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Historia de un esclavo sexual! Parte 8 La prima de Alexandra El lunes festivo de ese fin de semana, en la noche, después de que descansamos de todo el sexo desenfrenado que tuvimos, y que volvimos a nuestras actividades normales en familia, Alexandra recibió llamada de Luis. Hablaron un buen rato donde él le manifestaba que estaba loco por ella, que deseaba mucho volver a estar con ella, amándola, y ella, complacida, le decía que también quería volver a verlo y estar en sus brazos. Él, al final, se despidió diciéndole que pensaría todo el tiempo en ella, que ella era su mayor anhelo vuelto realidad, que la adoraba. A raíz de la llamada se inició una conversación entre Alexandra y yo, donde ella me averiguaba cómo me sentía y me expresaba su deseo inmenso de continuar una relación de amantes con Luis, donde pudiera dedicarse a disfrutar del amor que ese tipo le ofrecía y del placer del sexo con él, y me pedía que le ayudara con lo necesario con las niñas para poder tener los espacios con él. Adicionalmente, y de manera muy explícita, me pidió que consiguiera un amante hombre, con el que pudiera disfrutar, sin vergüenza y sin reprimirme, lo que había constatado que me gustaba, y que muchas veces hubiéramos fantaseado, de estar con un hombre. Me decía que así ella iba a poder dedicarse a Luis más fácilmente, porque mientras ella estuviera con él yo podría estar con mi amante, disfrutando y descubriendo nuevas sensaciones de ese lado de mi sexualidad, y que ella podría disfrutar con Luis sin ningún reato de conciencia, ni remordimiento, al saber que mientras tanto yo estaría revolcándome con otro hombre. Me dijo que si quería podía también acudir a cualquier mujer, o a varias si se me daba, pero que ella quería tener los espacios y el tiempo para disfrutar con Luis, y además pensaba aprovechar para estar con cuanto hombre se le apareciera y lo deseara, que cuernos no me iban a faltar, que de verdad se sentía una diosa y quería aprovechar al máximo y disfrutar de su sexo. No se trataba de falta de amor, simplemente iba a disfrutar de su condición de hembra. También me dijo que Luis le había dicho que si el miércoles podían verse y llevarla a su apartamento, y que ella quería hacerlo. Con esta conversación dándome vueltas en la cabeza llegó el martes, el regreso al trabajo, la jornada normal de un día de semana, el estrés de los asuntos laborales, etc., y en la noche, al regresar a casa como a las 7:00 p.m., encontré a Alexandra y a su prima Mary Helen de visita, quien según me comentó Alexandra, se le había aparecido de sorpresa como a las 6:30 p.m. Salud, y después de descargar las cosas que llevaba en la mano, Alexandra me pidió que me sentara a su lado. Me dijo: Mary me ha hecho algunas propuestas que voy a aceptar porque me parecen morbosas, y quiero disfrutar de ellas. Por ahora Mary desea ver que tienes tú para ofrecerle a una mujer, y constatar que eres un cabrón sumiso. Te ordeno que hagas todo lo que ella te pida ahora y que te esfuerces por complacerla. Espero que no me hagas quedar mal y sirvas para algo. Ve a nuestra habitación y te quedas en interiores solamente. Nosotras enseguida subimos. Respondí: Bueno amor, y obedecí. Después de un momento subieron ellas, y yo estaba solo con el pantaloncillo bóxer, como Alexandra me había ordenado. Alexandra sacó un par de esposas y me até las manos. Luego me vendó los ojos y quedé a merced de estas dos hembras. Alexandra le dijo a Mary: realmente esto es más un premio para él. Y Mary contestó: pero hagámoslo sufrir un poco, como castigo por lo cabrón que es. Y a continuación recibió un latigazo. Por lo que sentía era el látigo de uno de los kits que Alexandra tenía. No dolía mucho, pero hacía sentir el poder de las hembras sobre el macho. Oía ruidos e imaginaba que ellas se estaban desvistiendo. Luego sentí una mano en mi verga, por encima del interior. A continuación esa mano bajó mi interior, y se apoderó de mi verga, y empezó a masajearla. Con solo saber que estaba en manos de esas dos hembras, yo hacía rato que estaba excitado. Luego