Guía Cereza
Publicado hace 14 años Categoría: Artículos GuiaCereza 11K Vistas
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Un día, de repente, te das cuenta de que estás cambiando.

Para mí comenzó en la mitad de un cappuccino, sentada en el café de siempre durante la mañana, justo antes de que el día en Bogotá se volviera acalorado y moderadamente insoportable.  Me senté en silencio y apaciblemente en la misma mesa que un extraño. Él estaba muy concentrado mirando afuera a un pequeño patio con heliconias, y a un jardinero que regaba las flores desde la calle. Fumé y miré al hombre mientras se concentraba en la ventana.

Un señor maduro, con el pelo muy blanco y un poco pasado de peso. Un hombre común y corriente. Un hombre callado, que pasaba completamente desapercibido. Algunos lo clasificarían como un hombre feo.

Entre más lo miraba, más detalles veía. Sus ojos, detrás de unas las gafas con marco de acero, eran grises-azules, con un anillo oscuro alrededor de la parte externa del iris. No había notado su boca antes, pero ahora que la vi, era una boca extraña: los labios eran regordetes y de querubín. Era la boca de un glotón.  Un consumidor de cosas. Sus labios estaban cerrados.rayyas.jpg

“¿Cuándo duermes, sueñas con la lluvia?”rayyas.jpg“Menos mal que la temporada de lluvias terminó. Ya estaba cansado de ella”.  El sonido de su voz me sorprendió y me puso en modo de alerta. Renuncié a mi escrutinio, vagamente avergonzada por mi intrusión.

“Se va a arrepentir de ese comentario en Marzo. El sol ya viene y va a soñar con la lluvia”.

“Es verdad”. Movió su cabeza en aprobación, con sus ojos todavía fijados en la distancia.

Tomé un sorbo de café, prendí un cigarrillo y resumí el placer culpable de la exploración. No tengo idea de por qué me sentía tan inclinada a examinarlo, él parecía ignorar completamente lo que yo estaba haciendo.El hombre tenía unos pantalones oscuros y la chaqueta que completaba su traje estaba colgada con mucho cuidado en la parte de atrás de su silla.  También noté unos zapatos negros de cuero brillante muy pulidos tipo oxford, que guardaban unos pies pequeños. Aún con las piernas cruzadas, sus medias, negras, cubrían sus piernas completamente y no quedaba piel expuesta.  Era un hombre cuidadoso. Un hombre de hábitos.Sin embargo, la impecable perfección de su camisa blanca me decepcionó inexplicablemente. El frente estaba plano y sin arrugas, pero habían líneas visibles y limpias de doblado que bajaban en cada brazo.  Tal vez extrapolé las cosas. Tal vez alguien planchaba sus camisas.  Estaba casado o comprometido de alguna forma. Bueno, claro que lo estaría.  Después de todo, pasaba de los cincuenta años y su comportamiento era perfectamente el de alguien que conocía el dulce infierno de la convivencia.“¿Cuándo duermes, sueñas con la lluvia?”La pregunta me tomó por sorpresa. No era una pregunta casual. No el tipo de pregunta que le formulas a un extraño. Y eso es lo que éramos. Perfectos extraños. Trabajábamos en el mismo edificio, nos saludábamos cordialmente cuando nos encontrábamos en el ascensor o afuera en la zona de fumadores. Pero nunca habíamos hablado antes.“Yo…” Mi reacción fue la de descartar la pregunta, tomarla como si hubiera sido una broma, pero algo me detuvo. “Sí, algunas veces sueño con ella. ¿Usted?”."Sí, con mucha frecuencia".Todavía no había volteado su cabeza para mirarme. Cruzó sus piernas de nuevo y puso sus manos sobre la mesa para alcanzar el café.  Sus manos eran justo como sus pies – pequeñas y organizadas. No tenía ningún anillo puesto y sus uñas habían recibido un manicure recientemente, estaban muy pulidas.  Sus manos eran muy blancas y tenía unos pequeños vellos rubios en sus dedos. Sus labios se movieron de nuevo para hablar.“¿Te excita?”Miré directamente a su cara y sentí que la mía cambiaba de color… ”¿P… perdón?”"¿Te excitas cuando sueñas con la lluvia? Y volteó lentamente hacia mí. La expresión que tenía era impasiva, muy tranquila, como si todavía estuviera hablando del clima.“¡N-no!”  Dije mientras recogía mis cigarillos de la mesa de vidrio y los metía sin mirar en el bolso. Me paré y di la vuelta, para volver a entrar al edificio.“Mentirosa”. Lo escuché decir. Caminé rápidamente por el lobby y presioné el botón para llamar al ascensor.Esperé impacientemente, el corazón se me quería salir del pecho. Sólo cuando las puertas de acero se abrieron silenciosamente y entré, di un respiro de alivio, muy sorprendida por mi reacción exagerada ante el episodio.  “¿Qué me está pasando?”.  Había sido simplemente una de esas conversaciones normales que por alguna razón, se vuelven extrañas. Pasa todo el tiempo. Normalmente me río cuando eso pasa y no le doy importancia al tema. Pero esta vez en particular me había asustado, él me había asustado.  