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LA AMIGA DE MI HIJO
Tengo un hijo adolescente, de 17 años, es universitario. Compré hace poco una casa de verano en un condominio del municipio de Flandes, Tolima. Es una ciudad calurosa y especial para el descanso.
Ese día, fui a buscar a mi hijo Walter a la piscina, necesitaba preguntarle donde tenía guardada una USB con determinada información. Estaba acompañado de uno de sus primos y de dos muchachas más: una de 18 años, amonada, delgada, cara hermosa, senos pequeños, tenía pocas nalgas y un poco pálida. La otra, de 20 años, morena, alta, culona (que le resaltaba encima de la tanga de baño), senos medianos (con los pezones erectos), labios gruesos, dientes perfectos y rostro hermoso. Ellos estaban departiendo fuera de la piscina.
Llegué y dije: - Buenas tardes, como están jóvenes -, a lo que respondieron ellas principalmente: - Muy bien señor -. Esa cordialidad me hizo observarlas más detalladamente y noté la mirada fija y pícara de Alejandra, la morena. Me fijé también en ella, se volteó para acostarse cobre una toalla colocada en el piso, solamente con el propósito de que le observara su hermoso trasero. Se volteó nuevamente y vio como tenía la mirada clavada en ese inmenso culo. Llamé a mi hijo a un lado y le pregunté por la memoria extraviada.
En la noche, estaba realizando un trabajo para la universidad con la que trabajo pues soy docente y llegaron las dos mujeres preguntando por mi hijo. Las hice seguir y llamé a Walter. Él las atendió y se sentaron a conversar. Alejandra iba con un short de jean y un top rojo. El top resaltaba sus tetas paraditas, digna de una mujer de 20 años. El pantalón corto le dejaba ver ese hermoso culo, redondito y abultado. Fue lo primero que miré.
Ella no me quitaba la mirada de encima y me dijo: - Señor, está muy joven para ser el papa de Walter…-, me reí pícaramente y le contesté: - No aparento la edad que tengo, pero soy mucho mayor que tú -. Ella me miraba fijo a los ojos, pero ya ninguna mujer me intimida. Soy docente desde hace muchos años y conozco cuando una mujer quiere algo a cambio. Prosiguió ella y dijo: - Es usted profesor?-, y le contesté: - Sí, de matemáticas -, y dijo suavemente: - Como hubiera querido un profe así -.
Entre a la alcoba a seguir con mi trabajo y escuché que colocaron música y el tintineo de botellas, estaban tomando cerveza. Salía cada rato a supervisar la situación, pues había menores de edad y observé que Alejandra tomaba ron, puro, era la única. Pensé lo prendida que debía de estar. Me acerqué a la cocina, detrás de mí vinieron las dos chicas con el pretexto de buscar hielo, me encontraron allí y me miraron de arriba a abajo.
Alejandra no me quitaba la mirada de encima, yo estaba en un pantalón corto y sin camisa. A pesar de mi edad aún conservaba un cuerpo atlético, juego beisbol y más moreno a causa del sol de estos días. Mi orgullo es ser negro. Ella era más clara que yo, el papa es negro y la mamá blanca. Escuché cuando le dijo a la amiga: - Laura, no me puse panty hoy -. Lo dijo para que la escuchara, la amiga contestó: - Aleja, tú no cambias….-. Se rieron, me miraron las dos y Alejandra me picó un ojo. No me perturbé y le respondí con una sonrisa.
Hacía la medianoche aún seguía trabajando. Salí de nuevo a la sala y estaban bailando una champeta. La música hacía que se movieran muy sexy, pero detallé que Alejandra se movía demasiado bien, me vio y empezó a pasar sus manos sobre su cuerpo y contorsionarse, quería insinuarse ante mí. Ahora si la pensé sexualmente, me la imaginé en cuatro y mostrándome ese gran trasero. Mi debilidad es un culo grande y ella lo tenía.
Ella me hizo una seña, no la entendí y entré a mi alcoba a continuar. Tenía en la cabeza a Alejandra, esa imagen moviéndose me puso arrecho, pensé en masturbarme por ella pero no lo hice. Entró mi hijo y me dijo que iba comprar cervezas, les dije que mucho cuidado en el camino pues era bastante distante, me dijo que se quedaban las chicas.
Ellas entraron a mi alcoba y me brindaron un trago de ron, me negué a él, las invité a seguir y se sentaron en la cama. Alejandra le hizo una seña a Laura y ella salió con el pretexto de ir al baño. Me dijo Alejandra: - No trabajes tanto, mira que eso hace daño. Además aquí vinimos a pasarla rico -, le contesté: - Hay prioridades en la vida y ésta es una de ellas -. Estaba sonando una salsa de Guayacán y empezó a bailar sola, se movía como una diosa de ébano. Me provocaba.
Me miraba fijamente, y me dijo: - Yo te gusto?...-, a lo que respondí: - Eres una negra muy hermosa, pero eres una niña aún -. Se enojó un poco y me dijo: - Te voy a demostrar que ésta niña es mejor que cualquier vieja -. Acto seguido se quitó el topcito que llevaba, sin dejar de bailar. Pude ver esas tetas hermosas, con los pezones marrones erectos. Se pasaba las manos sobre ellos y me miraba fijamente,
Le dije: - Quiero ver esa chochita, estas mojadita? – y contestó: - Desde que te vi en la piscina me pusiste así, mírala…-. Se quitó el pantaloncito corto y dejó ver ese cosito rasurado, rosadito, labios por fuera y delgados. Le dije: - Voltéate, quiero ver ese hermoso culo -. Lo hizo y abrió las piernas un poco. Hacía tiempo no veía un culo tan perfecto. Me abalancé sobre ella, la tomé por la cintura y le dije: - Me tienes a millón (es un término cubano)…-. Ella sintió mi pinga hinchada, grande y de verás que si es grande. Me dijo: -Viste como te puso esta “niña”…-.
