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Este es nuestro 2do relato de nuestras experiencias que queremos compartir con ustedes.
Para la época de Fin de Año nos fuimos a pasar unos días a las playas de Punta del Este en Uruguay. Mi esposo es Argentino, y tenía como costumbre pasar sus vacaciones por esos lugares. Como sabrán, o si no lo saben se los informo, existe una playa llamada Chihuahua donde se puede practicar el nudismo sin problemas, envueltos en un paisaje abierto y bien agreste.
Preparando el viaje, y eligiendo por Internet las opciones de alojamiento, encontramos un hotel cercano a la zona de esta playa, donde estaba permitido el nudismo y porque no, la filosofía swinger. No lo dudamos, y reservamos 7 días, donde estábamos dispuestos a asolearnos como nos gusta, y en alguna de las fiestas que se organizaban en esa fecha, poder practicar un poco de sexo a la vista de otros y ver como otros lo practicaban también.
Llegamos al hotel hacia el 28 de Diciembre y estaba a tope. Lo primero que pudimos apreciar al entrar, era la representación del paraíso. Gente por allá y por allí totalmente desnuda, circulando por todo el hotel, la piscina enorme, rodeada de hamacas para tomar sol llenas de gente peladas, y con un ambiente de franca amistad entre los concurrentes. No pasaron más de 5 minutos lo que nos llevó dejar nuestras maletas, despojarnos de nuestra vestimenta y dirigirnos a la piscina para refrescarnos, luego de un viaje largo. Claro que cuando llegamos nos miraron, pero nos hicimos los inocentes, aún sintiendo en nuestros cuerpos las miradas de curiosidad y el morbo del deseo que podíamos generar.
Ingresamos a la piscina y el agua estaba deliciosa. El frio del agua sobre la piel hizo que mis pezones inmediatamente se endurecieran. El observar ese Jardín de Edén, donde los concurrentes están despreocupadamente desnudos, pero atentos a lo que pasaba a su alrededor, hizo que se me humedeciera un poco mi sexo. Pero aún así, nos dedicamos durante el día a disfrutar del sol y del agua.
Hacia la noche, acercándose la hora de cenar, Martín fue a la zona social a ver cual era la etiqueta para comer. Por supuesto que el nudismo y el erotismo mandaban en el lugar. Luego de empolvarme un poco la nariz y arreglarme el cabello, salimos tal como vinimos al mundo a nuestra primera cena nudista. El ambiente estaba cargado de electricidad. Las miradas podían ser disimuladas o no, pero el total de la gente allí comiendo sabían a lo que iban, y muchas se imaginaban como seguir en la fiesta organizada por el hotel para después de la media noche, la Fiesta de los Nudistas Swingers.
Luego de cenar, y a la hora de los dulces y el tinto, decidimos ir al costado de la piscina para observar mejor una noche caliente y estrellada. Nos recostamos en una silla y gozamos del sonido del mar. Estábamos relajados, erotizados. El lugar es hermoso, la gente desinhibida, estaba junto a quien amo, y teníamos planes para terminar bien el año y comenzar el próximo mejor. Sin darnos cuenta, la zona de la piscina de a poco se fue llenando de gente. También creíamos que ellos querían disfrutar lo mismo que nosotros. De a poco, como si nada, escuchábamos algunos gemidos apagados. La penumbra de la zona en donde estábamos, solo hacía presentir lo que estaba pasando. De pronto, a nuestro lado se acomodó una pareja. Reían, jugaban entre ellos. Sin más, comenzaron con las manos a acariciarse, y sus bocas se fundieron en un hermoso beso. Ese fue el detonante para que comenzaran una sesión sin vergüenzas de sexo a la vera del mar. Y para nosotros, el comienzo de gozar uno de nuestros gustos, el ver cómo y que hacían. Lentamente nos fuimos excitando. Mis jugos vaginales brotaban de mi sexo caliente, mis pechos se inflamaban por el deseo. Martín comenzó como yo a excitarse. Su miembro, ya atrapado por mi mano, tomaba forma y firmeza. Entramos en una vorágine de ver y querer hacer, de no importarnos quienes nos rodeaban, si nos miraban o no, si les interesábamos o les éramos indiferentes. Fue un momento