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Historia de un esclavo sexual. Parte 6 Un domingo alucinante (Domingo) En la mañana del domingo me despertaron de nuevo los gemidos y gritos de Alexandra. Seguro se habían despertado y el tipo no perdió la oportunidad para volvérsela a clavar. Yo seguía esposado, amarrado con cadenas a la baranda a la entrada de nuestra habitación, desnudo, tirado en el suelo. Sentí que abrieron la ducha y Alexandra salió de la habitación. Luis se estaba bañando. Alexandra cariñosamente me incorporé diciéndome: ¿como amaneció el cornudito más cabrón que existe?, ves papi, eso te pasa por ser tan cabrón. Ven te suelto para que te organices y comas algo porque aún te va a tocar sufrir mucho, y desató las cadenas y abrió las esposas. Su cuerpo olía a pecado, a fluidos de macho mezclados con los de hembra, a fornicación, y eso me excitaba enormemente. Me dijo que me bañara en uno de los baños de las otras habitaciones y que en la cama encontraría la ropa que quería que usara. Eran ya más o menos las 11 de la mañana. Obedecí. Alexandra preparó desayuno y nos invitó a Luis y a mí a sentarnos a la mesa juntos. Luis había salido del baño, se había organizado y llevaba puesto sólo una pantaloneta. Lo que yo encontré en la cama para ponerme fue sólo un pantaloncillo tipo tanga brasilera que Alexandra me había comprado. Me sentía ridículo vestido así, al lado de los músculos de Luis que exhibía arrogantemente. Yo comí prácticamente en silencio pero ellos dos se hacían cariños y se reían. Disfrutaban el coqueteo y el morbo que le ponían a todo. Al terminar, Alexandra se fue a bañar y yo me fui a lavarme los dientes, igual que Luis, sólo que él lo hizo en el baño de nuestra habitación donde Alexandra se bañaba. Cuando terminé, Luis me estaba esperando y me dijo: necesito que hablemos. Nos sentamos en el estar que hay entre las habitaciones. Me dijo: espero que ya tengás claro que de ahora en adelante yo soy el macho de esta casa y que vos te tenés que someter cuando yo esté aquí. No te preocupés que yo voy a respetar cuando las niñas están, yo no voy a estar, pero cuando yo esté vos te sometés o te someto a la fuerza y te va peor. Yo me voy a encargar de darle a Alexandra el placer que se merece y que un mariquita como vos no le puede dar. Y como soy el macho de la casa yo proveo el mercado y lo que necesite Alexandra, y me la voy a llevar muchas veces a mi apartamento, o a un motel, o a donde yo quiera y cuidado con tratar de oponerte. Luego se acercó a mí y me susurró al oído: claro que de vez en cuando también te voy a llevar a vos, porque no me voy a perder el placer de romperte ese culo de marica tan rico que tenés. Y mi excitación crecía. Ahora vienen tres amigos míos. Vamos a hacer algo que siempre quise hacer y te voy poner una tarea que espero que hagás muy bien, porque si no lo hacés, te encierro y no te permito ver nada. ¿Vas a hacer lo que te diga? No me quedaba más remedio que responder que sí. Ya Alexandra había terminado de vestirse y organizarse y se unió a la conversación diciendo: te aseguro mi cabroncito que nunca te imaginaste lo que vas a ver hoy, si te portás bien. Lo que tienes que hacer es filmar todo lo que vamos a hacer hoy, sin perder ningún detalle, para que luego lo repases una y otra vez y te masturbes esa pija de mentiras que tenés, viendo verdaderos machos gozándose a tu mujer, cabrón. Al rato anunciaron a los visitantes, que rápidamente estaban ya en nuestro apartamento. Uno era de pelo rubio, bronceado, un poco menos alto que Luis, también un poco más joven, pero también fornido y con trabajo de gimnasio. Se llamaba Jorge. Otro era más o menos de la misma edad de Luis, un poco más blanco que el y un poco más alto. Pelo negro y ojos cafés, más musculoso que Luis. Se llamaba Juan Carlos y era el amigo del que ya le había