Guía Cereza
Publicado hace 16 años Categoría: Fantasías 2K Vistas
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hora estoy sola en casa, sola como hace ya varias semanas desde que la loca relación que mantuve, por 6 meses con Ana, terminó. Ana fue alumna de mi curso de Inglés durante 2 años, y fue a finales del año pasado que nos hicimos amantes. Desde entonces, Ana y yo estábamos casi todo el tiempo juntas. Era una persona posesiva, y si bien el sexo era intenso, la relación se tornó cada vez más dificil. Finalmente, después de muchas conversaciones decidimos terminar. Me llamo Clara y tengo 38 años, vivo en Uruguay, trabajo en administración y desde hace un tiempo doy clases de inglés. Me gusta salir, con amigos a cenar, oir música, ir al cine, etc. nada muy especial. Me gusta la vida sencilla, pero como todos puedo llegar a cometer alguna locura por amor o por una gran pasión. Hace un par de semanas, salimos a bailar a un lugar nuevo y allí conoci a Karen. Karen, resultó ser una señora paraguaya, contadora, de 45 años, muy elegante, y simpática. Conversamos mucho, hasta que el grupo con el que venía se retiró al hotel. Ella estaba de paso por Montevideo, pues vive en Asunción del Paraguay. Me dió el teléfono del hotel y desde luego, al otro día la llamé. Salimos a cenar, su voz me cautivó, la serenidad de sus palabras. Usa un perfume delicioso, que en esto momento mientras les cuento, soy capaz de percibir. En ningún momento, le hablé de mi predilección por las mujeres, pero no sé muy bien porque supuse que ella sentía lo mismo. Al final de la noche, cuando llegamos a la puerta del hotel, le dije que me gustaba mucho y que me gustaría invitarla a mi casa al día siguiente. El resto sucedió naturalmente, se inclinó sobre mi rostro, me besó muy sabroso y me pidió que la pasara a buscar a las nueve. Nos besamos nuevamente, se bajó y me fui a casa. Al día siguiente, me llamó al mediodía desde Punta del Este, donde estaba con el resto de sus compañeros de viaje. Me confesó que era casada, y que en Paraguay, nadie sabía de su lesbianismo. Me preguntó si aún quería volver a verla y sin pensarlo nada, le dije que pasaría por ella a las nueve. Estaba ansiosa por volver a verla y tener un contacto más íntimo con aquella morena preciosa. Llegué al hotel y ella estaba la puerta, el sol de Punta del Este, hacía que se viera rozagante y que su piel se sintiera como afiebrada. Esa misma fiebre comenzaba a adueñarse de mi cuerpo, a medida que me acercaba más a ella. Llegamos a casa, y la besé ni bien entramos, pero esta vez la intimidad del lugar la hizo sentirse confiada. El beso fue más intenso, sus brazos rodearon mi cintura, mis manos acariciaron su rostro. Nos sentamos a tomar una copa y me contó sobre su vida, su matrimonio. Yo le conté acerca de Ana y alguna relación anterior. Me contó sobre sus viajes, nos reímos mucho, es muy graciosa para relatar sus historias. En todo momento, nos acariciamos y nos tomamos la mano, era como si nos conociéramos desde tiempo atrás. La pregunta era obligada: Clara - ¿hasta cuándo te quedas en Montevideo?Karen - estaremos aquí una semana más, por lo que dure el Congreso. Clara - Me gustaría mucho que nos siguiéramos viendo, ¿tu qué dices?Karen - claro, lo paso muy bien contigo. Podríamos volver a Punta del Este este fin de semana, si tú puedes. Clara - es una buena idea, solo tengo que arreglar un par de cosas, pero no creo que haya problemas. Yo quería pedirle que se quedara conmigo esa noche, pero no estaba segura de que ella quisiera llegar tan lejos. Entonces, solo pude besarla e intentar una caricia más atrevida para ver que pasaba. Me acerqué y la besé