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El Visitante de Afrodita

Es un día común en el Olimpo, los dioses discuten sobre poder y otras cosas sin importancia, la diosa Afrodita se aburre de tanta idiotez y se retira a su habitación, un poco inquieta y deseosa de descansar, pero algo quebranta la monotonía de este día común en el Olimpo; un insignificante e indigno humano se escabulle entre los pasadizos secretos sin ser detectado y logra llegar a los aposentos de la diosa Afrodita.


Ella en su cama de blancas sábanas, solo lleva puesto unos velos cálidos de más transparencia que color y brota de su ser un aroma dulce de seducción y deseo que ningún dios percibe, pero el humano atrevido que llegó hasta allá, lo ha sentido durante toda su travesía. Afrodita sabe que él está ahí y que con un solo movimiento de sus dedos lo puede enviar hasta el inframundo y juzgarlo por su osadía. Pero ella, entra en los pensamientos de este pobre mortal y descubre que él la desea desde siempre, con una locura e intensidad que ningún dios ha sentido por ella. Esto hace despertar una profunda curiosidad en la diosa y muy sigilosamente se hace la dormida, pero vigila cada movimiento de aquel ratoncillo escurridizo.


El humano sale de su escondite y se encuentra frente a la cama de la diosa, a lo lejos se escucha la habladuría de los dioses, no hay ningún ángel vigilando, es el tiempo y el lugar para ellos dos… Este hombre decidido pero tembloroso se acerca a la diosa, la observa con ternura y con deseo y piensa que ella duerme. Con sus ganas de explorar la dulzura de la diosa, pero arriesgándose a sentir una condena infinita, se acerca a la cama, puede ver a la diosa casi desnuda con unos labios rosados que provocan, un rostro tan perfecto que solo una diosa podría tener, una piel de suavidad infinita, unos senos grandes, redondos de pezones delicados, unas caderas exquisitas y una vagina preciosa, húmeda y sedienta de lujuria. En el acto más valiente y tonto del universo, se acerca y besa los labios de la diosa, quien a su vez deja escapar una sonrisa.


El humano se sorprende y sin pensarlo baja hasta las piernas de Afrodita y empieza a besarlas desde la pantorrilla, subiendo poco a poco por sus muslos, recorre cada poro de su ser, cada milímetro de su piel, pero se detiene porque la diosa pone sus manos en su cuello y le dice, sabes que eres un insignificante humano pero hoy es tu día de suerte. Al decir esto la diosa abre sus piernas y le ofrece al hombre el más delicioso manjar de todo el Olimpo, el néctar más dulce del universo, el tesoro más deseado por humanos y dioses. Este pequeño y escurridizo ladrón de la seducción, se acerca con sus labios y besa muy suavemente los muslos de la diosa y se acerca poco a poco a su vagina húmeda… Empieza a besar su alrededor, juguetea muy suave con sus labios, mordiéndolos, lamiéndolos y chupándolos muy pero muy suave. Su respiración se acelera un poco y la diosa del placer, empieza a sentirse realmente excitada.


El placer está en el aire y el hombre no pierde su oportunidad y juguetea con toda la intimidad de su diosa sin importar que su castigo sea eterno, él no se detiene y empieza a besar el clítoris de Afrodita, siente toda su humedad con su lengua, ella tiene el sabor más dulce y deseado del universo, es tan irresistible que él no puede detenerse, su intensidad aumenta y cada vez lo hace de forma más lujuriosa, más perversa, más morbosa. Los gemidos de Afrodita se escuchan por toda la habitación y cada vez se pone más húmeda, los torrentes de su intimidad brotan como un manantial infinito de placer, pero el hombre no se detiene, Afrodita lo toma con su brazos y le dice no pares mi humano atrevido que vas a lograr algo que ningún hombre ha podido y que ningún dios tiene la capacidad de hacer.


Esto excita mucho al pequeño hombre, que descaradamente mete toda su lengua en la vagina húmeda de Afrodita, para beber todo su manantial de dulzura y placer, sigue y sigue y sigue, el infinito es poco para satisfacer a su diosa, pero el simplemente no se detiene hasta que se sienten temblar las piernas de Afrodita, la cama se estremece y se escapa un gemido tan fuerte que retumba por todo el Olimpo, con el orgasmo más celestial que Afrodita ha podido tener en su infinita existencia. Ella sonríe se sienta en su cama y le dice al humano, te recompensare con toda la pasión que esta diosa puede darte… El hombre sonríe, la mira a los ojos y le dice. No mi diosa, hoy el placer es para ti y solo para ti… Tal vez nos volvamos a encontrar…


Después de esto el hombrecillo nuevamente se escabulle por los pasadizos del Olimpo, Afrodita aun esta temblorosa y excitada y los tontos dioses siguen discutiendo estupideces desde su trono.


Nando707

Soy hombre heterosexual

visitas: 248
Categoria: Sexo oral
Fecha de Publicación: 2024-03-11 10:05:55
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