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La invitación prohibida

Antonio llegó a la dirección que decía el papel y golpeó dubitativo. Tras terminar una relación de mucho tiempo, había decidido explorar sus horizontes y probar cosas que nunca había pensado vivir. Había recibido el papel invitándolo a una orgía anónima en una fiesta de la cual recordaba poco, y decidió darle una oportundiad.

Abrió un hombre mayor completamente desnudo, de aspecto serio pero no intimidante. Recibió el placer y con un ademán lo hizo seguir por un pasillo. A medida que avanzaba, escuchaba un murmullo orgásmico que anunciaba que la orgía había comenzado hacía un rato.

Llegó a una habitación enorme, ligeramente oscura, en la que se alcanzaban a distinguir formas humanas en posiciones que evocaban la más lujuriosa copulación. Hombres y mujeres dedicados al pecado: a lamer, a besar. A dominar o ser dominados, a penetrar o ser penetrados. Las paredes sudaban bajo la oscuridad y los gemidos alegres.

En una mesa al fondo, algunos refrescos. Al lado, un par de personas cansadas hablando mientras tomaban algo, descansando de la acción.

Una mujer madura le guiñó el ojo.

- ¿Y usted que hace vestido? ¡Embólese! -, le alcanzó a decir antes de que otra chica, mucho mas joven, la tomara de la mano para besarla y masturbarla. Las dos se perdieron en las tinieblas, entre risas.

Antonio se desnudó, revelando su piel blanca y ligeramente sudorosa. Al quitarse los bóxers, liberó su pene erecto y brillante de lubricación, que rebotó en el aire cuando se liberó de los pantalones.

A Antonio le encantaba que lo vieran desnudo y erecto, que lo vieran caminar ostentanto su miembro duro por ahí. Sin embargo, no dejaba de sentirse nervioso. Nunca había estado en una fiesta así: los gemidos provenientes de todas partes lo desubicaban.

- ¿Ahora qué? - se preguntó. Paseo su vista por la habitación, mientras se tocaba inconscientemente el miembro. Todo el mundo parecía estar ocupado. 

Sin embargo, en una esquina, sentada sola, había una chica morena de cabello negro que, al igual que el, miraba a los demás con cierta inquietud. Estaba completamente desnuda, y entre la luz [apagada] alcanzó a distinguir su figura. No muy alta, de labios carnosos y pechos parados. Los pezones erectos eran marrones y sus caderas amplias. 

Antonio decidió acercarse.

- ¿Cómo te va? - preguntó con nerviosismo, mientras se preguntaba para sus adentros cómo carajos uno iniciaba una conversación en un entorno así. ¿Haciendo algún comentario sobre la pareja que fornicaba a su lado, quizás? ¿O entrando de lleno a elogiar sus dulces pechos morenos? No, muy vulgar. 

- Bien - contestó la chica, mientras lo recorría con la mirada. Estaba igual de nerviosa que él, pero la curiosidad y el deseo se delataban en su mirada. Quería decir algo más, pero no se le ocurrió qué.

- Soy Antonio -

- Me llamo Monica -, contestó mientras seguía explorándolo con la mirada. 

Tras un breve silencio, Antonio la tomó de la mano y la llevó hacia un rincón menos atestado. Ella lo siguió sin rechistar, pero su corazón latía, lleno de curiosidad y un poco de nervios. Le había gustado el recién llegado: tenía un miembro venoso y grueso, un pecho lampiño y un trasero masculino. En su mente, se vio fugazmente siendo follada por ese desconocido y sonrió.

En la esquina, los gemidos de una docena de personas entregando sus cuerpos al placer: mujeres entregando sus cuerpos a hombres borrachos de lujuria, hombres ofreciendo su erección a mujeres dominantes. Más atrás, un grupo de mujeres masturbaban a un hombre atado a una viga. El semen escurría de su miembro, sin que él pudiese hacer nada.

Pero en esta esquina eran Antonio y Mónica: dos perfectos desconocidos. Antonio decidió saltarse la conversación sin importancia para "romper el hielo", alzar a Mónica y sentarla en una mesa para abrir sus piernas. Al fin del cabo, estaba allí para eso. 

