Estábamos los 3 tirados en la cama. Mi vagina aún palpitaba y chorreaba semen de Martín. Su cara lucía como luego de un baño eterno. Empapada por los flujos de Jennifer. Y la nena con sus piernas abiertas aún con espasmos en su sexo. Sentí de pronto una mano que me acaricia los senos. Una mano suave, pequeña, joven. Mis pezones inmediatamente se endurecieron aun más. Ella se levantó de la cama y avanzó hacia mi. Me miró, y me dijo: “quiero beber de ti”. Posó suavemente su boca en mi sexo y comenzó con una mamada como sólo una mujer sabe hacerlo a otra mujer. Con sus manos jugaba con mi gallito, con mis senos, exploraba mi interior. Estiré mis brazo y podía sobarle sus senos también duros, sus pezones erectos. Ella comenzó a gemir y a moverse acompasadamente. Sentí a mi lado que Martín se había levantado y jugaba con su pequeño agujerito. Su lengua transitaba entre su sexo empapado y ese ojito que se le ofrecía pleno y sin vergüenzas, como pidiendo que lo complazcan hasta el infinito. Mi Martín se había zambullido entre esas nalgas duras, paradas, ofrecidas, y hacía su tarea como solo él lo sabe hacer. El placer de los 3 flotaba en el ambiente. La cama empapada por nuestros juegos sexuales estaba fría, contra nuestros cuerpos calientes, hacían del momentoalgo diferente. Jennifer se movía con destreza. Mi sexo le proporcionaba el almibar que ella quería. Su sexo hinchado era recorrido por la experta lengua de mi Martín. Sentíamos ese placer indescriptible de quienes gozan sin pruritos, entregados nuestros sentidos y nuestros corazones a quienes compartían esa cama con nosotros.
En un momento, Jennifer se movió hacia mi, y colocó su sexo sobre el mío. Se acomodó frente a mi, y en una posición en la que nos veíamos a los ojos, comenzó a frotar su sexo sobre el mío. Martín se acomodó a nuestro costado con su clavo inmenso y duro, y nos permitió de a ratos que lo podamos acariciar con nuestras bocas y nuestras lenguas. El placer nos llenaba a oleadas. Los calores aparecían y desaparecían en una danza de placer. El roce de los clítoris permitían que se hinchen y sus terminales nerviosas emitían corrientazos en nuestros cuerpos. El movimiento al principio lento se aceleraba. El orgasmo no tardaría en llegar. Nuestra cama ya era un revoltijo de sábanas y humedad. Mis manos acariciaban sus senos. Sus manos las mías. Miraba ese rostro joven y apasionado, lleno de muecas de placer. Creía ya no aguantar la venida, cuando de pronto, sentí algo caliente sobre mis muslos. Jennifer se movía como loca, un chorro de líquido caliente y abundante salía de su sexo, mojando mis pechos. Sus gritos se escuchaban en el ambiente. Cayó rendida con sus piernas aún entre las mías, moviéndose con espasmos, gritando cuanto gozaba y le gustaba. Nosotros mirábamos la escena embelesados. Sentí inmediatamente el inmenso deseo de ser penetraba. Atraje a Martín hacia mi, lo besé profundamente y me puse en 4, con mi boca sobre el sexo húmedo de Jennifer. Él, al ver lo que se le ofrecía, me penetró sin problemas. Se movía magistralmente, manteniendo mi arrechea bien alta, mientras suavemente yo besaba y lamía el sexo de Jenniferme. Comenzó nuevamente el movimiento acompasado de los 3. Los gemidos de ella y de Martín inundaban el ambiente. Me sentía plena, gozando de esa sexualidad que siempre quise gozar. Martín se empeñaba en penetrarme sin piedad. Mi lengua era la que ahora jugaba con el sexo y el ano de Jennifer. La locura y el placer se apoderaba de nosotros. Gozábamos y hacíamos gozar. Queríamos que ese momento nunca acabara. Las caricias electrificaban nuestra piel y nuestros sentidos. Todas nuestras terminales nerviosas estaban atentas a la llegada de nuestros respectivos orgasmos. El sentido del gusto se había desarrollado para poder disfrutar de nuestros fluidos, la vista recorría nuestros cuerpos sudorosos, el olfato olía nuestras hormonas, dispuestas a explotar en cualquier momento. Así seguimos por un rato, alentándonos a no bajar la intensidad de nuestras acciones, prometiéndonos placer eterno, deseando dar y recibir amor. Mis pechos se bamboleaban rozando las piernas de Jennifer, mis nalgas chocaban contra mi Martín. Éramos 3 pero éramos a la vez 1. Comencé a sentir esa debilidad que precede al orgasmo. Oía a Jennifer gemir más intensamente, anunciando el suyo. Martín aceleró de pronto sus movimientos. Y en un momento, todos explotamos a tiempo, mezclando nuestras voces, nuestros jugos, nuestros sexos. Sentí a Martín venirse dentro mío, llenándome con su semen espeso y tibio. Jennifer por enésima vez expulsaba sobre mi boca y rostro sus exquisitos fluidos y yo empapé el clavo de mi Martín, chorreando mi orgasmo sobre nuestra cama ya empapada.
Pasado el momento nos empezamos a abrazar y besar, a expresar nuestro placer con palabras. Nos acariciamos y nos agradecimos. El sueño nos estaba venciendo. Ya era muy tarde. Nos percatamos que en nuestra cama era imposible dormir. Estaba empapada. Fuimos a la sala. Nos acomodamos en nuestro gran sillón. Martin me abrazó. Jennifer se recostó sobre mi hombro. Dormimos hasta que los rayos del sol nos despertaron, ya estaba avanzada la mañana. Nos movimos, nos miramos desnudos. Amorosamente nos besamos, y como ya sabiendo que hacer, nos levantamos y nos fuimos a bañar, los 3 juntos como 1, para encarar el día más llenos de amor y de placer