi voz, a mi personalidad. Soy un hombre maduro y culto, lo que se llama un líder. Por fin escuché como se abría la puerta tras de ella.
– Esta es la nueva, señora Cristal. Empiece.
La supervisora se agacho detrás de ella. Yo le advertí con voz muy seca:
– No dejes de mirarme mientras te chequean y realizan la prueba. Tu expresión es decisiva.
La mujer le rompió la tanguita con unas tijeras, y los restos cayeron al suelo, a lo cual comente:
– Me gusta que regreses a casa con el culo al aire.
Me miro como diciendo ¡¡¿¿Qué locura es ésta??!! Una locura, Pero en realidad le gustaba, lo demostró con su mirada. Era algo inmoral, raro y tan fuera de estos tiempos… pero le encantaba.
A continuación, arrodillada a su espalda, la supervisora empezó a acariciarle el culito y la raja, abiertos a más no poder. Lo hacía con delicadeza, con arte. Además, notaba también como arrimaba su propio cuerpo.
La supervisora, a la que la chica ni había visto, estaba inspeccionando su intimidad, ¡para un trabajo de secretaria! La chica estaba alucinada, pero disfrutaba también, el corazón le latía a toda velocidad… Estuvo a punto de cerrar los ojos, pero le recordé que lo tenía prohibido.
Escuche decir a la supervisora:
– Está perfectamente depilada y huele a niña cachonda, señor Pérez.
Yo las mire, siempre serio, y dije:
– Perfecto. De todos modos, estaba seguro.
La supervisora siguió olisqueando y sobando por detrás a la chica, y empezó a darle besitos dulces en la raja ya húmeda, casi mojada. Ella gimió y meneo su cuerpo sobre los tacones, calentándose más y más, mientras yo no dejaba de mirarle a la cara. La voz de la supervisora era de excitación también.
– Está rica – añadió ella, mientras le daba un fuerte y largo lametazo, muy a gusto de la joven.
Ella entorno los ojitos, y puso el culo en pompas, apoyando sus manos sobre la mesa. Estaba húmeda y se sentía súper arrecha, se sentía humillada pero genial… La mujer paso su lengua en el agujerito trasero, y agregó:
– Por el culito también está arrecha.
Yo asentí, muy complacido. La chica me miro preguntando con sus ojitos ¿“le gusta mi cara de puta mientras su supervisora me valora?”. Yo entendí la pregunta, y volví a asentir.
Tras lamer a conciencia sus dos agujeritos y chupetear un poco su clítoris, la supervisora se levantó, se pegó a su espalda y le tocó los pezoncitos. Estaban erguidos y ansiosos. Ella no aguanto y suspiro, húmeda por completo, feliz con una experiencia tan extraña, sin desviar nunca la mirada de mí, como se lo había ordenado.
La supervisora concluyó diciendo:
– Es tan puta como las otras cuatro que probé para usted. Será una elección difícil, señor.
– Mejor – respondí, sonriendo por primera vez.
En ese momento la jovencita tuvo un orgasmo, haciendo equilibrio sobre sus tacones, gimiendo como puta. Seguro pensaría que las otras aspirantes no habrían llegara do a tanto…
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