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Su mano rozo suavemente sus caderas, la palma de sus manos sentí­a el calor de las marcas dejadas por el cuero que unos minutos antes habí­a estrellado en su piel, y simplemente recogí­a con sus mano su dolor, a través de su piel absorbí­a el dolor de ella y lo sentí­a ahora en sus propias manos. Una lagrima remanente rodaba por las mejillas de ella, el dedo í­ndice de AI la recogió y le escoció la sal en las heridas que habí­a tomado de la piel de SC Su temblor se transmití­a como si un movimiento de la tierra fuera sentido por los dos y cerro los ojos para revivir lo que habí­a sucedido y para asimilar lo que estaba sucediendo. Como Amo, siempre inquisidor y estricto no se habia permitido una sola palabra aquella tarde, ni a SC ni a él mismo, solo toleraba el silencio par someterla, para domar su espí­ritu rebelde que se habí­a tornado en un reto para el como Amo experimentado. Al abrir la puerta la encontró como mandan las cánones, cabeza gacha y la mirada hacia el piso, desde ahí­ las cosas no eran como debí­an ser, deseo por un instante que lo mirara a los ojos y maravillarse ente ese brillo Ante su leve indicación SC siguió se desvistió lentamente como habí­a sido la orden y sentó en posición Nadú, parecí­a una escultura, camino alrededor, la intención era la de humillarla en su desnudez pero se convirtió rápidamente en un ejercicio de admiración, no era la belleza clásica de una pasarela, su senos un poco vencidos por la gravedad , sus muslos gruesos y las lí­neas que comenzaban a asomarse en los ojos eran los adornos de su belleza natural, ni una gota de maquillaje como le habí­a ordenado. De pronto AI se sobresalto y se sintió atrapado por una magia que no podí­a permitirse. Sin pensarlo dos veces con el pie le dio una leve patada para que se levantara y caminara hacia la escalera, allí­ tomo sus brazos y los ato con cintas en los barrotes de la escala, su espalda suave era el campo perfecto para abrir los surcos deliciosos del látigo. Uno tras otro, sentí­a que cada golpe se lo deba a si mismo castigándose por lo que de repente sentí­a. Solo cuando un gemido se escapo de SC pudo entenderlo. La desato con la misma calma con la que la habí­a atado, la puso frente a el y acarició largamente sus senos, su pancita y el monte de Venus, que como suponí­a rezumaba de deseos, pero lo que seguí­a sorprendiéndolo era que cuando el descubrí­a ese ardor en ella sus mejillas se tornaban de rubor, con un pudor que AI no reconocí­a desde su adolescencia. Ahora, estaba allí­, sentado en la cama mientras SC cerraba los ojos aliviada por esas caricias, que como un manto mágico se llevaban el dolor, por que quien sabe por que o como el dolor, el mismo dolor estaba en las palmas de las manos de AI Entonces, SC abrió los ojos, segura de poder encontrar los de AI sin ser castigada y comprendieron, en el mismo instante de eternidad que estaban destinados para vivir otra historia, más allá de Amo y sumisa, de Dueño y esclava, de Dominador y dominada. El dolor del Amor habí­a llegado a sus corazones para acompañar el placer de la sumisión, como un Yang que no pudiera ya ser sin su Yang. Mas historias, poesí­as y curiosidades en: www.sumisafeliz.blogspot.com
sumisa

Soy hombre heterosexual

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Categoria: Sadomasoquismo
Fecha de Publicación: 2009-10-12 18:38:15
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