
Compartir en:
Por: Lulú
Lo diré sin rodeos, para que nos vamos entendiendo: una de las cosas más excitantes, y poco frecuentes la verdad, es encontrar un hombre bien dotado.
Me refiero por supuesto, a aquella zona que denota masculinidad, fortaleza y procreación de macho. Prefiero esa zona voluptuosa, que el jean, pantalón o lo que sea que lleve puesto se vea bien "TEMPLADO". Y es que de eso no se ve todos los días.
Me encontraba visitando a una amiga en su oficina y la considero afortunada, porque su vecino de oficina tiene uno así, él le pone a volar la imaginación a cualquier mujer sexualmente abierta o no y ese fue el caso de mi compañera y yo, la cual vi en las nubes mientras tecleaba en su computador y miraba afuera al vecino sin camisa con unos jeans ajustados bajando la mercancía que acababa de llegar a su negocio.
Tal fue mi curiosidad que le pregunté ¿qué estas viendo? y ella me respondió: "¡mirá, mirá como se le ve eso!" mientras me respondía ví sus pupilas dilatadas y sus ojos muy abiertos, un cierto rubor daba un toque delicioso a sus mejillas y sus labios recién maquillados con un brillo que aún olía a frutas daba la sensación de una boca fresca y dulce, yo miré en la dirección que me indicaban esas pupilas libidinosas y mis ojos se posaron en el cierre semiabierto del pantalón de nuestro atlético vecino.
No obstante, mis ojos decidieron dar un tour sobre aquel magnífico torso, perfectamente bronceado y un rápido vistazo a su rostro me dejó ver sus facciones que dejaban adivinar una sutil ascendencia árabe, pues sus cejas negras y pobladas enmarcaban unos ojos profundos, sugestivo azul celeste era el color de ellos con cierto aire angelical y otro tanto malvado, una nariz que dejaba aún mas a la vista esa ascendencia, hacía juego con unos labios carnosos y una barbilla fuerte con un halo oscuro de aquel que no se afeitó en la mañana.
Después, decidí ubicarme en el mismo sitio donde mi amiga tenía puestos los ojos, en realidad el volumen de aquella zona era algo… pocas veces visto; apoyé mis manos en el escritorio y me dispuse seguir el juego, en tanto, que mi compañera decía: “mirá, mirá tiene el boxer blanco, cómo me gustaría terminar de bajar el cierre, bueno, me conformaría con meter los dedos, ¡debe ser grande! ¡Uff tiene que serlo!” Nuestro personaje ya se había percatado de nuestra lujuriosa observación y deliberadamente rozaba las cajas de mercancía contra la "suya" así que ahora se veía más grande, nos miraba de reojo y dejaba escapar una sonrisa maliciosa al tiempo de que con una mano apartaba un mechón de su cabello negro y ensortijado de su cara y con la otra desabrochaba el botón del pantalón pues adentro de él una fuerza furiosa pugnaba por salir y abrirse un poco de espacio y aprovechando la complicidad de la mañana y del reducido espacio en el que se estaba (entre el camión de descargue y el muro) apretaba las cajas con movimientos suaves, un tanto circula res al comienzo, entonces vimos cómo los demás músculos de su cuerpo se tensionaban, esos pectorales perfectos dejaban ver su trabajo diario en el gimnasio y los brazos fuertes podría asegurar cargaban a una mujer con el mínimo esfuerzo, lo más excitante eran los gestos que hacía a causa del placer que sentía, contraía los ojos y los labios con suavidad y mucha sensualidad. ¡Sí! ¡Eso! ¡Así de sexy!
Cambió el ritmo de los movimientos y ahora empujaba las cajitas, dejándonos ver de lo que era capaz y casi invitándonos a ser aquellas cajas, yo sentía ganas de abrir las piernas y deseaba profundamente ser el objeto de aquel goce, él dejo caer su mano entre el bóxer y empezó a acariciarse y ante nuestros ojos vimos aquella muestra de fortaleza masculina que no defraudó nuestras expectativas, la vimos grande, gruesa y yo diría que deliciosamente humedecida a causa de los fluidos ocasionados por las caricias anteriores, su bajo vientre perfectamente marcado nos permitía ver esos movimientos que mas parecían repetidas invitaciones, esos movimientos aumentaban aún más nuestra lujuria, todo nuestro sexo estaba hinchado y mojado y en mi mente solo había una palabra "más, más, más" a nuestro singular vecino el placer lo llenaba y el a su vez nos hacía gestos obscenoscon su lengua, nos animaba y hacia vivir o sentir ese momento y el orgasmo estaba ahí llegando.... ¡un poco más! Parecía que decían sus ojos, ¡muévelo más!
Embelesadas, pensábamos nosotras en la distancia. Hasta que cuando llegó un compañero de trabajo de mi amiga y le dijo: “Sara, envíame el reporte de actividades del pasado semestre, por favor”.