Guía Cereza
Publicado hace 10 años Categoría: Intercambios 3K Vistas
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Hola a todos. Luego de un tiempo volvemos con un relato de lo que nos ocurrió en Madrid, en un club de intercambios, en un viaje por negocios que hice con Martin.

Como saben, compartimos nuestra vida entre Buenos Aires y Bogotá. Por lo menos 4 veces por año Martin viaja a Europa, llevado por los negocios, y cuando puedo y tenemos unos días libres, no me privo de acompañarlo.

Esto ocurrió a principios de año. Llegamos a Madrid y nos alojamos en un hotel del centro, de los más conocidos de aquella ciudad. Llegamos un miércoles con un frío terrible, él con la misión de estar 3 días inmerso en reuniones interminables, y yo con ganas de pasear, comprar e investigar a donde, a partir del sábado y durante 3 días más, podíamos divertirnos.

En los primeros 3 días, la rutina siempre fue la misma. Levantarse temprano, desayunar, comenzar Martin con sus reuniones y yo visitando tiendas de las que le gustan a la mujeres ji ji ji. Como el sol baja temprano, me iba al hotel y con mi computador empezaba a investigar los clubes a los que podíamos ir. Luego de mucho investigar, nos decidimos por uno de ellos donde solamente pueden ingresar parejas (hay muchos donde ingresan mujeres y hombres solos), y que en la programación de la semana,  la fiesta era en interiores y topless. Como podrán imaginar, a sabiendas que concurriríamos a estos locales, había salido de Buenos Aires bien depilada y con un tratamiento en mi piel que me hacía ver, a opinión de Martín, hermosa.

Los días previos, transcurrieron con sexo por la noche y por la mañana, imaginándonos aquella noche de viernes.

Llegado el día, luego del almuerzo pasé por el Spa del hotel, me hicieron unos masajes exquisitos, pasé un rato por el sauna, dormí un rato y me preparé a la espera de mi Martín y del juego erótico que nos esperaba.

En estos días de espera, preparé un vestuario acorde a la temática de la fiesta. Una braguita pequeña al frente, que llegaba al límite de mi raja, y detrás sólo un hilo que dejaba a la vista mis nalgas redondas y duras. Un mini vestido bien apretado al cuerpo negro, zapatos de tacón altos y nada para sostenes mis prominentes pechos. Al fin, y para estar a tono con la temática, iba a cumplir con eso del topless y los interiores.

Llegó Martin, se metió bajo la regadera, se vistió y nos fuimos a cenar. Les cuento que una cena exquisita, acompañada con champagne francés que nos iba a permitir dejar de lado algunas vergüenzas para el plato  final. Al terminar, cogimos un taxi y nos dirigimos a donde queríamos y donde íbamos a pasar una noche de ensueño.

Llegamos al sitio, y solamente al frente una puerta de madera con un pequeño cartel que permitía saber el nombre que teníamos apuntado. Nos recibió una mujer vestida muy sexi y con una cola hermosa, y permitía  adivinar que no llevaba bragas o que si las tenía eran del modelo de las mías. Nos explicó como funcionaba el establecimiento, y que debido a la temática de la fiesta, no se permitía vestir más que interiores. Recorrimos durante unos minutos el local, que contaba con una piscina cubierta, sala oscura, una enorme cama franca, habitaciones sin puertas, sala para el baile, barra para beber y sillones desparramados para poder sentarse y mirar y ser mirados. Pasamos a los lockers, nos desvestimos, fuimos a tomar un trago y a sentarnos en uno de los cómodos sillones para ver y ser vistos.

En el camino de los lockers a la barra, sentía la mirada de los que allí estaban sobre mi. Mis pechos al aire se bamboleaban y mi cola se movía de un lado al otro, en un caminar seductor y mostrón. Mis pezones inmediatamente se endurecieron, mostrándose en punta y desafiantes, y mi vagina comenzó a mojarse como hacía tiempo que no pasaba.

