Guía Cereza
Publicado hace 16 años Categoría: Bisexuales 1K Vistas
Compartir en:
Historia de un esclavo sexual ¡ Parte 3 El Inicio (Tercera Parte) En la pantalla aparecí­a momentáneamente Alexandra ubicando la cámara de tal manera que permitiera ver una panorámica perfecta de la cama y sus alrededores. Una vez terminó de cuadrarla se alejó un poco y, bailando sensualmente frente a la cámara, empezó lentamente a subir su vestido descubriendo sus hermosos muslos y más arriba esa provocativa vulva que mostraba claras evidencias de humedad. Detrás de ella se veí­a a Luis que habí­a puesto música y se acercaba a ella con dos vasos y la observaba con lascivia, deleitándose con la voluptuosa figura de Alexandra. Ella terminó de quitarse el vestido y quedó imponente en sus sandalias de tacan alto, su media pantalán de malla que permití­a ver toda su piel y le daba un toque de sensualidad espectacular, y con sus deliciosas tetas bamboleándose completamente libres. La visión de esta mujer, que transpira sensualidad por todos sus poros, sencillamente le corta a uno la respiración, dejándola casi al borde del colapso, y eso era lo que se podí­a notar en los ojos de Luis. Siempre he pensado que las mujeres son seres superiores a los hombres, sus enormes capacidades para asumir todo lo que les toca asumir por razones naturales, como por ejemplo la maternidad, o por razones culturales, como por ejemplo ser exitosas profesionales y además correr con las responsabilidades de un hogar y unos hijos, siendo la base fundamental de ese hogar, y adicionalmente esa enorme capacidad sexual que tiene una mujer, capaz de despachar a todos los hombres que se le apunten, y ellas, multiorgásmicas, disfrutarlo, y continuar con el siguiente como si nada, esa enorme capacidad para hacer que un hombre se someta ante sus encantos sexuales, definitivamente explican que muchos hombres finalmente sucumbamos y voluntariamente permitamos que ese ser superior nos someta, y a través de este sometimiento obtener placer, y permitirles todo el placer que ellas quieran y se puedan procurar con todos los hombres que deseen. Ellas son capaces de manejar y manipular, si quieren, a un hombre con su ternura, su inteligencia y especialmente con su sexo. Los hombres perdemos la voluntad cuando tenemos una figura femenina en frente; con su vulva, deliciosa rajadura por donde brota la vida y los más exquisitos placeres que pueda experimentar un hombre, son capaces de someter al que se crea el más macho. Los hombres, a la fuerza, a lo largo de la historia, han sometido a las mujeres, se han dado el lujo de tener harenes por ejemplo, cuando en la realidad, a quienes dotó la naturaleza para atender a varios hombres, si lo desean, fue a las mujeres. La fuerza es lo que usa el hombre para tratar de suplir su inferioridad, pero tal vez serí­a más inteligente aceptar esa inferioridad, y someterse diligentemente a disfrutar de ser sus objetos de placer sexual. Por más viril, dotado, aguantador, capaz, que sea un hombre, realmente se debe dar por afortunado es porque tiene capacidad para satisfacer a una mujer, para darle placer y poder aspirar a ser uno de sus esclavos sexuales favoritos. La naturaleza nos construyó para darles placer. Si se observa bien el acto sexual, este consiste fundamentalmente en procurar el placer de la dama, y nosotros como consecuencia de su placer, sentirnos gratificados y honrados de haber sido capaces de procurárselos, y nuestro efí­mero placer no tiene comparación con el infinito goce de que ellas son capaces. Viendo el morbo en la cara y los ojos de Luis, y la locura que me producí­a ver a Alexandra moviéndose sensualmente en aquella pantalla, tan cerca de ese hombre en el que se notaba un