El otro día estuve en Bogotá haciendo unas vueltas. Me subí al Transmilenio y me ubiqué en el fuelle central del vehículo. Ahí se me quedó mirando un chico moreno y fornido, se veía muy bien. Se acariciaba las huevas y me levantó las cejas. Yo tengo 50 años, valga aclarar, no soy joven. Me le acerqué disimuladamente y empezamos a charlar. Me dijo que vivía en Mosquera, casualidad que debíamos tomar el mismo transporte intermunicipal. Nos fuimos juntos y nos sentamos en el asiento más trasero del vehículo. Nos empezamos a tocar, él tenía una verga enorme: morena, dura y cabezona. Yo se la manoseé un rato, hasta que tuvimos que separamos porque alguien se sentó en el puesto vecino. Me dijo que era de Barranquilla y que se había venido a trabajar a Bogotá pero que vivía en Mosquera. Que era prepago y que sus servicios costaban la módica suma de 50 mil pesos. Le dije que no buscaba prepagos, solo amigos jóvenes para mutuo placer no más. Me dijo que se la volviera a tocar. Se le había entiesado como un fierro. Me dijo que le medía 19 centímetros. Eso fue para que me animara a pagarle los cincuenta “barras” que pedía. Le dije que mejor no, aun así me dejó su teléfono y me dijo que se llamaba Larry. Eso fue hace cosa de un mes y medio. La verdad no creo en el sexo pago por eso no me he animado a llamarlo.