Al abrir la puerta salió a recibirme un muchacho como de 30 años, acuerpado, de 1.80 de estatura, buen semblante, recién afeitado, en pantaloneta larga y camiseta ajustada que dejaba saber que iba al gimnasio. Se presentó, nos dimos la mano y me hizo seguir a una sala bien decorada, con sofá de cuero y un televisor gigante. Nos sentamos y me comentó que su amigo el psicólogo le había contado algo pero quería oírlo con mis palabras. Estaba nervioso, me temblaba todo el cuerpo. Comencé diciéndole que desde pequeño había tenido roces con personas de mi mismo sexo, pero fueron fortuitos no era porque me atrajeran, le dije que por más que quisiera no tenía atracción sexual por hombres pero que no me molestaba tener sexo con ellos y que con las mujeres si sentía esa atracción, en internet dice que esto es normal y no lo convierte a uno en homosexual. Me preguntó que había hecho con ellos: le dije que les había hecho sexo oral y me lo habían hecho; el 69, y me habían penetrado, es decir, era pasivo. En esos encuentros no hubo besos ni caricias solo lo que describo. Me preguntó que era lo que yo quería y me explico que si estaba allá era porque quería que sucediera algo. Le dije que en efecto si quería pero me daba miedo. Le dije que quería lo que había hecho antes y nada más. Me explicó que con él podía practicar todo aquello que no había hecho, besos, caricias, beso negro, chupar pezones y que si lo quería penetrar era versátil y no había problema. Quedé por un momento en silencio, quería escapar de allí pero algo dentro de mí quería saber cuáles eran mis límites. Le pregunté que hacía y me dijo que era stripper en saunas gay, allí pude saber porque tenía el cuerpo tan bien cuidado.

Quedo por un momento todo en silencio, hasta que me preguntó por dónde quieres empezar. Esa será la continuación de mi fantasía.