sentí una boca en mi polla; era delicioso, y luego sentí dos bocas que se turnaban o la compartían. Era fácil deducir que mientras compartían mi verga o cuando dejaban solo las manos ocupándose de ella, esas dos bocas se besaban apasionadamente. Me estaban dando una deliciosa mamada mi mujer y su prima, y ellas aprovechaban la ocasión para descubrir algo que nunca, ni yo ni ellas, hubiéramos imaginado posible. En esa deliciosa tortura me tuvieron un muy buen rato, hasta que Alexandra dijo: ¿lo estás disfrutando mucho cabroncito? De pronto sentí un olor a hembra muy cerca a mi nariz y en mi boca se posó una exquisita vulva, que empecé a lamer de inmediato, sin esperar ninguna orden, mientras me agarraban del pelo y me forzaban a pegarme de aquella húmeda cuca. Suponía que era la prima de Alexandra, que tal vez se sentía más cómoda así, obligándome a chupársela, con los ojos vendados y esposado. Sentí como la otra hembra, que suponía era mi mujer, se apoyó en mi vientre, y, deducía por los ruidos y gemidos, que acariciaba a su prima y la besaba, mientras yo me esforzaba en mi gratificante tarea de chuparle el coño. Luego, creo que mi mujer dejó el espacio libre y la ayudé a dirigirse hacia mi verga; sentí una mano que tomó mi pene y lo ubicó a la entrada de una vulva, y luego, de un certero movimiento, se traga toda mi tranca en aquel voluptuoso agujero, y empezó un movimiento acompasado, de arriba hacia abajo. Que más le podía pedir a la vida. Me estaba fornicando la prima con la ayuda de mi mujer. Alexandra se acercó a mi oído y me dijo: vos sos mucho cabrón tan suertudo, y me quitó la venda, y pude observar como Mary se ensartaba en mi tranca, y en su cara el placer de una verdadera puta disfrutando de su presa. Alexandra me besaba, mordisqueaba mis tetillas, le chupaba las tetas a su prima y la besaba. Luego Alexandra puso su cuca en mi boca, y mientras me la restregaba por toda la cara, se besaba y acariciaba con Mary, que no paraba el movimiento en mi verga. Deseaba enormemente tener mis manos libres para manosear a estas dos hembras por todos lados, sobre todo a la prima de Alexandra, a la cual nunca imaginé poder tenerla ensartada en mi verga, y a fe que estaba bien buena, y pichaba rico la muy puta. Tenía un cuerpo bien cuidado, unas tetas provocativas, un culo como para rompérselo, y sus piernas eran voluptuosas. Alexandra y Mary estaban enfrascadas en semejante manoseo y besuqueo, que terminaron tirándose sobre la cama, haciendo unas tijeras, sobando la vulva de una contra la otra, mientras gemían de placer, y yo solamente podía mirar. Así llegué rápidamente un bulloso orgasmo de ambas, que disfruté mucho, viendo sus caras de morbo y de lujuria. Luego Mary puso a Alexandra en posición de 69, y se pegó de su cuca, cosa que sí fue para Alexandra toda una tortura, porque ella queda extremadamente sensible inmediatamente después de un orgasmo, pero no le quedó más remedio que ahogar sus gritos en la vulva de Mary. ¡Qué espectáculo el que me estaban dando! Como Alexandra quedó cerca a mi cara, le pedí que me liberara las manos, y ella accedió. Entonces, ya libre, con mi mujer debajo de Mary, y Mary con el culo parado, mientras mi mujer le daba lengüetazos en la cuca desde abajo, me aproveché de la situación; empecé a recorrer la espalda de Mary con mi boca, y con mis manos le manoseaba sus lindas nalgas, llegué hasta su cuello y subí hasta sus orejas, mordisqueándoselas. Le dije: cómo estás de buena mamacita, y tomé su rostro con mis dos manos y la besé apasionadamente, saboreando los jugos de Alexandra en su boca, metiendo mi lengua y enredándola con la de ella. ¡Qué delicia! Me puse frente a ella, y mientras Alexandra continuaba lamiándole la concha, yo bajé por su cuello hacia sus tetas y las chupé y estrujé con morbo, y Mary me agarraba por el cuello para evitar que me retirara. ¡Cómo lo estaba disfrutando la muy perra! Luego volvió a su boca a besarla. ¡Delicioso! Me puse de pie, y le puse mi verga en la boca, y me deleité viendo como me la chupaba con ganas la puta esa, presa del más lujurioso placer. Entonces, con fuerza, la obligué