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Historia de un esclavo sexual ¡ Parte 4 El Inicio (Cuarta y última Parte) Cuando Luis se recostó sobre la cama, boca arriba, Alexandra se abrazó a él, poniendo su cabeza sobre su ancho pecho, musculoso y duro, jugueteando con sus tetillas. Luis se puso de medio lado para abrazarla con sus grandes brazos, abarcándola completamente y agarrando las nalgas de mi mujer con una de sus manos, cubriéndola casi completamente. Mi mujer se veía pequeña en los brazos de ese tipo, y en su cara se podía percibir la placidez que sentía estando acurrucada en los brazos de Luis. Él, eventualmente, le tomaba el rostro y la besaba tiernamente. - Luis: ¿te pareció muy fuerte lo que te dije? - Alexandra: no, me excitó muchísimo. ¿De verdad lo quieres hacer así? - Luis: si a ti te excita, sí. - Alexandra: sí, sería muy excitante ver que te culeas a mi marido y que le llenas la boca con tu semen. - Luis: definitivamente eres más de lo que soñé, lástima haber llegado tarde a tu vida - Alexandra: ¿por qué tarde? ¿No la estamos pasando bien? - Luis: sí, pero me hubiera gustado mucho haberte hecho mi mujer, vivir la vida al lado de una mujer como tú es lo que siempre quise. - Alexandra: ¿por qué? ¿Cómo crees que sería? - Luis: sería delicioso darte gusto, complaciendo tus deseos sexuales. - Alexandra: ahora los estás complaciendo, o ¿a qué te refieres? - Luis: yo te hubiera dado todo el gusto que quisieras, incluido el de darme el gusto de verte fornicando con otros, como le gusta a tu marido. - Alexandra: ¿te gustaría verme fornicando con otros? - Luis: sí - Alexandra: o sea que salí doblemente premiada, me encontré un amante que también es un cabroncito. Y Alexandra lo besó apasionadamente. Luis se veía avergonzado, pero feliz, de que esta mujer entendiera sus sentimientos. - Alexandra: sabes papito, con todo el placer del mundo te doy el gusto de verme fornicando con otros cuando quieras. - Luis: ¿lo harías? - Alexandra: sí - Luis: siempre he fantaseado con ver a mi novia o a mi mujer cogiendo con mi mejor amigo, o que furtivamente coquetee con mis amigos, eso me pone a mil, y nunca me atreví a proponérselo a ninguna de mis novias. - Alexandra: yo lo hará con tanto placer. Y se acercaba a la oreja de Luis y se la mordisqueaba. Al escuchar esto le dije a Alexandra, que no paraba de pajearme mientras veíamos el video, y yo le masajeaba su clítoris: cómo eres de puta, y ella me contestó: así no era que querías que fuera, cabroncito de mierda, y como no voy a aprovechar si, a falta de uno, ya tengo dos cabrones para ponerles los cuernos. Mientras tanto, en el video, Alexandra tenía la verga de Luis en una de sus manos, de nuevo lista para volver a taladrar lo que se le atravesara. El descubrimiento que estaba haciendo Luis y poder abrirse a estas nuevas experiencias lo tenían en una excitación sin final. - Luis: ¿mañana sábado podríamos vernos de nuevo? - Alexandra: creo que sí, puedo organizar para que las niñas amanezcan con mi mamá, y así te puedo invitar a nuestro apartamento, para que me comas delante del cabrón de mi marido, en su propia cama, y me des el gusto de ver cómo te lo culeas, ¿te gustaría? - Luis: claro. Podríamos organizar para darle la sorpresa a tu marido, yo podrá llevar algunos juguetes que tengo y hacerlo sentir como quiere: un cabrón sometido. - Alexandra: mejor no sigas porque la cámara está prendida y se daña la sorpresa, ahora lo hablamos. - Luis: ah, se me olvidaba. Alexandra, yo he hablado en varias ocasiones con mi mejor amigo, se llama Juan Carlos, de lo morboso que sería cogerse a su novia o a la mía entre los dos, y nunca nos hemos atrevido a proponérselo a ninguna de las novias. ¿Aceptarías darme ese gusto, hacerme realidad esa fantasía uno de estos días? - Alexandra: dime algo: ¿tú tienes novia? - Luis: sí, tú, y no te preocupes, no hay otra mujer, tuve novias en otro momento, no tenía hace ya más de un año, hasta hoy que encontré la que siempre soñé. Y pasó su mano por la cuca de Alexandra y le metió uno