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“¡Hágase El Bobo!”

Estando de vacaciones, invitado por un amigo mío muy querido a su pueblo natal, y en uno de esos días como lánguidos, perezosos, aburridos, y que solo invitan a estar bajo la sombra de un árbol, salí solo, a darme una vuelta por el pueblo, ya que mi amigo tenía que hacer unas diligencias personales, fui a parar a la plaza principal, y allí, preciso la única banca que quedaba bajo la sombra de un árbol, estaba ocupada por un señor ya entrado en años, y con un bastón de esos que llaman “perreros”, me acerqué y le dije que si podía sentarme a su lado, y el muy amablemente me dijo: Bien pueda!.

Yo que siempre he sido como “entradorcito”, y me gusta charlar, me quedé viendo que alrededor de la rotonda central de la plaza, habían tres bobos, era muy fácil saberlo por sus ademanes, sus ropas, y por su forma de caminar y mirar, y entre ellos tenían la misma edad..

Y como quien no quiere la cosa hice el siguiente comentario dirigiéndome al señor: “Vea pues, todo pueblo que se respete tiene un bobo, pero aquí a falta de uno, tienen tres! Jajaja!

El anciano esbozó una sonrisa, y noté, y percibí, que era uno de esos ancianos solitarios, que ya son un estorbo para su familia, no tienen con quien hablar, y solo esperan la llegada de la “señora de la hoz”, en medio de su soledad, sus recuerdos, y sus achaques de salud.

Me miró quedamente, y con voz pausada, y una sonrisa en su rostro me contestó: “Si señor, tiene razón, pero usted supiera la historia que hay detrás de esos tres bobos, no me la creería, es uno de los secretos mejor guardados de este pueblo, y aquí nadie habla, ni se atreve a contar ò comentar nada al respecto”.

Y agregó, mire!, no más con decirle, que los tres bobos que usted ve ahí, son hermanos, pero hermanos medios, cada uno tiene mamá diferente, pero el papá fue el mismo.

Como así? Le dije yo, y eso?, el anciano continuó: –“Mire le voy a contar la historia, total, yo ya estoy más allá que acá ,además no tengo con quien charlar, y veo que usted es una persona como seria, es forastero, y creo que guardará para usted lo que yo le cuente”.

Le dije: “Si señor no se preocupe, lo que usted me cuente no saldrá de mi boca, ni lo comentaré en este pueblo”. Le pregunté que si quería algo de tomar por el calor que hacía, y me dijo que bueno, le dije: Espere voy, y traigo dos cervecitas, y nos las vamos tomando mientras usted me cuenta, fui a una tienda que quedaba en la esquina de la plaza, compré las dos cervezas, me devolví, y le brindé una al anciano, me dijo muchas gracias señor!, la tomó en sus manos, entornó los ojos, se quedó mirando al horizonte como recapturando sus recuerdos, y empezó su narración:

Hace muchos años, hubo en este pueblo un bobo llamado “Calimedio”,(nombre ficticio para proteger las identidades y reserva, tanto del pueblo, como de las personas involucradas).

“Calimedio” era un bobo muy querido, tranquilo, y apreciado por todo el pueblo, siempre tenía una sonrisa a flor de labios, y era utilizado por todos los habitantes del pueblo para hacer los mandados, cargar el mercado, etc,etc,etc, en fin para todas las cosas que en cualquier pueblo de esa época y aún hoy en día, utilizaban o utilizan a un bobo.

Solo tenía una particularidad, que cuando le daban las crisis, y estas, más o menos le duraban tres días, tenía la costumbre de desnudarse aquí en la plaza principal del pueblo, y cuando lo hacía, antes de llegar la policía para llevárselo para la estación, para que no alterara la tranquilidad del pueblo, el rumor corría más velozmente que la llegada de la policía:"!Se empelotó "Calimedio"!,!Se empelotó el bobo!”, esta plaza se llenaba, y se convertía en toda una romería de curiosas y curiosos, y eso porque?, le pregunté al anciano.

