Rodolfo y Jazmín habían hecho el negocio de su vida, no podían creer que habían comprado esa casa tan hermosa a un precio tan bajo; al fin, después de tantos años de ahorros y privaciones, habían podido conseguir lo que tanto habían soñado. Llegaron antes que el camión de mudanzas, el vendedor los esperaba en la acera de enfrente y sólo cuando ellos bajaron de su automóvil, él cruzó la calle vacilante, les entregó las anheladas llaves y les hizo firmar los últimos papeles. Rodolfo y Jazmín lo invitaron a seguir, pero el individuo se excusó y se fue rápidamente. La pareja se encogió de hombros, se abrazaron de lado y admiraron su nueva adquisición: Era una hermosa casa construida en una pequeña colina, un largo y recto camino de ladrillos rojos invitaba cordialmente a llegar hasta su puerta, tenía dos pisos con grandes ventanales de marco de aluminio color café, el techo era de teja española con grandes alares, pintada de un color crema y de revestimiento un poco rústico, le daba ese aire de casa campestre que tanto habían soñado. Su gran puerta de madera estaba labrada exquisitamente en caprichosas formas geométricas, la rodeaban amplios jardines de césped perfectamente cortado y miles de florecillas silvestres multicolores perfectamente alineadas y distribuidas. Rodolfo estrenó su llave y abrió la hermosa puerta, miró a Jazmín con ojos de picardía y ella le respondió con una sonrisa que decía: -Sí, me dejo hacer todo lo que tú quieras-; entonces, la levantó con ternura, igual que cuando entraron a la habitación del hotel en su luna de miel, solo que esta vez la puerta era lo suficientemente ancha como para entrar de frente. Una vez dentro, Rodolfo empezó a besar a su esposa muy tiernamente, la depositó en la mullida alfombra, se acostó a su lado y se quedaron contemplando felices la sala de su nuevo hogar: muy amplia, en forma de “L”, pintada del mismo color pastel de la fachada, con una gran chimenea frente a la entrada, enormes ventanales en las demás paredes y un pequeño balconcito que daba al amplio patio, el espacio para el comedor no se quedaba atrás en amplitud. La pareja rió cuando al unísono se preguntaron: -¿Cómo vamos a llenar todo esto?-. Jazmín subió su muslo derecho sobre el abdomen de Rodolfo frotándolo suavemente, provocando una tumefacción más abajo, al mismo tiempo deslizó su mano desde el hombro derecho de Rodolfo, jugando un poco con los botones de su camisa para luego terminar su viaje en el hombro izquierdo, levantó sus bellos ojos color miel hasta encontrar los oscuros ojos de Rodolfo, con la mirada le preguntó en silencio si podía hacerle el amor ahí mismo, su esposo le respondió que sí con un sensual beso. Jazmín se subió sobre su compañero con movimientos felinos, rozando maliciosamente con sus posaderas la prominencia que ahora pugnaba por liberarse; ella se acostó sobre él y le penetró la boca con su lengua una y otra vez y muy profundamente, pues sabía muy bien cuanto le encantaban a su marido este tipo de caricias. Efectivamente, el cuerpo de Rodolfo se puso tenso y aumentó su temperatura, abrió mas su boca para que su esposa lo poseyera por completo y empezaron a desnudarse; el sostén negro de encajes voló por los aires dejando ver la magnífica piel de ébano de Jazmín y sus pechos de treintañera; con los pezones más oscuros todavía y empinados en todo su esplendor, empezó a acariciar la piel blanca del pecho de su marido; los duros pezones acariciaban en dirección al sur, seguidos por una frondosa boca que ya arrancaba gemidos a aquel hombre. Hábilmente desabotonó el pantalón de su compañero, abrió la cremallera y al bajar de golpe sus bóxers, recibió la agradable sorpresa de un miembro erecto que salió disparado como las serpientes de resorte de las cajitas de bromas, golpeando deliciosamente una de sus mejillas. Rodolfo ya adivinaba lo que venía, a pesar de tener ya ocho años de casados, nunca se cansaba de mirar como su hombría se perdía entre los labios de su esposa, la maravillosa sensación de aquella boca húmeda y la tibieza que se irradiaba desde su miembro hacia el resto de su cuerpo. Luego, seguía la