Y en ese momento me di cuenta de que he cambiado.rayyas.jpg“Del clima no.”rayyas.jpgLo volví a ver una semana después. Llamé al ascensor, quería bajar por un café y un cigarrillo. Cuando las puertas se abrieron, ahí estaba él, solo. Lo dudé para entrar al ascensor con él y darle mi saludo usual, esta vez tomó algo de esfuerzo.  Mientras descendíamos, tuve la oportunidad de olerlo: a jabón, como si se hubiera acabado de afeitar, y algo más penetrante, como a hojas recién cortadas.“¿Hora del café?” Me preguntó."Sí”.“Yo también”.Cuando se abrieron las puertas, hice un esfuerzo para salir rápidamente. Pensé en caminar hasta la esquina para ir al café de la otra calle, pero ya estaba comenzando el calor y no tenía tiempo.  La zona del patio estaba llena de gente, encontré la única mesa vacía y me senté.“Todas las mesas están ocupadas. ¿Te molesta si me siento?”.  La voz que me temía.“Depende de lo que vaya a hablar”, dije, encontrando la valentía que se me había perdido antes.Él no respondió. Simplemente sacó la silla opuesta a la mía, se quitó su chaqueta oscura y la colgó ordenadamente en el espaldar de la silla.  Llegó la mesera. “Dos cappuccinos”, dijo, y se sentó.Su cara tenía el mismo tono inexpresivo de su voz. “¿Y de qué te gustaría hablar?”“Del clima no”.Una pequeña sonrisa se dibujó en la esquina de sus labios. “Ok, del clima no”.Nuestros cafés llegaron, prendí el cigarrillo y por un rato nos sentamos en silencio. Mi compulsión inicial de examinarlo regresó, pero no caí en la tentación.“¿Qué haces aquí?”“Enseño”.“¿Qué enseñas?”“Estoy dictando un seminario corporativo sobre la usabilidad de sitios web empresariales”.“Suena muy aburrido”.“Lo es”.“¿Eso es lo que haces todo el tiempo?”“No, usualmente enseño en la Universidad, pero aún están en vacaciones”.Él seguía disparándome preguntas claras y directas.  Las respondí placenteramente mientras me tomaba el café. No le pregunté nada a cambio, vagamente preocupada de que cualquier interés que mostrara de mi parte lo animaría a entrar en temas menos apropiados. Al rato, caímos de nuevo en el silencio.Me había propuesto a mí misma no mirarlo para nada, pero con la esquina del ojo, podía ver su mano en la mesa descansando ligera y posesivamente sobre un encendedor Zippo dorado, delgado,  con un dibujo en alto relieve. La punta de su dedo índice se deslizaba una y otra vez sobre la textura de la superficie.  La uña con el manicure brilló y flasheó con la luz del sol.“Está bien no responder a una pregunta si no quieres, pero no deberías responderla con una mentira”.“Si quiere la verdad, debería hacer las preguntas apropiadas”.Mientras respondía, podia sentir que me ponía colorada de nuevo. ¿Qué le había pasado a mi tranquilidad habitual, a mi habilidad de controlar una situación?“Me gasto la mitad de mi vida siendo apropiado. Me aburre”.  Dijo suavemente.“¿No te aburre a tí?”.“Algunas veces, pero intento no ofender a los completos desconocidos preguntándoles cosas íntimas”.“¿Por qué?”Corrí la silla para quedar de frente a él. Detrás de su máscara de calma, había un irritante asomo de diversión. “Porque no es educado, ¡por eso!”“Bueno, y no queremos ser maleducados, ¿cierto?”. Coqueteó.No pude evitar sonreírle de vuelta. “No, no queremos”.“Entonces, sería de muy mala educación preguntarte qué traes bajo esa falda, ¿cierto?”Me puse roja de Nuevo. “Sí, sería de mala educación”.“Entonces supongo que tendré que guardar esa pregunta hasta que nos conozcamos un poco mejor”.Giré la cabeza para organizar mis cosas e irme. “Supongo que sí”.Mientras me dirigía de nuevo al edificio, podía sentir sus ojos encima de mí. Necesité de toda mi fuerza de voluntad para evitar alisarme la parte trasera de la falda. Tenía el presentimiento de que si lo hacía, terminaría respondiéndole su pregunta.rayyas.jpg“Me gustaría comprar un poco de tu tiempo.”rayyas.jpgPasó otra semana, antes de que lo viera de nuevo en el lugar normal de reunión.“¿Puedo?”“Claro”.De nuevo, se tomó un tiempo para colgar su chaqueta en la parte trasera de la silla antes de sentarse, esta vez era una chaqueta gris.  Y de nuevo, por un momento, nos sentamos en silencio. Sostenía el mismo encendedor mientras fumaba, tocándolo pensativamente con su dedo.  Y entonces habló.“Es un jueguito extraño este al que estamos jugando, ¿verdad?”.Tomé un poco de café, sin afán, y aspiré profundamente mi cigarrillo, determinada a no dejarlo sacudirme otra vez.  “¿Te parece?”“Sí, claro. No digo que no me gustan los juegos, me gustan.  Pero me gustaría jugar otro”.“¿De verdad? ¿Qué juego?” Pregunté, tratando de mantener mi voz calmada.