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Relato 11

Volviendo a recordar los relatos antiguos llegamos al número 11. Uno que nos trajo muchos problemas pero así mismo muchas oportunidades de satisfacer toda nuestra lujuria 

Este relato número 11 es el ascensor. 

Un año después de volver a Colombia, una pareja de amigos se decidió a casar. El evento era a las afueras de Bogotá así que decidimos ir en carro.

Todo resultó de maravilla. Nos vimos con mucha gente con quienes no nos veíamos hacía mucho y nos adelantamos en todas nuestras vidas. Mientras yo tomaba gaseosa mi esposa recibía todo lo que yo no podía tomar, con la fortuna que la bebida de la noche era el vodka en todas sus formas. Sí vodka, el trago prohibido de mi esposa, según ella, su abre piernas. 

Ya entradas las 3 de la mañana la fiesta estaba llegando a su fin, pero la noche de lujuria de mi esposa apenas empezaba. Con todo el vodka que tenía en la sangre su libido estaba en el cielo. Cualquier rincón oscuro o cualquier momento a solas era perfecto para besarnos, tocarnos y decirnos todo lo que queríamos hacer. Incluso en la mesa, metía su mano en mi pantalón y jugaba con mi pene.

 Llegó el momento de irnos. Ya no nos aguantabamos más y era hora de satisfacer todo lo que quisiera ella. Nos despedimos y salimos. Habían varios carros detrás de nosotros lo que nos dificulto la salida. Pero eso no significó que perdiéramos el tiempo. Mientras los encargados del parqueadero nos despejaban la salida, nosotros aprovechamos. Nos besamos y manoseamos como si no hubiera un mañana. Mientras ella me desabotonaba el pantalón para agarrame el pene yo le cogía las tetas lo mejor que podía y metía mis manos entre sus piernas pero sus medias no me permitían hacer mucho así que en medio del desorden ella aprovechó para quitar todo lo que nos impedía seguir. Se quitó las medias veladas y luego se bajó las tiras del vestido para quitarse el brasier strapless. Cuando lo hacía uno de los chicos encargados del parqueadero nos golpeó la ventana para decirnos que ya podíamos salir. Sus ojos se desorbitaron cuando vio a mi esposa con el vestido abajo y sus espectaculares tetas. En sano juicio obviamente mi esposa se le habría muerto de la vergüenza pero en ese momento con su calentura y todo ese vodka solo se limitó a sonreír con picardía sin siquiera llegar a taparse. 

Salimos de ahí. Y ya en camino el calor en el carro subió. No solo nunca se subió el vestido sino además levantó sus piernas abiertas en la guantera mientras me pedía que la tocara. Su hilo dental estaba absolutamente húmedo por su excitación. Ella misma lo movió a un lado para que mis dedos entraran. Comenzó a gemir mientras se tocaba el clítoris y mis dedos uno a uno la penetraba. Era tal su humedad que 4 dedos entraban sin dificultad.

Ella se agarraba las tetas, se chupaba los dedos y volvia a su clitoris. Ya entrando en la ciudad llegamos al punto en que yo no me podía concentrar en ella por lo que dejé que ella se encargara de todo. Con una de sus manos me agarró el pene y me fue masturbando mientras que con la otra se tocaba ella. Así mismo en cada momento libre yo le agarraba las tetas y se las manoseaba todo lo que podía. Vi cómo llegó a su primer orgasmo cuando en un semáforo nos tuvimos que detener y a nuestro lado se paró un carro blanco. El piloto era un señor de barba que justo antes de que el semáforo cambiara, se giró hacia nosotros. Se quedó mirándonos porque nuestros vidrios no eran del todo polarizados, pero si lo suficiente para que él que quisiera ver mirara dos veces antes de entender que veía. Pero este señor se quedó mirando hasta que comprendió lo que veía, ya no podía apartar su mirada de las tetas de mi esposa que soltó en ese momento un gemido increible. Arrancamos pero su función estaba lejos de terminar. 

Llegamos a casa entre gemidos y movimientos placenteros. 

