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El Taxi

Sara y yo queríamos salir a algún lado. La semana había estado estresante para los dos y solo pensábamos en tomarnos una cervezas y escuchar buen rockcito. Pero nos ganaba la pereza de salir solo los dos, en taxi (¡si tomas no manejes!) y con la constante lluvia que caía en Bogotá. 

Hasta que apareció John. 

John es mi amigo desde hace mucho tiempo. En nuestra juventud solíamos salir mucho a "tomarnos unas". Nunca habíamos hecho alguna locura estando los dos, pero si nos contábamos cada una de ellas con “pelos y señales”. Obviamente sabía todo lo que hemos hecho con mi esposa, pero nunca me había sugerido nada con ella (por pena, respeto, o quién sabe por qué). De unos años para acá nos veíamos muy poco porque a él lo trasladaron a otra ciudad y le era muy difícil desplazarse así fuera por pocos días. Nos hablábamos por WhatsApp los fines de semana y a veces menos que eso.

A Sara le gustaba la forma de hablar de John. No era su tipo pero le encantaba esa chispa que botaba en cada conversación. Lo extrañaba porque siempre andábamos para todos lados los 3. Sabía por mí que era muy buen polvo (eso era lo que me había contado) y tenía ese diablillo de la curiosidad susurrando al oído: “¡compruébalo!, ¡compruébalo!”.

John: ¡Hola! ¿cómo estás? ¿Qué van a hacer este sábado?

Yo: ¡Uy! ¿Vas a venir? 

John: Si. Tengo que hacer una vuelta urgente en la mañana y me regreso el domingo temprano. Quería verlos y que nos tomáramos unas cervecitas en el bar que nos gusta.

Yo: Claro. ¡De una!. A Sara le va a encantar. Hace rato teníamos ganas de ese plan pero nos ganaba la pereza. ¿A qué hora nos vemos?.

John: Yo les voy avisando, no se si alcance a pasar por su apartamento o nos vemos allá. Pero de que vamos, ¡vamos!.

Yo: Listo. Quedamos pendientes. Hasta el sábado.

John: Ok. Chao.

Apenas llegó Sara del trabajo le conté, y como le había dicho a John, le encantó la idea.

El sábado Sara estaba súper animada, se puso una blusa bastante escotada que dejaba ver gran parte de sus hermosos senos. No sabía si ponerse falda, jean o leggings, así que se probó todos y me preguntó:

Sara: ¿Con cuál me veo mejor?

Yo: Tu sabes que yo prefiero sin nada. Jajajaja. Pero ¿por qué te arreglas tanto? No vamos a conquistar a nadie. ¿¡A menos que…!?.

Sara: A menos que nada. Solo quiero verme bonita. Además hace rato que no vemos a John quien quita que quiera algo conmigo.

Sara me sacó la lengua y me mandó un pico. 

Yo: Pues ponte la falda y te llevas una tanga de esas que tienes que se te ven esas nalgas deliciosas y que te puedes quitar fácilmente.

Le piqué el ojo con picardía.

Sara: Claro, la fufa de Sara. Pero bueno te voy a hacer caso y me llevo las botas altas para verme más sexy.

Yo: vas a dejar boquiabierto a John. Ya me estoy emocionando.

A eso de las 5 de la tarde nos llamó John y nos dijo que nos viéramos en el bar. Así quedamos. Pedimos un taxi y me dí cuenta que el conductor no dejaba de ver por el retrovisor las piernas de mi esposa. Le susurré eso al oído a Sara y ella de malvada las abrió un poco más dejando ver la pequeña tanga negra que tapaba su lujuriosa vagina. Mientras tanto me acariciaba disimuladamente por encima del pantalón y me regalaba una sonrisa malvada que decía “como disfruto hacer esto”. Llegamos al bar y ví cómo al salir el taxista le veía la cola a mi mujer y ella ni corta ni perezosa se subió la falda para que él pudiera apreciar esas enormes nalgas.

Entramos al bar, abrazados y riéndonos de lo que había pasado:

Sara: yo creo que llega a pajearse. Jajajaja. Pensé que nos iba a dar descuento por el show.

Yo: No, yo creo que faltó más y ahí sí nos regalaba la carrera. Una puchequita, un pezón. Pero bueno, igual se lleva una muy buena imágen para el resto de la noche.