“Todavía no tengo un nombre para este juego. Apenas me lo estoy inventando”.“Estoy sorprendida. Usualmente parece que llegas muy bien preparado”.Su cara cambió de repente. Toda la ligereza desapareció. “Tengo una propuesta”.Me reí nerviosamente y me empecé a parar de la silla, pero su mano se cerró en mi muñeca antes de que me pudiera ir. “Simplemente escúchame, y te podrás ir”.“¿Ok, qué es?”, respondí agresivamente. Su intrusión en mi espacio físico me había hecho enojar.“Me gustaría comprar un poco de tu tiempo”.Lo mire desde arriba, con rabia, casi sin palabras. Sacudí mi brazo para liberarme de su agarre. “¿Usted qué?”“Me gustaría comprar un poco de tu tiempo”.“¡No soy una prostituta!” Dije tal vez en un tono demasiado alto. Alrededor de nosotros, en el patio del café, las conversaciones de las otras mesas murieron de repente. Me agaché y le dije iracunda “En La 15 consigues putas de $30 mil pesos. Estoy segura de que ya conoces a la mitad – suéltame antes de que grite”.Sus dedos aflojaron y respondió. “Tienes razón. Pero piénsalo de todos modos.  Si cambias de idea, estaré en el bar que queda en la esquina de este café, en el parque de la 93, a las 8:00 p.m.”Mi cara me quemaba de lo roja que estaba y mi corazón palpitaba con rabia cuando llegué a los ascensores. No podía entender por qué no me estaba riendo de toda la situación, o por qué no lo tomaba por el lado claramente cómico de la situación. Mis propias reacciones le añadieron muchísimo a mi incomodidad. Era un hombre raro, un depredador, y claramente, muy manipulador.rayyas.jpgPrimer encuentro en el bar rayyas.jpgTerminé de trabajar a las cuatro, y tomé un taxi hacia mi casa durante la hora pico. La casa estaba fría y oscura y Ramiro, mi gato, vino a saludarme en la puerta.De cinco a seis, respondí los correos personales del día y pensé en cenar. Miré los menús de los restaurantes a domicilio, sintiéndome sin inspiración  y no muy hambrienta. De hecho, había tenido una horrible sensación de inquietud en mi estómago toda la tarde.  En lugar de pedir una comida completa, opté por un plato de fruta y me senté a ver las noticias.Permanecí ignorante ante cualquier tragedia que haya sacudido al mundo ese día. No me podía concentrar lo suficiente para mirar las noticias. Me paré, caminé, me senté de nuevo, me paré. Tenía unas ganas inexplicables de salir a trotar 10 kilómetros sin parar.Aburrida por mi propia impaciencia, me desvestí y me metí a la ducha.  Esperaba que un baño frío y largo me ayudara. Mientras recibía el chorro de agua y cerraba mis ojos, entendía qué era lo que me tenía impaciente; ya habían pasado las siete y treinta.Todo el día, en algún lugar de mi subconsciente, mantuve presente la hora que él me dijo y jugué con ella en mi cabeza, como si fuera un katapis. Cuando la acepté, me asustó. Enfrenté un hecho que no podía negar: había estado considerando la posibilidad de ir a la cita.Miré mi cara en el espejo del ascensor. El labial estaba muy brillante, mi cabello estaba recogido en una semi-trenza, se veía un poco formal. Mi vestido negro de cóctel estaba muy apretado, liso. Las puertas se abrieron en el penthouse, ofreciendo una vista del bar y de las luces nocturnas de la ciudad y sus edificios.  Por un microscópico momento, me imaginé qué pasaría si las puertas se cerraran de nuevo, y yo me fuera en taxi para la casa.  Yo sería la misma, nada habría pasado, yo no habría cambiado.Mis pies, como moviéndose por sí solos, me fueron llevando a través del fino tapete hacia el bar. Por encima de la música suave e insípida, escuchaba mis tacones hacer click en una de las altas sillas de metal.Había estado ahí antes, incontables noches con mis compañeros de trabajo y mis amigas en escandalosas noches de sólo chicas. Nos sentábamos en las mesas de abajo, haciendo comentarios inapropiados y burlones sobre las mujeres que llegaban buscando marido millonario o famoso a punta de escotes.  Ahora el lugar se sentía diferente. Las luces estaban demasiado brillantes, la música estaba demasiado bajita. Parecía que el resto de las personas estaban como sonámbulas. Esperé que el trago de vodka me calmara, pero no lo hizo. Miré hacia la terraza, a las luces de la ciudad.Alguien arrastraba una silla del bar hacia la mía. Una mujer delgada, rubia, con un vestido chino de seda habló con el barman en secreto y luego me miró descaradamente de arriba hacia abajo. Se acercó a mí.“¿Caleña?”“¿Perdón?”“¿Eres de Cali?”“No…” Dije, confundida.  ¿Por qué caleña?  Muchas opciones pasaron por mi cabeza en ese momento, pero no tuve tiempo de pensar en ellas.