de sus dedos en el coñito. - Alexandra: me encantaría que me cogieran entre tú y tu amigo, y sería súper morboso obligar al cabrón de mi marido a ver cómo me cogen entre dos machos. Luis no aguantaba ya la excitación. Se puso de rodillas entre las piernas de Alexandra y le hundió su verga, de un solo golpe, sin nada de resistencia y con toda la facilidad que da el hecho de encontrar una vagina completamente lubricada, y produjo un pequeño gemido en Alexandra, y empezó a clavarla a un ritmo vertiginoso. Alexandra gemía de placer sin parar. Después de un rato tomó a Alexandra por su cintura y la volteó, haciendo que se pusiera en cuatro y, desde atrás, con la vista alucinante del espectacular culo de Alexandra, la embistió con fuerza, moviéndose de nuevo aceleradamente. El pene de Luis se veía como un enorme pistón entrando y saliendo rápidamente de la concha de Alexandra, haciendo que ella se retorciera y gritara de placer. Luis le daba algunas nalgadas mientras le decía: puta, cómo te gusta que te claven. De ahora en adelante vas a vivir clavada, perra. Y ella contestaba: sí, papi, clávame. Hubo un momento en que Luis apoyó sus dos manos en la espalda de Alexandra, obligándola a apoyar sus tetas contra la cama, apretándola con fuerza, dejándola casi sin la posibilidad de respirar, mientras le clavaba violentamente su verga. Era una imagen perturbadora esa del macho, con un cuerpo atlético, sometiendo con toda su fuerza ese cuerpo femenino, con curvas voluptuosas, enloquecedoras, frágil, pero deseoso de recibir el castigo viril del miembro masculino. Cómo gemía y cómo pedía más. Es paradójico que parezca violento, que parezca un castigo, pero en realidad es el más inmenso placer al que aspira la hembra. Luis le gritaba: esto es lo que querías, puta degenerada, y no paraba de clavarle su herramienta. Alexandra agarraba con fuerza la almohada, sintiéndose ahogada por la presión de Luis, pero en éxtasis, recibiendo gustosa todas sus embestidas, y deseando que nunca parara. Estando así, completamente inmovilizada, por la presión que Luis ejercía sobre su espalda con una mano y sobre su cabeza con la otra, sintiendo a veces el tirón que Luis le hacía por su cabello para voltearle la cara y poder besarla con frenesí, o para insultarla, haciéndole saber lo puta que era, y con su culo parado para recibir con facilidad y en toda su extensión la verga de Luis, Alexandra sintió rápidamente la inminencia de un nuevo orgasmo y luchando inútilmente por liberarse de la presión que ejercía Luis sobre ella, sucumbió nuevamente a una volcánica corrida, en medio de su forcejeo, puñetazos lanzados a la almohada, gritos desesperados. En la cara sudorosa de Luis se veía la satisfacción producida por todo el placer que le estaba dando a esa hembra, y cuando ella empezó a gritarle: eres un maldito cabrón, te voy a poner los cachos con tu amigo para hacerte más cabrón de lo que eres, se descontroló, perdió su capacidad de contenerse, y sintiendo que era inevitable correrse, se salió del coño de Alexandra, la tomé con fuerza por el cabello, obligándola a mamárselo, él arrodillado en la cama y ella tendida de espaldas, moviendo la cabeza de Alexandra acompasadamente con el movimiento de su cadera, diciéndole: chupe, perra pichadora, que te vas a tener que tragar toda mi leche. Y cuando se vino, agarrándola a ella con fuerza para obligarla a tragarse todo su semen, se vio que Alexandra no podía con toda la cantidad de líquido que habían vaciado en su boca más el enorme miembro que le daba dificultad abarcar con sus labios, y cómo se chorreaba aquel líquido por la boca de Alexandra. Luis, por el descontrol del orgasmo, la liberó, y al salir su verga, que todavía estaba en las contracciones del orgasmo, expulsando leche, le lleno la cara de semen a Alexandra. La cara de ella mostraba esa expresión de puta satisfecha, de perra degenerada, que ha logrado su objetivo de escurrir al macho a su antojo, mientras se saboreaba lamiendo la leche de Luis en su cara o directamente del pene de Luis. Luis cayó