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Siguiendo con el relato anterior, les contamos lo que hicimos en los días posteriores en el hotel.
Como recordarán en mi relato anterior, tuvimos una noche de rumba intensa e interesante. A la siguiente mañana, con los primeros soles, fuimos a desayunar y disfrutar de un día hermoso, con sol a pleno. La sala del desayunadero ya tenía bastante movimiento. Unas 10 o 12 parejas estaban reponiendo energías luego de una noche frenética y larga. Solo en ese momento, había disponible una mesa con 6 puestos, por lo que nos sentamos allí y comenzamos a desayunar. A los pocos minutos, siento una mano en mi hombro, y cuando giro, nos encontramos con María, Ana, Pedro y José. Pidieron permiso para sentarse con nosotros. Se los notaba excitados, hablaban a más no poder, y los 4 fijaban su vista sin disimulo en nuestras desnudeces. Estuvimos más o menos 1 hora hablando, con frases de doble sentido y de sentido directo. Sentía a veces un roce en mi pierna izquierda, donde estaba Ana, y con el correr del tiempo, ese roce se convertiría en una caricia profunda, que buscaba mi sexo sin disimulo. Le pedí a Martín que me acompañara a buscar más tinto, y en el camino le comenté que era lo que estaba pasando. Martín también al principio sentía como un toque disimulado en su pierna derecha, hasta que en un momento sintió como María, sin disimulo, tomaba su verga y la comenzaba a acariciar. Como saben los que han leído relatos anteriores nuestros, nosotros estamos comenzando de a poco en esto del swinger, y preferimos más, en las noches de reunión y pasión, ver y ser visto más que interactuar.
Volvimos a la mesa, nos disculpamos, les dijimos que nos íbamos a la habitación y luego a darnos unos baños de mar y nos despedimos de ellos. Como siempre, José y María nos preguntaron por donde íbamos a estar y si nos juntábamos a la tarde a tomar un trago. Les respondimos educadamente por donde andaríamos y nos retiramos del lugar.
Durante la mañana disfrutamos plenamente de la playa, el mar y el sol. Había bastante gente en el lugar, familias, gente sola, parejas. Un placer delicioso ese paraje de Uruguay. Almorzamos un pasabocas que habíamos llevado, y cerca de las 3 de la tarde decidimos retirarnos unos 1000 metros de la muchedumbre hacia un lugar más solitario. Extendimos las toallas que habíamos llevado y nos pusimos a tomar sol tranquilos. Habrán transcurrido unos 30 minutos, cuando escuchamos unas voces y unos grititos de alegría. Eran nuestros amigos del desayuno. Nos pidieron permiso para quedarse con nosotros, cosa que aceptamos gustosos. También ellos extendieron sus bártulos, y abrieron una nevera portátil, de donde extrajeron cervezas y convidaron a todos los que estábamos y se dedicaron, como nosotros, a tomar sol pelados. Cerca de las 6 de la tarde, cuando el sol empieza a bajar de a poco en el sur, comenzaron los planes para la noche. Si vamos a la fiesta que organiza el hotel, si cenábamos en la ciudad o no, que nos invitaban a sus respectivas habitaciones….hablamos de deportes, del mundial que se acercaba, temas menores, divertidos. En un momento, Ana le pidió a María si le podía esparcir bronceador por la espalda, a lo que ella le respondió, en tono de broma, porque no le pides a Fer? Ana me miró y me picó un ojo, y luego preguntó: Fer, puedes hacerlo? Claro, le respondí yo, y comencé a esparcir la crema por su espalda, que ya había tomado un color dorado por acción del sol y los días que estaban allí. Suavemente comencé por sus hombros, bajé hacia sus costados y llegando ya a sus muslos, Ana se dio una media vuelta y con cara de inocente me dijo: sigue hasta mis piernas, pasando por mi cola. Quiero sentir la suavidad de esas manos en mi. Creo que me puse roja de la vergüenza. Martín, Pedro y José estaban extasiados