Guía Cereza
Publicado hace 16 años Categoría: Bisexuales 1K Vistas
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Historia de un esclavo sexual ¡ Parte 4 El Inicio (Cuarta y última Parte) Cuando Luis se recostó sobre la cama, boca arriba, Alexandra se abrazó a él, poniendo su cabeza sobre su ancho pecho, musculoso y duro, jugueteando con sus tetillas. Luis se puso de medio lado para abrazarla con sus grandes brazos, abarcándola completamente y agarrando las nalgas de mi mujer con una de sus manos, cubriéndola casi completamente. Mi mujer se veí­a pequeña en los brazos de ese tipo, y en su cara se podí­a percibir la placidez que sentí­a estando acurrucada en los brazos de Luis. Él, eventualmente, le tomaba el rostro y la besaba tiernamente. - Luis: ¿te pareció muy fuerte lo que te dije? - Alexandra: no, me excitó muchí­simo. ¿De verdad lo quieres hacer así­? - Luis: si a ti te excita, sí­. - Alexandra: sí­, serí­a muy excitante ver que te culeas a mi marido y que le llenas la boca con tu semen. - Luis: definitivamente eres más de lo que soñé, lástima haber llegado tarde a tu vida - Alexandra: ¿por qué tarde? ¿No la estamos pasando bien? - Luis: sí­, pero me hubiera gustado mucho haberte hecho mi mujer, vivir la vida al lado de una mujer como tú es lo que siempre quise. - Alexandra: ¿por qué? ¿Cómo crees que serí­a? - Luis: serí­a delicioso darte gusto, complaciendo tus deseos sexuales. - Alexandra: ahora los estás complaciendo, o ¿a qué te refieres? - Luis: yo te hubiera dado todo el gusto que quisieras, incluido el de darme el gusto de verte fornicando con otros, como le gusta a tu marido. - Alexandra: ¿te gustarí­a verme fornicando con otros? - Luis: sí­ - Alexandra: o sea que salí­ doblemente premiada, me encontré un amante que también es un cabroncito. Y Alexandra lo besó apasionadamente. Luis se veí­a avergonzado, pero feliz, de que esta mujer entendiera sus sentimientos. - Alexandra: sabes papito, con todo el placer del mundo te doy el gusto de verme fornicando con otros cuando quieras. - Luis: ¿lo harí­as? - Alexandra: sí­ - Luis: siempre he fantaseado con ver a mi novia o a mi mujer cogiendo con mi mejor amigo, o que furtivamente coquetee con mis amigos, eso me pone a mil, y nunca me atreví­ a proponérselo a ninguna de mis novias. - Alexandra: yo lo hará con tanto placer. Y se acercaba a la oreja de Luis y se la mordisqueaba. Al escuchar esto le dije a Alexandra, que no paraba de pajearme mientras veí­amos el video, y yo le masajeaba su clí­toris: cómo eres de puta, y ella me contestó: así­ no era que querí­as que fuera, cabroncito de mierda, y como no voy a aprovechar si, a falta de uno, ya tengo dos cabrones para ponerles los cuernos. Mientras tanto, en el video, Alexandra tení­a la verga de Luis en una de sus manos, de nuevo lista para volver a taladrar lo que se le atravesara. El descubrimiento que estaba haciendo Luis y poder abrirse a estas nuevas experiencias lo tení­an en una excitación sin final. - Luis: ¿mañana sábado podrí­amos vernos de nuevo? - Alexandra: creo que sí­, puedo organizar para que las niñas amanezcan con mi mamá, y así­ te puedo invitar a nuestro apartamento, para que me comas delante del cabrón de mi marido, en su propia cama, y me des el gusto de ver cómo te lo culeas, ¿te gustarí­a? - Luis: claro. Podrí­amos organizar para darle la sorpresa a tu marido, yo podrá llevar algunos juguetes que tengo y hacerlo sentir como quiere: un cabrón sometido. - Alexandra: mejor no sigas porque la cámara está prendida y se daña la sorpresa, ahora lo hablamos. - Luis: ah, se me olvidaba. Alexandra, yo he hablado en varias ocasiones con mi mejor amigo, se llama Juan Carlos, de lo morboso que serí­a cogerse a su novia o a la mí­a entre los dos, y nunca nos hemos atrevido a proponérselo a ninguna de las novias. ¿Aceptarí­as darme ese gusto, hacerme realidad esa fantasí­a uno de estos dí­as? - Alexandra: dime algo: ¿tú tienes novia? - Luis: sí­, tú, y no te preocupes, no hay otra mujer, tuve novias en otro momento, no tení­a hace ya más de un año, hasta hoy que encontré la que siempre soñé. Y pasó su