Esta historia comienza cuando tenia unos 7 años. Crecí en un barrio al occidente de Bogotá dónde viví hasta que empecé la universidad. Mi mamá trabajaba todo el día y mi papá se fue de la casa cuando yo tenía 5 años y por tal motivo mi madre debía recurrir a una señora que me cuidaba en su ausencia junto con otro niños y niñas más.

La señora a cargo era una persona ruda, recuerdo que nos hacia comer en el lavadero para que no le ensuciáramos la mesa del comedor, a la cual solo podía acceder ella, su esposo y sus dos hijos que ya eran grandes y casi nunca estaban en casa.

En cierta oportunidad solo estábamos Carlos, Mariana y yo. Carlos era un buen amigo mío, un año menor que yo, jugábamos siempre juntos en el apartamento de 3 alcobas en el que permanecíamos durante todo el día. Era lo único que nos gustaba de permanecer allí, poder vernos para jugar. Mariana, ella era una niña de unos 14 años, nunca la noté hasta ese día.

En algún momento de la tarde Carlos y yo decidimos ir a dormir la acostumbrada siesta de la tarde, nos acostamos en una colchoneta en el suelo que nos disponían para esto junto a una cama donde dejaban acostarse a Mariana. Ese día la madre de Carlos llegó temprano a recogerlo y finalmente quedamos Mariana y yo a solas en esa habitación, sin embargo, para la inocencia que había en mi eso no era nada de lo que tener cuidado.

Cuando Carlos se fue y la señora que nos cuidaba salió por un momento del apartamento, sin poder anticipar lo que sucedería, vi a Mariana sobre mí. Ponía su boca en la mía y chupaba mis labios, yo incómodo y sin entender lo que sucedía me resistía, pero ella era más fuerte que yo. En ese momento no había notado que ella se encontraba sin su ropa de la cintura para abajo.

Como pudo, con fuerza, se incorporó arrodillándose sobre mis brazos impidiendo que yo pudiese moverlos mientras con sus uñas arañaba mi rostro y sonreía, el miedo en mi crecía, gritaba, nadie escuchaba. Después de convencerme con violencia, rasguños, cachetadas y puños de no hacer ruido hizo lo que me cambió la vida de ahí en adelante. Puso su vagina desnuda sobre mi rostro, era como si quisiera asfixiarme y me decía que sacara la lengua. No se cuanto tiempo pasó hasta que se detuvo, pero para mí fue una eternidad.

Desde ese momento todo cambió para mí, no entendía, mi madre no creyó, la señora encargada nunca escuchó, mi padre incluso de homosexual me trató por no “relajarme y disfrutar el momento” y así mi vida sexual empezó.