Se arrodilló frente a ella, descubriendo una vagina húmeda, de labios gresos y clítoris sobresaliente, como una perla brillante sobre una flor. Y Antonio, sobrellevado por el momento, sumergió su boca entre las piernas de su nueva amiga, dibujando círculos brillantes alrededor de su sexo, acariciando ligeramente los muslos de Mónica.

Los gemidos de Mónica subieron en el aire e inundaron los oídos de Antonio, embriagado en la humedad de la chica. Con una mano se masturbaba su erección palpitante, con otra acariciaba los pezones de Mónica y con su boca chupaba su nueva golosina.

- "Basta, basta" - dijo Mónica entre suspiros. Sus piernas palpitaban en un calor orgásmico, su clítoris era ahora el órgano más sensible de su cuerpo.

Le arañó el pecho al hombre, lo agarró del cuello y lo trajo hacia su rostro, besádandolo y mordiéndolo con fuerza. 

-"Follame"- le exigió al oido.

Al oir estas palabras, medio reclamo, medio súplica, Antonio se convirtió en un animal. La tomó entre sus brazos por la cintura, voltéandola. Mónica le ofreció  su culo, parándose de puntillas y sacándola. Necesitaba tenerlo adentro.

Antonio acarició su vagina un instante con sus dedos, jugando con los labios e introduciéndolos brevemente, masturbándola. Él decidía cuando la penetraba: no quería ser predecible. 

De la nada, Mónica sintió el brillante glande de Antonio abrirse paso entre sus labios, explorando su interior. Al principio con timidez, como si no estuviese seguro. De un momento a otro, Antonio la penetró completamente, hasta el fondo. Se quedó un rato dentro de ella, mientras respiraba profundamente cerca a su oído y así, empezó a follarla.

Cada embestida una palmada en su rojo trasero, mientras que Mónica disfrutaba con los ojos cerrados sentir la verga de su amante abrirse paso dentro de sus húmedos laberintos, sentir sus venas y su protuberante cabeza taladrar dentro de ella, buscando nuevas profundidades.

Antonio sintió el orgasmo venir. Tomó a Mónica del cuello y la dobló, acercándola más aún, follándola aún más fuerte, aún más rápido. Gemidos salieron de sus labios mientras se convertía en un animal más, un animal cuyo único objetivo era venirse lo más adentro, lo más profundo dentro de su pareja. Su amiga, su chica. Su perra. 

Mónica sintió el latir de la verga de Antonio y supo que estaba próxima a ser llenada de semen. Acercó su redondo trasero al regazo de Antonio. Su vagina, su feminidad pedían el semen tibio lo más adentro posible.

Ambos llegaron al éxtasis al tiempo: Antonio sintiendo un escalofrío ardiente recorrer su cuerpo y Mónica incapaz de controlar las contracciones de su vagina ardiente alrededor de la verga de Antonio, que explotó como un volcán dentro de ella, mientras liberaba un suspiro y se quedaba quieto al eyacular. Reposó su cabeza sobre los hombros de ella, que tenían además sus lisos cabellos. La mordió en el hombro, le agarró los senos.

- Eres mía. Esta noche ya quedaste marcada como mía - susurró.

Mónica se volteó, los ojos brillando de lascivia. Lo tomó de la cintura y le mordió el pecho, apretándole las nalgas y dejándole un morado en el pecho. 

- Tu también - le respondió retadora, señalando el chupón que le había dejado en el pectoral. -No lo olvides-. 

Le guiñó el ojo, sacó su miembro de entre sus piernas y se fue, recién follada, buscando una nueva aventura.

Antonio se quedó pensativo un rato, satisfecho a más no poder. La cabeza le daba vueltas. 

Aceptar la invitación había sido lo mejor que había hecho en mucho tiempo.

BogotanoLibre606

Soy hombre heterosexual

visitas: 981
Categoria: Fantasías
Fecha de Publicación: 2022-05-12 17:24:19
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