Guía Cereza
Publicado hace 12 años Categoría: Hetero: General 774 Vistas
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La noche que conocí a Martín, nuestras miradas se cruzaron de una manera extraña.  Si bien había mariposas – palomas – águilas, volando en mi estómago… había algo más, un deseo profundo de besarlo y quedarme a su lado, mucho tiempo. Aquella mañana, sentados uno frente al otro el mundo se redujo a su voz, era extraño lo que sentía pues jamás unos ojos me habían impactado tanto como los de aquel uruguayo. Cuando terminó aquella de reunión de amigos la tarde siguiente me fui pensando en que todo había sido producto de mi imaginación. 

Durante los días siguientes no dejé pensar en Martín, seguía empecinada en la idea de que todo había sido producto de mi imaginación; yo sentía que el aire se podía cortar con un cuchillo. Aun así había un par de imágenes que no lograban salir de mi mente y me hacían pensar en él de una forma menos romántica y creer que él también había sentido algo por mí. Recordaba cómo sus ojos se habían bajado por las curvaturas de mi cuerpo, especialmente en mi cola… recuerdo como tras el jean se veía una protuberancia justo entre sus piernas. Aun así, quería quedarme con la imagen de esa mirada dulce y triste. Para mí todo se fue quedando en el pasado, poco tiempo después Martín me escribió.

Los correos empezaron, él estaba ya en Montevideo nuevamente y yo en la lejana (Pero no tanto) Buenos Aires. Todo comenzó siendo una charla casual, intercambio cultural, recuerdos de aquella noche, comentarios sobre los amigos en común que esa noche nos habían unido. Nada fuera de lo común. Fue entonces cuando una noche de nostalgia Martín fue mi confidente, su respuesta fue un sinfín de palabras de aliento y cariño que me hacían entender que quizás lo sucedido esa noche algunos meses atrás, no había sido sólo producto de mi imaginación. Un par de charlas después me encontraba rumbo a Montevideo…  vería nuevamente a aquel uruguayo que se había robado mi cabeza.

Lo vi y nuevamente esa sensación de mariposas volando se apoderó de mi cuerpo, fue ahí como el atardecer de esa primavera al sur del continente caminé junto a Martín tomada de su mano. El viento era fuerte y nos sentamos en una cabina de salvavidas, él abrió sus piernas y yo me acomodé dándole la espada con la excusa de tener algo de frío; él me abraza. Nuestros labios se encontraron una y otra vez y el atardecer fue cómplice de lo que mi imaginación se había encargado de fabricar por semanas. Martín me agarró por la cintura y sus besos pasaron a bajar lentamente por mis mejillas y luego por mi cuello, el sol se ocultaba a lo lejos y mis ojos se cerraban disfrutando, mientras mis manos pasaban suavemente por sus muslos.

Sus manos empezaron a subir, con suavidad tocó mis senos sobre la ligera blusa gris sin espalda que había elegido para esa ocasión. Mis pezones duros por el viento y los besos de Martín fueron su punto de entretenimiento durante unos instantes, me quedé quieta, disfrutando de la respiración agitada, de sus manos grandes, del sonido del mar. Corrí mi cola para atrás y sentí su pene erecto, no pude evitar la tentación de apoyar mi cadera contra él y escuchar el suspiro fuerte en mis oídos. Paramos un segundo, como recapacitando sobre el hecho de que estábamos en una playa pública, que aún no se ocultaba del todo el sol y que apenas hace unas horas nos volvíamos a ver. Nada de eso importó, Martín acarició mi espalda desnuda y luego sutilmente las movió a mis senos, continuó besando mi cuello suavemente mientras mis manos acariciaban su cabello y emitía pequeños gemidos producto de un placer desmedido, nunca antes experimentado. Un placer sencillo y profundo.