de espaldas sobre la cama, exhausto, y Alexandra aprovechó y lo besó apasionadamente, haciendo que saboreara en su boca su propio semen. Después Alexandra me contó que lo hizo premeditadamente. Alexandra acostumbra a preparar el terreno, muy inteligentemente y de manera muy sutil, para lograr lo que quiere fácilmente, sin mucha resistencia. Cuando uno menos piensa ya es presa de sus deseos, por más absurdos que inicialmente estos hubieran podido parecer. No sé para qué estaba preparando a Luis, haciéndolo lamer su propio semen en su boca, pero seguramente era algo muy morboso para lo que estaba amaestrándolo muy sutilmente. - Alexandra: ¿te gusta mi boca con sabor a semen? Y lo seguía besando. - Luis: sí. Embotado y embobado por todo lo que había vivido en esas horas con ella. Finalmente Alexandra dijo: es tarde y quedé que recogíamos a Damián a la una, vámonos por favor. En el camino tenemos cosas que hablar. En la pantalla apareció Alexandra vistiéndose (sólo era ponerse su media pantalón, su vestido y sus sandalias) y atrás Luis haciendo lo mismo. Luis sacó unos billetes de su billetera y se los entregó a Alexandra diciéndole: a las putas se les paga por sus servicios, y si tú vas a ser mi putica, pues quiero pagarte, para que seas puta de verdad. Alexandra hizo unos gestos picaros a la cámara y luego la apagó. Desesperadamente le pregunté qué había pasado luego y qué habían hablado, y Alexandra me dijo: sólo te voy a contar lo que es necesario que sepas, el resto, te toca aguantarte. Simplemente acabamos de vestirnos y Luis pagó el motel, bajamos, Luis abrió la puerta del garaje, sin aún montarnos al carro, y con todas las luces encendidas, y en ese preciso momento, en la cabaña del frente, otra pareja hacía exactamente lo mismo. Uno no puede evitar mirar, y cuando lo hice estaban Mary, mi prima, y Jimmy, su novio, mirándonos. La verdad no sabía qué hacer, me dio algo de susto, pero siendo todo tan evidente, pues tomé fuerzas y los saludé. Ellos, seguramente también incómodos, pero sabiendo que yo estaba en desventaja, se acercaron hasta nosotros para contestar el saludo. En la mirada de Mary se veía asombro, pero se podía adivinar ese gustico morboso que le producía el haberme pillado in fraganti. Me dijo: hola querida, ¿cómo va todo? Y yo le contesté: bien. Y ella replicó: claro, es bueno esto de darse un gustico de vez en cuando; mientras examinaba de arriba a abajo a Luis. Jimmy sólo dijo ¡hola!, y, más discreto, permaneció callado. Yo le dije, sí, hace falta. Luego, simplemente dijo: bueno querida, ya está muy tarde, hablamos después, chao. Yo estaba asustado, sabía que por intermedio de Mary se podía enterar la familia de Alexandra, y la verdad no me sentía para nada bien con ello. Le dije: y ¿qué piensas hacer? ¿Tú crees que contará? Y Alexandra me contestó: ella recalcó mucho el "hablamos después", por lo que creo que me va a llamar queriendo saber más. Yo le dije: y ¿qué piensas decirle? Y ella me replicó: voy a esperar a ver qué dice ella y según lo que diga, y cómo la vea, pues trato de sacar provecho de la situación. Preguntó ¿cómo así, qué provecho puedes sacar? Alexandra, con esa mezcla de picardía y sensualidad morbosa, me dijo: pues ahora, no sólo eres un cornudo cabroncito, sino que, además, ya hay gente que lo sabe. Yo no te voy a hacer daño, pero me excita que Mary sepa que te pongo los cachos, y si mi familia se llega a enterar, pues seguramente me tocará decir algo y pedir que no se metan, porque seguro van a salir en tu defensa, pero de pronto también le saco provecho a eso. Y siguió: querías ser cabrón, cornudo, pues lo has logrado, y ya se sabe que lo eres, y lo disfruto. Yo sentía rabia, pero al mismo tiempo la embriaguez del morbo, y simplemente me dejé llevar por el placer que me daba la rica mamada que empezó a propinarme Alexandra. Se montó encima y se clavó en mi verga, y empezó un movimiento salvaje. Se acercaba a mi oído y me decía: vas a ser mi esclavo sexual, te voy a utilizar como me dio la gana, me voy a aprovechar, como no