hablado a Alexandra. El tercero era Daniel, blanco, ojos negros, musculoso, un poco bronceado, un poco más bajo que Luis. Todos eran, sin duda, muy atractivos, por cómo le brillaban los ojos a Alexandra cuando se acercaron a saludarla, saludo que descaradamente fue con agarrón de las nalgas de Alexandra y beso en la boca. Todos al verme se reían y decían cosas como: mucho mariquita este; ya está vestido listo para que lo enculen, porque esa tanga es para provocar y lograr que finalmente alguien le rompa ese culo, el muy maricón. Después anunciaron un domicilio y era mercado que había ordenado Luis. Todos ayudaron a descargarlo y organizarlo mientras hablaban morbosamente acerca de Alexandra, mientras ella en la sala conversaba conmigo. Me preguntó: ¿tienes susto?, y le dije: tengo rabia. Ella dijo: Ya no es hora de eso. Tú querías ser un cabrón sometido y eso te estoy dando. Te sugiero que lo disfrutes, porque yo sin duda lo haré. No me voy a perder de todo este placer por un mariquita como tú. Y me besó apasionadamente, diciendo: mi cabroncito delicioso, seguro que alguno de ellos no se aguanta y te da el gustazo de culearte bien rico, que yo sé que eso es lo que quieres. En eso se acercaron ellos, los cuatro, que ya habían terminado con lo del mercado, con cervezas en la mano. Y Luis dijo: les presento al cabrón que ya esté listo para la acción. Todos rieron. Juan Carlos dijo: nos vamos a dar un banquete con tu mujercita, cabroncito, que ni ella ni tú van a olvidar nunca. Daniel se acercó a mí y dijo agarrándome las nalgas: pero tranquilo que para vos también hay, mariconcito. Luis terminó diciendo: tomó la cámara y no perdés detalle en la filmación, y paremos de prestarle ya atención al cabrón, que la reina y centro de atención va a ser esta putica deliciosa. Luis me entregó la cámara, yo empecé a filmar inmediatamente y Luis tomó a Alexandra y la besó apasionadamente y la manoseaba por encima de su vestido. Ella tenía un vestido corto muy pegado al cuerpo, sin brasier y una tanga que se marcaba provocativa. En la pantaloneta de Luis se veía ya algo levantado y duro. Juan Carlos se acercó por detrás y le agarraba las nalgas mientras introducía una mano por debajo del vestido. Daniel y Jorge empezaron a desvestirse y se quedaron sólo en interiores. Se podía apreciar perfectamente sus bultos en crecimiento y no eran nada insignificantes. Luis soltó a Alexandra y Jorge aprovechó para sacar una de sus tetas a través del escote del vestido, manosearla y chuparla, mientras Daniel reemplazaba a Juan Carlos en el manoseo que le estaba dando permitiendo que éste también se desvistiera y también quedara en interiores. En el bóxer de Juan Carlos ya había un miembro completamente duro que se insinuaba más grande y grueso que el de Luis, cosa que comprobé cuando finalmente quedó desnudo y liberó esa enorme bestia de su jaula. Pensaba que sería delicioso ver entrando semejante verga en la cuquita de Alexandra y cómo se retorcería y gritaría de placer. Luis se acercó a mí para ver en la pantalla de la cámara lo que estaba captando y repentinamente sentí su mano acariciando mi verga, que ya también mostraba la excitación que estaba sintiendo con lo que estaba sucediendo. Alexandra gemía mientras Jorge le chupaba las tetas y Daniel arrodillado le chupaba la chocita con la tanga a medio bajar. Después recostaron a Alexandra en el sofá grande, pero ya desnuda, y Juan Carlos, de pie, le puso su enorme verga en la cara, casi tapándola, y Alexandra trataba de chuparla, sin poder abarcarla con sus labios. En ocasiones le pegaba en la cara con su verga y ella gemía, sumisa recibiendo el castigo. Ahora era Jorge el que le daba lengüetazos en la cuquita y se saboreaba bebiendo los jugos que brotaban de aquel delicioso pozo y Daniel la manoseaba y le chupaba las tetas. Juan Carlos se dirigió hacia