en la mejilla, me instalé en su cuello, susurré en su oído que me gustaba mucho. Ella se recostó hacia atrás en el sofá y eso fue para mi una invitación a seguir adelante, mi mano fue directo a acariciar sus senos. En ese momento se sobresaltó, se levantó del sofá y temblaba como una hoja. Clara - lo siento, no quise molestarte, es solo que sentí que tu lo deseabas igual que yo. Karen - que vergüenza, discúlpame por favor. La tomé de la mano, para que se sentara junto a mi otra vez. Clara - calmate, haremos lo que tu quieras. Karen - es que hace mucho tiempo que lucho contra esto, hace tiempo que no me permito sentir atracción por una mujer. Pero estando lejos de casa y habiendo conocido a alguien como tú, es muy difícil y eso me atormenta. Obviamente el problema era serio, la mujer estaba reprimiendo sus sentimientos, quien sabe desde cuando y ahora estaba aterrorizada porque lo que ella creía olvidado afloraba nuevamente. Ya más serena y nuevamente sentada junto a mi, bebió de un golpe su copa de vino, y comenzó a hablar sin necesidad de preguntas: Aquella mujer de 45 años, casada desde hacía 20 años, siempre sintió atracción por las mujeres pero jamás estuvo con una. Su marido era un buen hombre que nunca imaginó lo que pasaba por la cabeza y el cuerpo de su mujer. Ella amó en silencio a su mejor amiga, pero finalmente se casó con el hermano. Su madre la descubrió una tarde masturbándose mirando una escena de lesbianismo en un película y la abofeteó y castigó por un mes. Les cuento solo pinceladas de la historia que Karen me relató. Se hicieron así las 2 de la madrugada y la invité a dormir en casa. Pasamos la noche en la misma cama, pero solo pude acariciar su cabello negro hasta que se quedó dormida. Por la mañana yo debía trabajar y ella volver a las charlas de Congreso. La dejé en el hotel, pero con la firme promesa de encontrarnos esa noche. Salimos a cenar, fuimos a bailar al lugar donde nos conocimos y volvimos a mi casa. Una vez que entramos, y sin mucho preámbulo me dijo que quería verme desnuda y poder tocarme. Karen - necesito ver tu cuerpo desnudo, necesito tocar por primera vez las tetas de una mujer mirándola a los ojos, oler su sexo y sentirla vibrar con mis caricias. Clara - cariño, me siento honrada de ser la primera mujer que te haga el amor. Quiero tocar tu interior y que tus gemidos inunden la habitación. Karen - no se si estoy preparada para eso todavía. Hoy puedo decirlo por primera vez en voz alta: amo el cuerpo desnudo de una mujer y quiero tenerte esta noche. Pero no sé si pueda entregarme, es egoísta, lo sé, pero necesito tiempo. Solo pude besarla y de la mano llevarla al dormitorio, me quitó la ropa y caminó alrededor de mi durante un largo rato. Me miraba son la curiosidad de un niño, apenas me rozaba con la punta de sus dedos y yo sentía el fuego intenso de mi sexo. Era una sensación inigualable, yo representaba su gran tesoro, era la primera vez que alguien me hacía sentir como el primer premio de la lotería. Nos abrazamos y besamos. La habitación estaba preparada para el momento: luz muy suave, perfume de inciensos, sábanas muy blancas y sedosas. Yo era en ese momento, como dice el poeta: una mujer desnuda en lo oscuro. La deseaba tanto que la abracé con fuerza y pretendí tocar su sexo, pero apenas me lo permitió. Me suplicó: "por favor, no lo resisto. Me avergüenza que me mires o me toques, pero necesito darte placer. Siempre soñé con acariciar íntimamente a una mujer, quiero entregarte hoy el amor que tengo escondido desde hace tanto tiempo". No pude hablar más, sus palabras me conmovieron profundamente. Siguió girando en torno a mí, en silencio pero con