de nuevo a inclinarse sobre la cuca de Alexandra y a que se la chupara, quedando de nuevo con su culo parado y expuesto. ¡Qué vista por Dios! Me coloqué detrás de ella y llevé mi pene hacia ese delicioso agujero de la vagina, que estaba despejado para recibirme. La ensarté, y la cogí con fuerza del cuello y la espalda, aprisionándola contra mi mujer, obligándola a hundir su cara en la cuca de Alexandra, mientras la bombeaba con ganas, y con el morbo enorme que me hacía sentir que me estaba comiendo a la prima de mi mujer, y en su propias narices, literalmente. Alexandra lo disfrutaba. Veía sus ojos llenos de lujuria, chupándole el clítoris a Mary, mientras yo entraba y salía de esa caliente y húmeda cuca, y Mary a su vez le arrancaba gemidos de profundo placer cuando le mordisqueaba y lamia el clítoris de Alexandra. Me proponía terminar así en esa posición, para que el semen mezclado con los jugos de Mary cayera en la cara de Alexandra, devolviéndole el favor que ella me había dado a mí con sus amantes. Aceleré mi movimiento, y taladró con rabia y morbo su concha, haciendo que sintiera mis embestidas con fuerza, y aproveché para decirle: no podías ser más que una puta. Viniste por clavo, perra, y eso estás teniendo. Te coroné, putica. Y Mary respondió, con rabia: Vos no SOS más que un cabrón sumiso, que no te alcanzas a ver los cuernos que tenés, y los que yo voy a ayudar a que te pongan, ¡cornudo malparido!, ya vas a ver quién es el que va sufrir y es mejor que cerrés esa boca de mamón, porque si no te va a ir peor. Pero a pesar de sus insultos, me la clavé con un gusto; ella gritaba de placer, y finalmente, en un delirante orgasmo, me corrí en su cuca, y mi semen empapé la cara de Alexandra, quien siguió chupándole el clítoris, mientras yo seguía con mi mete y saca, vaciando hasta la última gota de leche en la cuca de Mary, acompañado de los fuertes espasmos que me produjo la corrida, hasta que Mary no aguantó, y se corrió de una manera animal, retorciendo su cuerpo y gritando. Yo la agarraba con fuerza y no le permitía zafarse. La hacía sentirse sometida a mí. Descargué mi cuerpo sobre su espalda, y buscaba con mis manos sus ricas tetas. Nos dejamos ir de medio lado, aun ensartada por mi tranca; la abrazaba, en posición de paticos o 22, yo a su espalda; y Alexandra subió por su vientre con sus labios, hacia sus tetas y luego hacia su boca, ¡cómo se besaban de rico! Descansamos un rato, yo abrazando a Mary desde atrás y Alexandra desde el frente, pero luego recibí la orden de Alexandra de limpiar el coño de Mary, como era mi obligación. Me tocó lamer en la cuca de Mary mi propio semen, mezclado con la delicia de humedad de su vagina. ¡Qué exquisito es el sabor de una cuca! Cuando terminé, Mary me tomó del pelo y, muy cerca a mi cara, me gritó: te estabas creyendo muy machito porque me estabas clavando, cabroncito, pero cuidado se te olvida que solamente sos un esclavo, que estaba utilizando para mí placer, y que te puedo pisotear cuando me dé la gana, ¡cabrón de mierda! La próxima vez que asumas esa actitud de macho, que no te queda, te va a saber a mierda. Y Alexandra con su mirada aprobé la situación. Mary Helen se vistió, se acercó a mí, y, tomando con fuerza mi bulto en una de sus manos, me dijo: tengo cosas pendientes contigo, cabroncito, que después me cobro. Se despidió de Alexandra, con un beso en su boca y una mirada pícara, diciéndole: te llamo. Alexandra se recostó, tomó mi cabeza y la dirigió a su vulva, y empezó a contarme lo que habían hablado antes de que yo llegara, mientras yo lamia su deliciosa cuca. Dijo que Mary Helen había comenzado dando vueltas, tratando de explicar que, ya que conocían algunos de sus secretos, podían volverse cómplices y disfrutar de muchas cosas juntas. Que ella podía guardar el secreto de Alexandra con respecto al hombre con que la había visto en el motel y Alexandra podía a su vez hacerse parte de un secreto íntimo que Mary Helen quería compartir con ella. Aproveché para hacer el comentario de lo bueno que estaba el tipo con el que la había visto el viernes en el motel. Alexandra, con el