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En esta vida a veces te suceden cosas cuando menos te lo esperas. Durante mucho tiempo había fantaseado con mujeres exuberantes de pechos grandes y pezones muy anchos y había escrito mis fantasías, cosa que me excitaba mucho. Dicen que una fantasía si se convierte en realidad, no es nunca lo que uno espera. Quizá la norma sea esa, pero doy fe que conmigo fue la excepción. Mi esposo y yo fantaseábamos a menudo con poder disfrutar de la compañía de una mujer con unas buenas tetas. A mí desde que era adolescente siempre me habían atraído los pechos grandes y que ellas se excitaran mirando mis tetas, porque yo también tengo unas buenas tetas, y que me las miren y deseen siempre me ha excitado mucho. A mi esposo le encanta que disfrute mirando tetas de otras mujeres y se pone excita si por la calle le voy haciendo comentarios cuando veo un escote provocativo que me gusta. Y él siempre pregunta si ella se ha dado cuenta si se las había mirado yo, o si la chica también me ha mirado las mías. Es un juego que practicamos cuando tenemos ocasión, sea la chica que sea, sólo necesita que tenga unas buenas tetas o que vaya escotada. A veces me pregunta si me he fijado en aquella chica que estaba en tal sitio. Y si no la he visto, rápido me dice donde la puedo localizar para inspeccionar su pecho y darle mi opinión. -Sí, no está mal. Tiene buenas tetas, la verdad.- O por el contrario, si no las tiene tan grandes le digo que las mías son más apetitosas. Hace poco tiempo apareció una mujer que es la nueva musa sexual en nuestras fantasías. Se llamaba Isabel trabajaba como secretaría de mi jefe. Desde el primer día que la vi no pude fijarme más que en una cosa: su pecho. Tenía unas tetas impresionantes y además le encantaba lucir su escote. No sé si ella se dio cuenta desde el principio que las devoraba con la mirada, pero la verdad que aunque lo hiciera disimuladamente es muy probable que se diera cuenta, aunque ella hacía como si tal cosa. No tardé en explicar mi hallazgo a mi pareja. Le describí cómo era ella físicamente y lo mucho que provocaba su manera de vestir. Desde aquel día todas nuestras fantasías se encaminaban hacia ella. Y más aún al explicarle que estaba separada y vivía sola. Él me pidió en más de una ocasión que la invitara a casa para poder conocer el objeto de nuestras fantasías. La verdad que hice amistad rápidamente con ella y con otra compañera, Lucy, que también era muy agradable y tampoco se quedaba corta, ya que se había operado el pecho y la verdad que muchas veces no se ponía ni brassier. Un día les dije de quedar a cenar para que conocieran a mi esposo, ya que tenía muchas ganas de conocer a las dos. Ellas aceptaron, pero además Luci traería a su marido. La cita no era exactamente lo que habíamos fantaseado muchas veces, pero era mejor que nada. Cuando llegó el día señalado, mi pareja estaba en la cocina preparando una buena cena, para dar una buena sensación. Teníamos todo listo, la mesa preparada y el vino en la nevera . La cámara de fotos preparada para inmortalizar la noche y yo bien arreglada aunque no muy provocativa. Cuando solo faltaba una hora para el encuentro, me llamó Lucy por teléfono para cancelar la cita, ya que su marido se había tropezado bajando las escaleras de casa y se iban de urgencias. A mi esposo le encantó que estuviéramos los tres solos, y empezó a pedirme que me cambiara de ropa, que me pusiera más provocativa. La verdad que Isabel siempre iba muy provocativa, así que yo no desentonaría mucho en la cena. Él me pidió que me pusiera una camisa blanca con algún botón que otro abierto y que me pusiera un brassier que me las subiera y juntara bien. A mí me excitaba hacerlo, pero me daba mucha vergüenza hacerlo muy descarado. Isabel apareció a la hora esperada, mientras subía las escaleras de casa me empecé a cerrar más la camisa, para que no pensara nada raro. Ella venía muy linda, con una camiseta negra muy ajustada al pecho y con un brassier de copa alto, que le daban aún más volumen. Llevaba un jean muy ceñido que marcaba su figura. Mi esposo se quedó petrificado al verla. Ella lo notó al momento que no le quitaba el ojo de su pecho, pero entre risas y saludos de bienvenida hizo como si no se diera cuenta. La