la respiración entrecortada, yo podía sentir cada parte de mi cuerpo que era tocada por sus ojos negros. Finalmente se paró detrás de mi y comenzó a acariciar mi cola, amasó mis nalgas. Me tomó por la cintura y me apretó contra su cuerpo. Besó mi espalda, apretó mi vientre, cuando su mano se posó sobre mi monte de venus, giré para quedar frente a frente. Necesitaba besarla, tocar su lengua con la mía (adoro esa sensación!!!) Además ya no podía sostenerme de pie, me acomodé en una butaca del dormitorio, me recosté y Karen se arrodilló a mi lado. No quería decirle que hacer, pero necesitaba que mamara mis pechos. Como una niña, sus labios y lengua jugaron con mis pezones y los chuparon hasta que estaba rojos y doloridos. Ella no pronunció palabra, hasta que me miró a los ojos y me dijo que quería ver mi sexo. La besé una vez más y me acomodé mejor en el asiento para poder separar las piernas y entregarle mi esencia. Ya no podía esperar, la deseaba y estaba tan tensa, que todo mi cuerpo me dolía. Se inclinó delante de mí y hundió su cabeza entre mis piernas. Me besó y lamió, ciertamente no era una experta, pero se notaban sus deseos reprimidos. Le pedí que me diera un tiempo para reponerme pues el cuerpo ya no me respondía. Estaba totalmente mojada y muy dolorida. Eso fue todo por esa noche, nos acostamos y yo me quedé automáticamente dormida. A la mañana siguiente nos despertó su celular, era la gente de la delegación que la buscaba. Dio una disculpa y se quedó acostada a mi lado, jugando con mis pezones. Ella seguía ridículamente, vestida, apenas se había quitado los zapatos. Me levanté al baño, necesitaba una ducha, pero le dije que al volver quería ver a una mujer desnuda en mi cama. Tomé un baño delicioso, el agua tenía la temperatura justa, el aroma frutal del jabón, el vapor en el baño, me sentía en el paraíso y realmente lo estaba. Cuando salí del baño con la piel húmeda y perfumada, la visión era perfecta: allí justo frente a mi, sobre mi cama había una morena de ojos y cabello azabache, su piel era de seda, brillaba con el sol. Sus senos, por favor!!!! Aquellas tetas eran perfectas, grandes, aureolas gigantes y de un color casi morado. El vello púbico era negro pero muy escaso, sus caderas eran anchas, sus piernas perfectas. Aquella mujer, no se atrevía a mirarme, y temblaba como la primera vez. Me acosté a su lado y cuando acaricié su pecho se sobresaltó nuevamente: Karen - no puedo con esto, ayudame por favorClara - cariño, eres muy hermosa, y te deseo. Necesitas relajarte y dejarte llevar; yo no voy a lastimarte y no haré nada que tú no quieras pero deseo hacerte el amor. Necesito saber que tienes la confianza suficiente para entregarte a mí, como lo hice anoche. Karen - ¿te gusto?Clara - desde que te conozco, sueño contigo y ahora cuando te vi por primera vez desnuda tuve que contenerme para no caerte encima. Tienes el par de tetas más hermoso que yo he visto y el olor de tu conchita me está volviendo loca. Mis palabras no eran las más sutiles, pero pretendía liberarla de sus prejuicios. Su cara se puso roja como el fuego, y bajó la mirada como niña avergonzada. No pude menos que reírme a carcajadas de aquella mujer que tenía varios años más que yo, pero que parecía una virgen lesbiana. Comenzó a reírse también y finalmente nos revolcamos sobre la cama hasta el mediodía, me la cogí como nunca a nadie, aquella hembra estaba sedienta de sexo y me pedía más y más. Su teléfono volvió a sonar y ya no podía negarse, nos bañamos juntas y fui a dejarla a su hotel.
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🍒 Pregunta Cereza

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