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EL LADO DESCONOCIDO DE MI ESPOSA.
FINAL, EN NUESTRO APARTAMENTO
Abrí la puerta y ella prácticamente lo llevaba arrastrado hacia la habitación, en esos momentos parecía que yo no existiera. Es indescriptible la sensación de celos mezclada con morbo y erotismo, trate de controlarme y los dejé solos, me dirigí a la nevera, preparé tres tragos y fui al cuarto, cuando entré la escena que vi superó todas las expectativas y fantasías que había tejido durante mucho tiempo.
Carlos tenía la camisa y el pantalón desabrochados y estaba de pie junto a la cama, ella arrodillada y aún vestida le chupaba la verga desaforadamente. Era electrizante la situación, para mantener la calma y no mostrar mi perturbación traté de actuar con naturalidad y les dije; dejen para más tarde y tomen un traguito sobre todo tú mi amor para que te desinhibas un poco, le dije sarcásticamente. Ella suspendió su actividad por un instante y me miró libidinosamente. Carlos se dirigió a mí diciéndome, tranquilo viejo, te noto tenso, esto es muy común en Europa, Marcela es tuya, yo solo la voy a disfrutar esta noche y el resto de la vida será solo tuya, la verdad te tengo envidia porque es muy caliente.
Ella se levantó y se dirigió hacia mi y me besó y pude percibir el aroma del juguete que tenía hasta hace pocos instantes en su boca. Me dijo en tono de súplica juguetona, como cuando un niño pide a su padre un helado; amor quisiera que me dejaras a solas con Carlos, si? no seas malito, te puedes quedar aquí en la sala o en la otra habitación, di que si, solo por esta noche, Carlos se unió a la petición y no me quedó mas remedio, ella como consuelo me desabrochó la bragueta y me dio una breve mamada y me dijo, mañana te atiendo a ti, chao y me fue empujando suave y juguetonamente hacia la puerta.
Quedé solo en la sala con un trago en la mano, una tremenda erección y una agitación indescriptible.
Me resigné y me senté en el sofá a tomar mi trago mientras acariciaba mi pene que había recuperado un vigor inusitado que solo recordaba de mis épocas de adolescente.
De la pieza escuchaba risas esporádicas de ella seguidas de gemidos roncos, era claro que había seguido en su labor. Mi pene a punto de reventar no pudo más y fluyó casi contra mi voluntad un inigualable chorro de semen que se estrelló en mi camisa casi a la altura del pecho. Fue un gran alivio, pero temporal, porque inmediatamente los jadeos de Marcela y las frases que le decía a su amante como; papi que verga mas rica tienes, me la vas a meter duro? Verdad que si papi? hicieron que nuevamente recuperara la erección.
Decidí salir a caminar pues era una tortura que no podía resistir. Tomé una cerveza de la nevera y salí a esas horas de la madrugada a caminar por la playa.
Mis sentimientos empezaron a cambiar y no pude evitar llorar y me sentí como un ser despreciable y depravado y me recriminaba por haber dejado a mi esposa, con la cual llevaba 15 años de convivencia, sola con un desconocido que se la estaba follando y la hacía gritar como nunca lo había hecho yo. Caminé alrededor de media hora y decidí volver al apartamento después de librar una batalla interna entre mis principios morales y religiosos frente a la fuerte excitación que me provocaba esa situación. Finalmente cualquier arranque de puritanismo o de remordimiento terminaba sucumbiendo ante el morbo. Descubrí esa noche que ese es el demonio mas poderoso que existe.
Entré nuevamente al apartamento y parecía que nunca me hubiera ido. Ella estaba gimiendo desesperada. Aunque me había hecho el propósito de cumplir su deseo de dejarlos solos, no aguanté la curiosidad y me acerqué sigilosamente a la habitación que estaba iluminada por una lámpara de mesa, me quedé parado en la puerta que estaba entreabierta y desde ahí tenía una amplia visión de la cama. Fue alucinante lo que vi. Ella estaba prácticamente colgada de él, que estaba de pie, ella atenazaba su cuerpo con las piernas y se sostenía de su cuello con los brazos, mientras era penetrada con su miembro que en esos momentos me parecía infinito pues demoraba una eternidad en salir de su vagina para volver a entrar parsimoniosamente, él la sostenía con sus manos por las nalgas y marcaba el ritmo de la penetración, por unos momentos aceleraba y esto provocaba gritos desesperados de ella. Vi sus cuerpos sudorosos, supuse que este era su tercer o cuarto polvo, que importaba.
Me quedé parado allí y nuevamente tenía una erección endiablada, empecé a masturbarme suavemente y a disfrutar y a sufrir lo que estaba viendo, no sabía cual era el sentimiento. Lo que ella le decía me ponía mas excitado, alababa su verga le decía que era muy grande y rica que ella sería su puta cuantas veces quisiera. Después de varios minutos la bajó y la hizo voltear y la puso en cuatro, ella era muy dócil y acuciosa para cumplir todas las indicaciones que él le daba. Una vez acomodada en posición le preguntaba; Quieres darme por detrás?, dame tu sabes que es tuyo papi, dame bien rico.
