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Como casi todo el mundo, pensábamos que los blogs y los foros frecuentados por adolescentes en Internet habían matado al chismógrafo, ese cuadernillo cuya apariencia pasaba desapercibida, en el cual los jóvenes narraban sus gustos y relataban sus experiencias sexuales hasta el más repulsivo o sexy detalle. Qué equivocados estábamos. Puede que el video haya matado a la estrella de radio… ¡pero el Internet no mató al chismógrafo!
Un vistazo al chismógrafo, medio de comunicación clandestino, que se ocupa de circular entre amigos información privilegiada y chismes exclusivos para ellos. Es cierto que hoy en día, en los blogs personales o en algunos foros de internet, relatar las experiencias más íntimas puede agregar un poco de exhibicionismo al asunto, pero cuando se trata de un cuadernillo, muchas veces anónimo, que no se sabe con certeza cómo fue que llegó a las manos del “encuestado”… el juego cambia.
En la carátula del cuaderno hay una cándida imagen de un pez amarillo en el fondo del océano, pero en su interior no están los apuntes de una estudiante que tomó nota juiciosa en clase de español. En sus páginas, un grupo de adolescentes responde sin titubeos, con detalles y con lenguaje explícito a preguntas que indagan por sus aventuras y deseos sexuales, relatos que dejarán conmocionado a cualquier padre de familia que no perciba que en materia sexual, los tiempos han cambiado.
Al examinar un chismógrafo (como es conocido el cuaderno) que conserva una mujer de 31 años como recuerdo de su adolescencia, se leen preguntas como: ¿eres fan de Menudo? ¿Qué haces en tu tiempo libre? ¿Cuál marca de ropa compras? Y en el campo de la sexualidad, los interrogantes más atrevidos son: ¿Has hecho el amor? ¿Con cuántas personas has tenido relaciones? ¿Qué es lo que más te gusta de hacerlo? Este tipo de preguntas palidece cuando se comparan con las preguntas del cuadernillo modelo 2006, compendio de posiciones eróticas, destrezas sexuales, lugares y elementos afrodisíacos, preguntas y relatos no aptos para pudorosos.
Etnografía de la sexualidad relatadaDoce jóvenes entre 14 y 19 años llenaron el chismógrafo. Carolina respondió las preguntas en la intimidad de su cuarto, Julián lo hizo en compañía de unos amigos. Todos se declaran heterosexuales y sólo una de las participantes expresó no haber tenido relaciones sexuales: para ella el juego casi termina, pero tiene la posibilidad de anotar cómo le gustaría que fuera su primera vez.
Felipe, de 15 años, dice que su última relación sexual fue el 20 de enero del presente año, a las 12 de la noche y con Luliana. Julián comenta que le encanta el sexo oral, Claudia, estudiante primípara de sicología, dice que le atraen la miel y los aceites y a Diego, un desempleado, la ropa interior sensual.Se escuchan comentarios sobre lugares atrevidos. José, de 16 años, asegura que lo hizo en una mesa de computador, Isabel, de 14 años en una mesa de billar, David en un colchón de agua y los más osados en plena calle.
Algunos de los jóvenes se confiesan “pedofílicos”, aunque varios de ellos no han alcanzado la mayoría de edad. El sexo anal aparece como tema de primer orden, a todos les encanta el striptease y otros confiesan que les atrae el sadismo y masoquismo… (aunque no estén muy seguros en qué consisten).
Las relaciones entre familiares aparecen contundentes. “Aliocha”, de 19 años, asegura haber tenido sexo con más de tres primas, Isabel con unos cuantos primos y Natalia, una colegiala de 15 años, aunque no lo ha hecho, cuenta que sí le gustaría. David perdió la virginidad con una prima, Felipe también lo hizo y en casa de su abuela. Sólo tres no han tenido una experiencia sexual con un familiar.
A todos les encanta mirarse desnudos en el espejo y varios han sido fotografiados. Todos tienen un temor presente, ser descubiertos por su mamá en pleno acto.
Ya los extraños síntomas que la medicina victoriana atribuía a la masturbación (click para ver imagen), como pelos que crecen de repente en la mano, lenguas que se hinchaban, ojos que se dislocaban en los hombres y en la mujer clítoris que se distendía radicalmente, parecen olvidados. Hoy los jóvenes se masturban solos o acompañados y haciendo uso de elementos estimulantes sin temor alguno.
Las preguntas también indagan sobre los deseos. José dice que le encantaría hacerlo en el baño de un avión, por su parte Claudia desea ser violada por su novio. Julián piensa en cómo sería estar con tres mujeres al tiempo. Felipe va más allá e imagina cómo sería ser mujer “para hacerlo bien rico” y a Carolina, de 16 años, le encantaría tener todo un enjambre de hombres rogándole.
Muchos testimonios complementan las indagaciones del chismógrafo. Preguntas como: “¿Cuál es el peor amante que has tenido?” Dejan en tela de juicio el accionar carnal de un adolescente. “¿Cómo te consideras en la cama?”. “Muy, muy bueno. Me lo dijo la última y las anteriores” responde un joven. Por su parte una chica explica que hasta el momento considera que lo hace bien, pero desea aprender mucho más para ser excelente. Si se trata de vergüenzas, el chismógrafo tiene abundantes datos. José reconoce su precocidad durante la relación sexual, Diego comenta que en una ocasión no logró la erección y Sebastián pasó un mal rato aprendiendo a estimular con la mano a su novia.
En una economía de consumo el dinero aparece fácilmente cuando se habla de sexo y algunos afirman estar dispuestos a pagar cualquier cosa por una relación sexual. Diego dice que empeñaría su cuerpo, Isabel afirma que pagaría dependiendo del sujeto. De igual manera, algunos consideran la posibilidad de “ser comprados” durante unas horas para el disfrute sexual.
Varios aseguran haber fingido un orgasmo, otros dicen sin temor que tendrían relaciones con la novia de su mejor amigo. Se comenta con tranquilidad acerca de las enfermedades venéreas, del tiempo que se lleva sin tener relaciones y de las mujeres que “lo dan rapidito”. En una mezcla de realidad y fantasía se comenta el tamaño de los genitales, principalmente de “penes que pueden llegar a medir más de 20 centímetros”.
Salir de la clandestinidad“El sexo ha dejado de estar en un lugar profundo para volverse todo evidencia”, dice la escritora argentina Beatriz Sarlo en su libro sobre asuntos cotidianos “Instantáneas”. Si ya se habla del tema con los padres aunque de una manera pedagógica en la que se recalcan los peligros de su exceso, o los métodos para evitar malos ratos; conversar acerca de cómo se logra el placer y se vive la sexualidad es poco frecuente. Los padres más que confidentes son guías, a ellos no se les va con detalles, los pormenores llegan a oídos de los amigos.
Por eso quizá en diez años o menos, (en cierto modo, ya se vive en este momento) si se mantiene la costumbre del cuadernillo, las interpelaciones se modificarán y en sus páginas de papel o en Internet aparecerán preguntas como “¿utilizas ropa interior erotrónica?”, “¿tienes en el closet el último modelo masculino dotado con mecanismos vibratorios internos o la última androide femenina con mecanismos de torsión?” O para finalizar, preguntarán por la “cabina de los múltiples orgasmos” imaginada por Woody Allen en su filme El Dormilón: “¿tienes en tu casa un orgasmatrón?”.