“No, no soy de Cali…. No soy…”Sentí una mano deslizándose en la mitad de mi cuello expuesto y se enganchó posesivamente en mi nuca. “¿Puedo?”Miré sobre mi hombro. Era él. “Sí, por favor”, dije, y una ola de descanso me sacudió.Se sentó en la banca a mi izquierda y pidió un whisky. Se sentó, esperó el whisky callado, tomó un trago y finalmente habló.“Debo decir que estoy sorprendido. Encantado, pero sorprendido”.“¿Por qué?”“No estaba seguro de que ibas a aceptar mi oferta”.“Tampoco lo estaba yo”.Tomó el familiar encendedor dorado de su bolsillo y me ofreció un cigarrillo. Tomé uno y miré su mano de pulso perfecto mientras lo encendía. “¿Entiendes que la oferta es de algún modo fuera de lo común?”“Sí, me imagine que así sería”.Inhaló y soltó un delgado humo a través del bar. “Bien, bien. Quiero asegurarme de que entiendes la naturaleza de todo esto”.Una nube de mariposas borrachas invadió el fondo de mi estómago. Era miedo. Miedo y algo más. “Yo… yo creo que entiendo”.“Me gustaría comprar tu tiempo para esta noche.  Si la noche es satisfactoria, me gustaría prolongar el acuerdo por dos noches a la semana, por un período indefinido de tiempo”.“Y qué tal si…”“Estoy dispuesto a pagar mil dólares por noche, si esto está bien contigo”.Quedé sin palabras, creo que mi expresión fue de total confusión por un momento.“Podría pagar incluso llegar hasta los 1.300 dólares,  si no te parece bien la oferta inicial…”“No, no. Así está bien”.“Entonces excelente”.  Debajo del bar, sentí su mano posarse en mi pierna y la apretó. “Por supuesto, el acuerdo puede ser nulificado por cualquiera de las partes, en cualquier momento, en caso de que el acuerdo resulte ser no viable”.  Sus dedos dibujaban pequeños círculos por encima del nylon de mi media. Me senté en silencio por un momento, sintiendo sus dedos subir lentamente hasta donde terminaban mis medias. “Entiendo”, murmuré, distraída.“Excelente”. Movió su cabeza y sonreía.Detrás del marco de metal de sus gafas, miré las partes oscuras de su iris mientras se abrían.  No parpadeó ni liberó la tensión de ninguna forma. Tragué con esfuerzo, mi garganta estaba seca. Pude olerlo de nuevo: jabón y algo más oscuro. Dedos tibios jugaban sobre la piel desnuda debajo de mi vestido, escalando hasta que sentí que tocó la parte exterior de mis panties.“Creo que tengo la respuesta a mi segunda pregunta”.Pensé por un momento y luego me reí. “Creo que tuviste la respuesta el día que preguntaste”.“Hay un mundo de diferencia entre adivinar y saber”.Abajo, la punta de un dedo encontró su camino entre mis piernas. Ahí fue cuando me di cuenta de que estaba mojada.“¿Vamos? Tengo un cuarto abajo”. Me dijo, sacando su mano. Firmó la cuenta y se puso de pie. Sin que se diera cuenta, traté de mirar de reojo el nombre que había escrito, pero era una firma sin sentido.“Esa es una parte del acuerdo que me gustaría aclarar de una vez”, dijo mientras me ayudaba a bajar de la silla del bar. “¿Qué parte del acuerdo?”“Sin nombres. Sin nombres nunca”.rayyas.jpgEl piso 14 rayyas.jpgMe guió hacia la salida, y educadamente me llevaba con su mano en la parte baja de mi espalda, como un hombre que guía a una mujer a la pista de baile. O como un hombre y una prostituta anónima saliendo de un bar.La suite estaba en el piso 14 y la vista era hermosa. Habían libros encima de la mesa y otras pertenencias que sugerían que él no había alquilado el cuarto sólo para esa noche. Él vivía ahí.“¿Te gustaría otro trago”?Asentí con la cabeza, sintiéndome terriblemente nerviosa de nuevo. No estaba segura de qué era lo que se suponía que tenía que pasar. Mi última experiencia con el sexo en un cuarto de hotel, había sido muy aspasionada, con alguien que me encantaba. Esto era frío, remoto y sin emociones, y si yo me sentía atraída hacia este hombre, ni siquiera podía entender por qué.“¿Estás bien?” Parecía que había entendido mi incomodidad.“Sí, simplemente estoy…”“¿Nerviosa?”“Sí”.“Entiendo. Nunca habías hecho esto antes”.“No estoy segura de…”Movió la cabeza para calmarme. “No te preocupes. Te diré lo que tienes que hacer”.Respiré profundamente. “¿Y qué tengo qué hacer?”“Quítate los panties y dirígete hacia el balcón”.Paré por un segundo y asentí. Pude sentirlo mirándome mientras me bajaba los panties y me despojaba de ellos.“Ok”. Susurré. “Y…”“Balcón”.“Claro”.Me dí la vuelta, abrí la puerta deslizante y me salí para el balcón. El aire no estaba fresco. El calor del día todavía se estaba levantando del pavimento, confundiéndose entre la noche. Me paré en la barra de metal y la agarré con las dos manos. Debajo de mi, el caos del tráfico emitía ruidos cacofónicos, pero sentir sus pasos acercándose a mi me hicieron mirar por encima de mi hombro. “No te voltees”.