deli deli el que estábamos pasando. Me monté sobre el sexo de Martín, y ahora era yo la que emitía esos gemidos apagados como los que habíamos escuchado hacia un rato. Cabalgaba sobre el sexo de Martín ajena a lo que pasaba a mi alrededor. Las manos de Martín jugaban con mis senos, tomaban mis nalgas como pidiéndome que no me baje de él. Nuestro entorno estaba haciendo lo suyo. Como podía y cuando podía, ponía atención a lo que nos rodeaba. Casi 10 parejas en lo suyo, haciendo lo mismo que nosotros, calentando y calentándose para lo que venía. En el entretanto, mi vagina ya era un mar de líquidos que fluían entre mis piernas, mojando no solamente el sexo y el pubis de Martín, sino también parte de la hamaca en la que estábamos amándonos. Y de pronto, como un rayo, sentí la electricidad que atravesó mi cuerpo desnudo, mi primer orgasmo de la noche, acompañado por el líquido tibio que brotaba del interior de mi Martín. Qué rico momento!!!!!!, rodeados de las estrellas y el mar, con mi amor y la gente que hacía lo mismo que nosotros. Nos quedamos un rato en la hamaca gozando del momento y decidimos rumbear hacia nuestra habitación a prepararnos para la fiesta que comenzaba en un rato. Todavía quedaban algunas parejas gozando o simplemente hablando entre ellas. La desnudez total reinaba en la zona, y el erotismo flotaba en el ambiente. En el camino, 2 parejas nos salieron al encuentro. Se notaba que se conocían, ya estaban hablando entre ellos. Los hombres (José y Pedro) eran parecidos, no más de 1,70 de altura, con algunos kilos de más, entrecanos, de ojos claros. Ellas, muy diferentes entre si. Ana, de unos 40 años muy bien llevados, era la que más hablaba. Unos 1,70 de alto, senos firmes, rica cola y pubis totalmente depilado. María, más joven, de pechos pequeños, delgada, también una linda cola y un poco mas baja. Nos preguntaron banalidades, como de donde veníamos, cuanto tiempo nos quedábamos y otras cosas sin importancia. Nos parecieron agradables, les dijimos que nos íbamos a arreglar para la fiesta que comenzaba en un rato, nos despedimos y nos pidieron los buscáramos en la sala para tomar un trago, bailar entre nosotros y pasar una rato agradable en lo que venía. Así les prometimos que haríamos.
Nos preparamos para la fiesta. Bah, solo un poco de maquillaje, arreglarme el cabello, unos lindos zapatos con un buen taco y con solo nuestra piel a la vista, rumbeamos para el salón de la fiesta, que no solamente concurrían los huéspedes del hotel, sino que podían llegar quienes quisieran, respetando a rajatabla la etiqueta: el nudismo total.
Entramos al salón con expectativas. Ya en la habitación me empecé a mojar. Lo notaba y no quería disimularlo. Pensar en toda esa gente pelada, con ganas de sexo y más sexo, era más de lo que podía pedir. No estábamos más que ingresando que José, Pedro, Ana y María estaban allí. Entre ellas se notaba una complicidad. Ellos, con solo mirarles los ojos se podía entrever sus intenciones. Nos saludaron y nos invitaron un trago. No soy buena para calcular cuanta gente había allí, pero no eran menos de 200 personas. Algunas ya habían empezado con su faena. Se veían grupos de 6 u 8 interactuando. Muchos mirando y bebiendo, otros bailando. Cuando volví a la realidad, me encontré a Ana y a María preguntando desde cuando practicábamos swinger. Yo solo atiné a decir que estábamos comenzando, que no buscábamos intercambios por ahora. Noté un poco de decepción en María, pero fue solo el momento. Nos invitaron a bailar y allí fuimos. Ellas comenzaron con sus hombres, pero rápidamente empezaron a mirarse a los ojos, a tocarse en principio los brazos, hasta que llegaron a sus pechos. El bamboleo y algunos empujones de la gente, las llevó rápidamente a su primer beso, a su primer caricia en sus pechos, a su primera mano en sus sexos. José y Pedro solo miraban y sonreían. Yo estaba extasiada con lo que veía, me acerqué a Martín e instintivamente llevé mi mano a su sexo. Ya lo tenía duro, como yo mojada mi raja. Ellas empezaron con un espectáculo dedicado a