Nos sentamos cómodos en un sillón que nos permitía saber lo que pasaba en el local. Éramos en ese entonces, a simple vista, mas de 200 parejas, 400 pechos, 200 vaginas, 200 penes. La mayoría de las mujeres circulaban, bailaban, se divertían, solo con sus braguitas colocadas.. Había de todos los tipos, bajitas y altas, rubias y morochas, con ricos cuerpos y otros no tanto. Sabían a lo que iban, y creo, no querían dejar pasar la oportunidad. Los hombres, menos osados, en su mayoría con sus interiores mirando ese concierto de pechos de todos los tamaños desfilar delante de sus caras. Los más osados o desnudos o con un taparrabos que dejaba si cola al descubierto. Se notaban quienes ya estaban erectos y los que manejaban con admiración, las reacciones físicas lógicas del momento. A nuestro lado estaba sentada una pareja joven. Ella con unos pechos pequeños y parados, y se adivinaba una cola durita, como las que le gustan a Martín. El, alto y morocho, con un físico trabajado en el gimnasio y un prominente miembro que lucha por escapar de sus interiores. Él, disimuladamente le había pasado su brazo por detrás de su nuca, y jugaba con el pecho izquierdo de ella, haciendo con su dedo, círculos a su alrededor. Más allá, casi a nuestros pies que estaba en el límite de la pista de baile, 2 parejas jugaban entre ellas, dándome la impresión de que bailaban y se tocaban para nosotros. El momento era excitante. Mi vagina estaba empapada, olía a sexo y más sexo. Martín ya se ocupaba en esos momentos de mis pechos y de mi vulva. Decidimos entonces bailar un rato y luego iríamos a dar una nueva vuelta por el establecimiento, que se estaba calentando sin dudas. Ni bien salimos a la pista, la pareja que están a nuestro lado también se incorporaron y bailaban cerca nuestro. Apoyé mis senos en el pecho de Martín, que hacía fuerza con su pelvis para hacerme entender lo caliente que estaba. Me refregaba su miembro parado, y de vez en cuando bajaba su mano para percibir mi grado de humedad en mi entrepierna, que chorreaba entre mis muslos la demostración del deseo infinito. De pronto, también se nos acercaron aquellos que se mostraban descarados. En la semipenumbra de la pista, pude ver que ellos ya estaban en cueros, con sus palos apuntando al techo, viriles y con ganas. Ellas seguían bailando, pero ahora, sus manos recorrían sus anatomías sin freno. Se desafiaban a ver cual era la valiente y se animaba a desnudarse. Entre tantas palabras, ellos se acercaron y literalmente les arrancaron sus bragas, las besaron y nos miraron. Uno de ellos se acercó, miró a Martín con un gesto como pidiéndole aprobación a él, estiró su mano hacia mi y comenzó a acariciar mi sexo. Por Dios!!!!!! Sentí un correntazo y mis piernas se debilitaron de repente. Me tomé del cuello de Martín, mientras uno de ellos trataba que me diera vuelta. Ayudado por Martín, quedé con mi culo sobre el pene de él, mientras mi admirador suavemente me quitaba mis bragas, y comenzaba una caricia que deseaba sea interminable. Mojó sus manos con mi flujo, las lamió, se agacho y comenzó con una chupada exquisita, mientras Martín masajeaba mis pechos y atendía a una de las mujeres que le estaba comiendo la boca. En ese momento de placer indescriptible, tuve la lucidez de poder mirar por un momento mi entorno. Las otras 2 parejas, más la que estaba sentada a nuestro lado nos rodeaban. Como en una segunda fila, se habían agolpado creo yo más de 20 personas mirando el espectáculo que estábamos dando en la pista de baile. Creí ver como varias parejas se tocaban y hasta comenzaban a tener sexo, calientes por el espectáculo que estaban presenciando. Pero ya no estaba en condiciones de razonar, de ver. Sólo estaba en condiciones de gozar como una perra. Sentía los dedos de él en mi interior, entrando y saliendo con una velocidad y maestría que sabía lo que pasaría. Olía a Martín y a ella, que se movían a mi ritmo, permitiéndome sentir con todo mi ser. Hasta que la vista se me nubló, y entré en un estado de placer etéreo, donde perdí el control de mi cuerpo y solo sentí como empapé las manos de quién me estaba dando placer. El primer orgasmo de la noche había llegado. Nos separamos, y cayendo casi inconsciente, tome esa verga erecta y comencé a mamarlo con ganas, como si ella me devolviera la lucidez. Aceleré cuando sentí que él se venía, me apoyé ese mástil divino en mis pechos, y recibí un baño de semen caliente sobre ellos. La noche había comenzado, pero no había terminado, para nada.

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