Guía Cereza
Publicado hace 15 años Categoría: Hetero: Primera vez 999 Vistas
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Hola, esta vez, no pretendo contar una historia inverosí­mil o fuera de lo normal: esta vez pretendo contar algo que cambió mi vida realmente, que me hizo descubrir que no todo lo que uno sueña, está tan lejos de ser realidad... Hace unos años, yo era profesor de -cualquier cosa- en un instituto al Sur de Bogotá. Me sentí­a fantástico, toda vez que el de ser docente es un sueño que he tenido toda mi vida, y que me ha brindado muchas historias y vivencias como esta que contaré ahorita mismo. Siempre di clases de Bases de Datos, Ofimática, y alguna que otra de programación... el darles a esos chicos una oportunidad de saber que sus vidas tení­an sentido, era no sólo un reto, sino una oportunidad de vivir cosas que la verdad, nunca viví­, por estar siempre alejado de las personas, y por no querer arriesgarme en antiguas épocas a andar en pasos de experimentación (iba a escribir "malos pasos", pero no son malos, de hecho) Ok, a lo que iba: En el instituto me asignaron Geografí­a como la materia que darí­a en el módulo que comenzarí­a la semana siguiente a la que me asignaron. Como dirí­a alguien: "Hasta ahí­, normal". Di mi primera clase, conocí­ a los alumnos, y no me habí­a concentrado en nada, sólo en cumplir con mi deber y hacer que ellos lo disfrutasen. Al segundo dí­a, llegó ella: una alumna "nueva" (en realidad nunca llegaba los primeros dí­as, como me confesarí­a más tarde, en esas charlas de almohada y de caminata que tuvimos) Ella me dijo que lo hací­a bien, pero que se le antojaba demasiado aburrida la clase de la forma tradicional, que me veí­a capaz de hacer algo nuevo. (No sé si ella lo habí­a notado, pero en ese momento estaba concentrado tanto en lo que ella me decí­a, como en cómo se moví­an sus labios sensuales para vocalizar sus palabras) Pasaré a describirla, para que los que lean esta historia, la vean del modo como la vi yo... Piel clara, 1.60 cms, unas caderas cimbreantes, unos senos pequeños pero provocativos, unos ojos sensuales, unos labios carmesí­ natural, que invitaban a ser besados... ella lo llamarí­a más tarde "cara de pico" porque ella veí­a mi cara de "quiero beso" y por razones que comentaré más tarde en el relato, no podí­amos. Su nombre, lo dejaremos en Daryhann. Y esa chica, cambiarí­a mi vida desde ese dí­a, para siempre. Después de que me recordó lo de la clase, y yo perdido en esas formas... le dije: "Ok, vamos a cambiar esto. Lamentablemente es cierto, el modo tradicional no me gusta, y tampoco quiero ahuyentarlos". Luego ella y una compañera de ella, se fueron. A los diez minutos, estando yo en ese salón, pensando en cómo arreglar el desorden (léase mejorar las clases), llegó ella. Habí­amos empezado a conocernos. Cada segundo que la conocí­a su personalidad se me hací­a más y más interesante... al punto que me habí­a olvidado que mis manos se habí­an tornado frí­as. Una habilidad a la que yo le presté atención en un tiempo, pero que después olvidé, como quien olvida un cumpleaños, u olvida el celular en la casa. Sólo se da cuenta cuando la necesita, o necesita recordar para qué funciona. Nuestros temas incluyeron desde las madres solteras, hasta nuestras vidas. Y en ese punto, fue donde empezó toda esta enigmática leyenda. Daryhann me habí­a invitado a un helado. No le vi nada de malo a eso, ya que uno como profesor acostumbra siempre recibir invitaciones de sus alumnos, ya sea a unas cervezas o a comer algo, o incluso dulces y helados, mientras uno no se compre por eso, todo está bien. En lo que comimos nuestros helados, ella notó algo... "Profe..." me dijo. Yo la miré y dije: "Dime." Ella me respondió: "me gusta como come helado." Yo le pregunté porqué. Ella me respondió, que lo hací­a de una manera "muy muy sexy", en sus propias palabras. No podí­a creerlo. Ni tení­a la intención de hacerme ver así­, y yo le dije a ella "Ve, pero no tengo ninguna intención mala... es decir, yo tengo cierta carga erótica, pero" Ahí­ nos detuvimos. Ella me dijo: "No hay problema." Yo le respondí­: "Estamos fuera del instituto. Así­ que somos dos seres humanos comunes y silvestres. Puedes decirme lo que desees." Ella, intuyendo mi intranquilidad, me dijo: "No hay problema. De hecho, a mí­ me gusta como come el helado. Me gusta su carga erótica. Y ya que estamos en confianza..." Mi intuición se