Bogotá, 29 de marzo de 2017.

Un dildo de 20 centímetros, un sostén de encaje, un cabello suelto y unos labios rojos. Ella se encuentra todas las mañanas con las fantasías ocultas de hombres insensatos; es ahí, en ese punto, en el que descubre pensamientos distócicos, la distocia de un parto mental.

Se mueve lentamente alrededor de un tubo y, pausadamente, juega con sus senos pequeños y blancos. Se desnuda pues, para un chico joven que, por sólo un instante, desea sentirse vivo. Y baila, lame y chupa hasta el último resto imaginario de amor, de soledad. Now she's up in the air, she's up in the air, now she's so far away, split and fly everyday. Deja huellas dactilares en su cuerpo, lo recorre sintiéndolo suave, terso. 

Vacía la suave necesidad de ser de cada hombre, vacía sus conductos excretores de oro blanco. Y ella, imita a cada actriz porno, pone un tono de voz dulce y seductor para disimular un orgasmo salvaje pero sin sensación, un orgasmo que no se encuentra en las fibras de sus vías sanguíneas. 

Abre sus ojos, sus manos, su boca, sus piernas. Se limita a lo que sucede y a lo que realiza, siempre. Juega con su dildo: Arriba, abajo. Afuera, adentro. Y se acuesta como para parecer una diosa, se pone de perro para parecer culona, mira fijamente para parecer una amante real. Y los escucha, los lee, los consuela >>So please, please, please, let me get what i want this time<<.

Ella, una mujer ordinaria, no busca nada, porque lo que quiere lo tiene en su casa pequeña, en esa casa de paredes blancas y sueños a veces roticos. 

Él se la coge, duro, suave: Hard, soft.

He loves her and that is enoght.