intenso deseo por ella, las reflexiones anteriores se quedan cortas para expresar la grandeza de la hembra frente al macho. Luis le pasó uno de los vasos a Alexandra, y mientras ella tomaba un trago, él le pasó su mano libre por sus tetas, y ella le respondió girándose hacia él y besándolo apasionadamente. Luis soltó el vaso en una mesa que habí­a cerca, recibió el de Alexandra e hizo lo mismo. Se podí­an ver las majestuosas nalgas de Alexandra en las grandes manos de Luis. La tomó en sus brazos, llevándola hacia la cama, la depositó suavemente mientras la besaba y luego se incorporó para quitarse su camisa. Alexandra aprovechó para desabrochar el pantalán de Luis y quitar tantos obstáculos que le impedí­an disfrutar de su objeto de deseo: aquel cuerpo varonil, de macho, grande, musculoso, fuerte, que deseaba con instinto animal. Las mujeres tienen ese instinto muy desarrollado para saber cuándo un macho tiene las caracterí­sticas y cualidades que les procuraran el placer que desean, y Alexandra sabí­a perfectamente que ese macho la iba a hacer gozar como hembra, como ella se lo merecí­a. Luis, con la ayuda de Alexandra, quedó rápidamente solo en interiores, y Alexandra pudo observar la espalda ancha de Luis, su amplio y duro pecho, los músculos atléticos de sus brazos, su abdomen plano con un claro y duro trabajo de gimnasio, unos muslos gruesos y demarcados, pantorrillas muy bien formadas. El tipo definitivamente tení­a un cuerpo envidiable, que seguramente cuidaba muy disciplinadamente, y se veí­a imponente. Yo no soy gay. Mis instintos naturales siempre me llevan a mirar y buscar a las mujeres. Verlas y tenerlas cerca me excita. Son mi objeto de deseo. Pero ante la visión de semejante ejemplar masculino no puedo negar que se sienta el deseo de tenerlo cerca y poderlo tocar. Tal vez soy bisexual, pero las mujeres son mi gran debilidad. Pero la visión de ese tipo provocaba en mi extrañas sensaciones, y si eso pasaba conmigo, seguramente Alexandra en ese momento era puro deseo, completo instinto animal, una completa puta que lo único que deseaba, con completa certeza, era que Luis se la clavara sin misericordia. Y ella me lo confirmó diciéndome: mira a Luis, ¿cierto que es un papacote? En ese momento estaba muy excitada y solo deseaba que me clavara sin parar, y no me importaba nada Damián, ni me acordaba de tu existencia, sentí­a un placer enorme aún sin que me hubiera tomado, y no sentí­a ningún remordimiento, querí­a que me hiciera suya, ser su hembra, pensaba en cómo hacer que se encoñara de mi, para tenerlo siempre que quisiera, comiéndome. Te puedo asegurar que ese tipo se va a comer a tu mujercita de aquí­ en adelante todas las veces que quiera y tú no podrás hacer nada, cabrón. Todo mi ser era solo excitación, mi cerebro era solo sexo. Chupaba las tetas de Alexandra, bajaba a ese delicioso pozo, notaba como ella era también deseo puro. Volví­a a las imágenes del televisor y veí­a como Alexandra masajeaba la verga de Luis por sobre su bóxer. Se veí­a enorme. Pude ver la expresión de asombro, de lujuria y deseo intenso en la cara de Alexandra cuando finalmente despojó a Luis de su interior y quedó libre un enorme, grueso, completamente duro y enhiesto miembro, que Alexandra inmediatamente procedió a besar. Sus manos no alcanzaban a abarcarlo y cuando intentó meterlo en su boca, solo podí­a cubrir su cabeza y un pequeño pedazo de su tronco. Tení­a que abrir todo lo que podí­a su boca para poder abarcarlo con sus labios. No sé qué tamaño puede tener esa verga, pero supongo que mí­nimo media unos 18 a 20 cms, tal vez más, y si se le midiera su contorno para saber su grosor, creo que no bajarí­a de unos 16 a 17 cms de contorno. Alexandra le mamaba ese enorme