Una vez parqueamos su boca se acerco hasta mi pene para chuparlo. Su lengua pasaba violentamente por todo mi pene. Se levantó y se puso su vestido. Yo me bajé y le abrí la puerta mientras ella se acomodaba, pero al bajarse no hice más que abrazarla y besarla con toda la pasión que se merecía. Le agarre el culo y las tetas como si no hubiera un mañana.

Caminamos hasta el ascensor que en ese momento se encontraba en el ultimo piso. El tiempo justo para hacer de las nuestras. Mientras bajaba, nos besamos apasionadamente. Mi manos recorrieron todo su cuerpo, las bajé hasta su culo y seguí bajando un poco hasta que tome el extremos de su vestido y lo subí hasta su cintura dejando descubierto su hilo dental y su culo. Lo agarré con fuerza. El ascensor se abrió pero se volvió a cerrar sin que entraramos. Me agaché y le quité el hilo dental. Le alcance a dar una lamida a su lindo clitoris. Me levante con las manos en su cuerpo con la intencion de seguir subiendo su vestido hasta los hombros. Volvimos a oprimir el botón del ascensor y este se abrió de par en par. Entramos con mi esposa practicamente desnuda. Abrazados y manoseandola. Oprimimos nuestro piso y el ascensor se cerró. Nos besábamos sin compasión. Nuestras lenguas se unían mientras metía mis dedos entre sus nalgas y le tocaba la concha.

La giré hasta que quedó dándome la espalda y de frente a la puerta. Le agarré las tetas y pase mis manos por su ombligo hasta llegar a su clítoris. Le metí los dedos en su boca para humedecerlos y empecé a jugar con su clítoris. Sus gemidos empezaron a sonar. Se abrió la puerta y salimos del ascensor. Fuimos hasta la puerta de nuestra casa donde ella simplemente dejó caer su vestido. Se arrodilló mientras yo buscaba las llaves que se habían perdido intencionalmente. Me bajó los pantalones y sin dudar cogió mi pene y se lo metió a la boca. Lo saboreo y lamió como nunca. Sentía su lengua dura contra mi glande. Chupaba y soltaba mi pene con una facilidad increíble. Lamía desde la punta hasta mis testículos. Encontré las llaves y abrí la puerta. Ella se levantó y entró. Yo recogí su vestido y entré. 

Cerré la puerta y vi como ella se fue acomodando en la mesa. Se recostó sobre ella dejando caer sus tetas en ella y con sus manos abrió sus nalgas esperando que llegara hasta el fondo. Yo fui hacia ella y me arrodille. Comencé a lamer su concha sin parar. Le meti mi lengua. Luego subí hasta su ano y lo chupe y lamí mientras metía mis dedos en su vagina. Sus gemidos eran imparables. Me levanté y me acomode metiéndole la puntita de mi pene. La penetré suavemente y se lo volví a sacar suave. Un par de veces más así y decidí sorprenderla y la clave de un solo golpe. Sentí como se estremecía todo su cuerpo y con un gesto, agarrándome el culo con sus manos, me di cuenta de sus deseos de que continuara y así lo hice. Le empecé a dar con toda. La agarraba de los hombros para empujarme con más fuerza. Ella levantaba su cabeza y hacía volar su cabellera en cada penetrada. Su culo vibraba por cada empujón. Fue muy poco lo que duré y le saque el pene para venirme en su espalda. La cogí y la llevé hasta el sofá donde la acosté boca arriba, le abrí las piernas y la comencé a lamer como nunca. Chupe su clítoris con suavidad mientras con mis dedos masajeaba el resto de su vagina. Meti mis dedos y toqué su punto g. A cada lamida y cada chupaba rozaba su punto g para hacerla gemir. Unos segundos después sentí como estallo en mi boca. Me levanté pero ella siguió con un gemido eterno sin poder respirar. Luego tapándose la boca empezo a reir sin parar. Como si se llenara de nervios. 

Al dia siguiente ella no recordaba ni la mitad de lo que habiamos hecho pero si estaba segura que lo habia disfrutado todo.

Pota63

Soy hombre heterosexual

visitas: 1337
Categoria: Hetero: General
Fecha de Publicación: 2023-02-08 22:03:42
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