pusimos al corriente de lo que había pasado, y ella lo lamentó mucho por el marido de Lucy. Mi pareja se dispuso a sacar platos a la mesa, mientras yo le enseñaba el piso. Ella empezaba a mirar cada vez más hacia mi escote, suponía que se me había empezado a abrir la camisa, pero no me atrevía a comprobarlo estando ella pendiente. Intenté colocarla bien, pero se me habría enseguida. Ella cada vez se fijaba más en la apertura de la blusa y yo cada vez me ponía más roja. Al poco rato apareció mi esposo con dos copas de vino en la mano, una para cada una. Él notó que estaba colorada y la forma en que me miró, creo que se percató de lo que pasaba. Cuando me dio la copa, hundió su mirada por entre mi escote, y con su mano me rozó ligeramente uno de mis senos. -¿Vas a tardar mucho? La cena está en la mesa.- dijo él con una sonrisa en la cara. Los tres nos dirigimos al comedor, y yo intentaba cerrar de nuevo mi camisa lo más disimuladamente posible. Mi esposo me hizo sentarme a la derecha de Isabel, y él se puso enfrente de mí. Durante la cena el alcohol jugó a mi favor, ya que aligeró la tensión que había y empecé a perder el miedo y a excitarme con las miradas de Isabel y de las de mi pareja. Cuando me relajé dejé de cerrar continuamente la camisa, decidí dejarla que se abriera sin oponer resistencia. Mi esposo se alegró enormemente, porque ahora empezaba a enseñar mis tetas y además Isabel no dejaba de mirármelas. Al estar situada a mi izquierda, la apertura de la camisa favorecía que se viera desde su posición, supongo que él me hizo sentarme allí por eso. La cena fue transcurriendo entre risas y copas de vino. Él de vez en cuando se ponía detrás de mí y apoyaba sus manos en mis hombros, haciendo que la camisa se abriera más. Isabel no disimulaba al mirarme, mientras ponía la copa de vino en sus labios, sus ojos apuntaban a mis tetas por debajo de la camisa. Movía su cabeza, para situarse con el mejor punto de vista posible. Yo me daba cuenta perfectamente que me las miraba, incluso a veces osaba a abrirla más, mientras esperaba ver la reacción de su mirada. Entre risas llegamos al postre. Mi pareja y yo nos levantamos para prepararlo y ella aprovechó para ir al baño. Mientras él lo decoraba , yo bajé la intensidad de la luz, Dejé el comedor iluminado únicamente por velas, apenas se podía ver las horas del reloj que colgaba de la pared. Nos sentamos en la mesa mientras él servía el postre e Isabel descorchaba una botella de vino que había sacado mi esposo de la nevera. Si no llega a ser por que se colocó a mi lado para servirme una copa, no me hubiera dado cuenta de que se había sacado las tetas por fuera del sostén, ya que la poca luz no dejaba ver mucho. La camiseta al ser ceñida dibujaba sus pezones sobre la tela, y ella se inclinaba hacia delante para que se marcara más aún. No pude hacer otra cosa que mirárselas descaradamente mientras ella me servía, ya que tenía su mirada fija en la copa y podía mirar a placer sin temor de ser descubierta. Ella se sentó más cerca de mí, y así podía mirar sus tetas cada vez que ella desviaba la vista. Estaba muy excitada, así que decidí abrirme la camisa un poco más. Disimuladamente desabroché un botón y esperé la reacción de ella. Poco tardó en darse cuenta de lo que habia hecho. Ella se intentaba acerca más hacia mí, mientras hacía lo posible para mirar hacia adentro de la camisa. Yo estaba muy excitada y decidí avanzar un poco más. Me levanté de la mesa y me fui al baño. Saqué mis tetas por encima del sostén y puse mi mano en la entrepierna; estaba muy mojada. Me miré en el espejo, y las coloqué de tal manera que el sostén las juntara y levantara bien. Abrí la camisa un poco más y me coloqué de lado, para ver lo que ella vería si me miraba. Abrí un poco más la camisa y empecé a ver el color rosáceo de mi pezón sobre el espejo. Me excité al verlo, ya que estaba muy grande y me imaginaba a ella mirándolo. Salí del baño y me fui a la mesa. Mi camisa estaba ligeramente abierta, lo suficiente como para ver desde su posición cómo el pezón se abría camino tras la camisa. Mi esposo se percató que ella se quedó petrificada mirando por entre la camisa, y se excitó contemplando la situación. Yo estaba muy excitada al ser mi pecho el objeto del deseo de ambos. Y además