Luego de unas copas en un bar de la ciudad fuimos a un motel. Entramos en la habitación y el ambiente se ponía más caliente con cada beso que nos dábamos, nuestros cuerpos se restregaban y sentía su maravillosa erección en mi vientre - Deseo tocarte – dije con dulzura. – Yo también lo deseo. Pero más tarde, ahora a callar- dijo cuando abrí la boca para responder y me impuso silencio con un ardiente beso. Más tarde supe  que ese beso había iniciado en mi éxtasis.

Fue una reacción en cadena. Fue largo y profundo, y tuvo el efecto de derretirme, de volverme loca de placer y aprovechó mi estado para trazar una hilera de besos desde mi cuello hasta mi clavícula, con tanta lentitud que cada vez me tenía más impaciente por hacerlo mío…

Nos desnudamos lo mas rápido que pudimos, ya no resistíamos más el devorar al otro, estábamos demasiado excitados y empezó besar…

Al alcanzar la altura de mis senos, cerró los labios sobre uno de ellos y lo succionó; me mordisqueaba el pezón con cuidado, volviéndome loca, ansiosa, deseosa de siempre tenerlo así… usaba su lengua para enloquecerme mientras sus dedos dibujaban variadas formas sobre mi otro pecho.

Cada roce parecía más intenso que el anterior. Cada lametón, más íntimo; cada caricia más sensual. Era como si hubiese encendido un interruptor en mí, gemí tanto de placer como de ansiedad cuando su boca que se apartaba de mis senos y empezaba a besar mi vientre, mientras daba pequeños mordiscos mientras descendía yo agarraba su cabello, hasta llegar a mi cuquita besó mi clítoris de una forma suave y a la vez intensa, mientras mi cuerpo se arqueaba de placer mientras él me penetraba con la lengua. Él tenía sus manos sobre mis caderas para retenerme de escapar e iba saboreándome, torturándome, mojándome con la lengua. Sus gruñidos de placer aumentaban la intensidad del orgasmo que en mi cuerpo se aproximaba.

- ¿Tienes idea de lo delicioso que sabe tu cuquita?- Decía entre gemidos, mientras le rogaba que no parara.

Hasta que lo hizo, paró y arrebató sus manos para ponerme de pie y me volteó, quedé con mis pies en el piso y mi cuerpo en la cama dejando a sus ojos mi sexy culo, el cual acarició tan suave que mi interior se desgarraba del placer. Y de repente sentí el latigazo, el cual me hizo dar un respingo junto con un alto gemido que llevaba su nombre.

- Te voy castigar por mala- decía junto con nalgadas que cada vez me excitaban más y mis ganas por estar encima de él cada vez crecían más. Amarró su correa a mi cuello mientras me nalgueaba fuerte, me dominaba claro está, me sentía indefensa ante sus caricias y nalgueadas de repente, hasta que decidió acostarme y abrirme de piernas mientras me dijo –mastúrbate, quiero verte- lo hacía y me encantaba darle este espectáculo, sus pupilas cada vez más dilatadas al ver como entraban y salían mis dedos, como movía mi clítoris rápido sin aun llegar a nada, no me aguantaba más, lo quería dentro y eso era muy notorio en mis súplicas de que me culeara.

Puso mis piernas en sus hombros y me penetró, tan fuerte y profundo como él, mi cuerpo reaccionó con un gemido delicioso, mis pezones duros y grandes… le pedí que se acostara, el ambiente era un mar de sensaciones, sexo, deseo, placer.

Y mi cuerpo se apoderó de él, mientras mis manos posaban en su duro pecho, mis caderas se movían en círculos, arriba, abajo, lento, rápido. Admiraba el rostro de mi hombre mientras me movía, mordía su labio inferior y me miraba con fuego en sus ojos, me hablaba sucio – eres una puta deliciosa y lo sabes-  sus palabras hacían que mi cuerpo se moviera más rápido, la presencia del orgasmo empezaba a crecer más y más.

Dejamos volar nuestra imaginación y nos dejamos llevar por el orgasmo, sintiéndolo recorrer por nuestro cuerpo, gimiendo de satisfacción, dejándonos llevar. Llevando el éxtasis a otro nivel, ofreciéndolo al otro en todo su esplendor, jadeos y sudor quedaron de esta maravillosa culeada.

Le deseo ahora y siempre.