Él tomó un frasco de aceite y empezó a aplicarle en su culito, culito que me había dado a mí en escasas ocasiones después de mucho rogar, pero aquí ella era quien lo pedía desesperadamente. Él la preparó introduciendo los dedos primero y masajeando, después se dispuso a meterlo, empezó haciéndolo suavemente y ella le ayudaba meneando su colita, ella dio un alarido de dolor, seguramente le entró la cabeza, él, muy hábil en esas artes detuvo la penetración hasta que ella dejó de quejarse y fue ella misma quien le pidió que siguiera después de unos instantes. Tardo un poco en introducirla toda, pero una vez adentro ella empezó nuevamente a menear su cola empujándola contra su verga para lograr que la penetrara toda, el ritmo empezó a subir y el a empujar cada vez mas fuerte y rápido, ella gritaba y jadeaba como nunca la había visto, en ese momento sin querer empujé la puerta y ellos notaron mi presencia, ella me miró a través de sus cabellos desordenados que le cubrían el rostro y pude ver su mirada desencajada y sus ojos distantes como si estuviera transportada a otro mundo, me hizo un ademán para que siguiera y me decía; si ves como se culean de rico a tu esposita, te gusta?, quiero que te masturbes, Hazlo, hazlo!. No tuvo necesidad de repetirlo porque yo ya estaba en esa labor cuando entré.
Carlos parecía que fuera una máquina, le bombeaba a una velocidad infernal sin mostrar signos de cansancio, Marcela empezó a gritar y anunciar que se venía.
- Me vengo papi, no pares por favor, no pares, dame duro…mas, mas y terminó con tremendos gritos de placer arqueando su cuerpo y retorciéndose, Carlos se le echó encima y la abrazó cogiéndole fuertemente sus tetas y pegándose contra su cuerpo como si quisiera atravesarla, así terminó de bombearle todo el semen en su culito. Se dejaron caer en la cama aún abrazados y se acostaron de lado jadeando y resoplando, yo no tuve problema en venirme nuevamente. Me senté en un sillón que estaba en la habitación y vi como después de varios minutos cuando la respiración de ellos volvía a la normalidad se besaban tiernamente y él susurraba a su oído cosas que no alcanzaba a oír.
Después de unos 30 minutos se levantaron y pasaron a la ducha que tenía divisiones de vidrio y me daba un claro panorama desde donde me encontraba sentado.
Se enjabonaban mutuamente y sonreían complacidos, yo estaba disfrutando en primera fila viendo a mi esposa enjabonarse con un recién conocido, pero el vapor del agua caliente empezó a empañar los vidrios y fui perdiendo lentamente la visión. La última imagen que vi era el preludio de que iban a tener sexo nuevamente. Ella le estaba besando el pecho y le chupaba los pezones, empezó a bajar lentamente y él le dirigía suavemente la cabeza con sus manos hacia abajo, el vapor no me permitió ver más, pero era obvio cual era su objetivo. Nuevamente quedé supeditado a lo que mis oídos me transmitieran, escuche sus risas y los quejidos roncos de Carlos cada vez mas sonoros, después, aunque no podía ver, supongo que la empezó a penetrar nuevamente porque ahora eran los gemidos de Marcela los que escuchaba y sus infaltables ruegos y frases; dame duro, así, que soy tu putica, jálame el pelo, dame duro y muchas frases mas. No se en que posición la tenía, seguramente la había puesto de espalda hacia él, porque se que así le gusta a ella para que le sujeten fuerte de sus caderas. Los gritos y los jadeos eran interminables,finalmente y luego de escucharlos una eternidad resoplaron casi al unísono y en medio de gritos tuvieron otro orgasmo, después solo seguí escuchando el chorro de la ducha estrellándose contra el piso.
Salieron de la ducha después de algunos minutos de silencio, ella envuelta en una toalla blanca y él con la toalla a la altura de la cintura.Carlos se sentó al borde de la cama, y me dijo que hacía mucho tiempo no follaba tanto como esa noche, que tenía una mujer insaciable.
Ella finalmente pareció recordar que yo existía y se sentó en mis piernas mientras secaba su cabello. Ya estaba empezando a amanecer, y Carlos dijo que se iba y empezó a cambiarse, poco a poco ella fue retornando a su acostumbrada ternura hacia mí, me preguntó como me sentía, y dijo que la había hecho muy feliz.Ya vestido, Carlos se dispuso a partir me estrechó fuerte la mano, Marcela se levantó para acompañarlo hasta la puerta.
Abrió la puerta y antes de marcharse se abrazaron, el apretó con su mano sus nalgas, para ese momento la toalla de Marcela se le había caído, ella por su parte le agarró suavemente el bulto de su sexo por encima del pantalón y se dieron un apasionado beso de despedida. Fueron unos instantes interminables, finalmente se separaron y Carlos desapareció de mi vista, ella cerró la puerta y camino hacia mí radiante y con una gran sonrisa. Me dijo Te amo! Y me invitó a dormir.