podía contemplar las tetazas de Isabel a medio metro de mí, que habías sacado por fuera del sostén para que las mirara bien. Mi esposo no pudo contenerse en hacer varias fotos de las dos. Nos hizo abrazarnos mientras disparaba la cámara. Ella pegaba su pecho al mío de tal manera que seguro que notaba palpitar velozmente mi corazón. Puso las fotos en la tele para que las viéramos en grande, y la verdad que me dio mucho corte, porque en todas se veía parte de uno de mis pezones, y ella los podía contemplar perfectamente. Le pidió a mi esposo que le hiciera una copia, que las quería tener de recuerdo. Él no puso problema, pero a mí no me gustó demasiado, aunque me excitó que las quisiera mirar con más calma, seguro que haría uso del zoom de su pc. La velada se prolongó un buen rato más, siguiendo aquel juego que caldeaba el ambiente. Pero tras un buen rato se comenzó a enfriar el ambiente y decidimos dejarlo. Isabel fue al baño y aprovechó a colocarse bien la ropa. Mi esposo le entregó un CD con las fotos que había hecho y ella lo guardó en el bolso con prisa, como si fuéramos a cambiar de idea y le pidiéramos que lo devolviera. Ella me dio dos besos y me aseguró que las iba a mirar con calma cuando llegara a casa. Ya me imaginé a qué se refería con eso. El lunes por la mañana fui a trabajar sabiendo que la iba a ver allí, y estaba bastante nerviosa. Cuando entré al despacho ella no había llegado, así que me tranquilicé un poco y me puse manos al trabajo, Al poco rato apareció mi otra compañera, Lucy, y charlamos mientras ella encendía el computador. Le pregunté por su marido y ella por la cena. Al cabo de un rato apareció Isabel tras la puerta, con una chaquetilla que le cubría y le dibujaba el busto. Me saludó muy eufóricamente, más de lo habitual, y me dijo que luego fuera a su despacho, que quería preguntarme una cosa. A las nueve de la mañana Lucy me dijo de ir a desayunar, pero le dije que tenía mucho trabajo y que iría más tarde si tenía tiempo. Cuando se marchó, fui al despacho de Isabel para ver qué quería antes. Estaba en su ordenador con el mouse en la mano, al verme se dio un pequeño susto, ya que entré sin avisar. Llevaba puesta una camisa blanca muy parecida a la que había llevado yo el sábado por la noche. -¿Te gusta?- Me dijo mientras señalaba la camisa. La verdad que le quedaba genial con aquellas curvas tan marcadas que tenía. -Mira, acércate a la pantalla.- Me puse al lado de su silla y miré a la pantalla. Estaba mirando las fotos de la cena. -Tengo el computador dañado, así que no las pude mirar el fin de semana.- Estaba mirando una foto donde se me veía casi por completo un pezón. Al verlo me puse roja como un tomate. Levanté la vista, y vi que ella llevaba el sostén por fuera. Uno de sus pezones estaba a punto de asomarse por el escote. Cuando contemplé aquello me puse más roja todavía. Ella se dio cuenta al momento, ya que me miró y me pilló con la mirada pegada a sus tetas. -¿Te gusta la camisa que llevo? La tenía por casa hace más de un año y no me la había puesto hasta ahora. Desde que te vi a ti el sábado con ella puesta, me entraron ganas de comprarme una como la tuya. -Es muy bonita, te queda muy bien.- Ella miró hacia abajo para asegurarse que no se veía demasiado, pero se dio cuenta que se veía más de lo que ella hubiera querido. La excitación de haber mirado las fotos, le hizo relajarse demasiado. Me estuvo preguntando donde la había comprado, ya que se quería comprar una como la mía. Luego me soltó que quería devolvernos la cena. Yo quise posponerla hasta que pudieran venir Lucy y su marido, pero ella quiso hacerla cuanto antes. Aquellas prisas me daban que pensar, por dentro me excitaba mucho, pero me daba un poco de miedo todo aquello. Cuando llegaba a casa le explicaba a mi pareja la conducta que tenía estos días Isabel, y él se ponía como loco al oírlo. Le expliqué que nos había invitado el sábado a su casa y que volveríamos a estar los tres solos. El sábado por la tarde me puse muy bonita para ir a casa de Isabel. Llegamos a las nueve de la noche con dos botellas de vino y la cámara fotográfica Al llegar ella salió a abrir con una camisa como la que me llevaba en la cena anterior. -¿Te gusta? La encontré en la tienda que me dijiste.