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A Los Pie De Mi Amo

A los pies de mi Ídolo colombiano Él es rubio; cabello largo y algo ondulado; ojos azules, con expresión chulesca, algo despectiva, propia de quien está acostumbrado a ser obedecido. Ha de medir casi 180 cm.; delgado; piernas largas, fuertes y bien torneadas, aunque lampiñas. No tiene más de 16 años; pero es todo una estrella de la televisión colombiana. Es mi Ídolo. Desde que lo vi por primera vez quedé prendado por su belleza y por esa expresión de su rostro, que denota firmeza, que muestra su arrogancia, que deja ver a las claras que él es todo dominio y poder. Pero está fuera de mi alcance. Ni siquiera sabe que existo. Mucho menos ha de imaginarse que en mí encontraría un ser completamente sometido a su voluntad, deseoso de obedecerle y de complacer hasta el más nimio de sus caprichos; ansioso por estar a sus pies para adorarlo. Ahora estoy sin empleo. Mi vida es un desastre y sólo me queda soñar con él. Voy corriendo a mi casa. Casi son las 2:15 p.m. del viernes; hoy, el capítulo de la serie en que actúa mi Ídolo, girará en torno a su personaje; no quiero perderme ningún detalle. A penas tengo tiempo de comprar el periódico para ver si encuentro alguna oferta de empleo. Apuro el paso y llego justo a tiempo. Olvido el periódico en la mesa del comedor y corro a encender la televisión. Quedo anonadado. En el capítulo de hoy él y su novia se pierden en un bosque que más bien parece un paraíso. Allí los sorprende la noche y mi Ídolo le hace el amor a la hermosa chica en medio del canto del agua cristalina que corre a su lado y bajo el manto tapizado de diamantinos luceros. ¡Cómo anhelo estar ahí; al menos para tener la dicha de besar los pies de mi Ídolo mientras él disfruta del placer que le prodiga esa chica! Termina el capítulo y debo volver a mi dura realidad. Tomo el periódico y abro la sección de clasificados. Parece que no hay nada para mí. Pero esperen un momento. Casi al final de la sección hay algo que puede ser interesante: “Necesitase sirviente. Indispensable vocación para servir; con actitud sumisa y obediente” Anoto la dirección. La cita es para esta misma tarde. A penas si tengo tiempo de componerme un poco. Voy a mi cuarto y empiezo a vestirme. Ojala y no vaya a ser una broma. O peor aún; no vaya a resultar que el oferente sea un viejo espantoso y pervertido. Tomo el transporte público – el más barato – y me dirijo a una exclusiva zona de la ciudad. Busco la dirección y al fin la encuentro. Toco el timbre con algo de nerviosismo. Me abre una señora ya muy entrada en años. ¾ Buenas tardes señora. Vengo por lo del anuncio en el periódico. ¾ Ya veo. Está bien; pase. Pero deberá esperar un poco. El Joven aún no llega. ¾ Puedo dejarle mi hoja de vida y volver luego. ¾ Su hoja de vida no es necesaria. Sólo debe mostrar vocación para servir, sumisión y completa obediencia. El joven lo evaluará personalmente y si queda satisfecho lo contratará inmediatamente. Al menos es un joven. ¡Si tan sólo se pareciera un poco a mi Ídolo! Si así fuera seguro que superaría las pruebas con creces. Pero mejor no hacerme ilusiones. Habrá de ser cualquier pelmazo adinerado y con deseos de tener un esclavo del cual pueda abusar sin miramientos. Voy tras la señora hacia el área de la cocina. Allí deberé esperar al joven para que me someta a la evaluación. Casi una hora después ya estoy impaciente. Pero ya vuelve la señora. Seguramente me traerá noticias del joven. ¾ El joven está en el jardín al lado de la piscina. Deberá usted ir allá y actuar como si ya fuera su sirviente. Recuerde cuáles son los criterios de evaluación. La señora me indica el camino y antes de irme me da una bandeja con un refresco para que se lo entregue al joven. Adopto la postura adusta de un buen sirviente y me dirijo a donde se me ha indicado. Me quedo mudo y por poco tiro el refresco. Estoy temblando; estoy casi al borde de un colapso. EL JOVEN ES NADIE MENOS QUE MI ÍDOLO. Trato de controlarme y me acerco. Él está más hermoso de lo que se puede apreciar en la televisión. Su gesto distante y la indolencia con la que está sentado me hacen ver que no me he equivocado en cuanto a su carácter. Ni siquiera me mira. Está algo sudoroso; puedo apreciar sus varoniles y lampiñas piernas pues trae puesto un short blanco que no llega ni a la mitad de sus muslos. No puedo ver su pecho por que