con esa cola paradita y firme. Esperaban que llegue ahí. María rápidamente se corrió al lado de José y comenzó a acariciarlo. Noté con el rabillo del ojo que su sexo iba creciendo. Pedro se movió frente a Ana, y con cara también de inocente, se ofreció a esparcir la crema por sus pechos. Yo en ese momento sentí, en el medio de la nada, con el ruido del mar de fondo, un cosquilleo en mi sexo, que conforme iba esparciendo esa crema por el cuerpo de Ana, se convirtió rápidamente en humedad. Martín se me acercó suavemente por detrás y me besó el cuello. Entonces, la imagen era esta. 6 adultos, en el medio de una playa casi solitaria a esa hora, casi juntos, tocándose como adolescentes en un callejón oscuro. Ya para ese entonces, María se había arrodillado y le estaba felando esa pija enorme que posee a José, Ana, estaba entre las caricias en la espalda y en su cola propinadas por mi, más las 2 enormes manos de Pedro en sus pechos, y yo, con mi Martín a las espaldas, recibiendo una caricias ya conocidas, pero hermosas.Sentí que estábamos en el paraíso. 6 cuerpos pelados, calientes, al sol. Pedro y Ana ya se estaban tocando y besando. José y María estaban sobre la arena haciendo el amor. Y yo, con mi Martín enhiesto y mi sexo empapado mirando este espectáculo que nunca creí que iba a participar. Aún así, arrechos y cegados por la pasión, privó la cordura, y alguien propuso seguir este exquisito juego en alguna habitación. Como pudimos nos despegamos y rumbeamos hacia el hotel nuevamente. Las risas eran estruendosas, los sexos de los hombres duros y nuestras vaginas empapadas. Cuando llegamos al hotel, los huéspedes se imaginaban a lo que íbamos. Nos seguían con las miradas, cargadas de deseos y lujuria. Ana, José, María y Pedro no podían con sus manoseos. Nos cruzamos con una pareja joven en el pasillo que iba a nuestras habitaciones y nos miraban con sonrisas cómplices. Llegamos y todo se desbordó. María y Ana rápidamente se abalanzaron sobre mi y esas 4 manos palpaban bruscamente mis partes. Mis pezones se pusieron durísimos y mi flujo se esparcía entre los muslos. Pedro, José y Martín miraban con una sonrisa cargada de sexualidad. María me dio un beso profundo. Sentí su lengua recorrer mi boca y luchar con mi lengua, en un beso cargado de sexualidad y lujuria, mientras Ana seabalanzó sobre mi chochito húmedo con el fin de beber de él. José tomo de las caderas a Ana y en un rápido movimiento le clavó por detrás su miembro erecto y enorme. Pedro se recostó en el piso y comenzó a lamer el sexo de María, que a su vez me estaba chupando a mi. Y Martín se me acercó e introdujo su miembro en mi boca. Así debimos haber durado unos 10 minutos. Los jadeos eran interminables. Los movimientos rítmicos de las mujeres y los hombres con el fin de obtener el mayor placer posible se asemejaban a las olas que llegan y se retiran de la costa. Sentí a Ana como se corría junto a José. María temblaba por la lengua de Pedro, que a su vez se estaba masturbando. En un momento, en un brusco giro, María me deja para abalanzarse sobre Pedro y su mástil imponente, regalándole una mamada que le provocó una acabada interminable de él en su boca. Martín, una vez que me vi liberada, me recostó sobre la cama y me penetró dulcemente, como a mi me gusta. Estaba a punto, lo necesitaba, porque rápidamente comencé a expulsar un chorro interminable de flujo sobre su miembro, sobre la cama. Mi Dios, que acabada espectacular!!!!!! Recuperando un poco la conciencia del espacio y el tiempo, comencé a mirar a mi alrededor. Ana y José tirados en el piso, María y Pedro besándose y acariciándose suavemente, y yo sobre una cama empapada por mi flujo, llena de una rica leche de mi Amor. Nos incorporamos de a poco, nos miramos los 6, sonreímos y comenzamos a hacer planes para esa noche. Continuará…