Quiero contarles brevemente una gratísima experiencia que surgió aquí, a partir de comentarios y mensajes diplomáticos, que generaron tanto morbo que nos llevó ponernos una cita en el chat.

Iniciamos esa conversación con una cierta timidez, hablando generalidades, pero pronto nos adentramos en temas de sexualidad y la curiosidad por saber del otro también físicamente nos llevó a encender las cámaras. Ella siempre estuvo envuelta en un aura de misterio, un rol voyeur, mientras yo exploraba la excitación producto de exhibirme. Aclaro que mi erección se notó de inmediato en el bóxer apretado que vestía bajo la camiseta blanca; era todo lo que                                                                                                                      tenía puesto, mientras a ella sólo lograba verle esa forma corporal femenina y sensual en medio de una luz tenue.

Su mirada de entrada se dirigó inevitablemente hacia mi pene, duro ya por la conversación y la escena, que terminó de alcanzar su máxima rigidez con su voz excitada pidiéndome tocarlo un poco. Se veía perfectamente su forma sobre el bóxer y a ella le encantaba; empezó a perder timidez y a ganar calor, igual que yo, que tras su petición, dejé salir lentamente y poco a poco mi miembro, tan duro como puede llegar a estarlo. 

Me volvía loco escucharla decir que imaginaba tocarlo suavemente con la punta de sus dedos, rozar sus labios sobre él y lamerlo, para luego sentir cómo entraba poco a poco, abriendo su vagina que ya estaba empapada. Imaginaba estar sobre mí, haciéndome morder y chupar sus pezones, su boca, tocarla toda y tentarla con mi pene, jugar a que la penetraba y no hacerlo hasta que no aguantara más y sólo ahí, follarla con una vehemencia inusitada, yendo muy profundo con un ritmo desenfrenado.

Yo por mi parte imaginaba estar dentro de ella, hasta lo más profundo como dije, llenándome de su humedad y sintiendo cada parte de su cuerpo, de su piel, teniéndola entera para mí, observándome y ahora tocándome con sus propias manos, y sin duda alguna, haciéndome llegar cálidamente sobre ella.

Fantaseamos juntos un buen tiempo; nos excitaban increíblemente esos juegos y a mí me generaba un morbo tremendo pensar que ella disfrutaba con mi pene; desde verlo, hasta apropiarse de él, y yo dejándolo a su entera disposición.