Guía Cereza
Publicado hace 15 años Categoría: Fantasías 803 Vistas
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El mensaje en el periodico llamó mi atención unos instantes, pero después lo doblé y continué con mi desayuno. Habí­a conocido ya a bastantes tipos que me aseguraron que “harí­an todos mis sueños realidad” y nunca habí­a sido así­. A mí­ me encanta el sexo, me encanta excitarme y encadenar orgasmos unos con otros. Me vuelvo loca, salvaje, mi mente se nubla y sólo disfruto del placer de esos momentos. Mmmm, mi vagina se moja pensando en las cogidas de anoche..mmmmm, aquellos dos enormes tipos sobre mí­, comiendome con esas penes descomunales.. Instintivamente cierro los muslos al sentir los jugos emanar de mi vagina. Mis pezones se endurecen y atraviesan mi camisa blanca. Uffff, pero no, ahora tengo que trabajar, así­ que mi vagina tendrá que esperar.. Mmmmmm, pensándolo bien no hay mucha gente a esta hora en la cafeterí­a. Dejo el periódico sobre la mesa, pago la cuenta y entro en el servicio. Cierro la puerta, me subo la minifalda dejando al descubierto mi tanga y me subo la camiseta para sobar mis tetas. Mis pezones siguen duros y un gemido de placer se me escapa cuando me los pellizco con ambas manos. Mmmm, lo que darí­a por tener ahora un buen pene.. abro las piernas y las apoyo contra la puerta del baño. Aparto mi tanga con la mano y suavemente comienzo a masajearme el clí­toris con movimientos circulares. Mmmmm, siiiiiii, está duro e hinchado mmmmm, uffffff me pellizco el pezón de nuevo y me froto el clí­toris más fuerza. Aprieto los labios para no gritar de gusto mientras meto dos dedos en mi vagina, comiendome con ellos rápida y profundamente mientras continuo acariciándome el clí­toris. Ohhhhh. Me estremezco, y exploto en un orgasmo silencioso, haciendo fuerza con las piernas contra la puerta para no gritar, de forma que parece que la puerta va a salir disparada en cualquier momento. Uffff, espero unos instantes, me recompongo la ropa y salgo del baño. Me arreglo un poco ante el espejo, salgo al local y le pido a la dueña el periódico. Ya en el trabajo llamo al número que aparece en el anuncio. Me contesta una voz suave y grave de hombre. Me pide que le hable un poco de mí­ y le cuento lo que me gusta. Se rí­e suavemente al otro lado del teléfono. -Yo haré que supliques que no te deje venir más. Ahora soy yo la que se rí­e. –¡!Ojalá!!. sea así­ . Me da unas señas y me cita a las ocho. Le pregunto si necesito llevar algo y se rí­e de nuevo. Cuelgo y me quedo pensativa. La verdad, el tipo es más misterioso que aquellos con los que suelo quedar. Me entra la duda de si será un psicópata, pero deshecho la idea, por la voz no lo parecí­a en absoluto. Además, su promesa me ha puesto arrecha, tanto que tengo las tangas absolutamente empapadas. Cuando camino por la oficina me da la impresión de que mis compañeros pueden oler el aroma de mi vagina y esa idea me pone más arrecha aún. Finalmente salgo del trabajo. Me dirijo a la dirección que me ha dado el hombre, en una esquina de la plazoleta. Allí­, tal como me ha dicho, hay estacionado un caro negro conducido por un tipo vestido de blanco. Entro en el carro y, algo nerviosa, le saludo. El tipo se vuelve y me pregunta si estoy dispuesta. La voz susurrante que he oí­do antes al teléfono me tranquiliza. Me Asiento y el carro arranca. El carro avanza hacia las afueras de la ciudad, y se detiene cuando ya estoy dispuesta a saltar del auto en marcha. Se baja y amablemente me abre la puerta. Le sigo y entramos en un chalet de dos pisos. Me acompaña al primer piso y abre una puerta. Es un baño enorme y en el centro hay una enorme ducha. Le pregunto si puedo usarla y asiente. Me dice donde están las toallas y cierra la puerta. Me meto en la ducha y cierro la división para no mojarlo todo. Abro el agua, que sale a una temperatura perfecta, y dejo que recorra mi cansado cuerpo. Doy un respingo cuando noto algo en una pierna. Miro hacia abajo y me doy cuenta que la división tiene un agujero por el que alguien ha metido la mano y me acaricia suavemente la pantorrilla. Como por arte de magia van apareciendo más agujeros y más manos que, suavemente acarician mi cuerpo. Me pego más a la división y al rato una veintena de manos recorre todo mi cuerpo, me acarician, me pellizcan, me hacen suaves cosquillas.., cada una de mis tetas es suavemente manoseada por una mano y pronto mis pezones son pellizcados por otras dos. Otra mano acaricia suavemente la entrada de mi culo mientras otra pellizca suavemente mi clí­toris.. siiiiiiiiiiiiiiiii, ohhhhhhhhh, que sensación, no hay milí­metro de mi cuerpo que no esté siendo acariciado. Ronroneo de gusto mientras mi vagina chorrea con las atenciones de dos manos y mis pezones se ponen duros como piedras. Una de las manos pellizca la punta de mi clí­toris y siento casi una corriente eléctrica