- La verdad que el pecho hacía que la camisa estuviera apunto de explotar. Parecía como si llevara una talla de menos. Estuve a punto de decirlo, pero no me atreví a comentarlo. Se había puesto un brassier que apenas se le marcaba en la camisa, evitando que el pecho no se marcase bien. Cuando ella vio cómo venía yo vestida se quedó parada. Por la escalera me había sacado un botón, y mi pareja me sacó otro justo al llegar delante de la puerta, sin que me hubiera dado tiempo a abrocharlo. Mientras sacaba los platos a la mesa le dijo a mi pareja que le habían gustado mucho las fotos que había hecho la semana pasada, pero que no las podía ver, ya que tenía el computador dañado. Él le explicó que si tenía un reproductor de DVD las podía ver igualmente. Ella fue a probarlo enseguida. Fue a buscar el disco y lo puso en el reproductor. Cuando apareció la primera imagen de la camisa que había llevado, ella dijo que me quedaba mejor a mí que a ella. Pero la verdad que no estaba de acuerdo. Ella dejó las fotos puestas mientras nos sentamos en la mesa. Aquello aceleró el proceso, ya que pronto el ambiente se puso a cien. Isabel no paraba de hacer comentarios sobre cómo llevaba la camisa aquel día, y lo bien que se veían esas fotos. Sólo apartaba la vista de la tele para mirármelas directamente. Ella se fue poniendo cada vez más roja, supongo que por el vino, y le empezó a entrar calor. Se comenzó a desabrochar la camisa, dejando a la vista el sostén blanco que le cubría los pechos. Mientras acariciaba uno de sus botones, no dejaba de mirarme las tetas. Yo me puse roja al ver con qué descaro lo hizo. Isabel se levantó para traer el segundo plato. Yo saqué de la bolsa un regalo que le había comprado y lo puse sobre la mesa. Cuando vino se quedó parada, ya que no se esperaba nada. Lo abrió y se encontró un trozo de tela transparente negro. Cuando lo levantó vio que era una camiseta oscura con unos bordados encima, pero prácticamente transparente. -¡Qué bonito es! – Y tras decir escuetamente tres palabras se fue con la prenda a la habitación. Al momento apareció con ella puesta, sin nada debajo. Los bordados le tapaban un poco los pechos, pero era prácticamente imposible esconder el tamaño de sus pezones. Cuando se situó al lado de mí para que viera cómo le quedaba puesto, pude ver el tamaño de aquellos pezones. Me puse roja al momento. Ella me preguntó si le quedaba bien, mientras intentaba poner sus grandes y rosáceos pezones detrás del bordado. Y los dos le dijimos que le iba como anillo al dedo, mientras nuestros ojos miraban de manera minuciosa aquellas tetas afiladas como montañas. Cada vez que se movía, el bordado cambiaba de posición y los pezones se asomaban. Los dos no parábamos de mirárselos y ella dejaba que lo hiciéramos de manera descarada, incluso que mi esposo le tomara fotos. Isabel se levantó de la silla y me cogió de la mano. Me llevó hacia la habitación y me dio un paquete con un lazo rojo. Al abrirlo apareció un trozo de tela negro con una cinta lila. Lo saqué de la caja e intenté averiguar qué era. Ella se rió al ver que no era capaz de ver qué era aquello. -Mira, es una camisa que encontré al ir a comprar la camisa. Me la probé y me gustó.- Al ponerla derecha entendí qué era una camisa de tela muy fina con un escote que colgaba hacia abajo, como si fuera el volante de un mantel. La parte superior llevaba una cinta alrededor y unos tirantes. -Pruébatelo, seguro que te queda muy bien.- Ella esperaba a que me lo probara delante de ella, pero no me atreví, así que ella se dio la vuelta y aproveché para cambiarme. Me lo puse velozmente mientras ella giraba la cabeza e intentaba mirar de reojo. Cuando lo tenía puesto apareció mi pareja por la puerta. Ella se giró y miró como me quedaba. La verdad que el escote lo llevaba cerrado y no enseñaba nada. -¿Qué te parece? ¿Te gusta como le queda?- Le preguntó a mi esposo. Él asintió con la cabeza, y luego añadió que tendría que abrir un poco el escote para que le favoreciera más. Ni corto ni perezoso, se acercó hacia mí y se puso detrás. Pasó las dos manos por la cintura y las empezó a subir, bajo la atenta mirada de Isabel. En un rápido movimiento abrió ligeramente el escote y mis pechos empezaros a aparecer. Los contemplé y me excité al verlos. Ella no decía nada, pero no perdía detalle. -¿Te gusta Isabel?