donde estaba Jorge, el cual se incorporó y se fue a ponerle su verga dura en la boca a Alexandra. Luis se unió a Juan Carlos y sosteniendo las piernas de Alexandra y abriéndolas, para que Juan Carlos pudiera completar su labor, ayudé para que este pusiera ese enorme y grueso trozo de carne a la entrada de la vagina de Alexandra, quien suspendió un momento la mamada que le estaba dando a Jorge, para tratar de ver cómo le entraba esa verga poderosa y provocativa, que le hacía reflejar en su cara todo el morbo y deseo que nunca había visto en ella. Juan Carlos fue introduciendo lentamente su atemorizante animal, permitiendo que todos disfrutáramos de ese culminante momento, y Alexandra se retorcía del enorme placer que sentía siendo perforada por ese macho tan atractivo y con semejante herramienta. Daniel y Jorge suspendieron sus tareas y sostenían las manos de Alexandra mientras Luis le levantaba las piernas para que Juan Carlos pudiera darle clavo sin misericordia. La muy puta se retorcía y trataba de soltarse, cosa que era imposible estando en las manos que estaba, mientras gritaba de placer. Juan Carlos le daba con mucho gusto y aumentaba la velocidad. En ocasiones disminuía la velocidad pero aumentaba la fuerza de las embestidas, y los otros tenían que poner mayor empeño en sostenerla, y ella gemía con más placer. Luis aprovechaba momentos de menos violencia para sostener sus piernas con una sola mano y utilizaba la otra para masajearle el clítoris y los otros dos se turnaban en besarla y en chuparle las tetas. Luis empezó a decirme: sólo a un cabrón, mariquita como vos, se le comen la mujer de esta manera en sus narices y en vez de tratar de evitarlo filma la clavada. Te aseguro que nunca en tu vida te imaginaste que tu mujercita pudiera gozar tanto con machos de verdad y que nunca has logrado ni el 1% del placer que nosotros le damos, porque vos de hombre no tenés nada. Yo estaba demasiado excitado con toda esa acción. Daniel se acercó a mí, tomé la cámara para continuar él filmando, pero con una mano me agarro por la cabeza y me obligó a mamárselo. Me supo delicioso y mi excitación crecía escuchando los gemidos de Alexandra. Ella ya había tenido dos escandalosos orgasmos. Juan Carlos le cedió el lugar a Jorge que se moría de ganas por clavarse a mi mujer. Juan Carlos vino hacia mí y Daniel se fue a seguir filmando. Juan Carlos me dijo: ahora vas a chupar los jugos de tu mujercita en mi verga, que es a lo único que un mariquita como vos debería tener derecho sobre esta hembrita tan deliciosa. Y le lamí esos deliciosos jugos en su verga. Qué cosa tan enorme le habían metido a Alexandra. Mientras estaba ocupado limpiando toda la humedad que había dejado Alexandra en la verga de Juan Carlos vi que Daniel intercambiaba con Jorge el puesto y clavaba con violencia a Alexandra. Jorge filmaba y le ponía la verga en la boca a Alexandra para que estuviera entretenida y no gritara tanto como lo estaba haciendo. Luis se encargaba de ayudarles a sujetar a Alexandra que se revolcaba presa del más intenso placer que una hembra puede sentir. Les ayudaba a abrirle las piernas para que sus vergas entraran fácil. Se notaba que lo disfrutaba mucho el muy cabrón, y en ocasiones con una de sus manos se pajeaba. Finalmente, en un descanso de Daniel, Luis tomó su lugar y hundió su verga con rabia, mientras le gritaba: resultaste la puta más reputa que puede existir, pero Alexandra no podía decir nada porque Jorge le tenía la boca llena y ocupada con su verga. Los intensos espasmos del tercer orgasmo invadieron el cuerpo de Alexandra provocados por las violentas arremetidas de Luis, mientras este invadido por la lujuria y un súbito arranque de ternura la besaba en su cuello, en sus orejas, en sus ojos, y terminó fundido en un apasionado beso con ella mientras la abrazaba con fuerza. Ninguno de los