Guía Cereza
Publicado hace 8 años Categoría: Amor filial 2K Vistas
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Nadie puede negar haber escuchado alguna vez de aquellas personas, por lo general hombres, que tienen este fetiche con nuestros calzones. Ya sea por su diseño, tamaño, textura, o sobre todo, por el olor, que es lo más común, sí, aunque algunas pongan caras. Los olores íntimos de las mujeres que conservan nuestros calzones son para ellos como una droga que llega, a veces, a convertirse en una adicción para los más aficionados.

Pero yo estoy segura de que pocos los guardan como piezas preciosas o los enmarcan para así verlos, de vez en cuando, y recordar la noche apasionada con aquella mina a la que dejó sin calzones. Lo que yo creo en verdad es que existe un proceso en los coleccionistas y pasan por diferentes etapas junto a sus amadas prendas de ropa interior. En primer lugar, está la etapa de conseguirlos. Y, los más codiciados, son los que están usados, obvio. Ahora bien, lograr un resultado positivo en esta compleja etapa (porque, imagínense, no debe ser muy fácil andar quitándole los calzones a las chiquillas y luego llevárselos sin que se den cuenta), ya es todo un mérito. Luego vienen los aromas. Los huelen reiteradas veces, como si la cuestión fuera un perfume francés. Se drogan y se dejan llevar por sus olores hasta llegar a la excitación máxima para continuar masturbándose con ellos. Luego, y si es que aún están en condiciones, los conservan como trofeos de guerra. Y no faltan aquellos coleccionistas que compiten: entonces el vencedor y más cachero del rubro será quien conserve en su poder la mayor cantidad de calzones usados y masturbados posibles, para luego, una vez que ya están demasiado manoseados y olfateados, terminar en la basura. Ahí la misión será reclutar nuevos y más intensos calzones usados con nuevos y distintos olores.

A la hora de elegir también son cautelosos y observadores. Podrás tener los zapatos Prada último modelo, los más top y más caros de Europa, pero si a la hora de verte los calzones no son de su agrado podría dejarte allí mismo, donde se los mostraste, y partir despavorido en busca de alguno que lo excite de verdad. Y ahí los modelos más requeridos, a mi parecer (o en realidad lo noté cuando me di cuenta de que me faltaban), son los de encaje y aquellos que dejan algo para la imaginación. No así los tan usados pero ahora extintos colaless: las modas van cambiando y los coleccionistas se ponen al día.

A diferencia de ellos, no he encontrado aún una mujer coleccionista de calzoncillos masculinos. He observado detenidamente a muchas mujeres y me he dado cuenta de que todas hacemos lo mismo con dichas prendas: puede ser que los olamos, los calzoncillos, pero, claro, tomándolos muy de lejitos y casi que con la puntita de los dedos. Pero, al final, y sin investigar mucho, terminan irremediablemente en la lavadora.  

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