Luego Martín susurró suavemente: “No sabes cuánto pensé en ti, en esto desde que te vi en Buenos Aires”. Desde ese momento me dejé llevar, acepté con placer y cariño sus besos y la manera en que sus manos se movían. Abrí un poco mis piernas y lo invité a bajar moviendo su mano hacía el sur de mi cuerpo, Él empezó a rozar mi vagina que estaba muy húmeda sobre la ropa interior, con un beso apasionado en los labios lo autoricé a que me tocara sin miedo directamente sobre ella, sin intermediarios. Pequeños espasmos llenaron mi cuerpo cuando sus manos empezaron a masturbarme mientras mis manos hacían lo mismo sobre su pantalón. Su pene era grande, grueso, delicioso y estaba tan erecto que era inevitable querer sentirlo. Bajé el cierre de su pantalón y contra mi espalda quedó su verga desnuda rozando. Dejó de masturbarme por unos instantes y con su mano húmeda escribió en mi espalda “Te deseo”.

En ese punto sólo había algunas luces detrás de nosotros que se reflejaban en el mar, la noche podía sería cómplice del resto de nuestra velada. Me di vuelta y con mis piernas de cada lado de su cadera le continué besando los labios y el cuello, sus manos agarraban mi cola y mi cadera, cada tanto acariciaban mi cintura, había movimientos suaves de su cadera que me subía para que sintieracómo estaba él de excitado, había un roce delicioso entre su pene erecto y mi vagina húmeda, nunca antes había anhelado tanto que me penetraran como deseé que Martín me la enterrara en ese momento, sus manos me recorrian con fuerza y yo besaba su cuello y sus hombros disfrutando de su cuerpo perfecto.  Su piel, suave, delicada y tibia… transpirada por el clima y por el momento era un refugio perfecto, sus brazos eran mi delirio.

Martín se quedó mirándome fijamente a los ojos mientras me levantaba por las nalgas y yo, haciendo lo mismo tomé en mi mano su pene con algo de fuerza, lentamente empecé a clavarme suavemente sobre él. Despacio y fuerte Martín me penetraba, trataba de mantener la mirada fija en aquellos encantadores ojos, en ese brillo y paz que me transmitían incluso en esa situación, pero no pude evitar cerrar los ojos para disfrutar completamente de su pene erecto. Los dos teníamos un grito ahogado en la garganta; Martín evitó emitirlo mordiendo y lamiendo mis pezones mientras yo me mordía los labios y aumentaba el ritmo de mi cuerpo sobre sus caderas. El mar se quedó en silencio y el viento dejó de soplar, el tibio semen de Martín me inundó y corrió por mis piernas, ligeros y frecuentes espasmos inundaron mi cuerpo y con una fuerza sobrehumana levanté a Martín para apoyarlo sobre mi cuerpo y así disfrutar de su textura, de su olor, de sus besos mientras el resto del mundo dejaba de existir, sólo él y yo en medio de ese fabuloso orgasmo... en la playa de Montevideo.

Nos quedamos inmóviles unos instantes mientras el mundo volvía a moverse, y la respiración agitada simultánea terminaba de aquella primera vez juntos. Él me inclinó ligeramente hacia atrás y pasó su lengua por última vez por mi abdomen y mis senos, me recostó con suavidad a su lado y descansé sobre su pecho agitado y tibio, la punta de sus dedos pasaban por mi cintura y escribiendo letras: T – E – A – M – O. Lo besé en los labios y él a mí la frente. Me miró como aquella mañana en Buenos Aires y entendí que jamás quería dejar de mirarlo.
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🍒 Pregunta Cereza

Junio, Mes del Orgullo🏳️‍🌈 ¿Te identificas con alguna de las siguientes orientaciones sexuales o identidades de género?


  • que  rico este  relato  pero por que las mujeres tienen que  posponer el acto sexual,por que  la mayoria de mujeres se predisponen a no tener sexo en el primer encuentro,sera  miedo a ser mal tildadas,les cuento me encanta tener sexo  con las mujeres  que  conosco  y  me facina que sea  el primer dia , de nuestro encuentro las  cosas  se viven con pasion  y  no se  postergan  


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