Le pellizque suavemente la nalga mientras ella lanzó una carcajada. Buscamos a John pero no había llegado. Escogimos una mesa lejos de los parlantes para poder hablar con tranquilidad y esperamos. A los 10 minutos apareció John, se había dejado la barba y el bigote, estaba más gordito y el pelo lo tenía corto, estilo militar. Sara se levantó, lo miró de arriba a abajo (no pudo ocultar que le gustó lo que veía), lo abrazó y le dió tremendo pico en la mejilla, casi “andeniado”. Miré a Sara cuando regresó a su silla como leyéndole el pensamiento: “Le tengo ganas”. Saludé a John con un efusivo abrazo y nos sentamos también. 

Pedimos unas cervezas y comenzamos a charlar sobre todo: política, cine, series, música, sexo. John nos contaba de algunas experiencias que había tenido en dónde estaba. Nosotros algunas de nuestras locuras que no sabía, y así se fue calentando la noche. John se levantó para ir al baño y Sara aprovechó y me dijo:

Sara: John está súper bueno. Nunca lo había visto así. Me dieron ganas de comermelo desde que entró.

Yo: Sí me dí cuenta.

Sara: ¿Puedo coquetear a ver qué pasa?

Yo: Obvio. ¿Cuándo te he negado algo?. Además sabes que me encanta cuando le echas los perros a alguien. Y con John nunca habías intentado. Dale.

La besé apasionadamente y aproveché para manosearle el seno derecho. Me quitó con una palmada:

Sara: ¡Caca nené!. Todavía no.

Llegó John y Sara comenzó con su estrategia de conquista. Le rozaba constantemente el brazo con sus manos, abría sus piernas para que John viera “más allá”, bajaba un poco su escote para que se le vieran más sus pechos (otro poco y ya le mostraba los pezones).

Yo miraba a John y notaba que estaba excitado, pero no se atrevía a nada aún. Sus ojos bajaban a los pechos de Sara, a su vagina, a sus piernas y volvían a subir. Con cada caricia en el brazo veía que con la otra mano se acomodaba el pantalón (imaginé que estaba “en guardia”). 

Sara se levantó, se me acercó al oído y me dijo:

Sara: Dile que no hay problema. Que se deje llevar. Lo noto tenso. ¡Voy al baño ya vengo!

Sara caminaba contoneándose más de lo habitual, segura que la estábamos mirando hipnotizados. Efectivamente no pudimos apartar las miradas hasta que entró en el baño.

Yo: Está muy linda mi mujer ¿cierto?

John: Con todo respeto, ¡SÍ!.

Yo: No te cohíbas. Tú sabes cómo somos nosotros y si Sara te coquetea tu síguele el juego. Por mi no hay problema. Al contrario, yo encantado de verla con otro.

John: ¡En serio! Yo no sé cómo hacen ustedes. Tantos años de casados, tantas locuras y siguen como cuando eran novios.

Yo: Esa es la gracia. Siempre disfrutar en pareja de todo y con mucha confianza. Nosotros sabemos que lo que mata un matrimonio es la costumbre y siempre intentamos tener la llama encendida.

John: pero MUY encendida, eso es como un incendio.

Cuando Sara volvió del baño la actitud de John cambió radicalmente. Ya respondía a sus caricias, pasándole las manos por las piernas, por encima de las botas. Miraba directamente a su entrepierna, a lo que Sara respondía abriendo cada vez más sus piernas. En un momento, después de haber comprobado que nadie veía; aparte de John y yo. Sara bajó su blusa y brasier un poco más de lo que los había bajado durante la noche y pudimos ver su aureola oscura sin problemas.

Ellos dos decidieron acercar un poco más sus sillas y quedaron muy juntos mirando hacia donde yo estaba. Quedé en primera fila para ver el comienzo del espectáculo. John, ya sin recato (y con varias cervezas encima) pasaba su mano por la pierna derecha de mi Sara, levantando su falda y terminando en leves caricias con su dedo pequeño sobre la vagina de mi esposa. Sara le devolvía la caricia sobando su pene por encima del pantalón con la mano izquierda. Era todo un show el que estaba presenciando.

Ya era tarde y el ambiente era demasiado caliente para un bar normal. Pedimos la cuenta y un taxi para irnos a nuestro apartamento a seguir con la fiesta privada entre John y Sara.