propósito de tomar control sobre la situación, le dijo que era mejor que hablara directo, porque eso de tratar de chantajearla con lo del viernes en el motel no le iba a funcionar, ya que la única persona a la que podría afectar, que era Damián, es decir yo, ya estaba enterado, y que tal vez si hablaba claro sobre lo que quería podría obtenerlo más fácil. Mary Helen confundida, le pregunté que cómo así que yo sabía, y Alexandra le contestó: cuéntame qué quieres y entonces tal vez te cuente yo sobre eso. Mary Helen, que sentía que ya estaba metida en una situación sobre la que creyó tener control y ahora no era así, tomé aliento y se decidió a hablar. Dijo: mira, así como tú tienes tus cosas, y seguramente como todo el mundo tiene las propias, yo quiero hacer algo que hace rato Jimmy, mi novio, viene proponiéndome, y yo no me he atrevido porque no encontraba con quien hacerlo. Alexandra preguntó: ¿de qué se trata? Ella respondió, como tratando de culpar a otro de lo que realmente ella quería: tú sabes cómo son los hombres, y Jimmy no es la excepción, me salió con que quiere hacer un trío, tú sabes que una no se va a meter por ahí con cualquiera, y yo no he querido, pero al verte el viernes pensé que tal vez tú podrías acceder, seríamos cómplices y nos guardaríamos el secreto, y de pronto pasamos rico. Alexandra dijo: o sea que tú también quieres hacer el trío, no es sólo él, y ella respondió: pues sí, a mí me da mucha curiosidad. Alexandra dijo: pero tú no tienes ningún secreto que guardarme, entonces si yo accediera ¿qué obtendría a cambio? Mary Helen, perpleja, sólo atinó a decir: pero, ¿es verdad que Damián sabe lo tuyo con ese tipo del viernes? Y Alexandra contestó: sí, y ella continuó: ¿y lo acepta así como así?, y Alexandra dijo: mira, ya te dije que luego podría contarte, pero ahora estamos hablando es de tu tema. Mary Helen, de nuevo perpleja, dijo: y ¿tú qué quieres a cambio? Y Alexandra: pues, como tú dices, todos tenemos nuestras cosas, y ahora mismo me encantaría ver a Damián con otra, eso me parece morboso y excitante, y, pues, podrías ser tú; imagínate la situación, yo compartiendo a mi marido con mi prima y a su vez mi prima compartiendo a su novio conmigo, no te parece muy morboso y excitante. ¿A ti te gusta Damián al menos un poquito? Y Mary Helen dijo: sí, es un hombre bien puesto, serio, definitivamente sí. Y Mary Helen, que no esperaba encontrarse con este tipo de propuesta, empezó a excitarse imaginando tal cosa, y, decidiendo ir hasta las últimas consecuencias, le dijo a Alexandra: listo, yo acepto si me cuentas eso de que tu marido sabe lo del tipo del viernes. Alexandra, sabiendo que tenía el control completo sobre la situación, decidió entonces ir más allí y dar los siguientes pasos, pensando en lo que podría obtener de ello, y empezó a contarle intimidades a Mary Helen. Comenzó diciendo: mira, yo soy una mujer muy afortunada y tengo un marido muy complaciente, enamorado profundamente de mí, encoñado de mí, como digo yo, y disfruta viéndome gozar, y le produce mucho morbo si es en brazos de otro hombre, y yo pues ni corta ni perezosa, le doy gusto, y gozo con otros. Mary Helen dijo: ¿es un cabrón entonces, y le gusta que le pongan los cuernos? Y Alexandra dijo: sí, y por eso lo amo mucho más que si no lo fuera. Y Mary Helen: pero entonces es un pervertido. Y Alexandra respondió: pues si él es un pervertido entonces tú y yo, y Jimmy, no somos nada menos que eso, ni mejores. Mary Helen bajó la cabeza, y dijo: tienes razón, simplemente si ustedes lo disfrutan nadie tiene por qué juzgarlos. Yo tengo muchos conflictos con lo que Jimmy y yo queremos hacer, porque nunca lo he hecho, pero termino pensando que es cosa nuestra, y ya, nadie tiene por qué juzgarnos. Alexandra dijo: efectivamente, lo importante es ser muy discretos, como tú tendrás que serlo con lo que te acabo de contar, y yo con lo que sé de ti. Mary dijo: pero sigue; ¿entonces él sabía que tú te ibas para un motel con ese tipo? Y Alexandra: sí, y me esperaba ansioso por saber lo que habíamos hecho, cosa que le contó con lujo de detalles, y no te imaginas como se