disparó: jamás en mi vida habí­a tenido tanta seguridad de eso como ese dí­a. "...no entiendo porqué ella me boletea tanto." me dijo Daryhann. Yo pregunté: "¿quién?" Ella volteó y me dijo: "Mi compañera... es una de mis parejas, sólo que me gusta la discreción." Yo dije: "Oh, y pensaba que sólo en los relatos se veí­a eso." Ella sonrió y dijo: "No tanto." Luego de eso dijo: "Van a ser las 11 y media, y debo ir a recoger a mi hija en el jardí­n. Confí­o en usted profe. No me defraude: mañana seguiremos esta misma charla, cuando salgamos." Sus secretos, salí­an a flote, como salen a flote los restos de un barco naufragado, poco... a poco. Yo, entre tanto, no podí­a ilusionarme: estaba ad portas de un compromiso con una chica en otro lado, en otro paí­s: en otro mundo. Así­ que consideré esa nueva amistad como una forma de despedirme de la solterí­a por lo alto: como volver a ser libre: pero sin serlo. A la mañana siguiente, retomamos los temas. Ella me intimó muchas cosas, me sentí­ tranquilo, feliz que en secreto hubiera encontrado, a la mujer de mi vida. Igual, mismo dí­a mismo helado. Sólo que entre más detalles me contaba, más deliciosos los momentos con ella, y más me abarcaba el deseo de estar con ella, de amarla... de darnos esa oportunidad. Sólo que una semana después no fue igual. Nos fuimos a caminar, sólo que ella me dijo: "Profe... ¿nunca se ha perdido en un bus?" Yo le dije: "Controlo mis rutas, sé exactamente dónde estoy y dónde bajar" Ella me dijo: "Vaya, tanto control le puede hacer daño profe." Nos subimos a un bus para ir desde donde estábamos a un punto B sin retorno... totalmente desconocido para mí­. Ella me dijo: "Hoy, nos perderemos." Yo le pregunté: "Y como para qué?" Ella me dijo: "No sé, pero hoy quiero perderme." Y se fue, obviamente conmigo. Pasaron unos minutos, hablando de música, y de mi vida, ya que ella querí­a saber algo de mi tortuosa vida... Le conté dos o tres historias, acerca de porqué en ciertos aspectos soy como soy... Mi partenaire sólo se sorprendí­a por lo que le contaba, y luego de eso, cambiamos el tema. Empezamos a cantar una canción de la Mosca TséTsé... adivinen cual era? "Te quiero comer la boca, te quiero comer la boca, y llegar hasta el final..." Luego nos miramos, y llegó el primer beso. Qué primer beso. Nos bajamos al final del camino: un lugar lleno de fincas y praderas... nos tiramos al pasto, y empezamos a besarnos ardientemente. Ella me confesó que me deseaba, y yo le dije que la deseaba a ella, ahí­ y ahora. Ella me dijo que no, que nos fuéramos para mi casa mejor, que me tení­a una sorpresa. Después de un rato, nos fuimos para allá. Ella hizo un par de llamadas, y salió conmigo, muy campante, a acompañarme a la casa. Nos dimos muchas vueltas, muchos detalles hermosos, y cuando llegamos a casa, empezó una faena corta pero sustanciosa. Ella me quitó la ropa, yo batallé quitando la de ella: sobre todo el sostén... los brasieres siempre han sido mi dificultad, sobre todo porque son demasiadas habilidades motrices, y ese no era mi fuerte. En fin, ella y yo nos quitamos la ropa. Nos pusimos a ver televisión un rato y luego empezó todo. Si sus cimbreantes caderas me volví­an loco con ropa, sin ella, me hicieron ver el paraí­so. Nos chupamos y besamos como amantes de toda la vida, nos mordimos suavemente incluso, yo le mordí­ los pezones suavemente, los chupaba, como si no hubiera esperanza. Luego de chuparle sus senos, empecé a masturbarla delicadamente al principio, luego más fuerte: estaba completamente húmeda. Su mirada me decí­a que desde hací­a mucho tiempo querí­a eso, y yo accedí­. Me puse boca arriba, y ella empezó a moverse sensualmente. Me hizo bajar las manos, y dijo una palabra: "Quieto." Yo ya estaba bajo su control. Mi cuerpo no tení­a voluntad: mis piernas se abrieron bastante fácil, y mientras sonaba una canción de Panda, ocurrí­a un evento magno: ella serí­a la primera mujer en mi vida que me cabalgarí­a. Y lo hizo con una maestrí­a envidiable... me hizo gozar como nunca, muy ricamente, pero, habí­a que irse. Era muy tarde, y desde ese dí­a nos volvimos compañeros sexuales... o perdón, más que eso: nos volvimos pareja. No alcanzan las palabras ni el tiempo para contar el resto, pero en secuelas de esta gran historia, iré contando algunas anécdotas... que espero gusten, así­ como este relato. A los que lo lean, mil gracias :)
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