Mire señor, lo que pasaba era que el bobo tenía un instrumento gigantesco, tenía una verga que no parecía humana, le llegaba hasta un poco más abajo de la mitad de las piernas estando “dormida”, y en cuanto a grosor era monstruosa. Esa verga que tenía el bobo era la envidia de los hombres del pueblo, y a su vez era el sueño, anhelo, y deseo secreto y prohibido de las mujeres de este lugar.

El anciano de una manera muy coloquial, y en medio de su ingenuidad, decencia y candor, me preguntó: “Usted ha visto por televisión las tiras cómicas de los picapiedra? Le respondí –Sí, claro!- me dijo: “Pues imagínese el garrote que carga “pedro picapiedra” al hombro, pero de ¡pura carne!, y soltó la carcajada.

Nos tomamos un sorbo de cerveza, y el anciano continuó: Las señoras, las jóvenes, los señores, los muchachos, y hasta los niños, al verlo desnudo, y con semejante “Chimenea de Buque” al aire, abrían los ojos desmesuradamente, y les parecía increíble creer lo que estaban viendo, las señoras en sus corrillos íntimos y reservados, comentaban entre ellas el famoso adagio popular, decían: “Eh! Ave María, mi Dios si es que le da pan, al que no tiene dientes!”!,Jajaja!

Y los padres, maridos, y novios celosos de las “atributos” del bobo, solo atinaban a pasar saliva, y con cara de pocos amigos, obligaban a sus hijas, esposas, y novias, a devolverse para la casa para que no siguieran contemplando y admirando al bobo en su desnudez. Jajaja!

De la noche a la mañana, y en el lapso de tres meses aproximadamente, se desencadenaron, y sucedieron varios acontecimientos, y a su vez, pasaron tantas casualidades al mismo tiempo, que el pueblo se convirtió en un hervidero.

De un momento a otro “Calimedio”, que siempre había sido un bobo tranquilo, calmado, y sonriente, empezó a hacer bulla, a gritar, y a balbucear en su lenguaje poco inteligible y entendible, y a hacer extraños gestos de amenaza, primero empezó a hacerlos en la carnicería del pueblo, después en la floristería, y por último en el salón de belleza.

La gente no se explicaba el brusco, y repentino cambio de comportamiento de “Calimedio”, porque siempre había sido muy tranquilo, total lo recluyeron en la cárcel del pueblo, dizque mientras se calmaba, con tan mala fortuna para "Calimedio", y para el pueblo, --y ya verá usted señor porque se lo digo--, me dijo el anciano, que allí en la cárcel se encontraban detenidos dos “maricas”, los cuales sedujeron a "Calimedio" para que se los culiara, y fruto de eso, le prendieron una “gonorrea crónica”, que habían adquirido de sus andanzas en las fiestas en las que se la pasaban de pueblo en pueblo, y que habían contraído, por estar buscando “cacorros”, para satisfacer su maricada, esas fueron las palabras textuales del anciano. Jajaja!

Yo guardaba silencio, el anciano apuró otro sorbo de cerveza, y continuó: Luego de salir de la cárcel, en la cual lo tuvieron detenido más o menos por 10 días, "Calimedio" duró calmado un tiempito, alrededor de un mes, pero inexplicablemente al cabo de transcurrir ese mes, reanudó sus extrañas reacciones y amenazas, pero esta vez ya no fue contra la carnicería, ni la floristería, ni el salón de belleza, sino que ya sus reacciones fueron, frente a la casa del alcalde, frente a la estación de policía, y al frente de la casa de un notificador del juzgado del pueblo.

Y de un momento a otro, ¡Todo Explotó!, la mujer del carnicero resultó preñada, pero lo que ella no sabía, y su marido nunca le había dicho ni contado era, que era estéril, la dueña de la floristería era viuda, pero aún estaba joven, y también resultó preñada, y lo mismo pasó con la dueña del salón de belleza a la que nunca le habían conocido un novio.