tipos se había corrido aún, mientras Alexandra ya se veía exhausta de tanto clavo que le habían dado y por los intensos orgasmos que le habían provocado. Luis propuso subir a nuestra habitación y dejarla descansar un rato, pero añadió que mientras tanto se podían gozar al cabroncito. Luis subió a Alexandra en sus brazos y la depositó suavemente en la cama y le daba tiernos besos, en cambio yo fui subido del pelo por Juan Carlos mientras Daniel me ataba las manos. Jorge me hizo poner de rodillas e introdujo su chimbo en mi boca. Luis dijo: al mariquita le gusta porque miren como tiene ese remedo de verga, y dirigiéndose a Alexandra dijo: mamacita, tú te demoraste mucho para buscar machos de verdad que te dieran el placer que te mereces, porque con este mariquita, poco hombre, no podrás aspirar a tener clavo de verdad. Este malparido cabroncito no te puede servir para nada y por más que le demos para que aprenda cómo se coge a una hembra, nunca lo va a poder hacer, porque de macho no tiene nada. Y todos reían. Me pusieron boca arriba en una esquina de la cama. Daniel se puso un condón y lubricó su pene y mi ano. Jorge me puso su verga en la boca y Daniel me penetró, levantando mis pies, mientras él estaba de pie, y diciendo: voy a hacer que no se te olvide nunca esta clavada que te voy a dar maricón hijueputa. Mis sentidos estaban embotados, y sentí con placer como entraba y salía esa verga. Chupaba desesperado el pene de Jorge y él se retorcía de placer. Daniel me daba y me daba sin parar. A los pocos minutos sentí mi boca y mi garganta invadida por la leche de Jorge que no aguanté la mamada que le daba, me agarró con fuerza la cabeza para no permitir que me retirara. Fue tan súbito que no me dio tiempo de nada y me sentí atragantado y ahogado, pero era tanto el placer que estaba recibiendo que me pareció lo más morboso y rico que me podía pasar, y lamí con gusto hasta la última gota de semen. Alexandra decía: este si es mucho marica pervertido el que tengo por marido, como le gusta tragar leche de macho. Trágatela toda maricón a ver si la leche de macho te hace un poquito más hombre. Cuando Jorge se retiró, por mi boca chorreaba semen, y Daniel, que no paraba de clavarme, me tomó la cabeza con fuerza y me besó apasionadamente, me introducía la lengua y mordisqueaba mis labios, y así se retorció y gimió víctima del más animal orgasmo de la tarde. Rápidamente se retiró de mi culo, se quitó el condón y vació sus últimos chorros en mi cara y luego vació también el condón. Jorge dijo: que malparido maricón este tan perra que resultó. Y Alexandra acercándose a mi cara dijo: gusano, basura, y me escupió en la cara. La escena que había pasado había excitado en extremo a Alexandra, a Juan Carlos y a Luis. Juan Carlos se recostó en la cama e hizo que Alexandra se sentara en su verga. Fue todo un espectáculo de nuevo ver cómo entraba ese enorme animal en la cuca de Alexandra, ella misma introduciéndola lentamente, y ver su cara de lujuria y placer a medida que desaparecía cada centímetro de ese chimbo en su vagina. Luis aprovechó y se puso un condón, lubricó su verga y el ano de Alexandra y la ensarté por el culo. Alexandra quedó en un sánduche delicioso, en medio de esos dos musculosos y bien dotados hombres que la cogieron por su cuenta. Los gritos desgarradores de Alexandra, pero de placer inaguantable, no se hicieron esperar, y Jorge corrió entonces a ponerse de pie en la cama para taparle la boca con su verga y ahogar sus gritos. Daniel desató mis manos y me ordenó filmar todo, mientras se unía al grupo, y le chupaba las tetas a Alexandra, o alternaba su verga con la de Jorge en su boca. Otras veces la obligaba a que lo pajeara. Daniel y Jorge no demoraron en estar con su verga dura, listos para embestir y después de un orgasmo bestial de Alexandra, Luis le cedió el lugar en el culo