la fina camiseta de costosa marca que trae puesta es un poco ancha. Le ofrezco la bandeja con el refresco y él lo toma sin siquiera mirarme. No me importa; soy su sirviente y si él lo dispone tendré la dicha de ser su esclavo. Me quedo ahí parado; con mi vista puesta en sus pies. Está calzado con unas costosísimas zapatillas deportivas, de cuero color negro; trae calcetines blancos que le llegan un poco más abajo de la mitad de sus pantorrillas. Estoy muy nervioso, pero aún así me atrevo a hablarle: ¾ Buenas tardes Amo – le digo con un hilo de voz y demostrándole con ese apelativo que ya puede considerarme su esclavo personal – ¿Cómo le.....? Él no me deja continuar. Por primera vez me mira. Me escruta. Me observa de arriba abajo con gesto inquisitivo. Me siento desnudo e indefenso ante el poder de sus ojos azules; inclino mi cabeza y mi mirada se fija en sus pies. Creo que esa es la actitud de un buen esclavo ante su Amo. Entonces él chasquea sus dedos. No dice una sola palabra pero yo comprendo muy bien lo que significa su gesto. Dejo la bandeja en una pequeña mesa que hay cerca de la silla en la que él está cómodamente sentado. Acerco unos cojines que inexplicablemente están en el borde de la piscina y me arrodillo a los pies de mi Ídolo. Estoy tremendamente emocionado; aquello parece ser una escena de mis más deliciosos sueños. Estoy de rodillas a los pies de mi Ídolo. Mi corazón se desboca y mi piel se eriza por completo. No resisto la tentación; me inclino reverente y beso suavemente sus zapatillas. Me embriago de placer con el aroma del fino cuero de su calzado y siento que estoy a punto de desmayarme. Él tal vez ni siquiera me mira. Seguramente está acostumbrado a ese tipo de homenajes. Muy posiblemente hay muchos más como yo, soñando con la dicha de ser sus esclavos; añorando la posibilidad de estar a sus pies para servirle con total sumisión y adorarlo con la más sublime devoción. Pero yo soy el privilegiado; el que tiene el orgullo de estar a sus pies. Pero no debo abusar. Sólo soy un esclavo y no puedo tomarme libertades que no me corresponden. Ya él me indicará el momento en que me otorgue su beneplácito para besarle sus pies. Ahora sólo puedo pensar en servir bien a mi Dueño. Aflojo un poco los cordones de sus zapatillas. Tomo su pie derecho y lo levanto apenas lo justo; no deseo incomodar a mi Señor; retiro su zapatilla con toda delicadeza; su calcetín blanco parece impregnado de sudor; repito la operación con su pie izquierdo. Acomodo los cojines bajo sus pies y dejo a un lado las zapatillas. Me inclino lo más posible. El aroma exquisito de talco y sudor de sus pies me está embriagando. Casi no aguanto la tentación de besarle sus pies aún antes de retirarle los calcetines. Pero me contengo; no quiero que mi Amo vaya a pensar que soy un esclavo zalamero. Con toda la delicadeza que me permite el temblor de mis manos retiro sus calcetines. Los pies de mi Señor aparecen a mi vista. Son perfectos; más hermosos que en mis sueños. Deseo con toda el alma poder besárselos. No me atrevo. Tal vez mi Amo considere que mis labios son indignos de acariciar sus divinas plantas. Pero no; mi Dueño es demasiado generoso. Yo estoy ahí, todo lo inclinado que puedo, tratando de aspirar el seductor aroma de sus pies, dispuesto a obedecer con toda prontitud cualquier orden que quiera impartirme. Él vuelve a chasquear sus dedos. Comprendo bien su gesto. Desde el fondo de mi corazón le agradezco la dicha que me ofrece. Me inclino unos pocos centímetros más y poso mis labios temblorosos en sus divinos pies; se los beso con total adoración. Él estira un poco sus piernas ofreciéndome sus plantas....la generosidad de mi Amo no tiene límites. No debo perder ni un segundo. Acabo por echarme en el suelo para no tener que incomodar a mi Señor levantando sus pies; es mi boca la que tiene que quedar a la altura de sus divinas plantas. Me tomo la libertad de besar con adoración las plantas de mi Dueño. Acabo de embriagarme con el aroma a sudor y a talco de sus hermosos pies. Pero no puedo tardar más en obedecer los deseos de mi Amo. Con toda suavidad sostengo con mis manos sus pies y empiezo a lamer las sonrosadas y suaves plantas. Ésta era una dicha y un honor que yo no esperaba. Estoy lamiéndole los pies a mi Ídolo. Mi lengua repasa por sus plantas con devoción; recojo el divino sudor de sus hermosos pies, lo saboreo con gratitud y sólo