Guía Cereza
Publicado hace 15 años Categoría: Autosatisfacción 916 Vistas
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Les voy a contar como es mi vida diaria o mejor dicho nocturna después de la una de la madrugada. A esa hora hemos terminado de comer y me voy a la cama con mi marido. Mi marido generalmente esta agotado y se duerme rápidamente. Yo tardo en dormirme más, pues mi trabajo en la tienda es suave y no estoy tan exhausta en la noche. Entonces empiezan esas ideas fantásticas a rondar por mi cabeza. Me acuerdo de alguno de los relatos y vienen a mí­ esas imágenes de penes erectos, vaginas húmedas, cuerpos excitados, respiraciones entrecortadas, seducciones espontáneas y toda clase de experiencias eróticas reales o ficticias. Entonces mi cuerpo empieza a temblar y mi corazón se quiere salir del pecho. Es en ese momento cuando no me aguanto más, me levanto silenciosamente de la cama y bajo al estudio donde tenemos el computador. Me siento excitadí­sima de que sea algo que hago a escondidas de mi marido. Por eso bajo las escaleras lentamente como un ladrón que no quiere ser descubierto. Mi corazón late tan fuerte que creo que se escucha en toda la casa. No enciendo la luz del estudio sino que voy directamente y en la oscuridad enciendo el módem y luego el ordenador. Los dos o tres minutos que tarda el ordenador en encenderse me parecen una eternidad. Pincho y aparece la página de relatos. Busco en el í­ndice y rápidamente elijo un relato. Los más leí­dos no son los mejores. Hay que tener buen olfato para encontrar los que te hagan temblar. Este parece bueno. Empiezo a leer rápidamente. No, espera, me digo. En la lentitud y el detalle está el placer. Vuelvo a empezar a leer nuevamente despacio, imaginándome toda la situación. Es como una pelí­cula que se proyecta en mi mente. Mis manos empiezan a sudar y el ratón se humedece. Mi cuerpo sube de temperatura. Mi bata y mis tanguitas de seda las siento como si fuesen de lana. Tengo que quitármelas para quedar completamente desnuda. Voy al cuarto de baño, traigo una toalla, y la pongo en la silla para no llenarla de lí­quidos. También traigo el aceite de almendras y lo aplico sobre mi cuerpo. Me meto tanto en el relato que me parece que soy uno de los personajes. Entonces empiezo a acariciar mi aceitado cuerpo. Acaricio mis senos que todaví­a son juveniles y firmes. Hago un masaje a mis pezones hasta que se ponen erectos y calientes. Mis piernas tiemblan y por una fuerza imposible de controlar se abren ampliamente. Es como si toda la energí­a de mi cuerpo se centrara en mi pubis. Mi mente se nubla, mis manos bajan a mi sexo y pongo más aceite. Mucho aceite. Mis lí­quidos salen copiosamente de mi vagina. Son tantos lí­quidos que no sé si son mí­os o es el aceite. Mis manos suben y bajan automáticamente de mis rodillas a mi vagina. Mis dedos tocan discretamente mi hinchado clí­toris cada vez que la mano pasa. Cuando rozo mi clí­toris, mi cuerpo hace un espasmo y mi vientre se contrae. Entonces me entra un terrible deseo de ser penetrada. Es como si hubiese un túnel dentro de mí­ que debe ser llenado, como un incendio en mi interior. Que objeto usaré para llenar ese hueco desesperado por ser llenado. No sé, no me puedo ni concentrar. Como es que no lo preparé antes. Miro alrededor del estudio. Miro cuantos objetos hay a la vista. No me sirve ninguno. Entonces voy a la cocina y me encuentro la esbelta botella de vino de la comida. Quito desesperada y temblorosamente la etiqueta con un cuchillo. La voy a lavar, no, no importa, un poco de vino en mi vagina no me hará daño. Voy rápidamente al estudio, el recorrido me parece larguí­simo. Me siento nuevamente en el computador y sigo leyendo. Cojo la botella y la deslizo. Toco con un dedo mi clí­toris. Está enorme. Debo tocarlo con mucha suavidad, para no empezar a gritar descontroladamente. Me muerdo los labios para evitar que se me escape un grito. Toco nuevamente mi clí­toris. Mis piernas se abren aún más. Mi cuerpo empieza a convulsionar violentamente. Sigo tocando mi clí­toris. Abro más mis piernas, las subo sobre el escritorio. Con una mano muevo locamente la botella y con la otra hago cí­rculos en mi clí­toris. Entonces.. Ahhhhhhhhhh.. Ahhhhhhhhhhh...aparece ese fuego violento que empieza en mi clí­toris, sube por mi vagina, llena mi útero y se esparce por todo mi cuerpo. Ahhhhhhhhhhhh..Esa deliciosa corriente eléctrica que me estremece de placer. Me encuentro aturdida.. No sé cuantos segundos o minutos pasan.. Solamente percibo las maravillosas convulsiones de mi cuerpo. Ahhhhhhhhhhhhh.. Después las convulsiones van siendo más lentas y el fuego se empieza a apagar. Recobro la conciencia y me encuentro totalmente lavada en sudor. Veo los rí­os que han salido de mi vagina. Son manantiales que salen de mi hinchada vulva y escurren sobre mis piernas y mi culo. La toalla está mojadí­sima. No tengo fuerzas para levantarme. Debo reposar unos minutos. Abro luego los ojos y veo la pantalla. Recobro la postura y pincho apagar el sistema. Me seco con la toalla. Me pongo nuevamente la bata y la tanguitas de seda. Subo extenuada y ahí­ sigue mi marido dormido en la cama. Siento un poco de ternura por él. Silenciosamente me meto bajo la sábana. Mi cuerpo y mi mente están completamente relajados. Ahora dormiré profundamente.
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