parte que más le gustaba a Rodolfo: Jazmín fijaba sus almibarados ojos en los suyos, los entornaba hasta lograr una mirada extremadamente voluptuosa y empezaba a hacerle el amor son su exquisita boca. Rodolfo estaba a punto de venirse, cuando sonó el timbre de la puerta, eran los de la mudanza. Entre risas y promesas de terminar lo iniciado, se vistieron y ayudaron a bajar sus cosas del camión. A Jazmín le dio un poco de vergüenza cuando los jóvenes que descargaron el primer mueble, le miraron los pechos con una sonrisita libidinosa, entonces se acordó del sostén que había quedado tirado en el suelo y de la demora para abrir la puerta. Luego de cruzar miradas con ellos, ella también les sonrió pícaramente y sintió el calor que aún no se apagaba dentro de su cuerpo. Luego de horas de extenuante labor, y tras marcharse los de la mudanza, la pareja quedó extenuada. Pidieron comida rápida por teléfono y luego de comer, empezó la ardua tarea de colocar cada cosa en su lugar, con mucho esfuerzo y trabajando en equipo, lograron casi todo su cometido al anochecer. De repente, sonó el celular de Rodolfo, luego de una breve charla en donde él no paraba de vociferar, buscó su chaqueta y se aprestó a salir diciéndole a Jazmín: -Mi amor, hubo un robo en la bodega, tengo que ir a hacer inventario y colocar el denuncio-. Estaba enojadísimo, no tanto por el robo, sino por tener que abandonar a su esposa, dejarla sola en un vecindario donde a nadie conocían. Con el corazón en la mano y abrumándola con mil y un consejos de seguridad, la besó con pasión y le dijo que apenas se desocupara, volvería a casa y terminaría de hacerle el amor como nunca, prometiéndole que la haría subir a cielo para luego bajarla entre nubes de algodón. Rodolfo bajó hasta la acera, subió a su automóvil, un hermoso Honda Civic Si Coupé, y partió iracundo quemando neumáticos. Jazmín se sintió desamparada, cerró la puerta con seguro y empezó a observar por las ventanas, las casas vecinas quedaban al menos a 100 metros de distancia. Su corazón empezó a palpitar nervioso, acostumbrada como estaba, a vivir en un pequeño apartamento de un bullicioso conjunto residencial donde todos se conocían y casi todos se ayudaban. Inexplicablemente, los vellos de toda su piel se erizaron y empezó a sudar frío, el miedo la invadía. Recordó a los jóvenes de la mudanza que la habían escudriñado con esos ojos tan lascivos; en ese momento fue muy agradable, pero ahora, el pavor cambiaba ese sentimiento por la paranoia de pensar que podrían regresar para robar y hacerle daño. Recordó también la mirada escrutadora del tipo de la pizza, que la había recorrido de arriba abajo con ojos devoradores y que “accidentalmente” había dejado caer una moneda y al agacharse para recogerla, alcanzó a inspeccionar la casa con ojos hábiles, que se movieron en todas direcciones, como haciendo inventario de las cosas de valor, recordó que también había observado con detenimiento la chapa de la puerta y que al levantarse se sintió lamida por sus ojos, en ese momento se sintió halagada, pero ahora, la sola idea de verlo abrir la puerta o verlo entrar por una ventana la aterrorizaba. Frenéticamente, empezó a ponerle seguro a todas las ventanas de la casa, y volvió a revisarlas dos veces más; llamó a Rodolfo y él la calmó. Al cerrar el teléfono, se sintió más tranquila, sonrió sacudiendo su cabeza, como burlándose de su paranoia y subió a su alcoba, se dio una larga y deliciosa ducha caliente, se colocó como siempre, una camiseta de su esposo, se metió entre las cobijas y se durmió profundamente, en parte debido al delicioso baño, en parte al cansancio de la mudanza. En medio de la noche, sintió que sus cobijas eran arrancadas de golpe y luego el peso de unas manos frías que acariciaban su hermosa piel, -Que bien, al fin Rodolfo regresó y me está dando lo que me prometió- pensó con deleite y emitió un quejido de dolor y placer cuando le apretujaron sus senos. Jazmín terminó de despertarse y al abrir los ojos, todo estaba en tinieblas, sintió la humedad de una lengua que se enroscaba en sus pezones con firmeza, -Que delicia mi