sus hombre y a nosotros. Nos invitaban a unirnos, pero estábamos inmóviles, mirando como a nosotros nos gusta. José y Pedro se acercaron a ellas y las rodearon. Les dedicaron primero un beso exquisito a sus respectivas mujeres y luego se intercambiaron. Comenzaron con caricias profundas, firmes. Sus manos de a poco se acercaban a esos sexos que pedían más. De pronto, se tomaron de las manos, nos pidieron que los acompañemos y fuimos a un sofá. Ahí comenzó la acción, con Ana y María fundidas en un exquisito 69. Luego, José y Pedro amorosamente las separaron, las pusieron en 4 y se cruzaron en un sexo duro, hermoso, excitante. Martín y yo mirábamos, estábamos igualmente excitados. Nos hicimos a un costado de ellos y los imitamos. Logré ver el ambiente de ese momento en el salón. Ya poca gente bailando. Ya mucha gente haciendo sexo. Gozaba las embestidas de Martin como nunca. Mi sexo estaba muy mojado, y el sólo contacto con Martín me produjo el segundo orgasmo de la noche. Mientras tanto, Ana, María, José y Pedro seguían con lo suyo. Recuperándome de ese correntazo, de el orgasmo divino que había tenido, sentí una mano ajena y desconocida por mis nalgas. Las tomé suavemente y me di cuenta que era María. La miré con pena y sus ojos me pedían algo hacia ella. La miré firmemente, y en un momento de debilidad, me acerqué a su boca para besarla. Aún penetrada por Martín, volé a las alturas del placer. Esa lengua se movía por mi boca como una experta. Aún no queriendo tener contacto con otra mujer me sentía en el olimpo del placer. Abrí los ojos y acaricié sus pechos. Pedro había dejado de clavarla y observaba la escena. Sentí que Martín se retiraba de mi, y creí que era él quien me mamaba como él sabe hacer mi clítoris. Pero no, no era el, era Ana que se había apoderado de mi sexo y bebía los jugos que manaban de mi. Ya en ese momento estaba entregada al placer que me estaban brindando 2 mujeres hermosas. Mi vagina latía y se chorreaba con mis jugos. Mi lengua jugaba con la de Ana, en un beso interminable que no quería acabe nunca. De pronto, Ana me dejó y se acercó a María, que dejó de besarme para ocuparse de mi sexo y mi culo. Y Ana, que se acomodó a mi frente, se abrió de piernas ofreciéndome su sexo depilado, de color rosa débil, empapado como el mío. No dude y me abalancé, buscando con mi lengua su clítoris erecto, juagando con mis dedos en su sexo mojado, y pasando de vez en cuando por su culo, bien cerrado pero receptivo a mis lengüetazos. Perdí la noción del tiempo, de cuanto estuvimos así. Sentía un placer enorme que quería nunca acabe. Las voces y el bullicio de a poco se apagaban en mis oídos, para sentir solamente el jadeo de Ana, la lengua de María. Me movía, se movían conmigo. Era una sensación que nunca había sentido. De pronto María dejó de lamerme. Se acomodó a mi lado y me retiró suavemente del sexo de Ana. Se movió a mi frente y abrió sus piernas y las mías. Se movió con su sexo hacia mi hasta chocarlo y comenzó a refregar su clítoris contra el mío. Ana vino a mi lado y comenzó a mamar mis pechos, mientras que con su mano se masturbaba. Ahí volé. Sentí como me derrame sobre María. Sentí como María me baño con sus jugos, y como Ana aceleraba su mano para poder llegar a tiempo. Juntas perdimos el control de nuestros cuerpos. Nos retorcíamos en un orgasmo simultáneo de a 3. Los fluidos estaban esparcidos por toda la zona. Me tocaba y las tocaba y parecía que nos habían tirado un balde de agua en nuestros sexos. Nuestros hombres miraban extasiados, y ya se había juntado algo más de gente que nos miraban. Veía penes erectos, senos firmes y caídos, grandes, pequeños, éramos el centro de atención de la fiesta. Mi corazón latía apurado, la transpiración recorría mis curvas. Estaba feliz, y el mejor premio que recibí, fue en beso amoroso de mi Martín. Ya agotada, con ganas de descansar, nos despedimos de nuestros nuevos amigos. Convinimos encontrarnos al otro día en el desayuno. En otro relato les contaremos lo que ocurrió en esa semana genial en Punta del Este, Uruguay.