
Compartir en:
Joa y yo éramos amigas desde que las dos entramos al colegio, en esa época cuando apenas comer galletas en el bus del colegio rompía todas las reglas escritas. Compartimos casi todo siempre, pues vivíamos cerca y durante varios años fuimos las mejores amigas. Yo cambié de colegio cuando tenía cerca de 11 años pero me seguí hablando con mucha frecuencia con Joa, al crecer juntas compartimos a nuestras familias, así que era habitual pasar nuestras vacaciones en tierra caliente, juntas.
Cumplimos 15 años y junto con ellos llegaron los amores que creímos eternos y al mismo tiempo la curiosidad de descubrir el infinito mundo del placer. Una tarde en la reunión por su cumpleaños Joa me presentó a Juan Nicolás, su novio desde hace unos meses quien también estudiaba en el mismo colegio. El tipo era agradable, tenía 18 años y estudiaba alguna ingeniería en una universidad conocida, hablamos un rato de cosas varias mientras Joa atendía al resto de sus invitados, Juan Nicolás no me pareció nada del otro mundo, pero tenía un encanto extraño.
Para la Semana Santa siguiente recibí un llamado de mi querida amiga, Juan Nicolás quería ir de viaje con ella y algunos amigos, Joa me pedía que le hiciera el cuarto, inventar que iríamos con mi familia para que en la casa de ella la dejaran mientras yo decía lo contrario para acompañarla, como lo comenté anteriormente esto no era extraño pues éramos casi hermanas. El lugar al que llegamos era de uno de los amigos de Juan Nicolás, un lugar muy bello con varias comodidades propias de la clase alta a la cual pertenecía, contaba con 2 piscinas, sauna, jacuzzi, cancha de tenis y hasta un riachuelo la cruzaba. Obviamente el licor era uno de los factores más importantes en este paseo de amigos, universitarios que no comprenden placer sin muchas botellas de aguardiente en la cabeza. Joa y yo éramos las presas favoritas… más que nada yo, pues Joa estaba casi todo el tiempo con Juan, quien no se despegaba de sus labios.
Una noche, después de beber un par de tragos de aguardiente y estando bastante poco acostumbrada al efecto de los mismos decidí alejarme del grupo para evitar shows desagradables, me desnudé e ingresé al sauna esperando que sudar lograra bajarme el efecto del alcohol. No sé cuanto tiempo pasé ahí adentro ensimismada y disfrutando de mi soledad. De un momento a otro el sonido de la pesada puerta del sauna rompió el silencio.
- ¿Hay alguien acá? – Preguntó la voz de Juan Nicolás.
- Sí, Nico. Soy yo. No entres.
- ¿Por qué?
- No entres.
- Es que estás desnuda ¿O qué? – Dijo mientras entraba y cerraba la puerta entre risas.
Me cubrí los senos con un brazo y crucé las piernas. La mirada de Juan Nicolás bailó por todo mi cuerpo se notó algo de deseo. Rió.
- Ah! Sí estabas desnuda, pero bueno, no te preocupes, la diferencia entre tu desnudes y tu vestido de baño, no es mucha.
- ¡Ridículo! ¿En serio?
- Sí, pero es sexy. Aunque te confieso que no te imaginé desnuda.
- Es lo mínimo, soy la amiga de tu novia.
- Y yo soy hombre, es verdad que tienes un algo que me atrae, pero solo deseé verte desnuda hasta ahora. ¿Me complacerías bajando la mano?
Un viento frio me recorrió la espalda y terminó en mi vagina, algo desconocido se había apoderado de mí. Quizás el licor, quizás las hormonas, quizás lo caliente del lugar me hicieron no debatir, vacilar, ni siquiera opinar, sólo bajé el brazo y descrucé las piernas, ahí estaba yo, desnuda y sudorosa frente al novio de mi amiga.
- Tienes mejores tetas que Joana. Ahora tócate.
- ¿Qué?
- Tócate, o es que no te haz masturbado nunca, nena.
- Sí, pero no frente a alguien.
- Bueno, para todo hay una primera vez, tócate.
