Habían pasado las semanas. Varios encuentros, de diversos tipos, encuentros de adiestramiento, de sometimiento, sesiones de castigos, encuentros de exhibicionismo, violaciones reales, sometimiento total.

Ana para aquel entonces estaba cautiva de su amo, en su interior existían muchas preguntas, deseos y hasta temores. Se preguntaba si era normal que sintiera tanto placer en el trato displicente, degradante y hasta cruel que su amo tenía. Sin embargo cuando se hacía estas preguntas ella recapacitaba y trataba de no pensar, se había hecho a la idea de que su voluntad le pertenecía a su amo y se había prometido ser capaz de ser su esclava sexual.

La gente podría preguntarse por qué razón alguien en sus cinco sentidos asume un rol de esclava, la respuesta conociendo a Ana es relativamente simple. A ella le gustaban las experiencias al límite, no era una mujer de relaciones convencionales y monótonas, ella sabía que su ser era diferente al de muchas otras mujeres, de allí que en su vida, dentro de su corazón anheló más de una vez encontrar ese hombre que fuera capaz de leerle la mente, ese hombre con carácter y personalidad fuerte que fuera capaz de llevarla a los límites insospechados de la imaginación. Una mujer cuya pasión es pasión al límite necesita un hombre que la lleve a probar el límite de su pasión, de su deseo y de su morbo.

Rápidamente se dio cuenta que su amo, la estaba volviendo una puta. No es que Ana fuera inocente antes de su amo, no es que ella no fornicara o no hubiera tenido sexo esporádico con algún desconocido o quizás, algún recién conocido. Lo que se dio cuenta es que la ida de ser una prostituta de verdad le daba tanto morbo que su entre pierna se humedecía de sólo pensar que sentiría cuando un hombre le diera dinero a cambio de placer. Pero también pensaba en su amo, sabía que él pensaba en darle lo que ella merecía y por ello se dio cuenta que ella merecía ser una puta, ser manejada y explotada al arbitrio de su amo. Sabía que el usufructuaría su trabajo y que ese era parte del pago que ella podía hacer ante ese hombre que la sumía en pensamientos morbosos, placenteros y lujuriosos día y noche. Ella aceptaba el pago merecido de su amo y a la vez sentirse una perra obediente y que le aportaba a su amo era una alegría para su ser. 

Como dije al inicio,  luego de pasar semanas de sometimiento, donde Ana había llorado, suplicado un castigo, suplicando ser disciplinada, implorado ser castigada, luego de Ana sentir las marca de su amo en su piel, en sus nalgas, caderas, vagina, senos etc., luego de todo eso, un día si amo la invitó a cenar.

Cuando se encontraron ella estaba como a él le gustaba. El amo de Ana le ordenó que no hablara ni una sola palabra en esa noche, para ello le dio una tarjeta de color que significaba silencio. Ana, expectante, sin decir nada, asintió con su cabeza la orden y anduvo con su amo un rato, a veces a tras de él a veces al lado. Ella había aprendido las señas de él, sabía que si chasqueaba los dedos ella debería sólo seguirlo, pero si eran dos chasquidos debía estar a su lado. 

Entraron a un restaurante, el pidió sólo una carta; Ana en silencio veía que el miraba la carta y de repente sintió como su estómago crujió. Su amo llama al mesero y pide una ensalada de frutas y un pescado con salsa de champiñones y camarones para él. A ella le brillaban los ojos y el cada que la miraba a ella a sus ojos, el siempre serio, ella sonreía y sus ojitos le brillaban, era como cuando uno saca el perro a caminar, Ana estaba feliz, sentía que su amo la valoraba, la quería, y el sonriéndole la despeina un poco con su mano, como si de su mascota se tratara y ella estaba feliz.

Llegó la comida, ella comió su ensalada de frutas y él le daba a ratos un poco de su pescado. Le daba las sobras. Por primera vez Ana veía a su bondadoso amo, y ella como toda perra también la bondad la excitaba, no sabía que se traía entre manos su amo.  De regreso al hotel ella al lado del amo, no se atrevía a decir nada, su obediencia era total, ella solo veía a su amo chatear por el celular, responder correos y ella no se atrevía a mirar su celular, no quería ganarse una bofetada más tarde, para ella esa noche estaba maravillosa.

Al llegar al hotel, él se sienta en la cama y ella, servir, se arrodilla y quita sus zapatos, besa sus pies, y quita la camisa de su amo, su pantalón y jean y lo empijama. De repente, él la toma de la mano y le dice, perrita!, ella lo mira a los ojos y él le dice, perrita, tienes permiso para ser Ana nuevamente estas dos horas. 

La toma de la mano, no hay escupa, no hay haladas de cabello, no hay nada, ella está nerviosa, está parada él se acerca lentamente a sus labios y ella con sus ojos apretados y sus labios semi abiertos solo espera ser besada. Siente un beso que antes no había sentido, delicado, suave, y poco a poco apasionado. En esas dos horas él la hace suya, y Ana por primera vez siente que ella es importante para su amo, el cariño, la delicadeza y buen trato que le da se lo demuestran. Ana tiene varios orgasmos. Y mientras se siente follada, mientras se siente querida, ella siente que ese sentimiento que ha despertado su amo en ella es algo que no había sentido. Ana se promete firmemente que será por todo el tiempo que su amo quiera, solamente de él. Se convence mil veces que ser una puta, sumisa es su camino, y sabe que esa noche no volverá a pasar prontamente. Ana piensa en todo esto mientras yace dormida en el pecho de su amo. Él cariñoso como si fuera una animalito, la consiente y besa la cabeza. Ella está feliz, sabe que pronto acabarán esas dos horas y volverá a su vida de esclava, pero esa noche la llevará en mente como un sueño.

Dormida en el pecho de su amo, ha pasado el tiempo y él para no dañar la noche, le pone su collar y le recuerda que su lugar está a sus pies. Ella sumisa se acuesta a los pies de su amo y cuando va a dar las gracias. El con su dedo tapa sus labios. Y le dice. Vamos putica, no digas nada. Sólo recuerda que tu misión es servirme. Mañana será otro día. 

FIN