En el taxi nos acomodamos, Sara en el medio, John a la derecha y yo a su izquierda. Solo fue cerrar la puerta y este par comienza a besarse como si no hubiera mañana. Sus lenguas se entrelazaron y sus manos tocaban todas las partes del cuerpo que podían alcanzar en ese pequeño espacio.

Sara giró, me picó el ojo y me dió otro beso igual al que le había dado a John. Mientras tanto John, ya sin ningún pudor, le tocaba la vagina por encima de su ropa interior. Ya se veía húmeda por todas las caricias previas que le había dado. El taxista no podía creer lo que estaba viendo. 

Sara cambió nuevamente de objetivo y posó sus labios en John. Yo, ya sin importarme nada a mi alrededor; le quité, como pude, la tanga a Sara y comprobé que estaba muy mojada. Aproveché y le metí un dedo y acaricié su clítoris suavemente. Sentí como creció al instante que lo toqué. Sara no podía ocultar la excitación.

Le hice una seña a John para que continuara con la tarea manual, él la entendió de una vez y me relevó con sus dedos. Acariciaba circularmente el clítoris de Sara mientras que con la otra mano jugueteaba dentro de su vagina, primero con uno y luego con dos dedos. Sara comenzó a retorcerse en el asiento.

Al cambiar con John me di cuenta que el taxista había estacionado en una calle sola y estaba grabando la escena con el celular. Me vió y le dije:

Yo: Tranquilo disfrute. No es el primer video que nos graban.

Aproveché para hacer una de las cosas que más me gustan y es lamer los pezones de mi esposa. Le bajé la blusa y el brasier completamente y comencé a pasar mi lengua por esos negros y puntudos manjares. No sé cómo, pero Sara logró desabrochar el pantalón de John y sacarle el pene. Era bastante grande, comenzó a masturbarlo suavemente, ya estaba bien lubricado así que John no puso ninguna resistencia. 

Las caricias de John aumentaban la intensidad y Sara se agitaba cada vez con más fuerza. Yo no dejaba de lamer sus pezones, morderlos un poquito y acariciar sus senos con mis manos. Sara también aumentó el ritmo con el que jugueteaba con el gran pene de John. Los vidrios del carro estaban totalmente empañados. Sara comenzó a retorcerse fuertemente indicio de que ya estaba llegando su orgasmo, se tapó la boca con la mano libre y dejó escapar un fuerte gemido, pero no dejó de mover de arriba a abajo su mano derecha hasta que también logró que John se viniera con un gesto entre dolor y satisfacción. 

Sara y John, más calmados, se acomodaron como pudieron la ropa. Sara me besó y luego a John. Sara siguió sin tanga pero arregló su falda. John guardó su herramienta y el taxista paró el video. Les ofreció toallitas húmedas para que se limpiaran y arrancó nuevamente rumbo a nuestro apartamento. 

El resto del camino estuvimos en silencio. Al llegar le preguntamos al taxista:

Yo: Gracias amigo. ¿Cuánto es?

Taxista: Nada, cómo se les ocurre. Con ese espectáculo y el video, antes debería pagarles yo a ustedes.

Yo, Sara y John: ¡Muchas gracias!.

Yo: Esperamos no haber dejado muy sucio todo.

Taxista: Tranquilo. Mañana le figuraba lavado al carrito. No se preocupen. ¡Gracias a ustedes! Y si quieren alguna vez que los vuelva a llevar (picó el ojo), acá está mi tarjeta.

Nos bajamos del taxi, entramos a la portería, subimos las escaleras y nos preparamos para lo que venía…

…Pero esto será otra historia.

johanna-y-javier

Somos pareja swinger

visitas: 1593
Categoria: Fantasías
Fecha de Publicación: 2022-06-02 11:10:24
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4 Comentarios

Excelente relato, además uno alcanza a imaginar lo hermosa que es tu esposa

2022-06-07 01:07:41

Que relato tan bueno y muy linda tu mujer

2022-06-04 14:01:04

Muy buena desde la salida de casa hasta el bar y vuelta. Que chevere conocer parejas de verdad.. Nos incribimos en esto pero aun no hemos tenido contacto con pareja full chevere como Uds Saludos desde Coveñas

2022-06-04 03:08:36

uuuufff la confianza y una mujer ardiente, felices hasta los lectores

2022-06-02 19:48:23