🔥 Capítulo 3: Solo cuéntamelo

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🌙 Una noche cualquiera. O no tanto.

Mireya estaba en la cocina, descalza, en bata, con una copa de vino en la mano. Su esposo la observaba desde el marco de la puerta. No dijo nada. Solo la miró… con una mezcla de curiosidad, deseo y algo más.

Ella lo notó.

—¿Qué? —preguntó con una sonrisa tranquila.

—No sé… —respondió él—. Te veo diferente. Desde el crucero.

Ella bajó la mirada, con una media sonrisa. Le dio un trago al vino y se acercó, lenta, segura.

—¿Quieres saber algo?

—Todo —dijo él, sin dudar.

Ella lo miró. Lo midió. Lo provocó.

—¿Estás seguro?

—No tienes que mostrarme nada —dijo él, con voz baja—. Solo… cuéntamelo.

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🔥 Mireya se sienta en la mesa. Cruza las piernas. Se recoge el cabello.

—La segunda noche… ¿recuerdas cuando dije que me dolía la cabeza?

Él asintió.

—Mentí. Bajé sola al bar del barco. Me sentía… inquieta. No buscaba nada. Pero él estaba allí. Italiano. Mayor. Me hizo reír. Me invitó a bailar. Sus manos sabían lo que hacían.

Su esposo respiró hondo.

—¿Y después?

—Después —dijo Mireya, rozando el borde de su copa con un dedo—, bailamos más cerca. Me susurró algo en italiano. No entendí, pero me derretí. Subimos juntos al piso 9. A su camarote.

Se hizo un silencio. Tenso. Cargado.

—¿Te gustó?

Ella se mordió el labio.

—Mucho.

Su esposo se acercó. Le quitó la copa de las manos. La miró como si fuese otra mujer… y sin embargo, más suya que nunca.

—¿Y qué más hiciste, Mireya?

Ella sonrió, traviesa.

—¿Quieres que te lo cuente todo?

—Todo.

—¿Aunque después no me mires igual?

Él se inclinó, susurrándole al oído:

—Quiero mirarte así… justo como ahora.

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💥 Y así empezó otra forma de intimidad.

Ella hablaba. Él escuchaba. Cada detalle. Cada roce. Cada palabra.

Y cuando terminaba de contarle…

Él la tomaba como si reviviera todo.

Sin culpas.

Sin filtros.

Solo deseo.

Solo ella.

Su secreto…

Ahora era de los dos.

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