Se agachó y me empezó a desabrochar el pantalón corto que traía. Notó el bulto debajo del bóxer, parecía una anaconda escondida, me quitó el bóxer blanco que yo llevaba puesto y salió mi pinga al ruedo. Aún estaba empezando a crecer. Ella dijo: - Quiero comerme toda ésta verga negra -. Miró la cabeza de mi pinga, tenía encima una babita transparente que la lamió con su lengua, mientras me miraba. Se metió la cabeza en la boca y empezó a lamerla. Mi pinga creció y alcanzó los 20 centímetros, ella la lamía en la cabeza, la mordisqueaba por los lados, se atragantaba toda de ella, estaba extasiada con ella.
Le dije: - Colócate en el borde de la cama…-, ella obedeció: - Abre las piernas, ahora abre tú chochita con los dedos -. Me acerqué a ella y empecé a tocar su clítoris con dos de mis dedos, Empezó a gemir, estaba muy arrecha, me dijo: - No me hagas sufrir más, clávame toda esa verga negra -. Seguí lamiendo su clítoris, mordiendo esos labios vaginales y metiendo mi lengua hasta el fondo. Cada vez estaba más arrecha, el propósito era hacerla llegar en mi boca. Apliqué toda mi sapiencia en cuanto al sexo oral y me concentré en su clítoris. Lo lamía suavemente solo con la punta de la lengua, la humedecía mucho, sentía mi pinga a punto de estallar.
En un momento dijo con voz entrecortada: - Ay negro, voy a llegarrrr…-. Entonces le abrí sus labios vaginales con mi lengua y sentí como ese juguito llegaba a mi lengua y luego sentí ese sabor saladito. Ella gemía mucho. No me acordaba de su amiga y vi que ella estaba en la puerta mirándonos, desnuda de la cintura para abajo y masturbándose. Las dos se cruzaban miradas y Laura se masturbaba más a prisa y Alejandra llegaba y llegaba, era multiorgásmica.
Le dije: - Quiero ver las caras que haces cuando llegas. Siéntate encima de mí -. Me acosté boca arriba y ella colocó su gran culo encima de mí. Me dijo: - Quiero sin condón, confío en ti -, y se metió “su verga negra”, mientras decía: - Ufff, la tienes tan grande y deliciosa…-. Empezó a moverse mientras uno de mis dedos exploraba su hoyito arrugado. Los juguitos emanados por su cuquita tenían ese culito humedecido, noté que le gustaba tener el dedo adentro de él, eso me hizo pensar en un anal exquisito.
Llegó varias veces encima de mí, no podía abrir los ojos en ese momento y hacía miles de caras, Sentía cada llegada cargada de jugos calientes, algunos espesos y otros muy diluidos. Aun no llegaba yo, soy muy demorado y eso ha hecho que mis lides sexuales las disfrute al máximo. Le dije: - Quiero clavarte por ese culo -, ella contestó: - Negro, nunca lo hecho por allí…me da miedo, me dolerá -, le dije: - Tranquila que yo sé cómo hacerlo –. La voltee y empecé a tocarle los pezones, los tenía erectos y los apretaba, a ella le gustaba y buscaba mi boca con su boca.
Bajé y empecé a lamerle ese huequito mojadito, tomé esas nalgas grandes con mis dos manos, se contorsionaba, le gustaba, lo deje muy mojado con mi saliva, coloqué la cabeza de mi pinga en su culito y empecé a introducirlo, daba brincos y gemidos de dolor, la tenía muy grande y gruesa, ella crece de acuerdo a la mujer, no sé si pase con todos los hombres igual. Seguí insistiendo y vi que no le entraba. Me dijo: - Negro, mejor llega en mi cara, por allí me duele mucho -. Se la saqué, ella la tomo con su boca, la sacó nuevamente y me dijo: - Laura quiere que te derrames en la cara de las dos -. Dije sí con la cabeza y siguió chupándola.
Les dije: - Prepárense porque voy a derramarme…-. Laura traspasó la puerta, las dos se colocaron en posición, arrodilladas, sumisas ante mí. Tomé mi pinga en mis manos, empecé a masturbarme y llegué con tanta leche que la caras de las dos quedaron untadas de la más rica leche. Laura se veía que estaba muy arrecha y tomó mi pinga por su cuenta hasta sacarle la última gota. Me miraron, no dijeron nada y se dirigieron al baño del pasillo. Salieron al poco tiempo con la cara lavada, Alejandra entró a la habitación y me dijo: - Ha sido la mejor culiada que me han dado, hoy descubrí que soy multiorgasmica…-, ella salió de la habitación y se sentaron en la sala a tomarse un ron.
Al rato llegó mi hijo con dos amigos, como si nada siguieron escuchando música y tomando cervezas. Salí a la sala a supervisar la situación. Alejandra me picó un ojo y Laura se rió tímidamente. Me la he encontrado varias veces mientras vengo a éste pueblo, nos saludamos y Alejandra siempre me mira fijamente y esboza una sonrisa con malicia, cada vez está más buena.
Recibo a menudo mensajes de whatsapp en mi celular de ella donde dice: “me estoy masturbando recordando la culiada que me diste” o “Laura y yo te recordamos mucho en estos momentos, jijiji” o “quiero ver por un momento tu gran verga negra”. Definitivamente esa niña, que yo pensaba, se comportó como una veterana.