“Está bien”. Mis dedos acariciaron el metal de la barra, y la oscuridad de la ciudad me empujaba hipnóticamente.Me estremecí mientras sus manos se estiraban a los lados de mi vestido, subiéndolo y exponiendo mis piernas. “Shh… tranquila”.Parado detrás de mí, podía sentir el calor de su cuerpo que se presionaba contra el mío. Exploraba, sus manos dibujaban círculos en mis piernas desnudas mientras las separaban. Lo dejé, mientras las abría un poco estando de pie.“Buena niña”. Su aliento se sentía caliente contra la parte trasera de mi cuello.Los dedos de sus manos tocaban mis piernas y subían la falda de mi vestido. Tocó mi vagina mientras la otra mano subía y cubría mi pecho, aún vestido. Apretó. Suavemente. Estaba empezando.Los dedos de su otra mano acariciaban mi vagina desnuda, y lo sentí dejar deslizar un dedo hacia adentro. Se deslizó fácilmente en las paredes mojadas.“Uy… no estaba esperando esto para nada”, gruñó con un susurro en mi oído.“Qué pena”. Fue lo único que alcancé a decir. “No estoy segura…”  Así no era como los hombres trataban a las prostitutas, estoy segura de eso.  También estaba segura de que así no era como las prostitutas se comportaban.“Shh-sh”. Niña tonta. ¿De qué tienes pena?” Sus dedos se deslizaban entre los labios vaginales, rozando mi clítoris de vez en cuando.  Sentía mis jugos bajando por la entrepierna. Con cada caricia, sus dedos me tocaban superficialmente, jugando pero no penetrando. Gemí y abrí mis piernas aún más como respuesta.“¿Lo quieres, cierto?  Su mano en mi pecho encontró mi pezón debajo de la tela y apretó. “Quieres sentirlo adentro… dilo”.“Sí quiero”.“Muy bien…” Susurró. Lo tendrás. Cuando lo necesites.Dos dedos entraron con facilidad, acariciando la punta de mi vagina, haciendo que mis piernas temblaran con la tensión. Arqueé mi espalda y mis caderas, mi trasero se presionaba contra él. Lo tenía duro, podía sentir su pene por encima de su ropa interior, presionando mis nalgas mientras yo me movía.“Listo. Muéstrame cuánto lo necesitas”. Me agarró un pezón con crueldad, torciéndolo por encima del vestido. “Mmm… súbete la falda y muéstrame”.Me solté de las barras de acero y me subí el vestido por encima de la cadera. El aire tibio se sentía fresco sobre mi piel, y frío por donde pasaban los jugos entre mis piernas.Soltó mi pezón y quitó su mano de mi entrepierna. Gemí.“Qué putica tan golosa”.  Murmuró. Lo escuché quitándose el cinturón y bajando el cierre. Escuché el inconfundible sonido del plástico mientras se ponía el condón. Se puso detrás de mi otra vez, presionando su pene empacado al vacío contra mis piernas. “¿Esto es lo que quieres?”  Una mano bajó por la parte delantera de mi vestido y se cerró en mi pecho, sosteniéndolo, agarrándolo. “¿Esto es lo que necesitas?”“¡Sí!”“¿Por qué?”La pregunta me tomó por sorpresa. Mi cerebro estaba enlagunado con el deseo, no sabía qué responder. “Yo… yo no sé”.“Sí, sí sabes”, susurró, masajeando su pene contra la entrada de mi entrepierna mojada. “Lo quieres porque eres una putica, ¿cierto?”“Sí”, gemí.El dulce descanso de su pene finalmente dentro de mí me hizo gritar. Tan pronto como estaba adentro, empecé a tener mi primer orgasmo.“Mmm… Buena niña. Así es como me gusta”. Dijo estas palabras mientras empezaba a bombearme duro, agarrado en la barra de metal y presionándome contra ella. Entraba y salía de mis músculos en espasmo, se pegaba a mí una y otra vez, rápido y más rápido”.“Más… quieres más”.“Sí, no pares. Dios, no pares. Más”.Hizo un sonido muy extraño, como un quejido. Fue la única vez que lo escuché perder su actitud reservada. Me envolvió por el abdomen con un brazo y me empujó hacia su pene mientras se sacudía”.  “Puta, te encontré. Mi pequeña putica”.Eran las palabras. Después de todos estos años de viajar por el mundo, sin ser realmente bautizada, finalmente alguien me había dado un nombre. Gruñí y me vine de nuevo, temblando en sus brazos. Si no hubiera sido por la barra de metal del balcón, habría colapsado. Lo sentí temblando también. Gruñó y enterró su cara en mi cuello y su pene muy profundo, hasta mi cérvix. Incluso a través del látex que lo envolvía, lo sentí explotar.Momentos después, se salió de mí y se enderezó. Lo escuché sacarse el condón y ponerse de nuevo el pantalón. Mis piernas se sentían increíblemente temblorosas mientras me organicé y me bajé el vestido. Cuando me volteé para hablarle, ya estaba dentro de la suite. Lo seguí.“Gracias”. Dijo mientras sacaba su billetera del bolsillo.  Contó diez billetes de cien dólares y los puso en la mesita de café. “Usted… ¿no quiere que me quede para pasar la noche”? Traté de no dejar que la extrañeza se mostrara en mi cara.  Acabé de tener sexo con este hombre, y ahora él actuaba como si yo hubiera terminado de limpiarle las ventanas.