Luego casi simultáneamente, una tarde que ese alcalde nunca olvidará, fue hasta la alcaldía el comandante de la estación de policía, y con mucho secreto, y en broma, y burla, le contó al alcalde, que un cabo y dos agentes habían resultado con “gonorrea”, pero que lo curioso y chistoso era que el cabo había resultado infectado por “detrás”, y los dos agentes por “delante”! Jajaja!

Ante las risotadas estentóreas del alcalde, y a poco determinar la tarde, el que llegó con el otro chisme al alcalde, fue el droguista o boticario del pueblo, a contarle también en broma y burla, que el notificador del juzgado, que por cierto era un solterón de 43 años, amargado e histérico, había estado en la droguería, y que él, al examinarlo le había encontrado una “gonorrea” la verraca!, y le había puesto al notificador una dosis millonaria de penicilina. Jajaja!

El alcalde esa tarde-noche se fue para su casa muerto de la risa, pensando y gozando de manera burlona, en todo lo que estaba pasando en su pueblo. 

Pero a la mañana siguiente recién levantado, al ir a orinar, ¡Qué pánico!,!Qué horror!, sintió un ardor de los mil demonios, y la sensación que experimentó fue que por su pene al orinar, salían millones de minúsculos anzuelos al mismo tiempo, que desgarraban y destrozaban toda su uretra!

Y no demoró muchos segundos en saber lo que había pasado, sólo pudo exclamar pensando en su mujer: !Esta es mucha hijueputa!, ¿Cómo se le ocurrió ponerse a culiar precisamente con el bobo del pueblo!, ¡Dios mío!, vamos a ser el hazmerreír de todo el mundo!, y casi se le escurren las lágrimas.

Pasarle a él, que precisamente había gozado, y se había burlado inmisericordemente la tarde anterior, primero con la preñada por parte del bobo a la mujer del carnicero, a la florista, y a la peluquera, y luego con lo que le habían contado respectivamente el comandante de policía, y el droguista, sobre el cabo, los dos agentes, y el notificador del juzgado, Jajaja!

Como dicen señor; continuó el anciano, “Pueblo chico, infierno grande”, todo el mundo ató cabos, las noticias se regaron como pólvora!, y esa noche en la intimidad de sus casas todo el mundo comentaba en voz baja lo sucedido.

En la casa del carnicero, esa noche su mujer, después de una paliza fenomenal por parte de éste, le confesó al carnicero de quien era el hijo que ella esperaba, a la florista del pueblo dejaron por unos días de comprarle flores, y arreglos florales, y al salón de belleza de la peluquera, más iban las señoras por la curiosidad morbosa de ver preñada a la peluquera, que a mandarse peinar, tinturar, hacerse el manicure, o el pedicure.

El comandante de la estación de policía bajo amenazas, y más bien de una manera morbosa y curiosa, a pesar de que ya que sabía quién era el causante de todo, obligó al cabo, y a los dos agentes bajo amenazas de destitución, y despido fulminante, a que le contaran con pelos y señales todo lo que habían hecho con “Calimedio”. Y agregó el anciano: Mucho malparido!, no?, Jajaja!

El notificador del juzgado, empacó sus cosas de la noche a la mañana, se marchó, y dejó su puesto “botado”.

El alcalde a su vez, obligó a su esposa a contarle como había adquirido la “gonorrea”, que ella le había “prendido”, y la obligó, aunque más bien como de manera casi morbosa, a que le contara, ¿cuántas veces había culiado con "Calimedio” y en cuántas de esas ocasiones ella se lo había “mamado” al bobo, pensando en la posibilidad que ambos, tanto el, cómo su mujer pudieran tener también gonorrea en la garganta.! Jajaja!

Llamaron muy de madrugada al boticario para que fuera hasta la casa del alcalde en completo sigilo y secreto, para que el droguista les aplicara las dosis correspondientes de penicilina, y el alcalde en su ignorancia también le pidió, y exigió al boticario que les diera unas pastillas para la garganta en caso de que empezaran a botar "flemas", a pesar de que el boticario le dijo que no había necesidad de las pastillas bucales, Jajaja!