puedo pensar en toda la felicidad de haber logrado convertir en realidad mis más anhelados sueños. Pero no puedo quedarme en la contemplación de mi propia felicidad. Mi único deber es ahora satisfacer plenamente a mi Amo. Me concentro en mi tarea. Debo masajear los pies de mi Señor con mi lengua. Lamo vigorosamente sus divinas plantas; mi lengua recorre diligente desde sus talones hasta sus dedos. Vuelvo a lamer sus plantas; una y otra vez. Cerca de sus tobillos parece haber un poco de mugre; tal vez es algo de polvo mezclado con el sudor de sus pies. No lo pienso; lamo esas zonas de los pies de mi Amo hasta dejarlas perfectamente limpias. Luego vuelvo a sus plantas para seguir lamiéndoselas. Al cabo de unos minutos me tomo la libertad de meter mi lengua entre los dedos de sus pies. Algo de sudor se ha acumulado allí y yo lo recojo con mi lengua y lo degusto con total agradecimiento hacia mi Amo; la dicha y el honor que me está brindando es algo que casi no merezco. Ahora me dedico a chupar cada uno de sus dedos perfectos; lo hago con toda suavidad; mis labios temblorosos masajean sus dedos casi con mayor devoción de la que apliqué para lamer sus plantas. Vuelvo a sus plantas. Mi lengua vuelve a recorrerlas con toda sumisión. Me fascina su suavidad. Me gustaría que mi lengua fuera enorme; así podría extenderla a los pies de mi Señor para que él me regalara el honor de caminar sobre ella. Ahora me concentro en los talones de mi Amo. Ahí tiene una leve aspereza; los lamo con vigor; además pego mis labios y ejecuto una acción suave de succión. Así tal vez logre que los talones de mi Señor sean tan suaves como el resto de sus plantas. Al cabo de unos minutos vuelvo a lamer sus plantas. Es delicioso sentir en mi lengua esa suavidad inmaculada; además mis ojos se pierden en el exquisito tono sonrosado de los divinos pies de mi Amo. Pero parece que él ya está satisfecho; ahora seguro desea que yo le lama otra parte de sus pies. Encoge un poco sus piernas y el dorso de sus pies queda ante mis ojos que casi se nublan con lágrimas de adoración y dicha. No espero la orden de mi Dueño. Sé cuál es ahora mi dulce obligación. Sé también que en alguna oportunidad mi Amo me castigará golpeándome con esa parte de sus divinos pies; entonces le beso reverente, posando mis labios en el empeine, justo ahí, donde aparece una leve pelusita rubia; es un gesto de gratitud anticipada por los castigos que me impondrá mi Señor. Pero tampoco debo tomarme tanta libertad. Inicio a lamer el dorso de sus divinos pies, empezando en el extremo de sus dedos, pero sin atreverme a ir más allá de sus tobillos. Mi lengua diligente masajea esa parte de sus divinos pies igual a como lo había hecho con sus suaves plantas. Allí también hay un poco de esa mezcla sublime de polvo y el precioso sudor de los pies de mi Dueño; saboreo esa mezcla con gratitud y me esfuerzo aún más para que los hermosos pies de mi Señor queden inmaculados. Casi no puedo creer que tanta dicha me sea posible. A los ojos de mi Señor debo parecer un perro sumiso; ahí, echado en el suelo, lamiendo devotamente sus divinos pies que descansan sobre los mullidos cojines. Pero eso es lo que yo más deseo; no sólo aspiro a ser su esclavo, anhelo ser además su mascota humana, poder demostrarle mi sumisión extrema y toda la devoción que agita mi corazón. Pero mi Dueño se pone de pie. Yo me atrevo a levantar un poco mi rostro para contemplar toda su alteza. Es majestuoso; es divino; es hermoso; es perfecto....y yo tengo el incomparable privilegio de estar a sus pies. No resisto mucho tiempo semejante espectáculo tan maravilloso. Vuelvo a posar mis temblorosos labios en sus divinos pies. Anhelo que mis besos a sus plantas le transmitan algo de la adoración que abrasa a mi corazón. Pero he cometido un error imperdonable. Por mi falta de precaución mi Amo se ha quedado descalzo y sin tener unas pantuflas para cubrir sus divinos pies. Mi Señor no va a posar sus pies desnudos sobre el áspero y frío suelo. Yo debo pagar mi error. Mi Dueño me deja oír su voz por primera vez: ¾ ¡ARRODÍLLATE! Obedezco de inmediato. Aunque me causa gran pesar despegar mis labios de sus divinos pies, sé que debo recibir el castigo que merezco por mi imperdonable falta de precaución. Me pongo de rodillas ante mi Señor, pero sin atreverme a levantar mi rostro. Deseo intensamente recibir un duro castigo por mi ineptitud; pero aún