“No, eso no será necesario”. “Entonces… supongo que el ‘acuerdo’ es inviable?”Él sonrió un poco y sacudió su cabeza. “No, el acuerdo es muy pero muy viable. Es viable para ti?”“Um… sí. Sí lo es”.“Entonces te veré el próximo jueves a las 8:00 p.m. ¿Te parece bien?”Caminé hacia la puerta, todavía en estado de shock.  “El jueves. A las ocho. Sí, claro”.La chapa de la puerta se sentía fría en mi mano.  Seguro que las putas no se sienten de este modo, pensé.  Si quería jugar a este juego, mejor me acostumbraba. “Bueno… hasta luego”.Caminé hacia la puerta del hotel y cerré la puerta detrás de mí, pero se detuvo.“Se te quedó algo”, me dijo.Volteé para mirarlo.Tenía en sus manos los billetes. “Tu dinero”.“Gracias”, murmuré, mientras metía la plata en mi bolso.Me miró de una forma inquisidora que duró solo por un momento.  “Descansa. Nos vemos el Jueves”.Caminé hacia el ascensor. Y sólo hasta ese momento me di cuenta de que dejé mis panties en el piso de su habitación.rayyas.jpg"Heterodoxo".rayyas.jpgConozco mujeres a las que les encanta el abuso sicológico, o al menos pensé que las conocía.  Normalmente son de baja autoestima y tienen una imagen negativa de sí mismas.  Algunas fueron abusadas cuando niñas o crecieron en ambientes difíciles.  Yo no era esa mujer.También sabía de la gran explosión y posterior decadencia del comercio sexual, especialmente en América Latina.  Todo el porno del mundo no podría lograr que estas mujeres disfrutaran siendo prostitutas.  Era simplemente supervivencia económica, tan puro y tan impuro como suena. Estaba segura de eso.Y  50.000 feministas muertas se habrían revolcado en sus tumbas si hubieran visto la forma en la que salí de ese cuarto de hotel.  Recordé la escena una y otra vez en mi cabeza y pensaba en todas las cosas que pude haber dicho, de todas las formas que pude haber actuado.Habían muchas razones por las cuales no era necesario cumplir con la cita del Jueves. Pasé todo el Miércoles convenciéndome de que no iba a ir. Todo estaba decidido, hasta el Jueves en la tarde, cuando llegué a casa del trabajo y sentía que mi cuerpo se quería salir de la piel. No tenía paz interior, no me podía concentrar en nada, no podía comer.A las siete y treinta, ya me había duchado, cambiado y había salido de la casa.  Deliberadamente hacía todo muy despacio, para no llegar al hotel demasiado temprano, y aún así lo hice. Consideré esperar en el lobby, pero se sentía más extraño eso que llegar temprano.  Irracionalmente, pensaba que todos los que estaban en el lobby, sabían lo que yo estaba haciendo allá.Subir en el ascensor hacia el piso 14 fue igual de desconcertante. Estaba lleno de personas que iban para el bar en el penthouse, y el sólo pensamiento de llegar hasta allá otra vez me hacía dar escalofríos.Afuera del bar, paré y miré mi reloj.  A pesar del esfuerzo por no llegar a tiempo, había llegado diez minutos antes. Estaba casi segura de que arruinaría el juego para él si yo parecía muy ansiosa. Él quería que todo fuera organizado, limpio y de negocios – justo de la forma como él se vestía.  El corredor estaba desierto, entonces me senté en un mueble contra la pared y me propuse esperar esos diez minutos.Faltando cinco para las ocho, escuché las puertas del ascensor abriéndose.  Me puse de pie rápidamente y disimulando, pretendía que buscaba las llaves en mi bolso, pero era él. “¿Llevas mucho rato esperando?”“No, para nada”.“Lamento haberte hecho esperar”. Abrió la puerta para que yo entrara. “Por favor, sigue”.Me parecía muy curioso que él pudiera ser tan amistoso y formal momentos antes del sexo y que luego cambiara tan drásticamente.  Pero había algo acerca de esa dualidad tan inmaculadamente balanceada que me intrigaba.La habitación estaba exactamente igual que antes; un par de sofás, un escritorio con un laptop en él y una mesa de entretenimiento con un televisor de pantalla plana en la mitad.  La puerta del balcón estaba cerrada, pero aún podían escucharse un poco los sonidos del tráfico abajo en la calle.“¿Te gustaría tomar algo?”Se me ocurrió que era otra de sus amabilidades y que era mejor rechazar la bebida e ir al grano.“No, estoy bien, gracias”.“¿Te molesta si yo me sirvo algo?” Preguntó, quitándose su chaqueta y poniéndola con cuidado en el espaldar de uno de los sofás. “Fue un día largo”. “No hay problema”.Caminó hacia el minibar, paró y volteó para mirarme. “¿Estás segura? Tengo vodka… es lo que tomaste la otra noche, verdad?”“Ok, acepto el vodka”.De nuevo, me miró de una forma extraña y comenzó a preparar las bebidas. Los cubos de hielo sonaban mientras caían en los vasos; caminó hacia mí y me ofreció la bebida. Tomé el vaso.