Guía Cereza
Publicado hace 13 años Categoría: Fantasías 680 Vistas
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CAPITULO II,EN EL APARTAMENTO

Ya eran mas de las tres de la tardeyfuimos a almorzar donde el Bonny, ella pidió una cazuela de mariscos yo hice lo mismo, le dije que quería estar preparado para no desentonar en la noche, ella sonrió pues sabía a que me refería. Volvimos a la playa y reposamos casi una hora en las sillas bajo el toldo, alcancé a dormir por cortos períodos y no podía dejar de imaginar y pensar en lo que podía pasar esa noche. Ambos estábamos cargados de erotismo y morbo. Después nos metimos juntos al mar y nos adentramos tanto como nos permitían, el salvavidas cada vez que nos veía alejar demasiado montaba en cólera y gritaba y gesticulaba desde su garita y nos conminaba a acercarnos a la playa. En realidad nos alejábamos para escapar de la cercanía de los demás bañistas. Ella se quitó el bikini y me lo dio yo lo apreté en mi puño para que el mar no me lo arrebatara, mientras ella se tiraba desnuda sobre las olas y se dejaba arrastrar hacia mi, yo la esperaba y la abrazaba y le acariciaba su pubis. Ella me correspondía y sacaba mi pene y lo acercaba a su sexo para masajearse. Así estuvimos jugando por casi una hora.

Regresamos al toldo y ya empezaba a oscurecer. Contemplamos en silencio y abrazados el horizonte. Le pregunté si quería ir al apartamento de Carlos, ella me miró y me dijo; tontico claro que si y tú también quieres.

Fuimos al apartamento que habíamos alquilado, estábamos agotados de nuestro juego con las olas y quedamos rendidos, dormimos tal como llegamos por casi dos horas. Desperté con una fuerte erección, busqué mi reloj, ya eran casi las ocho. La miré dormida junto a mi lado y empecé a besarla y mordisquearle suavemente su cuello y a susurrarle al oído morbosidades, a ella le gusta que le hable y le diga cosas sucias cuando está muy caliente. Le empecé a preguntar si quería que el español se la comiera, si quería chupársela y ella entre jadeos me decía que si. Esto me excito mucho y la besé desesperadamente, mordí sus labios, sus pezones, lamí sus axilas y su pecho. Su aroma a mar y su piel salada me enloquecía, bajé desesperado en busca del premio mayor, para ese momento ya estaba húmeda, la lamía, la chupaba, mordía suavemente sus labios vaginales, su clítoris, ella gemía y sujetaba mi cabeza obligándome a permanecer entre sus piernas. No tardó mucho en tener uno de los orgasmos mas fuertes que le había conocido, se retorcía y jadeaba, yo ya no podía mas estaba a punto de estallar, desesperado le introduje mi pene, su vagina estaba hirviendo y aún palpitaba como si tuviera vida propia, no demoré en venirme después de varias embestidas violentas, mientras ella gritaba y gemía. Sentí que le inyectaba un chorro interminable de semen, me dejé caer sobre ella exhausto y nos fundimos en un abrazo, sentí su cuerpo sudoroso temblando y su respiración agitada sobre mi cuello. Así estuvimos dándonos besitos cargados de ternura hasta que el cansancio nos durmió nuevamente.

Nos despertó el timbre de su celular, ella contestó adormilada, alcancé a escuchar el inconfundible acento español de Carlos. Llamaba a recordarnos la invitación, ella me miró inquisitiva mientras seguía la conversación, esperando mi respuesta, yo le dije que sí, que en una hora estaríamos allá, la conversación duró mas de lo necesario a mi modo de ver y él debía estar diciéndole otras cosas de las cuales no me enteré, pues ella contestaba con monosílabos. Finalmente colgó y su aletargamiento después de haber hecho el amor desapareció y la noté otra vez vivaz y presurosa. Me dijo que nos bañáramos rápido que ellos nos están esperando para ir a una discoteca.

Nos bañamos ambos, ella se rasuró sus axilas, sus piernas y su pubis con mucho esmero, salimos de la ducha y yo me vestí rápidamente mientras ella estaba muy meticulosa en su arreglo, se cepilló el pelo y se maquilló cuidadosamente. Se puso una tanguita blanca tipo hilo dental y el brasier que mas le gusta pues le levanta y resalta sus senos. Se puso un vestido rojo escotado que se ciñe a su cuerpo y es bastante corto dejando ver sus delgadas pero firmes piernas. Si estuviéramos en Bogotá sería muy atrevido, pero en Cartagena era perfecto. Me pareció que estaba muy hermosa, me acerqué y le di un beso. Ella tenía un brillo especial en sus ojos que nunca se lo había notado antes, estaba ansiosa.

Salimos tomados de la mano rumbo al apartamento de Carlos.

El edificio estaba ubicado en un sector de la ciudad sobre la vía que circunda la playa. En la recepción el portero ya estaba avisado así que nos hizo seguir inmediatamente. Tomamos el ascensor hasta el piso 15. La tomé de la mano y la sentí sudorosa y algo agitada, ella dijo lo mismo de mí antes que yo pudiera decirle algo. Me dijo; tranquilo amor tú sabes que cualquier cosa que pase será con consentimiento mutuo.

Llegamos al piso quince y mi corazón empezó a latir mas fuerte, la puerta se abrió y apareció Carlos con una gran sonrisa, tenía una fina camisa blanca y pantalones beige su cabello premeditadamente despeinado y la barba a medio afeitar pero bien delineada. No podía negar que el tipo tenía pinta de galán de telenovela.

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Como era de esperarse saludo a Marcela con gran regocijo, tomándola de las dos manos y separándola para darle una mirada de arriba abajo le dijo; que guapa estás mujer!. Nos hizo pasar y caminó con ella de la mano como si fuera suya. Nos presentó a su socio Antonio, que era también español pero de más edad, tendría unos 50 años y una calvicie avanzada, sin embargo era muy jocoso y proyectaba mucha alegría. Nos presentaron también a dos mujeres y a otro hombre que venían de Medellín y estaban de vacaciones en Cartagena. Carlos aprovechó que yo me quedé saludando e invitó a conocer el apartamento a Marcela, parecía que fueran viejos amigos, mientras yo me quedé en la sala con Antonio, quien ya me había dado un whisky con hielo y me hablaba de muchas cosas con su rápido acento español que se me hacia difícil seguirlo. Me empecé a inquietar pues me parecía que Marcela llevaba una eternidad conociendo el apartamento con Carlos. Antonio, muy perspicaz, notó mi intranquilidad y me dijo riendo; no te preocupes que tu mujercita no se te va a perder.

Después de algunos minutos aparecieron sonrientes, ella volvió a mi lado y me abrazó integrándose al grupo mientras Carlos fue a servirle un ron bacardi con limón y hielo como a ella le gusta.

CAPITULO III, EN LA DISCOTECA

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