- Le preguntó él. -Sí, le queda muy bien. -A mí me gusta cuando va más escotada. ¿A ti también? -Ya lo creo, tiene un escote muy bonito. En las fotos se la ve lo mas de bien. -Pues entonces abro un poco más el escote.- Y separó más aún la apertura de la prenda. La forma de mis tetas empezó a quedar visible por entre la ropa. A cada movimiento que hacía él, ella se ponía más encendida. -¿Te gusta así Isabel?- Le preguntó de nuevo. Ella se acercó hacia mí. Pensaba que se iba a abalanzar sobre ellas, pero lo único que hizo fue abrir más el escote. Lo cogió con ambas manos y no paró de abrirlo hasta que pudo ver el color de mis pezones. -Así le queda mejor- Dijo él mientras pegaba su paquete en mi culo. -Sí, ahora te queda perfecto. Y siguió abriendo cada vez más el escote. Yo por mi parte y de manera espontánea, coloqué mis manos sobre su cintura. Ella creo que no se dio cuenta del detalle, porque la veía muy enfrascada abriéndome el escote. Isabel se empezó a juntar las tetas con los brazos, mientras seguía con las manos en mi escote. Hizo un gesto para que mirara sus tetas de punta. Yo las miraba excitada y deseaba poder acariciar sus enormes senos. Mi esposo salió disparado de la habitación, pero ella no se inmutó. Al momento apareció con la cámara en la mano y empezó a tomarnos fotos. -Ábrele más el escote Isabel.- Le dijo de forma imperativa. Ella se puso de lado, para salir de frente a la cámara. -Haz las mismas fotos que le hiciste a ella la semana pasada, que me excitaron mucho al verlas. He estado toda la semana mirándolas en el computador del trabajo.- Él empezó a sacar primeros planos de ambas. Mis pezones estaban bien grandes y mis manos empezaban a abrirse camino hacia los melones de Isabel. Ella bajó su boca hacia mi escote y empezó a besar entre los dos pechos. Yo estaba muy excitada, veía cómo ella quería comer mis preciosas tetas y me excitaba mucho. Mi mano se topó con una de sus tetas y la empecé a acariciar suavemente. Cuando me quise dar cuenta, ella ya estaba pasando su lengua por mis tetas. Intentaba buscar mis pezones tras el escote, pero no llegaba a probarlos, se detenía justo al borde del pezón. Yo deseaba que lo engullera por completo, y empecé a acariciarle la cabeza y a llevarla hacia mis pezones. Ella se dejó llevar. Cogí mi pecho con una mano y lo puse en su boca, como si de un bebé se tratara. Ella lo empezó a lamer poco a poco, hasta que lo hizo desaparecer entero en su boca. Con su mano izquierda me las iba acariciando y la derecha la puso en mi entrepierna. Estaba totalmente mojada y me vine al momento con unos fuertes espasmos y gemidos. Ella no paró de chupar mientras me venia y él no dejaba de tomarnos fotos. Luego fue su turno. Me hizo sentarme en la cama y acercó suavemente sus tetas a la parte trasera de mi cuello. Las fue pasando por todo el cuello hasta rodearlo por completo. Yo las buscaba con mi boca, hasta que logré alcanzarlas. Ella las puso al lado de mi boca, y yo empecé a besarlas. Nunca había hecho eso antes, aunque sí que había fantaseado con ello. Cuando empecé a beber de sus pezones, me corrió un escalofrío por todo el cuerpo. Ella me acariciaba la nuca mientras yo seguía chupando. Coloqué mi mano en su entrepierna y ella la llevó debajo de la ropa. Tenía mi mano sobre su raja totalmente mojada. Ella movía mi mano a su antojo mientras comenzó a gemir. Yo apresuré los movimientos hasta que se mojó por completo. Mi esposo seguía tomándonos fotos a ambas, pero se había bajado los pantalones. Isabel y yo decidimos obsequiarle con un regalo. Entre las dos empezamos a mamar su verga mientras él sacaba fotos. Nuestras lenguas se encontraban continuamente y él no pudo aguantar más la excitación al ver aquello. Las dos nos preparamos y él dejó ir toda su leche en nuestras bocas. Estuvimos las dos besándonos durante un rato mientras él nos observaba. Aquello volvió a pasar algunas veces más durante un tiempo, hasta que ella comenzó a salir con un muchacho y la cosa se acabó ahí. Aunque tenemos como recuerdo una buena sesión de fotos, que hace excitarnos a los dos cuando las contemplamos. Si les ha gustado este relato y quieren hacer algún comentario, o tienen las mismas fantasías que yo, házmelo saber a mi correo . ..besos…