“Gracias”.“Siéntate”.Me senté en uno de los sofás color crema. Se sentía duro y fabricado recientemente, y tenía ese olor ácido de los muebles nuevos. Se sentó a mi lado y probó su bebida.Por un momento, el vaso en su mano me hizo pensar en esa vieja investigación sobre mensajes subliminales, en la cual dibujaban esqueletos y mujeres desnudas en los cubos de hielo mezclados con el alcohol, en la publicidad impresa. Manipulación.“Estoy muy complacido de que hayas decidido continuar con nuestro acuerdo”, dijo en un tono amable.“Realmente no tenía tantas intenciones”.“Es entendible. No es fácil ajustarse a nuevos paradigmas”.Me reí, no podía controlarlo. “Un nuevo paradigma”.  Esa era una forma interesante de ponerlo.Sonrió y cambió su perspectiva. “Entonces, un nuevo modo de ser”.Me dio risa otra vez. “Sí claro, ’un nuevo modo de ser’.”“Heterodoxo”.Esta vez, estallé de la risa. El lenguaje que usaba estaba tan diametralmente opuesto a la situación, y esta vez la palabra que usó me hizo conocerlo un poco más. Encontraba dificultad para que no me gustara, con su seco sentido del humor.“Claro, heterodoxo”, dije entre risas.“Es un bonito vestido el que llevas puesto. ¿Qué hay bajo la falda?”Mi risa se evaporó. Aclaré mi garganta. Esta vez, cuando me vestí, lo hice con este momento en la cabeza.  Escogí un top sin botones, de seda, y amarrado en la espalda.  La falda era del mismo color y material.“No tengo nada debajo de la falda”.Siguió tomando su trago y se acercó a mí; con sus hombros descansando en las rodillas.  “¿Y eso por qué?”.“Pensé…”  Me acomodé el cabello.  “Pensé que no había razón alguna en dejar otro par de panties aquí”.“Muy práctico y pragmático.  Pero de todos modos una mentira”.Sentía que mi cara se ponía roja, un escalofrío de calor que escalaba por mi cuello hasta los pómulos. “Dime tú entonces”.“Quieres que te coman. Quieres sentirlo adentro tan pronto como puedas”.Inmediatamente, me di cuenta del cambio de tono.  Sonreí.  Él continuó.“Muéstrame. Abre las piernas y muéstrame”.Me recosté en el sofá, separando mis piernas hasta que me aseguré de que él tenía una buena vista. Sus labios de glotón se abrieron un poco, y se dilataron sus pupilas detrás de las gafas. “Ábrelas más”, susurró.Había algo muy específico acerca del modo en el que él… consumía lo que veía que me mandaba corrientazos de electricidad por mi columna. Él no se limitaba simplemente a mirar. De algún modo, sus ojos eran como bocas: probaba, comía, tragaba. Y por mi parte, el acto de ser consumida y probada de este modo, visualmente, era adictivamente erótico.Abrí mis piernas aún más y me recogí un poco la falda. Todo lo que le estaba mostrando había empezado a calentarse y a quemar. La parte interior de mis piernas, mi vagina depilada con cera e  incluso la piel de mi pecho y de mi cara.“Tócate. Tú quieres. Yo sé que quieres”.Al principio, él estaba equivocado. Yo no quería tocarme.  Yo quería que él me tocara. Pero cuando empecé a sentir mi mano entre las piernas, con mis dedos deslizándose con facilidad en mis labios, sus deseos eclipsaron a los míos.  Después de todo, pensé mientras me empezaba a masturbar, era su juego.“Buena chica”. Murmuró.  Lo miré tomar otro trago, lo vi tomar un hielo con su boca y jugar con él. Se puso de pie, caminó hacia mí y el hielo en su boca sonaba mientras lo mordía. Paré y me disponía a pararme, a la expectativa.“No te pares”, dijo mientras se acercaba más a mí.Resumí mis atenciones con más diligencia que antes, su mirada inquisidora me presionaba.“Estás mojada, muy mojada.  Puedo olerte”. Tomó otro trago y puso otro cubo de hielo en su boca.“Sí”. Mi cuerpo se movía como siempre lo hace cuando estoy a punto de llegar al orgasmo por mi cuenta. Me tomó de las piernas y empujó mis caderas hacia la punta de la silla, hasta que su cara estaba a pocos centímetros de mi vagina. Quitó mis dedos y presionó su boca contra mí.  El frío me hizo arquear y levantar mi cadera. Mientras lo hacía, él presionaba el cubo de hielo desde su boca hacia mí.El shock del cambio de temperatura creó un espasmo que cerró mis músculos internos. Instintivamente traté de sacarlo, aún mientras lo sentía derritiéndose y haciéndome cosquillas con el agua.“Quieta”.Me congelé, sabía exactamente a lo que se refería. Tomó otro cubo de hielo del vaso, esta vez con sus dedos, y lo presionó dentro de mí. Y luego otro.“¡Dios!”“Quieta”. Me repitió.Abrí mis ojos para mirarlo. Sostenía el vaso para recoger las gotas de hielo derretido.  Hice un ruido sordo, peleando con mi deseo de expulsar el cuerpo extraño con todas mis fuerzas. Era una sensación horrible. No era dolor, tal vez, era una quemadura profunda e incesante.Bajó su boca hacia mi vagina otra vez, cubriéndome toda. El calor de su boca era exquisito. Su lengua serpenteaba entre mis labios y la presionaba duro contra mi clítoris.