mano por la cuca de Alexandra y le metió uno de sus dedos en el coñito. - Alexandra: me encantarí­a que me cogieran entre tú y tu amigo, y serí­a súper morboso obligar al cabrón de mi marido a ver cómo me cogen entre dos machos. Luis no aguantaba ya la excitación. Se puso de rodillas entre las piernas de Alexandra y le hundió su verga, de un solo golpe, sin nada de resistencia y con toda la facilidad que da el hecho de encontrar una vagina completamente lubricada, y produjo un pequeño gemido en Alexandra, y empezó a clavarla a un ritmo vertiginoso. Alexandra gemí­a de placer sin parar. Después de un rato tomó a Alexandra por su cintura y la volteó, haciendo que se pusiera en cuatro y, desde atrás, con la vista alucinante del espectacular culo de Alexandra, la embistió con fuerza, moviéndose de nuevo aceleradamente. El pene de Luis se veí­a como un enorme pistón entrando y saliendo rápidamente de la concha de Alexandra, haciendo que ella se retorciera y gritara de placer. Luis le daba algunas nalgadas mientras le decí­a: puta, cómo te gusta que te claven. De ahora en adelante vas a vivir clavada, perra. Y ella contestaba: sí­, papi, clávame. Hubo un momento en que Luis apoyó sus dos manos en la espalda de Alexandra, obligándola a apoyar sus tetas contra la cama, apretándola con fuerza, dejándola casi sin la posibilidad de respirar, mientras le clavaba violentamente su verga. Era una imagen perturbadora esa del macho, con un cuerpo atlético, sometiendo con toda su fuerza ese cuerpo femenino, con curvas voluptuosas, enloquecedoras, frágil, pero deseoso de recibir el castigo viril del miembro masculino. Cómo gemí­a y cómo pedí­a más. Es paradójico que parezca violento, que parezca un castigo, pero en realidad es el más inmenso placer al que aspira la hembra. Luis le gritaba: esto es lo que querí­as, puta degenerada, y no paraba de clavarle su herramienta. Alexandra agarraba con fuerza la almohada, sintiéndose ahogada por la presión de Luis, pero en éxtasis, recibiendo gustosa todas sus embestidas, y deseando que nunca parara. Estando así­, completamente inmovilizada, por la presión que Luis ejercí­a sobre su espalda con una mano y sobre su cabeza con la otra, sintiendo a veces el tirón que Luis le hací­a por su cabello para voltearle la cara y poder besarla con frenesí­, o para insultarla, haciéndole saber lo puta que era, y con su culo parado para recibir con facilidad y en toda su extensión la verga de Luis, Alexandra sintió rápidamente la inminencia de un nuevo orgasmo y luchando inútilmente por liberarse de la presión que ejercí­a Luis sobre ella, sucumbió nuevamente a una volcánica corrida, en medio de su forcejeo, puñetazos lanzados a la almohada, gritos desesperados. En la cara sudorosa de Luis se veí­a la satisfacción producida por todo el placer que le estaba dando a esa hembra, y cuando ella empezó a gritarle: eres un maldito cabrón, te voy a poner los cachos con tu amigo para hacerte más cabrón de lo que eres, se descontroló, perdió su capacidad de contenerse, y sintiendo que era inevitable correrse, se salió del coño de Alexandra, la tomé con fuerza por el cabello, obligándola a mamárselo, él arrodillado en la cama y ella tendida de espaldas, moviendo la cabeza de Alexandra acompasadamente con el movimiento de su cadera, diciéndole: chupe, perra pichadora, que te vas a tener que tragar toda mi leche. Y cuando se vino, agarrándola a ella con fuerza para obligarla a tragarse todo su semen, se vio que Alexandra no podí­a con toda la cantidad de lí­quido que habí­an vaciado en su boca más el enorme miembro que le daba dificultad abarcar con sus labios, y cómo se chorreaba aquel lí­quido por la boca de Alexandra. Luis, por el descontrol del orgasmo, la liberó, y al salir su verga, que todaví­a estaba en las contracciones del orgasmo, expulsando leche, le lleno la cara de semen a Alexandra. La cara de ella mostraba esa expresión de puta satisfecha, de perra degenerada, que ha logrado su objetivo de escurrir al macho a su antojo, mientras se saboreaba lamiendo la leche de Luis en su cara o directamente del pene de Luis. Luis