El poder que tenía Nicolás me impactó ¿O sería acaso mi falta de voluntad lo que me impactaba? Al final de cuentas, 5 respiraciones después estaba masturbándome frente a él. Empecé pasando dos dedos por mi clítoris, acariciando mientras me imaginaba que eran las manos de él, me empecé a mojar. Esos mismos dos dedos empezaron a entrar en mi vagina generándome una sensación de placer increíble, tenía los ojos cerrados y me concentraba en las sensaciones que me rodeaban. El calor del sauna, la humedad de mi vagina, la idea de ser observada por Nicolás… lo prohibido del asunto, gemía suavemente. Subí la misma mano que estaba en adentro mío hasta mis senos y los agarré con fuerza, deseaba justamente eso… fuerza. Un cuerpo húmedo empezó a generarme el placer que antes mis dedos estaban generando, la lengua de Juan estaba dándome por primera vez en mi existencia sexo oral. Pensé en Joana, obviamente, pero el placer era tanto que me recosté y dejé que el hiciera lo que deseara, luego empezó a subir por mi abdomen y mordisqueó mis pezones mientras jugaba con mi clítoris… besándome el cuello me preguntó: ¿Eres virgen?
- ¡No, momento! – Dije separándolo de mi cuerpo. Tu eres el novio de mi mejor amiga, y no tienes porqué estar haciendo esto conmigo. Yo no puedo estar haciéndole esto a Joa y…
- Joa se la está mamando a JuanJo en este preciso momento, y no me importa. – Interrumpió - Venía a contarte para que la pararas, pero la verdad prefiero un ojo por ojo bien delicioso contigo. Entonces - dijo dándome una suave palmada en la vagina. ¿Eres virgen?
Vacilé varios segundos, tenía miedo de lo que podía pasar luego de darle una respuesta y hasta reflexioné sobre Joana. ¡Es increíble lo que puede pasar por una mente en segundos!.
- No, mentí.
- ¡Estupendo! Entonces te puedo hacer todo lo que te gusta esta noche.
Sus labios regresaron a mi cuello casi de inmediato, mientras sus manos agarraban mi cintura con fuerza, mientras acariciaba su espalda pasaba mi lengua por su oreja. Me tomó con las dos manos y me puso de píe, pasó su lengua rápidamente entre mis senos y bajó su pantaloneta, tomó mi cabeza y la bajó a la altura de su pene. Yo empecé a besar su miembro erecto, al mismo tiempo que mis manos pasaban haciendo un movimiento vertical, veloz, continuo. Él empezó a respirar más fuerte cada vez, se separó de mi boca y me acostó en el piso el cual estaba diseñado claramente para evitar accidentes y tenía pequeñas pepitas antideslizantes que me lastimaban la espalda, la incomodidad era atroz, pero estaba tan excitada, nerviosa y culpable que no me importó el dolor que me generaba. Abrí las piernas y Juan puso su pene en el ingreso de mi vagina.
- ¡Momento, Juan!
- ¿Qué pasa?
- Soy virgen.
- Está bien – Respondió luego de unos segundos de silencio -. Te dolerá
Empezó a entrar lentamente sentí un punzada y una presión insoportable en mi vagina, los ojos se llenaron de lágrimas. ¡Me duele mucho! Susurré. Juan bajó su mano y jugó con mi clítoris mientras seguía penetrándome, su pene entró un poco más y un dolor desgarrador me llenó todo el cuerpo. Juan siguió moviéndose, yo empezaba a disfrutar el dolor que sentía, de repente este desapareció y me encontré con uno de los mayores placeres que en mi vida había conocido: el ser penetrada por un hombre. Aunque no duró mucho más que eso porque Juan Nicolás terminó de repente dejando la primera sensación del semen de un hombre en mi cuerpo. Casi de inmediato él se puso de píe y se vistió mientras yo tirada en el piso sentía el dolor en el cuerpo y en el alma. Pensé en Joana.
Juan Nicolás salió de la habitación diciéndome que no quería que sospecharan nada sus amigos, que esperara unos minutos para salir y que, por mi bien no dijera nada, pues muy posiblemente todos pensarían que era una puta falsa y maldita. “Por tu reputación no lo hagas, nena”
Ahí había quedado yo, con la dignidad en el piso junto a la mancha de sangre de mi primera vez, con lágrimas en los ojos y culpa en el alma, nada cambió, meses después Joa terminó con Juan Nicolás porque lo vio con otra. Jamás le conté nada a nadie, hasta hoy, que este relato está en tus manos.