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Publicado hace 15 años 4K Vistas
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Artículo por: Mary la juguetona

Maritza, una de mis mejores amigas, luego de sostener un romance a través del chat con un perfecto desconocido por más de 1 mes y medio y de hacer lo imposible para que su novio Carlos no lo notara, me llamó y me pidió el favor de que le mintiera a él, asegurándole que estaría conmigo toda la noche del viernes. Este plan pretendía poder cumplir su mayor “antojo” de los últimos 5 meses: verse con su cibernovio. Acepté con la única condición de que me contara todos y cada uno de los detalles pornográficos de la noche.

El sábado se apareció en mi casa con una cara de placer como si hubiera acabado de tener el mejor sexo de su vida. Me miró, sonrió morbosamente y me dijo: ¿quieres oír cómo un hombre fue capaz de hacerme venir más de 4 veces en una noche con algo que no te imaginas? Y comienza el relato de mi amiga…

Luego de haberme observado durante más de diez minutos, se acercó a mí en el sitio donde habíamos pactado encontrarnos. Al verlo, sentí el miedo propio de saber que hacía lo que no debía y al tiempo la adrenalina de saberlo y gustarme… llegó perfectamente vestido, expeliendo un olor absolutamente fantástico y delicioso, su mirada penetrante hablaba más que su boca que apresuró por cierto,  a plantarse en la mía y darme el mejor y más excitante de los besos que había recibido en mi vida.

Subí a su carro y nos dirigimos al motel más cercano y que contaba con la reputación de poseer todos y los mejores juguetes sexuales para garantizar  una noche de placer, en el camino, sólo nos besamos y nos acariciamos, no hablamos, y eso me excitaba más.

Al parar en un semáforo, acarició mis muslos con tanta fuerza que deseaba de una vez por todas que me arrancara la falda que llevaba y me hiciera suya, pero hizo algo mejor, metió su mano por debajo de la falda y comenzó a acariciarme todo mi sexo, que se apresuraba a abrirse para él, quien sólo me miraba... dejó de tocarme para que la angustia de la espera me excitara más ¡y lo logró! Paramos en una tienda y me compró una gaseosa, a lo que le respondí que no tenía sed, insistió y me aseguró que luego entendería el porqué. La bebí

Llegamos por fin al motel, nunca se me había hecho tan largo el recorrido y eso que ya lo había hecho más de una vez. Entramos, me tomó entre sus brazos y empezó a besarme, sus besos eran suaves pero enérgicos, su lengua jugueteaba con la mía mientras mis manos acariciaban su espalda fornida, él  tomaba entre sus manos mi rostro mientras me besaba

No aguanté y lo arrojé sobre la cama, era tanto el deseo de que me hiciera suya que me importó poco que pensara mal de mí, además se que a los hombres también les gusta cuando tomas la iniciativa. Al tenerlo debajo, comenzó a besar mi cuello y a pasar su lengua húmeda por mi piel… pareciera que supiera que el cuello es la zona más erógena de mi cuerpo. Mientras él lo hacía, yo quitaba los botones de su camisa y pasaba mi mano por encima de su pene que había comenzado a endurecerse, sentía como deseaba salir de aquel jean que le hacía mérito a aquello que estaba tocando.

Me volteó, se subió sobre mí y de un tirón arrancó los botones de mi blusa dejándome solo en ese brasier que encarcelaba mis senos deseosos de ser lamidos, tocados o mordisqueados, paró para observarme y me lo quitó…tocó mis pezones y al sentirlos duros los metió en su boca y comenzó a lamerlos con el deseo de arrancarlos, yo gemía y por primera vez le hablé para suplicarle que me hiciera suya.

En menos de 30 segundos la ropa ya no nos estorbaba más, era su cuerpo sobre el mío, era el placer de la piel contra la piel y el sudor que se mezclaba en uno solo, besó mi cuello, mis senos, lamió mis pezones, bajó por mi vientre mientras sus manos fuertes recorrían mi espalda y las mías sus muslos que  rozaban su pene cada vez más fuerte y erecto, podía sentir como la cabeza de aquel miembro latía con fuerza.