cayó de espaldas sobre la cama, exhausto, y Alexandra aprovechó y lo besó apasionadamente, haciendo que saboreara en su boca su propio semen. Después Alexandra me contó que lo hizo premeditadamente. Alexandra acostumbra a preparar el terreno, muy inteligentemente y de manera muy sutil, para lograr lo que quiere fácilmente, sin mucha resistencia. Cuando uno menos piensa ya es presa de sus deseos, por más absurdos que inicialmente estos hubieran podido parecer. No sé para qué estaba preparando a Luis, haciéndolo lamer su propio semen en su boca, pero seguramente era algo muy morboso para lo que estaba amaestrándolo muy sutilmente. - Alexandra: ¿te gusta mi boca con sabor a semen? Y lo seguí­a besando. - Luis: sí­. Embotado y embobado por todo lo que habí­a vivido en esas horas con ella. Finalmente Alexandra dijo: es tarde y quedé que recogí­amos a Damián a la una, vámonos por favor. En el camino tenemos cosas que hablar. En la pantalla apareció Alexandra vistiéndose (sólo era ponerse su media pantalón, su vestido y sus sandalias) y atrás Luis haciendo lo mismo. Luis sacó unos billetes de su billetera y se los entregó a Alexandra diciéndole: a las putas se les paga por sus servicios, y si tú vas a ser mi putica, pues quiero pagarte, para que seas puta de verdad. Alexandra hizo unos gestos picaros a la cámara y luego la apagó. Desesperadamente le pregunté qué habí­a pasado luego y qué habí­an hablado, y Alexandra me dijo: sólo te voy a contar lo que es necesario que sepas, el resto, te toca aguantarte. Simplemente acabamos de vestirnos y Luis pagó el motel, bajamos, Luis abrió la puerta del garaje, sin aún montarnos al carro, y con todas las luces encendidas, y en ese preciso momento, en la cabaña del frente, otra pareja hací­a exactamente lo mismo. Uno no puede evitar mirar, y cuando lo hice estaban Mary, mi prima, y Jimmy, su novio, mirándonos. La verdad no sabí­a qué hacer, me dio algo de susto, pero siendo todo tan evidente, pues tomé fuerzas y los saludé. Ellos, seguramente también incómodos, pero sabiendo que yo estaba en desventaja, se acercaron hasta nosotros para contestar el saludo. En la mirada de Mary se veí­a asombro, pero se podí­a adivinar ese gustico morboso que le producí­a el haberme pillado in fraganti. Me dijo: hola querida, ¿cómo va todo? Y yo le contesté: bien. Y ella replicó: claro, es bueno esto de darse un gustico de vez en cuando; mientras examinaba de arriba a abajo a Luis. Jimmy sólo dijo ¡hola!, y, más discreto, permaneció callado. Yo le dije, sí­, hace falta. Luego, simplemente dijo: bueno querida, ya está muy tarde, hablamos después, chao. Yo estaba asustado, sabí­a que por intermedio de Mary se podí­a enterar la familia de Alexandra, y la verdad no me sentí­a para nada bien con ello. Le dije: y ¿qué piensas hacer? ¿Tú crees que contará? Y Alexandra me contestó: ella recalcó mucho el "hablamos después", por lo que creo que me va a llamar queriendo saber más. Yo le dije: y ¿qué piensas decirle? Y ella me replicó: voy a esperar a ver qué dice ella y según lo que diga, y cómo la vea, pues trato de sacar provecho de la situación. Preguntó ¿cómo así­, qué provecho puedes sacar? Alexandra, con esa mezcla de picardí­a y sensualidad morbosa, me dijo: pues ahora, no sólo eres un cornudo cabroncito, sino que, además, ya hay gente que lo sabe. Yo no te voy a hacer daño, pero me excita que Mary sepa que te pongo los cachos, y si mi familia se llega a enterar, pues seguramente me tocará decir algo y pedir que no se metan, porque seguro van a salir en tu defensa, pero de pronto también le saco provecho a eso. Y siguió: querí­as ser cabrón, cornudo, pues lo has logrado, y ya se sabe que lo eres, y lo disfruto. Yo sentí­a rabia, pero al mismo tiempo la embriaguez del morbo, y simplemente me dejé llevar por el placer que me daba la rica mamada que empezó a propinarme Alexandra. Se montó encima y se clavó en mi verga, y empezó un movimiento salvaje. Se acercaba a mi oí­do y me decí­a: vas a ser mi esclavo sexual, te voy a utilizar como me dio la gana, me voy a aprovechar, como no te alcanzas a imaginar, de lo