Siempre me ha parecido que las maduras son muy hermosas. Esa combinación de madurez emocional, intelectual y la belleza propia del cuerpo femenino a esa edad hace que ellas sean especialmente deseables, mas aún, si es de esas que vez y te mueven enseguida todo el baúl de los recuerdos.
Ella, maravillosa, con su pelo rubio, su forma de caminar haciando bailar hermosamente sus caderas, su pecho fino, delicado, su porte y ropa de ejecutiva, todos los días la veo cerca de mi trabajo, secretamente la miro con deseo, admirando todo lo que representa, toda su belleza.
No era un día normal, al contrario, el trabajo era aburrido (no suelo sentir tedio por el trabajo). Decidí salir a tomarme un café para dejar la pereza. El día rozaba ya las 4 de la tarde. Y en el café, estaba ella, hermosa como siempre, con su postura firme, dominante, admirable. Estaba bastante lleno el café así que no tuve más opción que sentarme junto a ella (por supuesto, deseaba poder sentarme a su lado sin levantar sospecha). Al igual que yo se veía aburrida, de esos días que uno quisiera que sólo terminaran cuando antes.
-Pareces aburrida-le dije
-Bastante, hay días que parecen interminables-replico ella
-Nada que una buena compañía no logre resolver-me decidí a decirle.
Y su respuesta, en forma de mirada, reflejaba lo que muchos queremos: un momento de grata compañía. Su sonrisa me motivó a seguir hablando con ella.
-Tu voz es muy agradable, es cálida-le dije
-¿Te parece?-respondió ella
-Sí, en realidad muy hermosa, como tu.
Se sonrojó. No pense que fuera fácil de lograr en ella. Y continuamos una conversación amena, parecian superficialidades, pero en realidad el tiempo paso muy rápido. Hablamos cerca de 1 hora sin darnos cuenta. De pronto ella miró su reloj y mirándome fíjamente dijo: vaya, se ha acabado la jornada de trabajo. ¿Me esperas mientras saco mis cosas de la oficina para que hablemos otro rato, no tengo ganas de llegar a casa aún?. Mi respuesta fue afirmativa. Mientras la esperaba, pensaba en las ventajas de tener un trabajo con cierta libertad de horarios, de ser mi propio jefe, claro, si se tratara de un trabajo habitual habría sido imposible disfrutar de su compañía.
Regreso, se había retocado su maquillaje, se veía más hermosa que de costumbre. Apenas la vi aproveche para mencionarle lo bien que le sentaba ir a la oficina, ella rio y propuso que salieramos del café. Afuera mostro su interés por ir a otro sitio. Me contó que su casa estaba sola, su hijo se encontraban donde sus padres y su esposo había salido de viaje de trabajo el día anterior. Hemos peleado justo antes de irse, ya no es como antes, peleamos por bobadas-me dijo y continuó diciendo: ¿sabes? Tengo ganas de tomar un vino, ¿me acompañas?. Claro que sí, que rico poder seguir hablando contigo. ¿a dónde vamos?-le dije. Y terminamos por ir a su casa. Puso música suave, y comenzamos a tomar el vino. Luego de dos copas, nos fuimos acercando hasta que nuestros labios terminaron juntandose en un frenesí de lujuría que explota en un instante. Después de un largo beso sólo pense en decirle algo que en el momento me pareció muy cursi:
-Es el mejor beso de mi vida, lo esperaba hace mucho tiempo
-Si he visto como me miras, veo tus ojos de deseo-me dijo
-¿En serio lo has notado?-le respondí con mucha pena
-Claro. Yo quería que esto pasará hace mucho tiempo. Me gusta tu cola y esto-lo dijo mientras mandaba su mano suavemente sobre mi pierna hasta llegar a la verga.
Poco a poco me fue quitando el pantalón. Por supuesto estaba a mil, besaba lenta y cariñosamente su cuello y pasaba mis manos por su espalda. Subimos apasionadamente a su cuarto. Nos desnudamos lentamente mientras nos dabamos caricias y besos. Le quite su tanga, una tanga roja de encaje, muy sexy. Pase mi lengua por sus muslos, su abdomen y termine en su vagina. La introduje en ella y sentía como lubricaba fácilmente. Luego ella empezó a lamer mi verga. Nunca había recibido un oral tan delicioso. –Llevame al cielo-exclamó de pronto. Lo hicimos en muchas poses, no se cuanto duramos, pero por sus expresiones se que lo disfrutó tanto como yo. Terminamos, eran ya como las 8 de la noche. Y sorpresivamente pidió algo que no me imaginaba:
-¿Podrías ayudarme en una fantasía que tengo?
-Es hora de llamar a mi esposo, mete tu lengua mientras hablo con el.
En el fondo estaba asombrado. No pense que ese tipo de cosas pudieran suscederme a mi. No le dije nada, sólo comencé a hacerle sexo oral, intentando que fuera el mejor que hubiera dado en mi vida. Mientras hablaba con su esposo pude ver como intentaba contralar el tono de su voz para que no sospechara nada. Hablaron como 10 minutos, eso sí, tuve que parar algunas veces por el cansancio que sentía en mi lengua. Colgó y me pidio que se lo metiera. Nuevamente lo hicimos.
Al terminar sólo me dijo: son como las nueve, si no quieres quedarte esta noche podrías irte después de las 10 30? No quiero que los vecinos te vean salir a esta hora. Vinos una película para pasar el tiempo, hablamos rico y al final quedamos con un compromiso: no nos buscamos en la oficina de cada uno, si nos encontramos en el centro comercial no nos saludamos y si estamos acompañados no nos hablamos. Eso sí, intercambiamos miradas pícaras cuando no podemos hablar.