“Oh, por favor… me voy a venir, no puedo sostenerlo si me vengo”.“Entonces no te vengas”, me dijo en voz baja. “No te vengas hasta que se derrita”.Hice un esfuerzo, intentando controlar músculos que se movían con espasmos automáticos.  Su lengua comenzó a moverse contra mi clítoris en intervalos a veces largos, a veces cortos. Los músculos de mis piernas comenzaron a temblar.  A pesar de mi respiración agitada, podía escuchar el sonido suave y líquido del agua bajando hacia el vaso que tenía debajo de mí.No pude aguantar más. “Ay, ¡POR FAVOR!”, grité.Él levantó su cabeza. “¿Por favor qué?”.“Necesito venirme ya”.“Todavía no”.“No puedo… no puedo aguantar más”.Puso su vaso en la mesita de café e hizo un ruido agudo, de vidrio contra vidrio. Sacó un condón del bolsillo de su pantalón.  Con cuidado y lentamente, se desabrochó el cinturón, se desabotonó los pantalones y bajó el cierre. Y con el mismo cuidado, se bajó sus bóxer blancos impecables para dejar al descubierto su pene completamente erecto y se puso el condón.Desde el momento en que lo vi, sabía lo deliciosamente caliente que se iba a sentir dentro de mí. La forma hermosa en la  que iba a aliviarme la quemadura del frío.Levantó el vaso y se tomó el líquido amarillento de su whisky diluido, de un solo trago.  El whisky, el agua congelada y mis jugos. Me estaba tragando. Dejó caer el vaso y en un movimiento fluido, dejó que su pene se deslizara dentro de mí.No sé si eran las metáforas que volaban alrededor del cuarto o simplemente las sensaciones completas, pero grité mientras se acomodaba dentro de mí.  Su calor, después de sentir el hielo, era demasiado para mí.“¿Te gusta?”“Uy sí, qué rico”.“Así me gusta. Cabálgalo”.Se quedó quietecito, con sus manos debajo de mis caderas, para que pudiera voltearme y presionarme contra él. Y así lo hice, envolviendo mis piernas alrededor de sus caderas y presionándolo dentro de mí. Había algo horrible y deliciosamente obvio acerca de todo esto.  Él simplemente me miraba, mientras yo me envolvía en él una y otra y otra vez.Lentamente su expresión fue cambiando, como si con cada movimiento, estuviera apartando esa reserva, esa barrera, ese vacío afuera de él. Era una forma extraña de llegar a conocer a alguien, pero era el modo del que estaba pasando.Tragó saliva. Me di cuenta de que estaba teniendo problemas para quedarse quieto. “¿Se siente rico”?Sonreí. “Se siente putamente excelente”.“Eres tan puta”, susurró sonriéndome mientras yo me empujaba desesperada hacia él.“Yo sé”, dije sin aliento.“Te encanta”.“Sí”.“Nunca tienes suficiente”. Su voz estaba quebrándose, comenzó a moverse, a bombear, me estaba guiando hacia él con sus manos en mis caderas.“Nunca.  Y t-tú tampoco tienes suficiente”. Pude sentir la electricidad de mi orgasmo comenzando; una flor en la base de mi espalda estaba abriendo sus pétalos, coloreando mis espasmos.“Entonces tú sabes… mi secreto”.“Y… tú sabes el mío. Me… me estoy viniendo”.Gruñó y empezó a bombearme muy duro, ni siquiera lo sacaba del todo antes de enterrarse de nuevo en mí, estaba dejando que mis espasmos hicieran el trabajo, apretando y ordeñándolo.“Dios mío”, dijo en un tono lloroso, empezando a venirse. “No eres sino sexo”.Cuando las contracciones terminaron, quedé con esas palabras retumbando en mis oídos. Él se movió hacia adelante, sudando y respirando fuertemente, y puso su cara en mi pecho.“Algunas veces”.Lo dije en voz baja. Y era verdad.  Algunas veces, a pesar de toda la educación, los siglos de civilización, los modales y los roles que aprendemos a representar, a pesar de toda la sofisticación y de complejidad de la sociedad humana, a veces, yo no era sino sexo. Se sentía simple y primordial pero sobre todo, se sentía real.No ofrecí quedarme, sabía que él no quería de todos modos.  Como la vez pasada, él tomó diez billetes de cien dólares de su billetera, los puso en la mesa al lado del vaso de vidrio que en algún momento contenía mi esencia al lado de whisky y agua.Esta vez no olvidé el dinero. Sabía que se habría molestado si lo hacía. Entendí que había algo acerca del dinero que hacía posible que él jugara este juego.  Metí los billetes en mi bolso y me acomodé la falda arrugada y húmeda.“¿El próximo Jueves, entonces?”.  Todo, incluyendo su calma tradicional, habian vuelto a la normalidad.“Claro que sí, ¿a la misma hora?”“Sí, a la misma hora está bien”.“Entonces buenas noches”.Me abrió la puerta y me devolvió el deseo de buenas noches mientras me marchaba. 

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