amor- murmuró ella. Un “cállate"…. suave..., susurrante..., frio como la brisa, atravesó su cabeza, como si hubiera entrado por una oreja y salido por la otra; fue despojada bruscamente de su camiseta, él se situó entre sus piernas y de golpe, empezó a besar, succionar, lamer y llenar de espesa y fría saliva, su sexo. Jazmín nunca había sentido tanta brusquedad por parte de su marido, pero fue tan deliciosamente diferente, que dejo que continuara. Aquella lengua sabía lo que había venido a buscar, parecía que leía su mente, dirigiéndose con tino, hacia los puntos que ella deseaba. La mujer no tardó en venirse en un orgasmo tan intenso, que la dejó completamente satisfecha. Pero aquello no se detuvo, sintió como el hombre subía, besándola por su abdomen, su cintura, sus brazos, sus senos, su cuello, su boca, por momentos ella sintió como si varias bocas la estuvieran acariciando al mismo tiempo. Ella intento como siempre, penetrar la boca de su marido, pero en esta ocasión fue él quien la penetró, con su lengua y con su pene al mismo tiempo, provocándole un doble placer que la enloqueció. Los movimientos tanto de su lengua como de su pelvis eran delirantes. En ese momento, Jazmín empezó a fantasear (por lo diferente que era y la absoluta oscuridad), que no estaba haciendo el amor con su marido, sino con uno de los jóvenes de la mudanza; escogió el más alto y fornido, con esa carita de actor de cine que le arrancó aquella sonrisa pícara. Se imaginó los músculos bien torneados y trabajados, a diferencia del cuerpo de su esposo, más bien rellenito y blando. Se imaginó un miembro viril largo y grueso, que la penetraba con la furia de la juventud; con gran placer y orgullosa de sí misma, pensó que su imaginación era muy fuerte, ya que ahora podía sentir los brazos gruesos y musculosos, la espalda ancha y firme, los glúteos poderosos y combativos del joven, hasta sintió que su vagina se ensanchaba y alargaba con la penetración de un pene descomunal. Feliz, se vino nuevamente, con espasmos más intensos aún y cimbreando sus caderas al mismo compás que su compañero, por primera vez en su vida, soltó alaridos de placer mientras su cuerpo convulsionaba con las ondas expansivas de la explosión que se había originado en su centro; él, seguía incrustándosele sin piedad, a ritmo frenético, sin venirse. Luego de un rato, al recuperarse de los últimos espasmos en su interior, ella alargó la mano para alcanzar el interruptor de la luz; en el preciso instante en que lo tocó, su salvaje amante se retiró de ella y se levantó de la cama; al encenderse la luz, Jazmín solo alcanzó a ver una sombra que se deslizaba escaleras abajo y luego, un gran estrépito de platos y cachivaches. –Rodolfo, ven para devolverte el favorcito- le gritó. De pronto, escuchó un portazo violento que hizo resonar toda la casa, el corazón de Jazmín empezó a acelerarse, su respiración se hizo difícil por una opresión creciente, la cabeza la sentía gigantesca, todo le daba vueltas, un zumbido agudo y creciente como la turbina de un avión en sus oídos, no la dejaba pensar, agarró las cobijas, saltó de la cama y se cubrió con ellas agachándose aterrada, en un rincón frente a la puerta de su alcoba. El reloj de péndulo de la sala, anunció la hora con doce campanadas, cada una de ellas la hizo saltar como si le dieran una descarga eléctrica. En un hálito de cordura, tomó el celular de la mesita de noche y marcó. Del otro lado, la voz de su esposo la saludó alegremente, mientras que ella no podía pronunciar palabra, por más esfuerzos que hacía solo salía una especie de chillido, como el de una rata atrapada. Rodolfo sintió que algo malo había pasado y sin colgar el teléfono, subió a su auto y condujo como un loco. Tomó el retorcido camino de entrada al condominio demasiado rápido, perdiendo súbitamente el control, las ruedas chillaron y luego perdieron tracción, el coupé arremetió contra el andén saltando por los aires el parachoques color rojo rallye, y finalmente, el auto fue a incrustarse de frente contra la verja de ladrillos de la entrada. Rodolfo terminó de apartar los airbags que se desinflaban