trozo de carne con fruición. Mientras observaba como blanqueaba sus ojos chupando su glande, y bajando luego por ese grueso tronco, y con ambas manos tratando de hacer un movimiento de arriba a abajo, Alexandra me decí­a: mira ese pene, ese sí­ es de verdad, como lo querí­a, vas a tener el placer de ver cómo le metieron esa enorme cosa en la cuquita a tu mujer, y como me la gocé centí­metro a centí­metro. Yo no tengo un miembro grande, pero tan poco es pequeño, por lo que he podido ver de otros, creo que está dentro de lo normal, pero definitivamente ante lo que estaba viendo, cualquier cosa era pequeña, sin que la verga de Luis fuera tampoco algo anormal. En pelí­culas porno a veces se ven cosas anormales. La de Luis era grande y gruesa y creo que esto la hace ver deseable para cualquier mujer. Sentí­a un morbo grandí­simo pensando cómo se verí­a esa enorme verga entrando en el coñito de mi mujer y ella retorciéndose de placer, como la más puta de todas las putas. Luis le quitó el bombón a Alexandra, se inclinó sobre ella besándola en los labios, luego bajando a sus tetas, donde se recreó un rato, jugando simultáneamente con su clí­toris en una de sus manos, y luego, despacio, le quitó la media pantalán a Alexandra, dejando sin obstáculos el acceso a su coño, y allí­ sucumbió, en ese delicioso pozo que brotaba exquisitos jugos. El tipo se extasió en la vulva de ella, lamiéndola por todos lados, introduciendo su lengua, en ocasiones un dedo, dos dedos, y luego chupando ese jugo viscoso que quedaba adherido en ellos; escuchó que le dijo en varias ocasiones: te voy a hacer mí­a, mamacita; te voy a hacer mi hembrita; eres mí­a, mi putica, y Alexandra contestaba: sí­, papi, hazme tuya, quiero ser tuya. Sí­ que Alexandra no aguantó y explotó en un electrizante orgasmo, y él, sádicamente, siguió chupando su clí­toris, haciéndola sufrir por esa sensación de no poder resistir más cuando se acaba de tener un orgasmo. Después de torturarla lo suficiente, y habiendo logrado que estuviera en una meseta de excitación, casi a punto de volver a estallar, volvió a subir, la besé, haciendo que saboreara en su boca sus propios jugos, se incorporó, separó las hermosas piernas de Alexandra, poniéndolas alrededor de su cadera, y frente a la cámara, tomando su miembro en una de sus manos, y usando la otra para abrir un poco su vulva, separando los labios, muy lentamente pasaba el glande por su clí­toris y luego lo introducí­a en su coño, sin hacer la penetración completa. En la cara de Alexandra se veí­a expectación, mucho placer y señales claras de estar sufriendo una tortura inaguantable, seguramente deseaba que se la metiera ya, sin consideración. Luis continuó con esta otra parte de su tortura a Alexandra y empezó a decirle: te voy a clavar, mamita y quiero que el cabrón de tu marido vea como entra mi verga en tu coñito, quiero que vea la expresión de placer en tu cara cuando te está penetrando, quiero que sepa que te estoy haciendo mí­a, que vas a ser mi putica, y ella susurraba: sí­, papi, métemela ya, pero Luis continuaba: eso, quiero que me supliques que te clave, y ella contestaba: por favor clávame, mi macho. Luis continuó: quieres hacer a tu marido el más cabrón de todos los cabrones, cierto? Y ella: Sí­. Lo estamos haciendo un cornudo de mierda, y ella: sí­ papi, clávame ya. Él se inclinaba y la besaba, le chupaba las tetas, se las agarraba con fuerza, mientras seguí­a en la tortura de sobar el glande en su clí­toris: finalmente le dijo: di que eres mí­a y te clavo: y ella, suplicante contestó; soy tuya, papi. Y Luis le hundió ese enorme trozo de carne en su vulva, haciendo que ella se revolcara de placer, agarrara con fuerza todo lo que podí­a agarrar, y arañara, presa