Guía Cereza
Publicado hace 10 años Categoría: Intercambios 1K Vistas
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Seguimos con nuestra semana de vacaciones en el Uruguay.

Luego de una noche cargada de sensualidad y sexo, nos despertaron los primeros rayos de sol que se colaban por el ventanal que daba a la alberca. Martín corrió las cortinas de a poco y ya se veían las primeras parejas acostadas al sol. Los cuerpos brillaban con ese tono dorado que se caracteriza cuando uno ya ha pasado varios días al sol. Los cuerpos de todo tipo, se asoleaban sin vergüenzas, eróticamente, como ofreciéndose a los demás, a los deseos que estos pudieran tener hacia ellos. Salimos por la ventana que da a la alberca, desnudos como estuvimos casi toda nuestra estadía, y nos fundimos en un beso hermoso. Nadie se percató de nosotros, ensimismados en recibir sobre su piel los rayos energizantes de ese sol pleno que se veía ya alto en el cielo azul de esa mañana.

Decidimos prepararnos para desayunar, no si antes tener una exquisita sesión de sexo, en el que, como siempre, bañé los muslos de Martin con mis abundantes jugos, y él lleno mi vagina con esa leche que tanto me gusta.

Decidimos para ese día, pasar el tiempo en la alberca, con el fin de conocer nuevos amigos y ver que es lo que podía pasar en los días que quedaban de nuestras vacaciones en el paraíso. Nos anudamos una toalla en la cintura y partimos al desayunadero con ganas, y esa electricidad que queda sobre nuestra piel luego de un sexo hermoso en pareja.

Cuando llegamos, nos hicimos en una mesa de 4 y casi inmediatamente una linda pareja nos solicitó el permiso para acompañarnos, ya que todos los sitios estaban ocupados. Ella, Lucía, era morocha, 1,70 de altura, senos operados pero no exagerados, piernas bien formadas, sexo totalmente depilado y una cola para el infarto. El, Germán, de su misma altura, ojos profundo y azules, de cuerpo trabajado, cola bien parada y un sexo de tamaño fuera de los normal. Se fueron a buscar sus cosas para desayunar, y nos miramos con Martín. Sentí en él, cuando acerqué mi mano a su pija, que había despertado, como mi sexo que ya estaba bastante húmedo. Ni bien llegaron, comenzaron las preguntas de rigor, entablando una conversación animada e interesante. Nos contaron que eran Uruguayos, que solían concurrir al hotel varias veces durante el verano, que practicaban el nudismo y que estaban comenzando con la práctica de swinger. Que ellos en principio querían compartir una cama, pero que no les interesaba el intercambio, pese que Lucía tenía la fantasía de estar con una mujer en un intercambio soft. Nos miramos en ese momento con Martín y se nos escapó una leve sonrisa. Buscaban lo que buscábamos nosotros. En ese momento intuimos que nos íbamos a llevar bien.