Vea señor, continuó el anciano !Nunca el droguista de este pueblo había vendido, ni aplicado tantas inyecciones de penicilina en su vida!, !Ni había vendido tantas pastillas para la garganta!, Jajaja,.

Y, con algunas promesas burocráticas para el droguista, y también con algunas amenazas veladas de parte del alcalde, éste obligó al droguista a prometer que nunca contara que su mujer y el, también tenían “gonorrea”, cuando eso ya en el pueblo era un secreto a voces!, Jajaja!.

El anciano dio el último sorbo a su cerveza y me dijo: “Un buen día amaneció, y nadie volvió a ver a “Calimedio”, desapareció como por arte de magia, y al preguntarle algunos curiosos, eso sí con mucha diplomacia, risa contenida, y respeto fingido al alcalde, si sabía algo de la suerte del bobo, éste les dijo con voz solemne, llena de una emoción que lejos estaba de sentir, y con aire casi patriótico:

”Nos reunimos todas las autoridades del pueblo, y por el cariño, y aprecio que todos en este pueblo tenemos, y sentimos por “Calimedio”, decidimos por unanimidad, y utilizando los recursos del erario público, recluirlo en un hospital psiquiátrico donde le pueden prestar la ayuda profesional que el necesita”, y así, pasó a la historia el bobo “Calimedio”.

El anciano para rematar la historia me dijo: “Afortunadamente ninguno de los tres bobos que usted ve allá, salió con las “dotes” del papá entre las piernas, y sonrió pícaramente, se lo digo porque lo que si le heredaron al papá, es que cuando les dan las crisis, a todos los tres les da por empelotarse aquí en esta plaza donde el papá se empelotaba hace 35 años! Jajaja!

Y agregó: Usted señor se estará preguntando qué fue de la vida de todas esas personas?, Pues le cuento: "El cabo y los dos policías al poco tiempo fueron trasladados a otro pueblo, después de haberles curado la “gonorrea”, ya le había contado que el notificador del juzgado, desapareció de la noche a la mañana, y dejó botado el puesto. El alcalde cuando se acabó su periodo de gobierno, se fue con su mujer y sus hijos a vivir a la capital, vendió todo lo que tenía aquí, y nunca más volvió".

La mujer del carnicero se separó de él, y el carnicero emigró para otras tierras, y nunca se volvió a saber nada de él, le dieron una plata, y fue obligado por el alcalde, y por la policía, a dejarle a la mujer la carnicería, la señora de la floristería todavía tiene el negocio, lo mismo que la señora del salón de belleza, aunque ya están entraditas en años.

Se me olvidaba contarle, que por medio de una ordenanza municipal a las tres señoras, les asignaron una pensión de por vida, y ellas a su vez, nunca quisieron averiguar nada, ni les interesó saber lo que había pasado con “Calimedio”.

El anciano se incorporó, se apoyó en su bastón, me pasó la botella de cerveza vacía, me dio las gracias por haber compartido ese momento con él, y a manera de despedida me dijo: “Ahí está usted viendo a los bobos, pero si siente curiosidad, dese una vueltica por el pueblo, y podrá ver en cada uno de los negocios a las mamás de ellos”, eso sí, ¡hágalo con mucho disimulo, y prudencia, como haciéndose el que no sabe nada!.

Y me remató con una perla, una sonrisa, y dos frases que me dejaron, “sembrado”, inmóvil, y mudo en el banca donde yo estaba sentado: Me dijo: “Mejor dicho, como dicen: ¡Hágase el bobo!, Ah! y olvidaba decirle, y espero que me guarde el secreto: “Yo era el droguista del pueblo en esa época!", y diciendo esto emprendió su camino. Jajaja!

vinividivinci

Soy hombre heterosexual

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Categoria: Hetero: General
Fecha de Publicación: 2015-07-17 19:54:59
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1 Comentario

JAJAJAJAJJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAAA!!!! Grandioso éste texto. Excelente, en todo sentido

2015-07-18 02:51:57