Bajó a mi feminidad y empezó a lamerme con tanta intensidad que sentía que podía venirme dentro de poco tiempo, su lengua recorría mi clítoris y jugaba con él provocándolo para que me produjera el mayor placer posible, entraba y salía de mi vagina con la punta de su lengua, que mezclaba la saliva con el líquido que humedecía mi sexo…de repente metió dos de sus dedos en mi vagina y se subió sobre mí para besarme y jugar con su lengua al compás del movimiento de sus dedos mientras mi mano se movía en su pene y lo hacía permanecer endurecido, nos volteamos y el 69 nos incitaba a comernos vivos, era mi vagina en su boca y su pene en la mia, con el deseo incontrolable de no terminar nunca, la respiración cada vez más agitada nos incitaba a seguir.

Después de algún rato tomé la decisión de apoyar mi cuerpo sobre mis brazos y tomé la posición que enloquece a más de un hombre, le permití penetrarme analmente mientras que me masturbaba para él...el sonido de los gemidos eran cada vez más fuertes y al verme tan excitada me miró a los ojos y me dijo algo que nadie me había dicho nunca: “déjame verte orinar”

¿Qué? Le dije. Y él me dijo...controla tu orgasmo, no te vengas aún, quiero antes, verte orinar. Aunque me pareció un poco descabellado, lo intenté y fui capaz, de hacerlo. Creo que desde que tenía 2 años nadie me veía orinar, sin embargo, la cara de placer que tenía él por lo que estaba presenciando, era suficiente. Comencé a orinar pues tenía mi vejiga llena por la gaseosa ingerida previamente, mientras lo hacía, el disfrutaba viendo como caía el líquido y me tomó fuertemente y me penetró pidiéndome que no cesara de orinar, su excitación aumentaba y la mía también al verlo así, terminé de hacerlo y el me pidió que me dejara orinar, le dije que sí, pues en ese punto de excitación no tenía tiempo para escrúpulos...él comenzó a derramar su líquido dorado en mi clítoris mientras que lo masajeaba suave y enérgicamente y me daba el placer que nadie me había dado nunca, controló su orina de tal forma que mientras me acariciaba en mi feminidad y yo me venía, su orina se mezclaba con el líquido que agradecía el placer que le había dado a mi cuerpo.

Aún temblando en aquella cama, me tomó entre sus piernas y volvió a penetrarme esta vez con mayor fuerza y presionaba mi pelvis con su mano, mientras se movía y sentía su pene palpitar dentro de mi vagina más lubricada que nunca, sacó su miembro  y lo depositó en mi boca mientras sus dedos se introducían en mi sexo y mientras le chupaba su pene erecto, y sus dedos me penetraban, sentí que me venía y un liquido en mi boca...era su orina, la bebí sin parar para evitar perder la excitación luego posé sus labios en mi vagina y deposité más orina en él mientras continuaba penetrándome con los dedos… ¡otro orgasmo!

Exhaustos, me dio el último de los besos y dormimos abrazados, desperté ¡y aquí estoy contándote cómo cada vez bendigo más al sexo!. Amén.

La orina: ¿líquido excitante?El sexo con orina, es una práctica sexual que no muchos llevan a cabo por temor, por desconocimiento o por que simplemente, se rigen a los estándares del sexo común, sin embargo, para muchos el recibir o proporcionar el líquido dorado conocido como orina, es motivo de placer y de satisfacción sexual, esto se llama Urofilia, cuando la orina es ingerida, se llama Urofagia.

Se manifiesta en diversos grados: masturbarse mientras huele un pañuelo empapado en orina; escuchar el chorro de orina; ver orinar a otros; pedir al otro que orine sobre él; a esta práctica se la denomina “lluvia dorada” y beber la orina de otro. Es natural que al tratarse de un acto íntimo y privado, provoque cierta excitación al observar cuando otro orina. Pero no lo es cuando provoca una excitación sexual intensa y excluyente. El urofílico suele concurrir con frecuencia a los baños y puede ser confundido con un homosexual que desea ver el pene del otro, pero solo desea ver orinar, oler la orina o escuchar cuando cae el chorro. El olor a la orina es significativo filogenéticamente, ya que los animales marcan su territorio con ella, para ahuyentar a los rivales y atraer a las parejas. En el sexo, muchos nos convertimos en animales, el sexo es exploración, es ilimitado, es sublime, es morboso, es el placer hecho carne, por eso, cualquier  práctica desde que no genere daño propio ni a los demás y no se convierta en una obsesión es sana. ¡A disfrutar del otro y salud!.

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