Terminado el desayuno, y luego de encontrarnos con Ana, María, José y Pedro y presentarles a nuestros nuevos amigos, nos hicimos en la alberca a tomar sol. Nos protegimos con cremas contra los potentes rayos solares, no sin antes pedirle a Lucía si me podía ayudar a esparcirme crema en mi espalda. Cuando pasó su mano por ella, mis pezones se endurecieron y mi rajita aceleró la producción de humedad. Su mano suave me acariciaba, y hasta sentí que llegaba un poco más debajo de mi espalda, como si disimuladamente sus dedos se corrían un poco más allá, hasta el nacimiento de mi cola. Terminada con su tarea, agradecí a Lucía, y noté que sus pechos se habían puesto más duros, y sus pezones estaban tan o más duros que los míos. Durante la mañana nos dedicamos a asolearnos, hablar de temas perdidos, tomar algunos tragos y reírnos. La mañana trascurrió rápidamente y llegaba la hora de almorzar. Decidimos comer algo liviano y fuimos al restaurante del hotel. Creo que los 4 sentimos un alivio al sentir un poco más de fresco, luego de una mañana en el sol. Nos acomodamos cruzados. Martín al lado de Lucía y Germán a mi lado. Sentí en ese momento su aroma, una mezcla de crema bronceadora y transpiración. Mi olfato se conectó inmediatamente con mi sentir, y nuevamente, como en la mañana, comencé a excitarme. La conversación era amena, con mucho humor, diría que las carcajadas que emitíamos hasta eran molestas para los que estaban en el sitio. En medio de las risas, Germán disimuladamente tocaba mi brazo. A veces también mi pierna. Sentía la proximidad de un hombre desconocido, ese misterio, que aunque estaba pelado, no podía develar. Lo mismo pasaba con Martín y Lucía. Ella era la que avanzaba sobre él. La sensualidad del almuerzo iba creciendo. De a poco, el tema giraba hacia lo sexual, lo sensual, las fantasías cumplidas y a cumplir. Estoy segura que los 4 pensábamos más allá de lo que podía pasar. Notaba que los pechos de las mujeres estaban duros. Sabía que Martín se estaba excitando como Germán, que ya mostraba su miembro duro, aunque no grosero. Llegó el tiempo de los postres y todos pedimos un helado. En un momento, un trozo cayó sobre mi pecho, y Germán que ya estaba demasiado pendiente de mi, se apuró a limpiarlo, pasando su mano sobre él. En ese momento Lucía, haciéndose la graciosa, se colocó un poco de helado sobre su pecho y le pidió a Martín que se lo limpie, tal como había hecho Germán conmigo. Las carcajadas atronaron el restaurante. Martín aparatosamente le sobó las tetas, pasando su mano por esos pezones que estaban que explotaban. Estaba planteado el momento. Cada uno de nosotros sabía que algo iba a pasar, ya era irremediable. Volvimos a la alberca, pero el sentir esa sensualidad entre nosotros hizo que nuestra tarde se desarrolle entre complicidades, frases de doble sentido y amenazas sexuales veladas. Ayudadas las mujeres por un poco de vino blanco y frío, se sentía el deseo en el ambiente. A todo esto, la alberca estaba llena de gente pelada, lo que ayudaba a desenfrenarnos cada vez más. Mi sexo ya era normal que estuviera encharcado. Disimuladamente pasaba mis dedos por él y patinaban indefectiblemente. El sexo de los hombre estaban en ese estado medio entre erectos y en descanso. Se notaba ese juguito que sale en la previa, abrillantando las cabezas. Así transcurrió toda la tarde, entre juegos y coqueterías. Llegada la puesta del sol, caminamos un rato a la vera del mar y nos retiramos a nuestras habitaciones, con el compromiso de juntarnos a cenar. Ni bien entramos a la nuestra, Martín me abrazó por detrás, tomando con sus manos mis pechos, y me dio un sonoro beso en mi cuello. Su sexo ya estaba enhiesto, preparado para mi. Me llevó a la cama, abrió mis piernas y me dio la manada sobre mi clítoris más rica de toda la semana. No habrán pasado más de 5 minutos que bañé su boca con mis flujos. Me retorcía sobre el lecho, gritaba de placer. Pedía por su pija dentro mío. Martín se incorporó y me introdujo su hermoso pene. El placer y el deseo acumulado durante el día hizo que me corra nuevamente con él adentro. Su semen inundó mi cueva, que mezclado con mis flujos, crearon un combo que Martín, con amor y deseo, limpió de mi cuca casi de inmediato. Nuestra respiración de a poco fue normalizando y comenzamos a prepararnos para cenar y esperar una noche que seguro iba a ser intensa. Descansamos un corto tiempo, nos marcaron nuestros amigos Ana, María, Pedro y José para invitarnos a cenar con ellos, pero nos disculpamos, diciéndoles que cenaríamos con nuestros nuevos amigos.

