Mis pezones estaban firmes, entre mis piernas había humedad infinita y todo retumbaba. Él ajustó sus pantalones, me tocó suavemente con sus dedos, los lamió y se fue, tras sonreír, lleno de satisfacción.

Luego, recapitulé mi día:

Desperté temprano, como siempre. Desde ese instante sentía desesperadamente que la autosatisfacción no era suficiente, quería sentir algo más, eso que nunca había estado dentro de mí. Como si supiera qué iba a pasar, tomé una ducha y dejé mi cuerpo sin rastro de vello, piel exfoliada, cejas y uñas perfectas. Después, empecé a trabajar, pero no dejaba de menear mis caderas, mis pezones cosquilleaban todo el tiempo, y los veía a través de mi blusa, así que ese intento se frustró rápidamente.

Decidí entrar a un chat, tal vez encontraría a alguien interesante. Y eso sucedió: intercambiamos números, hablamos muchísimo, hasta que llegó la noche. De la nada, se me ocurrió decirle: "estoy sola, no hay nadie más en casa"; él respondió: "es una oportunidad perfecta para conocernos". Y ACEPTÉ.

Al cabo de unos minutos, que para mí fueron eternos, tocó a mi puerta. Yo usaba una minifalda, zapatos de plataforma y una blusa un tanto ancha, que dejaba ver un poco mi brasier. 

- Eres muy joven- dijo entre sorprendido y alegre. 

Yo me ruboricé, sonreí y acoté

- Tengo 19, para ser exacta.

- No lo habías mencionado- Sonrío mirándome de abajo a arriba. -Tampoco esas hermosas piernas- Su sonrisa fue más pícara.

- ¿Quieres pasar?

Inmediatamente se movió y tomó asiento. Lo hizo en un sofá largo, de cuero blanco, que había en la sala, justo al cruzar la puerta. Yo me acomodé junto a él, a unos treinta o cuarenta centímetros.

- ¿Tú cuántos años tienes? -inquirí.

- Tengo 40, preciosa -respondió, acercándose un poco- ¿te molesta?

- No hay problema... Aunque no sé por qué no lo hablamos antes.

- Esas cosas suceden, ¿no? -me miró directamente a los ojos, muy sonriente. Se acercó un poco más, empezó a acariciarme las rodillas... -Qué piel suave tienes...

Yo lo miraba, y sentía cómo mis pezones empezaban a responder, mi ropa interior a ponerse húmeda... Mordí mis labios suavemente.

- Esto es muy sensual -me dijo poniendo su pulgar sobre mi labio inferior, tomando mi barbilla con el resto de su mano. Entonces, se acercó, y me besó. Yo respondí a su beso y sentía como su mano en mi rodilla ascendía lentamente entre mis piernas, intentando abrirlas. Me encantaba esa sensación, así que me acerqué más y abrí mis piernas para que su mano llegase más adentro.

- Me encantan las niñas complacientes - Dijo entre besos, y tomó mi mano para que acariciara su miembro sobre el pantalón. Se sentía firme, grueso, yo movía mi mano sin saber muy bien cómo, mientras el ascendía hasta llegar a mi vagina.

- Qué húmeda estás - Hablaba con deseo, y me acercaba más para besarme. Empezó a acariciarme con un dedo, sobre mis bragas húmedas. Yo gemía suavemente y seguía moviendo mi mano sobre su pantalón.

Se levantó rápidamente, abrió el cierre, dejó su pene afuera y me miró

- Quiero que lo metas en tu boca

Yo solo asentí y en un segundo lo tuve frente a mí, sosteniéndome del cabello y haciéndome tragar. Con la otra mano me acariciaba los senos, que había sacado corriendo la blusa y el brasier. Yo lamía, lo miraba, me tocaba entre las piernas al mismo tiempo. Estaba extasiada.

- Para ya. Me muero por cogerte niña

Frenéticamente me tomó por la cintura, hizo que me pusiera en cuatro, de modo que mi torso quedó recostado en el apoyo del sofá, mis rodillas en el suelo y mi trasero levantado. Subió mi falda, corrió mi tanga y me embistió, fuerte, sin aviso. Yo enterré la cabeza en el sofá y grité suavemente.

- Vamos, quiero escucharte - me tomó del cabello para que alzara la cabeza y me penetró con fuerza, rápidamente.

Yo intentaba sostenerme para no caer, cerré los ojos, gemí, sentía cómo su miembro rozaba cada parte de mí.

Luego, dejó de embestirme, escuché como jadeaba y sentí un líquido caliente y espeso correr por mis nalgas. Al mismo tiempo, sentí como algo similar a la orina salía de mí.

Y ahora, aquí estoy, sin saber si quiera el nombre de la persona que me desvirgó, porque esas cosas suceden, ¿no?