rápidamente y salió tambaleándose por entre el vapor del radiador destrozado. Con dificultad, debido a la conmoción, caminó tembloroso hacia su casa, abrió la hermosa puerta, encendió las luces y subió las escaleras lo más rápido que pudo. Al entrar intempestivamente a la alcoba, asustó a Jazmín, que empezó a bramar aterrada, pataleando y enterrando su cabeza entre las manos, él se le acercó tratando de tranquilizarla, pero el pavor de ella era tan grande, que no lo reconoció y empezó a pegarle y arañarlo chillando como loca; Rodolfo tuvo que hacer un gran esfuerzo para tomarla de las muñecas y gritarle muchas veces que se tranquilizara; poco a poco se calmó, al fin abrió los ojos y dejó que su esposo la abrazara. -Rodolfo creo que me violaron- le dijo ella entre sollozos, -¿Como así que creo?, Que paso?-, –Es que todo estaba oscuro, ¡yo pensé que eras tú!- dijo arrasada en lagrimas, –P-pero como así que no te ibas a dar cuenta Jazmín- le replicó confundido, –Tu tuviste la culpa, ¡me dejaste sola!, ¡es tu culpa no la mía!, ¡yo pensé que eras tú!, repetía una y otra vez gritando enajenada, –¿P-pero que te hicieron?, ¿te golpearon?, ¿abusaron de ti?- preguntaba una y otra vez Rodolfo mas confundido, mientras Jazmín, perdiendo el control por completo, gritaba palabras ininteligibles y entraba nuevamente en estado de agitación, él trató de tomarla por las muñecas otra vez, pero ella fue más rápida y lo arañó en la cara, él, en su desesperación por calmarla, le asestó una bofetada. Como por arte de magia se calmó y quedó de pie frente a él, de repente sus brazos se aflojaron y las cobijas cayeron al suelo, el abundante y ondulado cabello negro de Jazmín quedó sobre su cara que miraba hacia el suelo; lentamente levantó la cara y miró a su esposo, tenía los ojos en blanco y una mueca diabólica que helaba la sangre, Rodolfo retrocedió vacilante al oír que de la garganta de su esposa, salía una voz extremadamente grave y retumbante que lastimaba sus oídos con un zumbido metálico atroz de fondo diciendo: “Bienvenidos a mi casa…” Inmediatamente, todas las cosas empezaron a caer al piso con violencia, Rodolfo sintió como los vellos de la nuca se le levantaban y su cabello se erizaba, pensó en agarrar a su esposa y salir de allí, pero al acercársele, la voz, más fuerte y ahora chillona, casi un alarido lo paralizó gritándole: “¡Ella es mía ahora!”, la cobardía ante lo desconocido lo traicionó, bajó corriendo las escaleras, dirigiéndose rápidamente a la puerta, mientras que ollas, platos, adornos, enseres y muebles eran azotados violentamente contra las paredes y el piso en un remolino infernal. Al abrir la puerta para salir, todas las manifestaciones cesaron; esto lo hizo recapacitar, desanduvo los pasos y encontró a Jazmín inconsciente, como pudo la cargó y salió con ella de aquella casa maldita; la metió al carro, pero al tratar de encenderlo, el motor no respondió, y en poco tiempo la batería quedó muerta. En ese momento, las luces de la casa y de la calle se apagaron y todo quedó en tinieblas, salió del automóvil cargando a su esposa y corrió hasta la casa vecina, sentía sombras que se le aproximaban de todos lados, rugidos y bramidos desgarradores a sus espaldas y un aliento gélido en su cuello que lo hacía correr con más ahínco. Llegó por fin a la casa vecina y tocó el timbre con desesperación, en vista de que nadie respondía, golpeó con su puño la puerta que se abrió con un chirrido largo y espantoso, en el interior solo había hojarasca y polvo. Rodolfo sintió que se achicaba, que perdía el control de su mente; corrió gritando como loco cargando a su esposa, mientras algo rugía y chillaba a sus espaldas, sintió que unas garras monstruosas le hacían la ropa jirones y cortaban su piel como navajas, siguió corriendo hasta llegar a la carretera, donde prácticamente se le tiró al primer automóvil que pasó. Tres meses después, Gloria y su hija quinceañera Juliana, no podían creer que habían comprado esa casa tan hermosa a un precio tan bajo, por fin habian conseguido el hogar que tanto habian soñado..… FIN
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