Llegado el momento, salimos a encontrarnos con Lucía y Germán, de rigurosa etiqueta nudista. Solo sobre mi pecho lucía un collar de perlas y en mis pies unas sandalias de taco alto que hacían resaltar mi trasero. Saliendo de la habitación nos encontramos con nuestros amigos. Ellos estaban increíbles. Lucía con un calzado parecido al mío sus pechos duros y parados y su cola para el infarto. Germán, con esa cosa entre sus piernas hasta parecía más alto de lo que era. Y sus sonrisas adornadas por una dentadura blanca y pareja. Nos dimos un beso cada uno, aunque el de Lucía hacía mi me pareció un poco más atrevido, cerca de la comisura de mis labios. De alejó un paso de mi, me observó y tomó el collar de perlas entre sus dedos, rozando imperceptiblemente mis pezones, que reaccionaron inmediatamente. La miré, le dediqué una sonrisa y miré su sexo. Creí ver que brillaba, como que su flujo ya no lo podía dominar y que asomaba sin que ella lo pueda evitar. Nos dirigimos a cenar, y esta vez son sentamos, las damas juntas y los hombre también. Lucía, provocativa, me tocaba y les decía a los hombre picándome un ojo y sonriéndome, que nosotras estábamos juntas y que nadie nos podía separar. Cenamos tranquilos, pese a que ella con movimientos casuales y bien estudiados, cuando podía posaba su mano en mis muslos, piernas y pechos. Y cuando podía, me secreteaba en mi oreja, haciéndome sentir el aroma de su piel bien perfumada, y el calor de su aliento. Durante el transcurso de la cena ya estaba planteado sin palabras que esa noche estaríamos juntos. A nuestro alrededor las parejas hablaban, reían y coqueteaban entre ellas. Aún así, estábamos como aislados del ambiente. El sexo flotaba sobre nuestra mesa y era allí donde únicamente queríamos estar.