pone, y como lo disfruto a él después de que he estado con otro, por lo arrecho que se pone. Y Mary: increíble; que envidia, uno poder salir con un tipo como ese papazote con el que estabas, y luego llegar a la casa muy tranquila a terminar la faena con su marido cabrón, eso es de película. Yo siempre pensé que uno hace del hombre lo que quiere - dijo Alexandra y continuó pero nunca me imaginé que pudiera llegar a tener tanto poder sobre un hombre, a través del amor y el sexo. Damián muere por mí, y por eso se puso en mis manos, es sumiso ante mí y yo lo domino como quiera. Mary Helen dijo: o sea que eso sí existe en la realidad. Yo sabía de historias de hombres sumisos, a los que sus mujeres los dominaban, los humillaban y les ponían cachos. ¿Así es Damián? Y Alexandra contestó: tú conoces un poco a Damián, ves como es: seguro de sí mismo, serio, de carácter fuerte, muy señor, así es él, pero en la cama es mi esclavo sexual, yo gozo dominándolo, y dándole el placer de verme fornicar con otros, porque eso le produce placer, y obviamente a mí también. Y Mary Helen dijo: y ahora quieres probar al revés y verlo a él con otra. Y Alexandra contestó: sí. Y Mary dijo: ¿no te dan celos? A mí me produce excitación la idea del trío con Jimmy, pero siempre pienso si en el momento no me darán celos de verlo gozando con otra, por eso me parece más fácil si es contigo, con mi prima, y no por ahí con cualquiera otra. Y Alexandra le contestó con seguridad es más el morbo y el placer que los celos que me pueda producir. Mary Helen, más animada por todo lo que había oído, preguntó: y ¿cuándo podríamos hacer el trío? Y Alexandra contestó: cuando quieras. Y Mary volvió a preguntar: y ¿tú cuándo quieres que yo esté con Damián? Y Alexandra, un poco excitada por la conversación, dijo: mira, él debe estar por llegar, a mí no me gusta darle vueltas a las cosas y planear mucho, en este momento se puede, entonces porque no hacerlo ya, sin pensarlo tanto. Mary Helen, aún más perpleja, pero también más excitada, dijo: listo. Estaba entrando a un nuevo mundo, lleno de posibilidades de placer y lujuria, y se sentía más segura hacerlo acompañada de su prima, a quien admiraba. Mary preguntó: ¿Yo podría hacer algo? Y Alexandra: sí, dime. Y Mary: pues tú me conoces cómo soy de mandona, y eso de someter a un hombre suena excitante. ¿Puedo actuar dominante con tu marido? Y Alexandra: claro, él lo va a disfrutar, y yo también, y no sólo dominante, insúltalo, y vas a ver cómo se pone. Sí, la idea es que sienta que nosotras lo dominamos y que él es nuestro esclavo, yo te ayudo, vas a ver qué tan rico se pasa así, con un hombre a nuestra merced. Esta respuesta acabó por despejar cualquier duda que pudiera tener Mary para entrar inmediatamente a este mundo desconocido para ella, pero atrayente y cautivante. En ese momento me sintieron llegar, y Mary dijo: me siento nerviosa, y con pena. Y Alexandra le dijo: fresca, vamos a gozar. Después de que yo llegué y me mandaron a la habitación a esperarlas, Alexandra le dijo a Mary Helen: lo voy a esposar y le vendo lo ojos, para que te sientas más cómoda al principio, luego lo podemos liberar para que nos haga gozar. Y Mary preguntó: ¿Tienes todas esas cosas: esposas, vendas? ¿Y también tienes látigo? Y Alexandra contestó: sí, también te lo presto, pero no le des muy duro, la idea no es hacerle daño. Y Mary: tranquila, simplemente por jugar. Y Alexandra dijo: organiza lo de nosotras con Jimmy para el viernes, antes me queda difícil. Y Mary dijo: me queda perfecto. Vamos pues a comernos al cabrón de tu marido. Y subiendo las escalas dijo: espera, ¿le vas a contar a Damián lo del trío? Y Alexandra dijo: claro, no ves que de esa manera lo tengo más sometido a mí, y más encoñado. Después de hacer correr a Alexandra con mi lengua (¡cómo es de rico verla venirse!), me quedé en la cama pensando en la conversación del día anterior, en la cita de Alexandra con Luis para el miércoles y la nueva con Mary y Jimmy para el viernes. Definitivamente me esperaban días muy agitados para mi cerebro y no sabía si iba a ser capaz de procesar y asimilar todo esto.