Guía Cereza
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La ingeniera golosa y particular...

Nueve de la noche. Entro a Guía Cereza en busca de una amiga, tal como ha sido mi inquietud al inscribirme en la página. Entre las opciones aparece una que me llama poderosamente la atención: una foto en blanco y negro deja apreciar la espalda de una mujer semidesnuda, que de perfil alcanza a lucir un seno con su pezón erguido. En su descripción expresa ser una una mujer de 40 años, profesional, soltera, tímida y cuyo fin es 'conocer a un hombre con quién compartir momentos especiales'. Me intereso y en un mensaje le dejo mi contacto...

Al día siguiente, oh sorpresa: un mensaje en respuesta a mi invitación. Escríbeme a...

En nuestra charla por whatsapp entramos en tal confianza que hubo identificación en nuestras expectativas: seres normales, con una profesión, una vida normal y deseosos de llevar a cabo nuestras fantasías, con madurez y sin más compromiso que el placer. Nada más.

Me contó que era ingeniera de sistemas y que llevaba una vida rutinaria, tanto, que se había entregado mucho a su profesión y dejando a un lado su interés por tener una pareja estable; pero que aún así, era muy sensible, que fantaseaba mucho y por sugerencia de una amiga había entrado a la página a conseguir un hombre, que quería solo intimidad, no estaba interesada en una relación sentimental o algo así.  

El viernes siguiente nos encontramos en un bar. La primera impresión fue grata, y pese a habernos conocido por fotos, el agrado al vernos cara a cara fue mayor... Teníamos claro que no éramos modelos, sino seres normales. La conversación fue amena, cenamos y tomamos unas cervezas, y entre charla y charla se fue calentando el ambiente.

Ya en confianza, ella me expresó que era muy lujuriosa, que fantaseaba muchísimo, se masturbaba con sus juguetes y le encantaba ver cine porno en la soledad de su alcoba. Los besos y las caricias fueron incrementándose...

De pronto me detuvo y quizo explicarme algo más íntimo, que quizá podría 'espantarme'... Le expresé que podía hablarme con plena confianza. Se animó y me dijo que de hecho íbamos a tener sexo esa noche, pero que no me sorprendiera de tres reacciones que la caracterizaban: la primera, al tener un orgasmo ella 'lloraba', que no me fuera a asustar, pues era normal en ella; la segunda, que solamente alcanzaba a lograr un orgasmo, le hiciera lo que le hiciera; y la tercera, que a ella le encantaban las 'palmaditas en sus nalgas'.  

Le dije: no veo el problema. Pedimos la cuenta y nos fuimos a un motel.

Ya en la habitación, la ropa nos sobró... pronto aprecié la figura de una mujer de menuda estatura, contornos proporcionales a su figura: senos medianos y erguidos, colita parada y una vágina muy húmeda, caliente y rasurada...

Nos faltó espacio en la cama para disfrutarnos... había identificación, ambos entregados a plenitud.

La penetré. Ella, brincando sobre mí, cual potro domado a sus anchas. Quería sentirlo hasta el fondo, tal como me lo había pedido... pronto los jadeos de placer se convirtieron en llanto, el fuerte orgasmo fue acompañado de más y más lloro, profundo, incontrolable, como si la estuviersen castigando... y sí, me preocupé; aún penetrada y con la cadencia menor de nuestros movimientos, logré calmarla después de un buen rato. Iba sollozando como una pequeña calmándose poco a poco. No fue fácil y asintintiendo con su cabeza se sonrió y me dijo: ¿te das cuenta? te lo dije, yo lloro.

Superado el impasse, nos relajamos y después de un rato volvieron las caricias. En mi mente rondaban las otras dos advertensias: ni un orgasmo más y las palmaditas... Me dije: ok, vamos a ver.

Bajé nuevamente hasta su vagina húmeda y cada vez más caliente, enrojecida por la faena anterior y me propuse que tuviese una orgasmo lamiéndola y metiéndole mis dedos, agitándolos cada vez más... quería que se derramara en mi boca. Duré un buen rato, jadeaba y jadeaba, pero nada que llegaba el anhelado orgasmo. 

Me ubiqué detrás de ella, la penetré y me pidió que le diera 'palmaditas en sus nalgas'. Así lo hice y al ritmo de cada embestida le iba dando palmadas en su cola parada.

"Dame más duro", pronto expresó. La penetrarla más fuerte, y me dijo "así, pero más fuertes las palmadas, pégame más"... sus nalgas cada vez más rojas y me exigía más y más fuertes las palmadas. Ahí sí me preocupé, pues no acostumbro a golpear a una mujer bajo ninguna circunstancia. Aún así, quería satisfacerla y mis manos incrementaron el ritmo y fuerza de las palmadas. Jadeaba más y más... igual, me exigía más y más fuertes las palmadas. Mis manos estaban ya cansadas... Y del orgasmo de ella, nada. Me convencí.

Pese a ello, me sentía pleno penetrándola y quería satisfacerla. Ella estaba a gusto, aún con sus particularidades.

El remate, aún mejor: se volteó, tomó mi verga entre sus manos y me miró: "quiero que termines en mi boca". Aferrada como si fuese un helado incrementó su deleite y logró en mí una eyaculación deliciosa, tan intensa, que me hizo estremecer, como si recibiera corrientazos por todo mi cuerpo. 

Ella, ansiosa, se deleitaba recibiendo mi semen; incluso, sacaba su lengua impregnada luciendo el trofeo de la noche: ¡Qué rica lechecita! y se lo tragó todo, hasta la última gota.

¡Qué noche, y qué mujer!

Caberos

Soy hombre heterosexual

visitas: 1611
Categoria: Fantasías
Fecha de Publicación: 2020-08-20 04:26:31
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1 Comentario

buenos dias pana, gracias por tu relato, soy militar y me siento identificado con la señora o señorita, me encantaria conocerla, pero creo que no lo haras, si cambias de opinion esperare tu mensaje

2020-08-20 14:00:21

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