En un momento, me disculpé para ir a los sanitarios. Lucía inmediatamente se ofreció a acompañarme. Caminé delante de ella y sentí su mirada sobre mi cola. Ni bien transpusimos la puerta de los sanitarios, me tomó del brazo que hizo que girara y me enfrentara a ella, y me estampó un beso profundo, metiendo su lengua en mi boca, moviéndola frenéticamente. Así habremos estado no más de 1 minuto y cuando se separó de mi, con la vista al suelo, me ofreció sus disculpas por el exabrupto y me dijo que no sabía que le había pasado, que era su primer beso a una mujer, que se sentía apenada por mi, pero el deseo que yo le provocaba no lo podía manejar. Me acerqué cariñosamente, la acaricié en su rostro, acepté sus disculpas, acaricié sus pechos y le manifesté que yo también estaba arrecha con ella, pero que era mejor que volviéramos con nuestros hombres. Ahora la que caminaba al frente era ella. El movimiento de sus caderas hacía que me excite aún más. Sus nalgas eran firmes, sexis. Me imaginaba acariciándolas, pasando mis manos por ellas y por su sexo que me lo imaginaba empapado, como yo lo tenía. Llegamos a nuestra mesa, y los hombres nos esperaban. Germán tomó la voz cantante, y con picardía propuso tomar el postre en la habitación de ellos. No nos hicimos rogar. Al llegar, nos sorprendieron. No habían dejado nada al azar. La habitación se encontraba en una semi penumbra, alumbrada con velas rojas y amarillas perfumadas. El aroma que brotaba de ellas era exquisito. Pasamos primero nosotras, seguidas por los hombres. Lucía, ni bien se cerró la puerta, giró y me dio un beso como el de los sanitarios. Con la diferencia, que acercó su mano a mi sexo y buscó mi botoncito ya húmedo por mi deseo. Sus dedos recorrieron mi sexo y se introdujeron inmediatamente en él. La sensación de placer fue inmensa. Me retorcía y mis piernas comenzaron a perder fuerzas. Entre lo ocurrido en el día y en los sanitarios, mi orgasmo no se hizo esperar. Oriné la mano de Lucía que seguía jugando con sus dedos en mi sexo. Casi cayéndome me apoyé y me tendí en la cama. Lucía en un rápido movimiento abrió mis piernas y comenzó a mamar mi raja empapada. Sentía como se tragaba mis jugos. Sentía que era transportada a un estrato de placer que nunca había experimentado. En el entretanto, Germán se acercó a Lucía, la tomó de sus cintura y le acercó su sexo enorme a la entrada de su vagina. La sentí gemir de placer, se acomodó y le introdujo ese elemento entero en su sexo. Busqué a Martín con mi mirada y estaba allí a mi lado. Tome su arma dura y lo introduje en mi boca, pajeándolo suavemente. El ambiente estaba cargado de sexo. Las caricias y los gemidos inundaban el lugar. Sentí que Lucía acelerada sus movimientos con su Germán dentro y sus dedos y lengua jugaban con mi sexo. Sin aviso, explotó en un orgasmo infernal. Parecía poseída. Cayó de rodillas al suelo y no dejaba de gritar de placer. Me incorporé un poco, y noté que el suelo, al filo de la cama, se había encharcado de una manera nunca vista por mi. Lucía se despegó de su pareja, giró y comenzó a comerle esa verga enorme hasta su base. Subió luego a la cama, se tendió junto a mi y le pidió que la clave hasta el fondo. Germán y Martín, teniéndonos a las 2 en la misma posición, se subieron cada uno a nosotras y comenzaron una danza rítmica exquisita. Lucía giraba su cabeza hacia mi y nos besábamos, nos acariciábamos los pechos. Nuestros pezones eran de roca. Nuestros pechos se movían al son de nuestras caricias. Nuestros hombres nos hacían un sexo riquisimo. Miraba los rostros de Germán y Martín y se notaba claramente lo que estaban gozando. Nosotras parecíamos poseídas. Nuestros movimientos apuntaban solamente a obtener más y más placer. Y a darnos placer entre nosotras. Nuestros dedos se dirigían a nuestros clítoris hinchados. De vez en cuando nos buscábamos allí, sintiendo los miembros erectos de nuestros hombres entrar y salir de nuestros sexos. El clítoris de Lucía estaba hinchado de sangre. Sus labios empapados. Al sentir la mano de ella sobre mi, mi excitación crecía y crecía. Me iba a correr en cualquier momento. Gritaba, transpiraba, sentía el bambolear de mis pechos, el roce con el pecho de Martín, las manos de Lucía. Gozábamos los 4. En un momento, Martín sale de mi, me gira, levanta mi cola y comienza a clavarme en 4. Germán lo imitó, y ahora estábamos las 2 en la misma posición. Mis pechos rozaba contra las sábanas de la cama. Extendía mi mano para sobarle las tetas a Lucís. Ella hacía lo mismo conmigo. Los hombres seguían en ese mete y saca interminable, que buscaba nuestro orgasmo y el de ellos. Las bolas golpeaban sobre nuestro sexo, el sonido, los gemidos y los pedidos de más se multiplicaban. No aguantaba aunque quería que fuera interminable ese momento. Le dije a Martín que acabara junto a mi. Se lo rogué. Aceleró sus embestidas, acaricié a Lucía y me corrí. Una corrida interminable. Mis flujos salían de mivagina descontrolados. Mis gritos tapaban los de Lucía que también había acabado. Nuestros hombre seguían taladrándonos y expulsando sus ricas leches dentro nuestro. Giré como pude mi cabeza y Lucía se retorcía como yo. Sentía la humedad entre mis muslos y un rico calor dentro de mi. Perdí la noción del tiempo. Seguía con espasmos en mi vagina, y una sensación de electricidad sobre mi piel. Cualquiera o cualquier cosa que me tocara generaba en mi dermis escalofríos. Mis pezones querían desprenderse de mis pechos, ayudados por las caricias de Lucía. Me dejé estar y caía sobre la cama. Escuché de a poco el silencio y sentí que Martín salía de mi y se acercaba por el costado. Me ofreció su pija. Gustosamente la tome entre mis labios y lavé esa mezcla de semen y fluidos. Lucía me imitó. De a poco volvimos a la calma. Yacíamos las mujeres boca abajo. Nos miramos. Nos besamos. Se acercó a mi oído y me susurró: “…Gracias por todo, tu eres lo que buscaba para cumplir mi fantasía y la de Germán”. Desperté con el sol en mis ojos. Martín esta a un lado, Lucía del otro, junto a Germán. Dormimos toda la noche después de una sesión de sexo hermosa. Continuará….

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