del éxtasis más hermoso que puede una hembra sentir. Luis sacaba su verga y la volví­a a clavar con fuerza. Alexandra gemí­a, gritaba, se retorcí­a, así­ la tuvo un muy buen rato, que yo no querí­a que terminara, hasta que Alexandra se corrió de una manera bestial, animal. Luis, al notar que ella se corrí­a, le gritaba: eres una puta, mi puta, y tu marido un cabrón, y no paraba de darle. Ella se veí­a frágil, pequeña, a merced de ese macho que le daba sin misericordia. Cuando lo más intenso del orgasmo pasó, él se inclinó sobre ella, la cubrió con su gran cuerpo, le besó los labios, y luego le empezó a susurrar en su oí­do, sin dejar de bombearla: ¿te gustó mi putica? Y ella, débilmente, casi desmayada: sí­, y él: te apuesto que el muy cabrón de tu marido se va a gozar este video más que nosotros mismos, esta fornicada tan rica, y ella: yo creo que sí­. Alexandra sentí­a que su tensión iba de nuevo en aumento y que pronto serí­a presa de nuevo de las convulsiones inevitables de un nuevo orgasmo. Se sentí­a como le gustaba, completamente cubierta por el cuerpo grande de un macho, dueño de la situación, que la trataba como una puta y no paraba de hundirle su chimbo. Luis siguió susurrando a su oí­do: cuando tenga al cabrón de tu marido de frente lo voy a obligar a que me chupe la verga, la voy a meter en tu cuca y luego se la voy a dar de nuevo a él en la boca. Te puedo asegurar que al muy maricón le gustarí­a chuparse la verga del que se clava a su mujer. Alexandra gemí­a, estaba en un punto de no retorno. Luis le preguntó: te gustarí­a ver al cornudo de tu marido chupándomela, cierto?, y ella sí­. Y qué tal si me clavo a ese maricón, para enseñarle quien es el macho; eso te gustarí­a?, y Alexandra respondió, sintiendo que era inevitable ya el nuevo estallido: eso me pone a mil, y él: o sea que ya lo han pensado, o sea que el cabrón, cornudo, es un maldito maricón, además; Alexandra lo agarraba con fuerza cruzando sus piernas por encima de la cadera de él, cadera que se veí­a imponente. Definitivamente con ese tipo no habí­a nada que hacer, estaba como querí­a, y cualquier mujer sucumbirla a sus atractivos sexuales. Luis continuó: tu macho te va dar el gusto de que veas al maricón de tu marido humillado, chupándole la verga a otro hombre y sometido, gritando de placer, apenas la tenga bien hundida en su culo, y cuando acabe con el maricón, lo voy a obligar a ver cómo me como a su mujer en sus narices, cómo la hago gozar, cómo se retuerce de placer con un macho de verdad. Lo voy a obligar a tragarse mi leche y lo vas a ver con mi semen regado por toda su cara de cabrón. En ese momento, Alexandra no pudo más y arañando, agarrando, golpeando, se corrió en brazos de ese macho, que al ver su expresión de puta gozando, como se lo merece, tampoco fue capaz de contenerse más y vació sus testí­culos en las entrañas de Alexandra. Sus gritos, sus gemidos, sus manoteos, las expresiones de sus caras, sus movimientos incontrolados, sus convulsiones, eran la más hermosa sinfoní­a de la vida a la que uno puede asistir.
Publica tu Experiencia

🍒 Pregunta Cereza

¿Por qué crees que más personas jóvenes se identifican hoy como bisexuales? Un reciente estudio revela que 1 de cada 4 jóvenes entre 18 y 24 años se identifica como bisexual.


  • He estractado tu discurso sobre la superioridad femenina para compartírselo con una amiga, con la que soy como un hermano y que es una putaza libertina de lo mejor. Carajo, pensé que no había nadie que pensara como yo, pero que además, fuera un verdadero filósofo y reinara en su ley, con su reina. Estoy seguro de que alguna editorial podría hacer un betseller con esta historia y el escándalo producido sería una estupenda publicidad, ja ja.