de placer recorrer todo mi cuerpo. Intento que una de esas manos me penetre en la vagina, pero al acercar mi vagina a ella la mano, como por encanto, desaparece. Vuelvo a intentarlo y vuelve a ocurrir. Gruño desesperada. Estoy a mil y necesito que me coman. Abro más las piernas para permitir a las dos manos que juegan con mi clí­toris que jueguen con el a placer, mientras mis tetas y mis pezones son dulcemente torturados por otras varias manos. Gimo sin control. Ohhhh, siiiiiii. Estallo en un orgasmo y justo en ese momento las manos desaparecen. Gruño de gusto y de frustración. Justo cuando me pregunto si la alcachofa de la ducha me cabrá en la cuca, el hombre entra en el baño y me pide que le siga. Lo hago casi a regañadientes, mi clí­toris late insatisfecho y mi vagina grita desesperada por una buena verga. Estoy tan desesperada por tirar que ni siquiera me he dado cuenta de que camino desnuda detrás de él. Bajamos un par de plantas y abre la puerta de una estancia en semipenumbra. Apenas vislumbro lo que hay dentro. El hombre me coge de la mano y me guí­a hacia un lugar que calculo que será el centro de la estancia. -¿Preparada? pregunta mientras con una mano me coge un pezón y me lo retuerce suavemente. Después se saca el pene de los pantalones, una verga enorme y ancha. Mi vagina se encharca al verla. Me empuja de los hombros hasta que me arrodillo y pone la verga frente a mi cara. -En este juego sólo hay una regla, continúa. Intento acercar mi boca a su pene pero no me lo permite -Una vez que comienza hay que llegar hasta el final. No es posible dejarlo a medias. Le miro. Esa afirmación me inquieta un poco, pero realmente estoy tan arrecha que no me importa mucho lo que dice. Yo sólo quiero comerme esa verga y después vaciarlo hasta dejarlo seco. -¿De acuerdo? -¿Dispuesta a todo? Asiento. La verdad, el tipo se está poniendo pesado con tanta cháchara. Yo quiero tirar y dejarme de rollos, pero se ve que a este tí­po le va el temita charla para entrar en ambiente. -Pues adelante. Puso las manos sobre mis hombros y me empujó hacia atrás, de forma que caí­ de espaldas. Noté como ataba una cinta ancha alrededor de mi cintura y enganchó la cinta a un gancho que pendí­a de una polea. Se dirigió a la polea y tiró de la cuerda, de forma que, mientras mis hombros quedaban pegados al suelo, mis caderas se levantaban, dejando mi vagina totalmente expuesta. La situación me pareció excitante y aún más cuando me esposó las manos a la espalda. Mi vagina chorreaba. La posición no era muy cómoda, pero era realmente morbosa, y el morbo era acentuado por el hecho de que yo apenas veí­a al tipo. Lo escuchaba manipular, pero no tení­a ni la más remota idea de lo que estaba haciendo. Oí­ un zumbido y ¡por fin! Sentí­ un pene penetrando en mi cuca. Lo hací­a despacio, suave y lentamente, aunque yo hubiera querido que me comiera como a una yegua salvaje. La culiada era muy profunda, tanto que la punta de la verga, cada vez que entraba me llegaba al punto g, lo cual me hací­a mover mis caderas adelante y atrás, intentado acelerar la tirada. En aquel momento, sin embargo, me di cuenta de que la verga no tení­a dueño. Parecí­a como si la verga me follara sola, con un metisaca torturantemente lento. Poco a poco la verga comenzó a comerme más rápido y más profundamente, mientras yo gemí­a y me retorcí­a de gusto. Mis pezones iban a reventar, mi vagina chorreaba litros de jugos y grité con todas mis fuerzas cuando sentí­ que el tipo me poní­a un vibrador sobre el clí­toris. -Ahhhhhhh, siiiiiiiiiiiiiiiiiiii, qué gustoooo, siiiiiiiiiiiii, gritaba mientras la verga aumentaba su follada a una velocidad endiablada y el tipo continuaba jugando con mi clí­toris, abriéndome con una mano los labios para que el roce fuera mayor y la sensación de placer fuera casi insoportable. La verga comenzó un metisaca más lento y el tipo quitó el vibrador de mi clí­toris, mientras yo me recuperaba. De nuevo la verga comenzó un mete saca salvaje, tocandome el punto g sin pasión, y de nuevo mi clí­toris se vio atacado por el vibrador del sádico aquel. -Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhh. Mis gemidos de placer debí­an resonar por toda la ciudad. Me corrí­ cuatro veces siendo taladrada por aquella verga, mientras el hombre poní­a y quitaba el vibrador de mi clí­toris. Mi cuerpo estaba transpirado de sudor, y de mi vagina manaban tantos jugos que deberí­a haber un charco debajo de mis caderas. Finalmente la verga se detuvo. El hombre se acercó a mí­ y sonrió. -¿Qué tal? -Ha sido impresionante, jadeé, jamás en mi vida habí­a sentido una cosa así­. Ha sido genial. El hombre rió, burlón. -Pues si el calentamiento te ha gustado tanto, ya verás lo que sigue. Le miré, con una mezcla de incredulidad y excitación. Me quitó las esposas y me ayudó a levantarme.
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