así temo. Le temo, más que al dolor, al hecho de haber incomodado a mi Señor. Él me hace esperar durante unos instantes. Seguramente le satisface ver el temblor que agita tímidamente todo mi cuerpo. Casi me atrevo a implorarle que me castigue de una vez; pero no voy a cometer semejante osadía; él es mi Dueño y me castigará cuándo y cómo quiera. Pero finalmente lo hace. Me agarra por los pelos y me hace levantar el rostro. Yo puedo ver todo el poder de mi Amo y tiemblo al contemplar el intenso fulgor de sus ojos azules que desde su alteza me miran con desprecio. Ojala el castigo sea cruel; debo sufrir para poder pagar mi descuido. Mi Señor levanta su mano derecha; la veo venir; ya casi siento el golpe; cierro los ojos y siento como mi rostro se estremece por la bofetada que me propina mi Amo. Aún no me repongo, pero otro generoso golpe de la mano de mi Dueño me hace gemir. Él seguramente ya está satisfecho. Suelta mis pelos y yo vuelvo a caer a sus divinos pies en forma automática. Con mis labios empezando a hincharse, beso suavemente los divinos pies de mi Ídolo. Tímidamente le agradezco con devoción el castigo que acaba de propinarme. Me deja agradecerle y adorarlo por unos instantes más y luego empuja mi rostro con uno de sus divinos pies. Sé lo que debo hacer ahora. Es mi obligación; pero además será un honor sublime. Me pongo en cuatro patas y humildemente le ofrezco mi espalda para llevarlo hasta su habitación. Mi Dueño acepta generosamente mi ofrecimiento. Se acaballa sobre mí dejándome sentir todo su peso y su poder. Me parece increíble que pueda sentir tanta felicidad y tanto honor. Mi Ídolo me está montando; estoy siendo montado por mi Amo; todo el divino cuerpo de mi Señor está sobre mi espalda que se curva reverente para proporcionarle el máximo de comodidad a mi Dueño. Estoy tremendamente emocionado. Pero aún debo hacer algo más; me inclino un poco; tratando de causarle la menor incomodidad a mi Ídolo que descansa montado sobre mi lomo. Tomo sus finas y hermosas zapatillas junto con sus blancos calcetines. Agarro el divino conjunto con mis dientes y mis labios, sin apretar demasiado para no malograr el calzado de mi Dueño. En ese momento mi Señor me agarra por los pelos, me da una severa palmada en mi culo y talonea fuertemente mis costillas con sus divinos pies. Parto de ahí llevando a mi inigualable pasajero. Me siento un verdadero animal de monta y me enorgullezco al saber que es mi Ídolo el que me está montando. Atravieso el jardín rumbo a la casa. Llevo en mi boca el valioso calzado de mi Señor y sobre mi lomo, que a cada momento aprende a curvarse más, monta mi Dueño. Estoy feliz; aunque mi cuerpo parece extenuado por el esfuerzo. Pero mi adoración a mi Amo me obliga a no desfallecer. Por fin llego a su habitación. Mi Señor me desmonta y yo poso reverente su valioso calzado sobre el suelo; desearía lamer ese suelo que ha pisado mi Ídolo. Pero no me atreveré a semejante osadía, al menos que esté seguro que con ese gesto satisfaré a mi Amo.... Él toma asiento y yo me encamino en cuatro patas para acercármele. Me tomo una pequeña libertad. Me echo de nuevo en el suelo y me pongo a besar devotamente sus divinos pies; anhelo que mi Amo me vea como lo que deseo ser para él: como su mascota humana. Mi Amo me deja estar así por unos minutos. Luego me regala el incomparable honor de poner sus divinos pies sobre mi cabeza; mi Ídolo está usando mi cabeza como escabel para sus divinos pies y eso me hace estremecer de dicha. Pero mi Señor aún me hará sentir una mayor felicidad: ¾ HAS SUPERADO LA PRIMERA PRUEBA. TE SOMETERÉ A OTRAS MÁS Y SI LAS SUPERAS DE IGUAL MANERA, PODRÁS CONTARTE COMO UNO MÁS DE MIS ESCLAVOS. ¿Fin? Espero que no sea el fin. Espero que todos los que quieran agregarle algo a mi fantasía, me lo hagan saber. Como habrán podido captar, no hay límite a mi vocación de servir a mi Dueño, mi sumisión y mi obediencia hacia él. Ruego además a todos aquellos que conozcan algún dato sobre CARLOS HUMBERTO CAMACHO – MI ÍDOLO – me lo hagan saber; tal vez si me pongo en contacto con él y sabe de mi devoción por su persona, pueda hacer realidad mi fantasía de estar a los pies de mi ÍDOLO COLOMBIANO.
esclavojohn

Soy hombre heterosexual

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Categoria: Sadomasoquismo
Fecha de Publicación: 2006-09-22 14:20:15
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