de Alexandra a Jorge. Luis me quitó la cámara y con una de sus manos me agarró fuerte por la cabeza, obligándome a chupársela, mientras él filmaba toda la escena. Alexandra no paraba de revolcarse. Y como después me contó, el quinto orgasmo no tardó en llegar en medio de esos tres tipos, comiéndosela como les dio la gana. Todos jadeaban y sudaban. Jorge cambió de puesto con Daniel que era ahora el que le rompía el culo con fuerza. De pronto Juan Carlos, que estaba debajo, se incorporó violentamente, como un gorila rabioso, haciendo que los demás se retiraran y, sin sacarle la verga, se puso encima de Alexandra, sosteniéndola con fuerza por las piernas y la clavó sin misericordia. Alexandra se revolcaba y pedía clemencia diciendo: no más, pero no había nadie ni nada que la pudiera ayudar, el tipo se sació en ella, llenando su vulva con toda la carga que tenía en sus guevas, en una corrida alucinante. Alexandra también tuvo como premio un insoportable sexto orgasmo. Daniel no aguantó tanta excitación, y pajeándose, se corrió en la cara de Alexandra. Cuando Juan Carlos liberó a Alexandra, Jorge la puso en cuatro, aunque ella pedía descanso, pero no se lo concedieron, y desde atrás la ensartó por la cuca. Luis me obligó a meterme por debajo del cuerpo de Alexandra y a chuparle el clítoris y las guevas de Jorge, y a chupárselo cuando lo sacaba de la cuca. Me decía: mirá bien como le entra una verdadera verga a tu mujercita, cabrón de mierda. Luis le puso el pene en la boca a Alexandra, y le decía a Alexandra: te están haciendo gozar mucho mi zorrita, ¿cierto? ¿Te gusta el clavo a montones, perrita? Y Alexandra gemía. Te gusta que el cabroncito, maricón de mierda le chupe las guevas a Jorge, ¿cierto? Me gustaría tanto darle clavo a este malparido marica hasta que se reviente. Luis estaba muy excitado y no pudo contener más el orgasmo. Le vació todo el contenido de sus guevas en la boca y la cara a Alexandra, que convulsionaba presa de otro orgasmo al sentir toda esa leche en su boca y cara, las lamidas de mi lengua en su clítoris y las embestidas de Jorge, que tampoco pudo aguantar más y se vino a chorros en la cuca de Alexandra. Su semen, mezclado con los deliciosos jugos de Alexandra, cayó en mi cara y en mi boca, y era tanto el morbo y el placer que sentía, que yo lo saboreaba y tragaba con lujuria. Luis me tomó por los brazos con fuerza, me los ató y luego me amarró los pies, y me arrastró hasta la bañera, donde me introdujo así, indefenso. Luego los llamé a todos y les dijo: quiero que hagamos sentir a este malparido, mariquita hijueputa, cabrón, la basura que es, el remedo de hombre, además de que ya sabemos que es una puta degenerada que le gustan las vergas y la leche de macho. Vamos a orinarnos en este malparido mariquita. Y así, los cuatro, apuntaron sus chorros hacia mí y me mearon todo, mientras yo hacía esfuerzos por esconder mi cara, y no escuchar sus carcajadas. Pero cuando ellos terminaron, Alexandra entró en la bañera, me tomó por el pelo, exponiendo mi cara, la acercó a su cuca, y me soltó su chorro a plenitud, haciendo, que el esfuerzo que había hecho por protegerme la cara hubiera quedado en nada. Y todo mientras gritaba: Esto te mereces por ser tan mariquita, cabrón, cornudo y poco hombre. Para lo único que servís es para mamar vergas, que luego te meten por el culo, y de sanitario, malparido marica, que nunca me has hecho gozar. Luego se fueron, creo que descansaron, y todos se despidieron, excepto Luis que se quedó en mi cama, abrazando y manoseando a Alexandra, mientras yo estaba en la bañera amarrado. Después Alexandra y Luis vinieron, me desamarraron, y me hicieron bañar con ellos, en medio de un manoseo delicioso, y después del baño, dormí en la mitad de ambos, que se besaban delante de mí, se tocaban y me tocaban, y me besaban. Hasta que me quedé dormido.