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Mi aprendiz

Hace algunos años comencé funciones de responsabilidad en una empresa muy conocida del país. Desarrollé varias actividades que fueron reconocidas y por tal motivo me fue asignada una mujer 15 años más joven que yo para su formación.

Al comienzo tuvimos una relación muy formal, entre jefe y aprendiz, sin mayores alteraciones. Estuvimos trabajando durante un año con mucha formalidad y respeto. Sin embargo, debo reconocer que su inteligencia y capacidad fueron haciendo que mi interés por ella aumentara paulatinamente. 

Durante varios días intenté salir con ella en un plan diferente al del trabajo. Sabía que ella tomaba bastante cerveza, lo cual me motivaba a invitarla casi a diario, aunque sin respuesta positiva. Sin embargo, la constancia vence lo que la dicha no alcanza y un día aceptó mi invitación a tomar unas buenas cervezas. 

Salimos, era un martes. Ella vestía su típica pinta universitaria: jean, chaqueta abrigada para el frío bogotano y tenis cómodos. Su estilo es más bien descomplicado. No es una mujer que se vista sensualmente, como muchas de su edad, por lo que su ropa era más bien ancha. Usaba jeans ajustados. Sin embargo, pocas veces dejaba ver cómo modelaban sus nalgas que eran hermosísimas y que me confirmaban el dicho de que las mujeres inteligentes son nalgonas. 

Tomamos algunas cervezas. Debo decir que conozco a pocas personas capaces de tomar tanta cerveza como yo. Menos mujeres. Entre los dos nos tomamos un petaco y medio de cerveza en un poco más de dos horas. Ya estábamos deshinibidos y le dije: "ojalá un día pueda besarla, porque usted me encanta". Ella contestó: ¿y para qué vamos a esperar? y lanzó sus labios hacia los míos. 

Debo decir que jamás nadie me había besado igual. Tenía 15 años menos que yo y pensaba que le faltaría experiencia y osadía, pero fue genial. Mordía suavemente mis labios, dejándolos con el dolor preciso para producir placer. Mezclado con la cerveza ese dolorcito era muy excitante y mi cuerpo lo hacía notar. Debo decir que yo noté que su cuerpo también lo hacía saber y el olor de su excitación podía ascender por mi nariz y hacerme saber que estábamos haciendo lo que debíamos. 

Yo pensé que yo llevaría la iniciativa: yo era el jefe y era a mí a quien gustaba. Pero entendí que las mujeres son siempre quienes calculan y escogen. Luego de tomarnos muchas cervezas me pidió que no la dejara ir sola. Yo debía ir a mi casa y no tenía previsto que ella no pudiera ir a la suya. Así que, obviamente, terminamos yendo a un motel para dormir y madrugar. 

Al entrar me dijo que jamás había ido a una motel y que le daban asco. Entramos a una habitación sencilla y pedimos agua para evitar una resaca fuerte a la mañana siguiente. Luego nos dispusimos a dormir. La verdad es que con tanta cerveza asumí que mi pene no funcionaría y no hice nada por seducirla. Así que le di espalda para procurarme el sueño. Ella se giró hacia mi espalda, me abrazo y me dijo: "usted hace rato me encanta" y puso su mano dentro de mi pantalón. 

Comenzó a masturbarme y a hablarme suavemente al oído. Me decía que estaba muy atraída por mí, que le encantaba mi manera de mirar, de pensar, de hablar. Su voz suave de mujer de 20 años era como una pluma que acariciaba mi cerebro y estimulaba mi pene. Me hizo dar vuelta y comenzó a morderme los labios de nuevo mientras se acomadaba, aún vestida, sobre mí. 

Mi pene se iba poniendo erecto y pude sentir la humedad de la vulva de esta mujer. Yo me sentía en un trance especial porque me fascinaba esta mujer y estaba logrando tener sexo con ella. Luego de besarme y morderme, se puso de pie y comenzó a quitarse la ropa y dejó de lado toda inhibición: "quiero ser muy suya", y me arrancó la camisa. Los botones salieron volando a lo que respondí empujándola a la cama y poniendo mis dedos dentro de su vagina. 

Luego de constatar que estaba tremendamente húmeda comencé a desabrochar el botón de su pantalón mientras mi lengua lamía todo su cuello, orejas y labios. Me encontré con unos pantis de corazoncitos que le cubrian buena parte de sus nalgas y la parte superior de sus muslos. Clavé mi boca en la región de su vagina, aún vestida, para saborearla y presionarla con mi lengua. Mientras tanto ella desvestía la parte superior de su cuerpo y pude sentir el calor y la textura de sus senos pequeños pero bien formados.

Dado el tamaño de sus glúteos la volteé para morderla y besarla suavemente. Ella se resistió debido a que las cosquillas la hacían perder el control, pero con fuerza logré someterla a esos besos y bocaditos que me daba y que la hacían retorcerse de placer. Bajé sus calzones y pude sentir el aroma a sexo que salía de su entrepierna y puse mi lengua en su vulva para alimentarme de ese néctar que producía descontroladamente. Ella gemía pidiéndome que parara e impidiendo que llegara con mi lengua a su anito hermoso, rosado y virginal. 

Luego de unos minutos de gozar con sus flujos, decidí darle vuelta y besar y morder esos senitos especiales a los que hacía mucho tiempo había hecho seguimiento. Ella, mandando, presionó mi cabeza para que la mordida fuera un poco más fuerte y se mojara más. Mientras mordía sus bellos pezones, mi mano seguía ordeñando esa vagina para comerme esos flujos divinos. 

Después de un rato de hacer esto me ordenó que introdujera mi pene en su vagina. Lo hice delicadamente en la posición de misionero que ella prefirió y con fuerza la embestí para producir más lubricación. Ya la cama estaba empapada pero yo quise exprimirle hasta la última gota de placer que su cuerpazo producía. Pude sentir su peso, sus curvas, la tersura de su piel mientras me decía que se sentía mía y que quería hacerme suyo. 

Cambiamos de posición y ella se puso encima de mí, con sus nalgas dirigidas a mi cara y fue apoteósico. Comenzó a moverse cual bailarina experta del oriente y sus nalgas pusieron un ritmo infernal que mi pene dificilmente podía aguantar. Me contuve lo más que pude en venirme hasta que decidí que debía aprovechar su carita hermosa para venirme en ella.

Así, ella se puso de rodillas en la cama mientras me masturbé un poco y pude explotar mi leche contra su rostro inmaculado. Fue glorioso verla empapada de mí en esa cara que todos los días me producía ternura e inquietud. 

Se lavó y luego se acostó en cucharita contra mí, pidiéndome que un brazo le cubriera un seno. Luego de tantas horas de energía dormimos plácidamente, como si nos amáramos y mi vida cambió para siempre. Esos 15 años de diferencia, fueron la diferencia.  

bogotano1979

Soy hombre bisexual

visitas: 2105
Categoria: Jovencitas
Fecha de Publicación: 2021-08-16 18:14:49
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2 Comentarios

Muy corto, pero delicioso !!!

2021-08-17 01:29:32

Crack

2021-08-16 23:40:15