te alcanzas a imaginar, de lo cabrón, degenerado que eres, y voy a gozar como la más puta de todas las putas. Yo masajeaba sus ricas tetas y me incorporaba un poco para mamárselas, mientras ella me cabalgaba como una posesa, que sólo busca el placer que le produce una verga clavándose en su coño. Era tan rico tener a esa hembrota presa del más morboso placer sexual que se puede sentir, mientras todo mi cuerpo y mi cerebro se hundían en las más aturdidoras sensaciones sexuales que un ser humano puede soportar. De un momento a otro me encontré esposado; muy hábilmente Alexandra, sin darme cuenta cuándo ni cómo, había sacado unas esposas que tenemos de un kit de juguetes, y, rápidamente, me había unido las manos arriba de mi cabeza. Luego sacó una venda del mismo kit y me quitó la posibilidad de ver lo que pretendía hacer. Simplemente sentía ruidos y luego, Alexandra me volteó violentamente; sentí sus manos, con algo grasoso, abriendo mi ano, y luego, algo duro que empezó a abrir mis esfínteres, y una vez logré abrir, el movimiento de su cuerpo sobre el mío. Alexandra me estaba sodomizando con un arnés y me decía al oído: tengo que prepararte el culo porque no voy a descansar hasta que Luis te clave. Me voy a dar el gusto de ver cómo te hace maricón Luis, dándote por ese culo de mariquita que tienes. Tú sabes cuánto he querido ver eso, y no voy a perder la oportunidad de lograr que finalmente Luis te rompa el culo con su enorme verga, para que sientas lo rico que es tener un macho de verdad dentro de uno, clavándosela, como se clavan a tu mujer. Y Alexandra gemía, mientras el vaivén de ese consolador en mi culo empezaba a producir un extraño placer, que unos segundos antes era una sensación desagradable. Sentía que el roce del arnés en el coño de Alexandra le producía un gran placer, más todo el morbo que sentía sometiéndome de esa manera, la tenían a punto de estallar una vez más. Alexandra continuaba diciéndome al oído, mientras no paraba su movimiento clavándome el consolador, algunas veces con mucha fuerza, y logrando que yo sintiera muchísimo placer con lo que estaba haciendo: cómo eres de mariquita, apuesto a que deseas que un macho como Luis te la meta en ese culo. ¿Dime lo deseas? Yo, sabiendo que esa era su manera de preparar el terreno para lograr su cometido, y con plena conciencia de que mi respuesta sería mi sentencia final, siendo víctima de todas esas lujuriosas sensaciones que me invadían, no quería más que responder que sí, y así lo hice. Y claro, Alexandra me sentenció: pues entonces voy hacer que Luis te haga su putica, maricón de mierda, te aseguro que un machote te va a romper ese culo de mariquita con su verga, para que sepas lo que es un macho de verdad, maldito cabrón. Y Alexandra se retorció en un orgasmo monumental, arañándome la espalda, dándome golpes, y hundiendo el consolador en mis entrañas violentamente. Cuando pasó el clímax, se retiró de mi culo, me puso boca arriba de nuevo, me quitó la venda y empezó a masturbarme y a chuparme la verga alternadamente. Con mis manos aún esposadas, no podía cogerla, que era lo que en ese momento quería, para clavársela con rabia y hacerla sentir mi verga en su cuca, que seguramente estaría muy sensible por todo el uso que había tenido, y me hubiera podido aprovechar de esa sensibilidad para hacerla gritar. Pero ella era dueña de la situación y, entre mamadas y masturbadas, hizo que me viniera a chorros en sus tetas y parte de su cara. Fue un polvo espectacular, que seguramente pagaría con lo que me esperaba, con lo cornudo y cabrón que me iban a volver, más de lo que ya era. Definitivamente había empezado un viaje sin regreso, en el que sería el esclavo sexual de Alexandra, con todo lo que ello puede traer de sorpresas, deseadas y no deseadas, pero la verdad, yo estaba dispuesto a correr los riesgos y a pagar el precio que ella me obligara a pagar. En verdad, disfruto inmensamente de ser su esclavo sexual. Luego contaré lo que pasó con Luis al día siguiente y qué sucedió con la prima de Alexandra, Mary.