cabrón, degenerado que eres, y voy a gozar como la más puta de todas las putas. Yo masajeaba sus ricas tetas y me incorporaba un poco para mamárselas, mientras ella me cabalgaba como una posesa, que sólo busca el placer que le produce una verga clavándose en su coño. Era tan rico tener a esa hembrota presa del más morboso placer sexual que se puede sentir, mientras todo mi cuerpo y mi cerebro se hundí­an en las más aturdidoras sensaciones sexuales que un ser humano puede soportar. De un momento a otro me encontré esposado; muy hábilmente Alexandra, sin darme cuenta cuándo ni cómo, habí­a sacado unas esposas que tenemos de un kit de juguetes, y, rápidamente, me habí­a unido las manos arriba de mi cabeza. Luego sacó una venda del mismo kit y me quitó la posibilidad de ver lo que pretendí­a hacer. Simplemente sentí­a ruidos y luego, Alexandra me volteó violentamente; sentí­ sus manos, con algo grasoso, abriendo mi ano, y luego, algo duro que empezó a abrir mis esfí­nteres, y una vez logré abrir, el movimiento de su cuerpo sobre el mí­o. Alexandra me estaba sodomizando con un arnés y me decí­a al oí­do: tengo que prepararte el culo porque no voy a descansar hasta que Luis te clave. Me voy a dar el gusto de ver cómo te hace maricón Luis, dándote por ese culo de mariquita que tienes. Tú sabes cuánto he querido ver eso, y no voy a perder la oportunidad de lograr que finalmente Luis te rompa el culo con su enorme verga, para que sientas lo rico que es tener un macho de verdad dentro de uno, clavándosela, como se clavan a tu mujer. Y Alexandra gemí­a, mientras el vaivén de ese consolador en mi culo empezaba a producir un extraño placer, que unos segundos antes era una sensación desagradable. Sentí­a que el roce del arnés en el coño de Alexandra le producí­a un gran placer, más todo el morbo que sentí­a sometiéndome de esa manera, la tení­an a punto de estallar una vez más. Alexandra continuaba diciéndome al oí­do, mientras no paraba su movimiento clavándome el consolador, algunas veces con mucha fuerza, y logrando que yo sintiera muchí­simo placer con lo que estaba haciendo: cómo eres de mariquita, apuesto a que deseas que un macho como Luis te la meta en ese culo. ¿Dime lo deseas? Yo, sabiendo que esa era su manera de preparar el terreno para lograr su cometido, y con plena conciencia de que mi respuesta serí­a mi sentencia final, siendo ví­ctima de todas esas lujuriosas sensaciones que me invadí­an, no querí­a más que responder que sí­, y así­ lo hice. Y claro, Alexandra me sentenció: pues entonces voy hacer que Luis te haga su putica, maricón de mierda, te aseguro que un machote te va a romper ese culo de mariquita con su verga, para que sepas lo que es un macho de verdad, maldito cabrón. Y Alexandra se retorció en un orgasmo monumental, arañándome la espalda, dándome golpes, y hundiendo el consolador en mis entrañas violentamente. Cuando pasó el clí­max, se retiró de mi culo, me puso boca arriba de nuevo, me quitó la venda y empezó a masturbarme y a chuparme la verga alternadamente. Con mis manos aún esposadas, no podí­a cogerla, que era lo que en ese momento querí­a, para clavársela con rabia y hacerla sentir mi verga en su cuca, que seguramente estarí­a muy sensible por todo el uso que habí­a tenido, y me hubiera podido aprovechar de esa sensibilidad para hacerla gritar. Pero ella era dueña de la situación y, entre mamadas y masturbadas, hizo que me viniera a chorros en sus tetas y parte de su cara. Fue un polvo espectacular, que seguramente pagarí­a con lo que me esperaba, con lo cornudo y cabrón que me iban a volver, más de lo que ya era. Definitivamente habí­a empezado un viaje sin regreso, en el que serí­a el esclavo sexual de Alexandra, con todo lo que ello puede traer de sorpresas, deseadas y no deseadas, pero la verdad, yo estaba dispuesto a correr los riesgos y a pagar el precio que ella me obligara a pagar. En verdad, disfruto inmensamente de ser su esclavo sexual. Luego contaré lo que pasó con Luis al dí­a siguiente y qué sucedió con la prima de Alexandra, Mary.
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